Mario González

La flor de pino. De Mario González

«Si al pasar por Sacaclí te preguntaran por mí, les dirás que me fui lejos, pero un día volveré porque no me hallo sin ti”, llora La Flor de Pino, uno de mis corridos favoritos de tiempos de la Revolución nicaragüense, del maestro Carlos Mejía Godoy.

30 julio 2018 / El Diario de Hoy

Por momentos me parece haber vuelto a julio de 1979 y saber de los últimos combates entre los guerrilleros sandinistas y los guardias nacionales de Anastasio Somoza, el último de una dinastía de dictadores que sometió a Nicaragua con mano dura por 50 años.

Sin embargo, ahora la dictadura dinástica la dirige Daniel Ortega, quien comandaba en aquel entonces la guerrilla sandinista y que ha sofocado a sangre y fuego todo foco de sublevación entre la población, de la misma manera que lo hicieron Somoza y sus antecesores.

Esto significa que desgraciadamente nuestros hermanos nicaragüenses derrocaron una dictadura entonces para tener ahora otra dictadura -casi una monarquía con rey y reina– que hace iguales o peores cosas con las fuerzas policiales y escuadroneras a su servicio. Hasta el maestro Mejía Godoy, que componía corridos e himnos al Frente Sandinista, ahora llora por los masacrados junto a sus madres e increpa a los orteguistas por tanta barbarie.

Lo más vergonzoso es que gobiernos como el salvadoreño apoyen ese régimen, un proceder con el cual no me siento representado, al igual que la mayor parte de la población que se identifica con la democracia y la tolerancia.

Las decenas de miles de muertos en las guerras de Nicaragua y El Salvador deben de estar retorciéndose en sus sepulturas de saber que su sacrificio fue en vano, pues terminaron entronizándose regímenes que procuran el totalitarismo y la imposición o, como el venezolano, llevan a su gente al punto de literalmente comer basura o a huir hacia Colombia.

Lo más triste es que en casos como el Venezuela o Nicaragua no hay gobiernos ni organismos que dicen velar por los derechos humanos que protesten con la misma energía que lo hicieron contra otras dictaduras militares del siglo XX. Un punto importante: tanto la nicaragüense como la venezolana son dictaduras militares actualmente, lo que tanto repudiaban en el pasado.

Lo que más sorprende es la hipocresía de los funcionarios y troles del oficialismo rasgándose las vestiduras y echando espumarajos, con los ojos desorbitados como la niña de El Exorcista, porque en aquel momento Norman Quijano dijo que la revolución sandinista abrió esperanzas entre los centroamericanos. Pues no mintió. El 19 de julio de 1979 fue un día en que tanto la derecha como la izquierda nicaragüenses y de Centroamérica celebraron juntas la caída de Somoza y se estableció un gobierno de amplia participación que el mismo Daniel y su camarilla se encargaron de desestabilizar hasta que excluyeron al empresariado y establecieron un Estado policial que llevó al país a una nueva guerra y a la bancarrota. Similar a lo que está pasando ahora en Venezuela, en la Nicaragua de los 80 un dólar podía llegar a valer un millón de córdobas por la hiperinflación que trajo hambre y miseria a los nicaragüenses, algo peor que en los tiempos de Somoza.

Los pueblos languidecen o se someten al arbitrio de déspotas que se dicen “progresistas” y que conspiran para acabarse instituciones independientes que garanticen el balance de poderes, como los órganos de justicia de los países.

Lo hemos visto acá mismo cómo el oficialismo intenta a toda costa meter a sus cuadros obedientes en instituciones clave como la Corte Suprema de Justicia y la Sala de lo Constitucional y persisten con descaro pese a verse descubiertos y denunciados.

Mientras oro por un mañana mejor para mis hermanos nicaragüenses se me vienen a la mente aquellos versos de mi infancia que dicen que “Hoy que pasé por la pulpería, la Tere Armijo me vio llorar, en mis pestañas alborozadas quedó una lágrima rezagada de aquel ayer que no volverá… Si me preguntas por qué tu nombre no lo podría nunca olvidar, has de saber que lo llevo dentro, en el aroma de los almendros que hoy retoñaron en mi solar…”

Los masacrados del 30 de julio y las víctimas del chavismo. De Mario González

Lo mismo que está haciendo la Guardia Nacional chavista es lo mismo de lo que acusaban a su similar aquí. Hasta el uniforme y las botas son iguales, no digamos los abominables procedimientos. Un crimen es un crimen y el que lo cometa un chavista no lo purifica.

Mario González, editor subjefe de El Diario de Hoy

Mario González, 13 mayo 2017 / EDH

Solo me bastó ver la escena de un camión de la Guardia Nacional chavista arrollar a un grupo de manifestantes para recordar la masacre de universitarios del 30 de julio de 1975 o la de la Plaza Libertad del 28 de febrero de 1977, así como la represión de esas épocas a manos de lo que se calificaba como la “dictadura militar fascistoide”.Lo increíble es que quienes más condenaban hechos represivos de este tipo en aquel momento ahora los defienden y estarían dispuestos a ir a usar las armas para reprimir los manifestantes venezolanos.

Por lo menos así lo hizo saber sin ningún escrúpulo uno de los voceros del oficialismo.

En la mente de muchos salvadoreños aún vaga el recuerdo de decenas de universitarios siendo acorralados en la 25ª. Avenida Norte, en el paso a dos niveles cerca del Seguro Social, del cual tuvieron que saltar para no verse embestidos por las tanquetas del Ejército.

Y qué decir del cruento desalojo de la Plaza Libertad de las masas que protestaban por el denunciado fraude de las elecciones del 20 de febrero de 1977, o de la masacre del desfile bufo de los universitarios a finales de octubre de 1979, tras el golpe de Estado.

Lo mismo que está haciendo la Guardia Nacional chavista es lo mismo de lo que acusaban a su similar aquí. Hasta el uniforme y las botas son iguales, no digamos los abominables procedimientos. Un crimen es un crimen y el que lo cometa un chavista no lo purifica.

La televisión ha mostrado imágenes de agentes motorizados que capturan a marchistas y se los llevan con rumbo desconocido, como se denunció aquí que hacían los escuadrones de la muerte.

La gran pregunta es ¿por qué las violaciones a los derechos humanos de aquella época eran repudiables y las que cometen los chavistas son dignas de defender por el partido oficial en El Salvador?

¿Qué hace diferente el asesinato, la tiranía y las violaciones a los derechos humanos? O más bien, ¿por qué eran malas si las cometía el Ejército salvadoreño, pero son loables y canonizables si son obra del fascismo chavista?

¿Qué hace aborrecible el asesinato de un Arzobispo mientras oficia la misa, pero enaltece y hace digno de méritos que le estallen una bomba en la cabeza a un Fiscal General? Un crimen es un crimen independientemente de quien lo cometa.

Porque es claro que el oficialismo salvadoreño está defendiendo una tiranía militar plena de impunidad, las violaciones a los derechos humanos que ésta comete abiertamente y al déspota que se cree que tan iluminado que habla con los pájaros y las vacas.

Creo que los verdaderos izquierdistas demócratas, con pensamiento racional, criterio y escrúpulos, deben de sentir vergüenza al ver cómo sus colegas en el poder en El Salvador se revuelcan en el mismo lodo con los opresores venezolanos.

Si estuviera vivo, el mismo Monseñor Romero se los reclamaría vigorosamente en sus homilías.

Y que no me vengan a asumir demencia porque nosotros sí recordamos bien aquellos acontecimientos y hablamos con conocimiento de causa.

Creo que todos los que murieron en la preguerra y durante la misma guerra se estarán revolviendo en sus tumbas de saber que ahora los hechos represivos y violatorios de los derechos humanos son defendidos y exaltados por quienes decían luchar por la libertad y la igualdad y los convencieron de morir por una causa ahora perdida.
Venezuela lleva más de un mes de protestas y cerca de 40 muertos en las mismas, la mayoría a manos del régimen militar, según ha denunciado la oposición.

Lo triste es que se avale a esa tiranía y se le busque oxigenar con llamados al “diálogo”, cuando la hambruna y la represión estén diezmando a ese noble y sufrido pueblo y no haya tiempo más que para esperar un verdadero cambio de rumbo.

No hay mal que dure cien años. Ni cuerpo que lo resista. De Mario González

Mario González, editor subjefe de EDH

Mario González, 18 marzo 2017 / EDH

Es inconcebible cómo el régimen venezolano viola descaradamente los derechos humanos al mantener encarcelado a su principal líder opositor, Leopoldo López, y se niega a liberar al general Baduel pese a que ya cumplió siete años en la prisión.

El general Baduel, compadre de Hugo Chávez, encabezó la operación cívico-militar que restituyó en el poder a Chávez durante el Golpe de Estado de 2002. Mal le paga…

Sin embargo, es más inaudito el silencio cómplice de la llamada “comunidad internacional”, que no reacciona con la misma intensidad y vehemencia que procedió, por ejemplo, contra Pinochet hasta que falleció.

Tanto el caso de Leopoldo López como el del general Baduel y otros líderes de la oposición venezolana muestran a un régimen represivo que encarcela a personas solo porque el dictador de turno no puede soportar que protesten contra él y lo más fácil es callarlos.

En esto volvemos a la pregunta: ¿Por qué la corrupción, la persecución y la cárcel contra opositores eran condenables cuando eran obra de los militares de derecha, pero son puras y sacrosantas si las dirigen regímenes populistas de ultraizquierda?

Con el argumento de que no se permitía la libre expresión ni la disidencia ni la oposición política, países como El Salvador, Nicaragua y Guatemala fueron escenarios de cruentas y prolongadas guerras. ¿No es lo mismo que hace ahora el chavismo?

Por eso es decepcionante y repulsivo que funcionarios y autoridades salvadoreños le den su respaldo, cuando saben bien que es el régimen de Maduro es el causante de la debacle económica de su país, de la falta de libertades y de que la gente no tenga más remedio que buscar comida entre la basura.

Yo quisiera ver a los países democráticos levantando su voz como lo hicieron contra Somoza en Nicaragua, Ríos Montt en Guatemala, García Meza en Bolivia o Videla y Galtieri en Argentina, pero todos vuelven la vista a otro lado, en lugar de exigir cambios y respeto a los derechos humanos.

El chavismo es tan pernicioso y repulsivo como lo fueron tales regímenes y como repetidamente se denunció que actuaron los gobiernos militares en El Salvador.

Bajo el manto de populismo en que se arropan estas dictaduras se esconden la corrupción y una nueva forma de regimentación y esclavismo que se asientan precisamente en la inacción y la indiferencia no solo de los demás países, sino también de los mismos pueblos.

Es así como países enteros se han convertido en cárceles, como ocurrió con la Europa del Este, que más temprano que tarde vio la caída de tales despotismos con el Muro de la Ignominia.

Una vieja canción de protesta de Los Guaraguao decía que “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”. Yo así lo espero para bien de Venezuela.

Pegarse un balazo en el pie. De Mario González

Mario González, editor subjefe de EDH

Mario González, editor subjefe de EDH

Mario González, 20 noviembre 2016 / EDH

Desidia, desinterés, cautela, tiempo u oportunismo político, otros asuntos… Lo cierto es que el dilatar la elección de los magistrados de la Corte de Cuentas de la República se volvió contra los mismos diputados.

Los legisladores no midieron que tarde o temprano urgirían que los titulares de la contraloría pública avalaran un trámite nada más y nada menos como el de los $550 millones en bonos y no habría nadie para hacerlo. Es como los que al desenfundar la pistola, se meten un balazo en el pie.

diario hoyComo dijo el magistrado Rodolfo González, se buscaron los consabidos “atajos” que ya no funcionan en los nuevos tiempos, como no funcionó lo de los $900 millones por la misma razón, porque “no  hay que hacer cosas buenas que parezcan malas, ni cosas malas que parezcan buenas”.

El problema tiene una falla de origen: los diputados no respetan los plazos y, como “en río revuelto, ganancia de pescadores”, algunos pensarán que esto podría tener algunas ventajas. La Sala de lo Constitucional le ordenó a la Asamblea elegir titulares de la Corte de Cuentas antes del 30 de junio.

Pero, como señaló el magistrado, hay un claro incumplimiento y no se puede exigir a los ciudadanos que respeten la ley si los que están en el poder no lo hacen o quieren vivir a base de imposiciones arbitrarias, como en la montaña.

La solución es más fácil de lo que pensamos: busquen a las personas más limpias, más rectas, apolíticas, sin compromisos y conocedoras del Derecho para esos cargos y nómbrenlas cuanto antes.

¡Ah! Pero hay algo imprescindible: deben tener competencia y moralidad notorias, porque si no, la Sala de lo Constitucional se los va a volver a batear, como se dice en buen salvadoreño.

Creo que a quien menos podrán sorprender es a los magistrados, que no se chupan el dedo y bien detectaron la filiación política de varios nombrados anteriormente.

Una vez cumplidos estos requisitos, sólo necesitan 43 votos.

Sólo tienen que serenarse, cargarse de voluntad y patriotismo y votar con toda honestidad y pensando en el país.

Dejando a un lado a personas cuestionadas que han vuelto a lanzarse para el cargo, la Asamblea tiene una lista con muchos profesionales valiosos y honestos, pero lo importante es que sean valientes y rompan esquemas de complacencia y apoltronamiento.

Hay que hacerlo pronto, no porque esté de por medio lo de los bonos, sino porque es una obligación y la acefalía de la Corte de Cuentas sólo favorece la impunidad, ya que muchas auditorías y juicios de cuentas podrían estar caducando y esto perjudica al país.

La corrupción se ve beneficiada porque no hay una entidad plenamente activada para vigilar a las instituciones, los bienes y los fondos del Estado.

Esta coyuntura debe ser un punto de partida no sólo para elegir magistrados, sino también para lograr que la contraloría haga un trabajo efectivo, es decir, fiscalice a las instituciones en tiempo real y no hasta que ya han ocurrido los hechos.

Quizá esta sea la raíz de la corrupción:  que los corruptos se sientan con libertad de robar  porque piensan que nadie los vigila ni los pillará en el momento, creen que tienen todo el derecho de hacerlo porque otros lo hicieron antes y tienen amarrada a la institución.

Son numerosos los casos en que la contraloría ha terminado auditorías mucho tiempo después de sucedidos los hechos y me pregunto, ¿será que nos gusta llorar sobre la leche derramada?

Este es el momento de pasar la página de las conveniencias y las imposiciones y tomar las mejores decisiones. Pero recuerden: si siguen con el viejo esquema al elegir a titulares de la Corte, se los volverán a batear…

La excepción de la impunidad. De Mario González

Mario González, editor subjefe de El Diario de Hoy

Mario González, editor subjefe de El Diario de Hoy

Mario González, 2 octubre 2016 / EDH

El Departamento de Justicia de Estados Unidos envió a las autoridades judiciales salvadoreñas un informe contundente que revela los entresijos y complicidades de los ciberataques perpetrados en 2015 contra La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy.

El documento prácticamente confirma los resultados de un primer peritaje realizado por expertos informáticos en los teléfonos y equipos decomisados en allanamientos al grupo señalado como autor de la copia fraudulenta de los sitios web http://www.laprensagráfica.com y http://www.elsalvador.com.

diario hoyEl informe, suscrito por la Fiscal General de los Estados Unidos, Loretta Lynch, muestra irreversiblemente las conexiones y los pagos efectuados para la compra de dominios que llevaron a los ataques cibernéticos que perseguían, incluso, sacar de operaciones ambos medios hasta por seis horas.

Como verán, las autoridades salvadoreñas y de Estados Unidos están llevando el caso con mucha seriedad y hasta las últimas consecuencias. Eso debe de tener muy preocupados a los involucrados porque es obvio que ellas no están jugando.

Más allá de las consideraciones legales y de quienes resulten culpables, lo más importante es que se está sentando un precedente contra la impunidad y la tentación de funcionarios y cualquier otra persona de atentar contra la libertad de expresión.

En adelante, nadie podrá sentirse por encima de la ley para atentar contra medios ni ningún joven inmaduro intentar hacerlo como si fuera un juego de niños, creyendo que nadie se dará cuenta.

También, este caso es una señal de advertencia contra la corrupción de funcionarios que quieran usar dineros del pueblo para contratar estructuras siniestras y callar las críticas y señalamientos.

La legislación salvadoreña contempla una pena de cárcel e inhabilitación para ejercer cargos públicos a los miembros de gobierno que incurran en el delito de atentados contra la libertad de expresión.

Estructuras de este tipo, abominables y sucias, solo me recuerdan las bombas contra La Crónica del Pueblo, La Monumental y la YSAX y las interferencias que le ponían a las homilías de Monseñor Romero, así como las cadenas radiales durante la guerra en los años 80.

Ahora es el Departamento de Justicia el que ha respondido al llamado de la justicia salvadoreña y esas pruebas no se pueden obviar.

Pero esa no es la única manera en que se busca imponer esquemas fracasados.

El rostro de la prepotencia y represión del oficialismo quedó bien mostrado esta semana cuando un funcionario humilló a un dirigente sindical en una reunión de diálogo entre representantes del gobierno y dirigentes gremiales. “¡Usted no es nadie!”, le espetó groseramente el funcionario de marras al sindicalista que había llegado a conversar.

El energúmeno siguió gritando para descalificar a los sindicalistas, quienes optaron por salirse de la reunión para no caer en el juego. ¿Desesperación por las protestas sindicales, o humor etílico o su verdadera personalidad? No sé, pero la vida da vueltas.

Durante he ejercido el periodismo he visto caer a muchos políticos que se sintieron seguros y elevados en su momento de cúspide, sobre todo en los años 80. Ahora esos personajes ya no son nada o ya no están.

Uno sabe cómo comienzan estas cosas, pero no cómo van a terminar.

Cuando el brazo de la justicia empieza a pedir cuentas, allí viene el llanto y el crujir de dientes y ni montando marchas o amenazas callejeras pueden evitarlo. Si no, pregúntenle a Belloso. No creo que ahora haya una excepción para castigar la impunidad.

Las claves de los fallos de la Sala Constitucional. De Mario González

Mario González, editor subjefe de EDH

Mario González, editor subjefe de EDH

Mario González, 17 julio 2016 / EDH

Entre las reacciones por la sentencia de la Sala de lo Constitucional contra la amnistía de 1993 rescato por sabias y sensatas las palabras del licenciado Salvador Samayoa: a pesar de que el fallo le parece equivocado, considera que hay que ver el asunto sin dramatismos y recordar que El Salvador pasó la página de la guerra hace mucho.

Por mi parte, yo interpreto que más bien la Sala le puso candado tanto al tema de la amnistía como otros dos asuntos cruciales en la vida del país: el de los $900 millones en bonos y el cobro del cargo adicional del 13% a la factura de energía.

En el caso de la amnistía, la lección que saco es: ambos bandos cometieron atrocidades y no pueden estar asumiendo poses de pureza para acusar al otro y viceversa, así que lo mejor es dejar atrás la guerra.

diario hoyYa el magistrado Belarmino Jaime, en su voto disidente de la sentencia, advierte que si se inicia una cadena de acusaciones y contraacusaciones, no se salvarían de verse en el banquillo personas que desempeñaron o desempeñan altos cargos, como el mismo Presidente de la República o diputados a la Asamblea Legislativa.

Pero más allá de eso es importante que el país descanse ya de esos resentimientos y rencores del pasado, pues pecados hay en ambas partes. Y lo digo yo como periodista y testigo que fui de esa maldita guerra que dejó más de 70 mil muertos y de varios acontecimientos que la marcaron.

El que esto escribe fue testigo de cómo quedaron de tiroteados los cadáveres de seis inermes sacerdotes y sus dos colaboradoras en su casa vecina a la UCA temprano de la mañana de ese 16 de noviembre de 1989. Tanto a ellos como a la señora y su hija les destrozaron sus cabezas a balazos los oficiales y soldados que irrumpieron en la casa.

Fue tan atrocidad ese crimen como que la guerrilla le volara con una bomba la cabeza al Fiscal General, Roberto García Alvarado, días después de que ordenara la detención de la comandancia general del FMLN en abril de 1989. La esposa del Fiscal murió de la pena al año siguiente, convirtiéndose en otra víctima del atentado.

Fue tan repudiable que un mayor del Ejército reuniera a un grupo de campesinos en un aula de una escuela en San Sebastián, San Vicente, y luego les tiraran granadas, como que un comando guerrillero llegara a la casa de un alcalde y lo asesinara a tiros frente a su hija que estaba amamantando a su bebé. La infante estuvo a punto de morir por un mal gastrointestinal debido a la impresión que sufrió la madre cuando estaba amamantándola.

Y así sucesivamente podemos ir citando caso por caso de ambos bandos y no terminaríamos nunca.

Estamos de acuerdo en que las víctimas o sus familias tienen derecho a ser reivindicadas, pero no se vale que abogados o grupos que dicen velar por los derechos humanos, pero que tienen agendas particulares, salgan a hacer reclamaciones solo para beneficiarse.

Además, no hay capacidad para investigar hechos ocurridos hace más de 30 años.

En el tema de los $900 millones, veo un mensaje crucial: los diputados titulares ya no podrán cubrirse con los suplentes a la hora de votar decretos importantes, para evitar enfrentar el costo político y eventualmente hasta a la justicia. En la mente de los salvadoreños está fresca la escena de la diputada Sandra Salgado viéndose obligada a retirarse para darle su lugar a un suplente y facilitar la votación por los $900 millones en bonos en un procedimiento muy cuestionado por la población.

Ahora, cuando voten en favor de leyes o decretos impopulares, como el proyecto de las pensiones, los diputados titulares identificados plenamente tendrán que responder ante la población.

En el caso del cobro adicional del 13 % en la factura de energía, aunque la Sala no se ha pronunciado sobre el fondo ni en definitiva, pero me parece que el mensaje que deja es que quienes estén en el poder, independientemente del partido que sean, no pueden sentirse tan libres e impunes de aprobar impuestos disfrazados sin pasar por un debate en la Asamblea Legislativa como manda la Constitución.

Creo que, más allá del impacto que hayan tenido los tres fallos, nos marcan un antes y un después en el desarrollo de la política y la democracia para que los salvadoreños, sobre todo los políticos, respetemos la Constitución y las leyes y no busquemos caminos cortos o fáciles o sucios ni intentar burlar a la población para favorecer intereses particulares.

Las Charadas de Leo. De Mario González

Mario González, editor subjefe de EDH

Mario González, editor subjefe de EDH

Mario González, 29 mayo 2016 / EDH

Siempre en mi memoria resuena la frase “¡Es que es lindo El Salvador!” en la voz de mi buen amigo, Leonardo Heredia, a quien la Providencia y mi otro compañero de oficio, Memito Cañadas, me dieron el privilegio de conocer y estimar.

diario hoyAdemás de los sentimientos de amor y pertenencia salvadoreña, esas palabras encierran todo lo bello y hermoso que ha sido la vida de nuestras generaciones en este país: los que jugamos chibola, trompo o capirucho; los que nos quitábamos la sed con una buena horchata, ensalada o agua dulce; los de las madrugadas de serenata con guitarras, poesía o bohemia; los que tomábamos atol shuco con frijoles en los amaneceres; los de las pupusas y los tamales de los sábados en familia; los de las salidas de amigos a la Puerta del Diablo o a Los Chorros; los que cada día le damos gracias por la vida y por la familia al “Colocho”.

Estos son algunos sentimientos que movió en mí el nuevo libro de Leo, “Charadas”, una irreverente colección de hechos, tradiciones y reminiscencias de El Salvador que conocimos y que está luchando por no morir.

Screen Shot 2016-05-29 at 3.01.41 PMPues sí. El texto me conjuga hechos tan tristes y cruentos, como la represión de la concentración del 28 de febrero de 1977 en la Plaza Libertad y los secuestros de la guerrilla en los 70, con decires tan vernáculos como “¡chinchilete! ¡Yo machete!”, “Golpeavisa, sacasangre y no hay justicia” o “y siacabuche cara’e chucho” hasta las más altisonantes, pero por eso no menos castizas, “malas palabras” que por respeto no me atrevo a repetir en esta columna.

De esa manera, Leo se consagra como el maestro de cultura y lenguaje que siempre mostró la televisión, elegantemente vestido con traje y corbata, con gruesos lentes de intelectual y porte inglés a lo Sir David Niven o Sir Alec Guinness, con esa voz gutural y dicción impecables en el mejor estilo del declamador mexicano Guillermo Portillo Acosta.

De rostro apacible pero serio, Leo nunca ha dudado en sonreír y sacar su ángel. Aunque no era propiamente su generación, su versatilidad fue pieza clave en el auge de la radiodifusión juvenil de la Nueva Ola en El Salvador a mediados de los 60 y llegó a fundar Radio Femenina, “la Voz de la Nueva Generación”, en consonancia con los DJ más populares de entonces como Tito Carías, Willie Maldonado, Rolando Orellana y otros.

Todos los hechos más notables de la radio y la televisión están guardados en su acervo, el cual no duda en compartir en una buena tertulia, que se convierte en una cátedra más.

Las Charadas son así un documental de historia contemporánea, anécdotas del pueblo, en el más puro castellano del vulgo y mucho amor por lo nuestro.

Leo. De Ruz

Leo. De Ruz

Las historias recuerdan la “decisión, definición y firmeza” del gobierno de Molina, los hechos que desencadenaron la guerra como la represión de la marcha de estudiantes del 30 de julio de 1975 y el asesinato del canciller Mauricio Borgonovo Pohl en mayo de 1977 hasta el asesinato de monseñor Romero tres años más tarde.

Hasta entonces fue el “País de la Sonrisa”, el de las ciudades y pueblos apacibles, el de las fiestas con cohetes de vara y los Viejos de Agosto, el Chichimeco y la Giganta de Jocoro, el de la fe viva en su Creador y el de la solidaridad inmediata y oportuna con sus hermanos golpeados por guerras, terremotos y huracanes.

La brutal guerra de los 80 marcó un quiebre cultural y social, que nuestra gente está tratando de superar y volver a las raíces.
Eso es este trabajo quijotesco de Leo, como el de tantos otros gambusinos anónimos de nuestra historia y tradiciones.

Don Leo, usted sigue siendo el maestro bien bañado y trajeado que nos enseñaba la Ruleta del Saber en la televisión, que nos invitaba a la buena lectura y la poesía, nuestro modelo para la declamación, el que nos inspiraba a personificar a la ecuanimidad misma y hasta contribuyó a afianzar nuestra vocación de comunicadores; con tanto en la matata de la vida y la experiencia, usted nos da siempre una lección de humildad proverbial y nos prodiga una amistad a raudales. Ojalá nos comparta más de su acervo y sus sueños a nosotros, los que fuimos sus alumnos al otro lado de la pantalla.

Y, como usted bien dice, por ahora… se acabuche pata’e cuche… calabaza, calabaza, cada quien para su casa, y me monto en un potro para algún día contarles otro…

“Aquí nadie grita o lo mando preso…” De Mario González

Mario González, editor subjefe de El Diario de Hoy

Mario González, editor subjefe de El Diario de Hoy

Mario González, 1 mayo 2016 / EDH

«Déjame hablar… a ver, señores, estamos en emergencia nacional, aquí nadie me pierde la calma, nadie grita o lo mando detenido sea joven, viejo, o mujer, nadie me empieza a llorar o quejarse por cuestiones que falten, a no ser por seres queridos que hayan muerto…”.

Esas no son las palabras de un prepotente coronel de ejército o de un dictador de derechas latinoamericano, sino de uno de los máximos exponentes del “socialismo del siglo XXI”, de la “causa revolucionaria y progresista” y de la “solidaridad” de los pueblos.

El diario El Comercio informa que así sentenció el presidente de Ecuador, Rafael Correa, a un grupo de personas que empezó a exigirle una mejor respuesta a sus necesidades en Muisne, en la provincia de Esmeralda, en la zona afectada por el potente sismo que dejó más de 600 muertos.

diario hoyPresionado por la ola de críticas que le vino encima, según el mismo periódico, Correa asumió una posición de inocente después y argumentó que “por hacerme mal, hay un video dizque ordenando a los pobres damnificados que se callen o los detengo. Y cortan el video porque después la gente aplaude…”. Pero lo dicho, dicho está.

¡Qué tremendo que a un pueblo conmocionado se le niegue su derecho a expresarse libremente!

¿Por qué tener que recurrir a una amenaza de ese tipo, sobre todo con gente golpeada por la catástrofe? ¿Esa es la solidaridad revolucionaria con los más necesitados o los que sufren? ¿Y no es contra esa prepotencia que tanto decían luchar?

Porque si es así, no hay ninguna diferencia con los regímenes militares que las izquierdas tanto denunciaron y combatieron.

Solo así se explica la detención infundada del venezolano Leopoldo López por lo que a todas luces es un capricho de Maduro, quien ha evitado por todos los medios que él y otros prisioneros políticos puedan salir en libertad.

Cuando un gobernante tiene que recurrir a la amenaza de cárcel para intimidar a sus oponentes o a los pueblos, esos países han caído en la dictadura.

Tanto que criticaron a los militares latinoamericanos, para que ahora la esposa y la madre de Maduro denuncien que los militares venezolanos las obligan a desnudarse frente a ellos para permitirles entrar a ver a López.

Pero ellos siguen considerándose “revolucionarios” y “progresistas”, cuando son todo lo contrario. Pero ya nadie les cree esa retórica vacía, que solo ocupan para adormecer a los pueblos.

¿Qué no se dan cuenta de que el péndulo de la historia está yendo en sentido contrario y que pronto tendrán que rendir cuenta de sus actos y pagar ante la justicia por todos los atropellos que han cometido, como hace casi una década les advirtió el cardenal Rodríguez Maradiaga?

Cuando eso ocurra no valdrá que lloren o se rasguen las vestiduras denunciando “golpes de Estado” que solo están en sus cabezas, como quienes recurren a los más sucios métodos cuando tienen la ventaja, pero tiemblan cuando no les funcionan y se sienten perdidos. El péndulo de la historia debe estremecer a los autoritarios y corruptos, sean de izquierda o derecha.

Lo primero que los políticos deben hacer es reflexionar que en el momento todo les es favorable, pero el peso de sus malos actos los hundirá, no ahora ni dentro de dos o tres años, pero sí que ese día llegará con toda seguridad. Igual deben hacer los funcionarios: están de paso en sus cargos y un día tendrán que dar cuenta civil o penalmente de sus malos actos. Ya no es el tiempo de antes en que salían del poder como si nada, ayudados por la corta memoria de los pueblos.

Ahora hay instituciones que se están modernizando irreversiblemente y los políticos y funcionarios tendrán que responder ante ellas tarde o temprano, ya sea por el oscuro negocio de un sistema de transporte, por no cumplir sentencias de los tribunales, por aprovecharse del cargo para favorecer a corruptos o por cargarse los ahorros de los trabajadores.

Cada vez la impunidad tiene menos cabida en nuestros países y no es remoto que veamos tras rejas a quienes amenazan con ellas ahora.

“En este país respetamos a los periodistas…” De Mario González

Mario González, editor subjefe de EDH

Mario González, editor subjefe de EDH

Mario González, 6 marzo 2016 / EDH

«¡Hey, en este país respetamos a los periodistas!”, gritó Justin Trudeau, el Primer Ministro de Canadá, cuando sus propios seguidores abuchearon a un reportero en una conferencia de prensa que se volvió incómoda para él en octubre pasado.

Los reporteros le preguntaron sobre el caso de uno de los principales dirigentes de su partido, el Liberal, que se vio envuelto en un escándalo de tráfico de influencias y el mismo Trudeau lo hizo renunciar.

Ante preguntas incisivas que formularon los periodistas, los partidarios de Trudeau comenzaron a gritar para abrumar los cuestionamientos, pero el funcionario los reprendió y respondió libremente a los periodistas.

diario hoyLa transparencia y la franqueza de Trudeau, primogénito del célebre exprimer ministro Pierre Trudeau, ha sido una de las claves del renacimiento de su partido, que estaba casi aniquilado tras perder tres elecciones seguidas desde 2006 y que en 2011 quedó diezmado.

En el periodismo se ve de todo y se soporta de todo.

Así como si está lloviendo, un funcionario nos puede decir que “no es cierto, que el sol está brillando”, así muchas veces afirman algo y después aseguran que el periodista les “tergiversó” sus declaraciones cuando no les gusta lo publicado.

Eso me ocurrió hace muchos años con un exministro de seguridad, que comenzó a cuestionar mis interrogantes sobre un sonado caso de asesinato. Al final, él se levantó de su silla, me dijo que “así ya no podíamos seguir hablando” y se fue. Yo hice otro tanto. ¿Se quejó con mis superiores? Quizá. ¿Me llamaron la atención por “ofender” al funcionario? No.

Creo que él tenía derecho de disentir y de decirme lo que pensara de mí, pero no utilizar ese recurso para ocultarle a la población el resultado de una investigación que al final se demostró desviada, errónea.

¿Cometí una ilegalidad o un pecado con preguntar? No.

Yo tenía todo el derecho de preguntar y él tenía el derecho de disculparse o guardar silencio si quería, mas de no de mentir porque eso solo se le perdona a los imputados.

No hay que sentirse atacado ni perder la compostura con preguntas.

En cierta ocasión vi por televisión en directo cuando en un coctel una periodista se le acercó a una diputada para entrevistarla sobre un tema que incomodaba a su partido. La legisladora, con un plato de boquitas en una mano, le dijo groseramente: “¿Qué no ves que estoy comiendo?”.

En tres décadas hemos visto funcionarios que estallan porque no se les pregunta lo que ellos quisieran y porque tratan de imponer agendas, pero cuando lo hacen eso los deja muy mal parados. La misma inercia hace que la opinión pública y los periodistas nos resistamos a seguir ese juego.

Los que ostentan el poder no se dan cuenta muchas veces de que no trabajamos solo por vocación, sino principalmente porque nos debemos a nuestras audiencias, que es a quienes se les niega en definitiva el acceso a la información, pero también quienes toman decisiones y votan.

Con los que no estoy de acuerdo es con los periodistas que se creen francotiradores o James Bond, con “licencia para matar”, con agendas ocultas o ganas de sentirse importantes haciendo ver mal a sus interlocutores. Eso simplemente los descalifica, al igual que a los funcionarios que tienen como arma responder con preguntas groseras para intimidar a los periodistas. Pero igual, tampoco con ellos no vale la pena enfadarse. Lo cortés no quita lo valiente.

No olvidemos que somos ciudadanos que sirven a otros ciudadanos y la credencial no nos vuelve impunes ni más que otros.
Basta con ser francos y sinceros, pero no complacientes y menos taquígrafos de nadie, sin voluntad o capacidad de interpelar y dejar claro un asunto.

Celebro que la Asociación de Periodistas se haya pronunciado por la reacción del presidente de la República hacia una mujer periodista, incidente que espero se aclare y se supere pronto y esto nos lleve a una mejor relación de respeto con las autoridades. El país lo necesita en todos los niveles.

Sin embargo, no he escuchado a mis estimados colegas pronunciarse por los resultados de la investigación que descubrió una red que clonó las páginas electrónicas de La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy, porque más allá de los delitos que implique, también constituyen un atentado contra la libertad de expresión.

Además de las clonaciones, los periodistas son hostilizados por lo que escriben por ejércitos de cuentas de dudoso origen.

Es tan lamentable callar y hostilizar a un periodista como clonar y apagar medios, sobre todo si hay funcionarios detrás.

Aprendamos de ejemplos de respeto y tolerancia como el que nos dio Canadá y construyamos un mejor país cada día.

El traje del imperador. De Mario González

No dejó de darme un poco de pena ajena cuando vi por televisión a los comisionados del Instituto de Acceso a la Información Pública (IAIP) teniendo que desplazarse hasta la Asamblea Legislativa para obligar a los diputados a publicar el listado completo de asesores del anterior pleno.

Mario González, editor subjefe de EDH

Mario González, editor subjefe de EDH

Los comisionados tuvieron que ir personalmente a hacer que se cumpliera su resolución en vista de que, en lo que más pareció una burla, en los días previos se había publicado un listado incompleto para ver si nos tragábamos la píldora y que así quedara todo.

Tampoco dejó de darme un poco de pena ajena al escuchar al encargado de propaganda gubernamental ufanándose de que ahora hay más “transparencia” en las instituciones y que puede funcionar con libertad la Sala de lo Constitucional.

Hasta se dio el lujo de agarrar desprevenidos a los comunicadores preguntándoles con insistencia si no era así, pero solo obtuvo silencio y caras de duda.

Lo que no dijo este funcionario es que si hay algo de transparencia en las instituciones y la Sala –a Dios gracias– puede trabajar con independencia no es obra de él, que debería de ser el primero en dar el ejemplo, ni del gobierno que tanto lo pregonó en el pasado, ni ha sido fácil lograrlo.

Todavía siguen ocurriendo casos como el ocultamiento del listado de asesores y también la Sala ha tenido que sortear muchas amenazas de inmovilizarla y hasta descabezarla, venidas tanto de sectores del oficialismo como de la Asamblea y otros poderes fácticos.

Todo este tiempo muchas instituciones que deberían ser baluartes de transparencia han ofrecido información parcial o han evadido darla mientras las oficinas que lo reivindican más bien son centros de propaganda y desinformación.

Si no fuera así, ese señor que se llena la boca hablando de transparencia habría sido el primero en reclamar por la burla que se quiso hacer a la población con el listado parcial de asesores, o hubiera protestado cuando la Corte de Cuentas se negaba a entregar la auditoría de El Chaparral para conocimiento de la ciudadanía.

Ese es otro caso insólito: el informe inicial que hicieron los auditores que vieron el caso de primera mano señala una serie de irregularidades, entre ellas el pago de los $108.5 millones a la constructora pese a que los trabajos quedaron abandonados y que ninguna ley facultaba hacerlo así.

Sin embargo, poco o nada dice el informe que al final y obligadamente entregó la Corte, el cual no cuestiona ni el arreglo directo ni el pago multimillonario que le hicieron a la constructora y que seguramente saldrá de las bolsas de todos los salvadoreños.

Esos $108.5 millones, más los $70 millones adicionales que quieren ahora, hubieran servido perfectamente para la seguridad pública en lugar de gravar a los usuarios de la telefonía.

Estamos en un país en el que algunos que se creen más vivos piensan que caeremos en farsas como en la del cuento del traje del emperador, la historia de unos pícaros que le hicieron creer al monarca que le confeccionarían un atuendo que solo podrían ver los sabios e inteligentes, pero más bien le hicieron hacer el ridículo cuando le dijeron que lo “vistiera” y saliera en desfile para que la gente inteligente lo viera. Lo que vio el pueblo, con extrañeza e hilaridad, fue a un hombre desnudo y convertido en el hazmerreír de todos.

Y realmente así vamos a quedar todos con medidas desesperadas que se quieren aplicar, como el impuesto a los usuarios de telefonía fija y celulares y el plan de las pensiones del gobierno.

A veces me pongo a pensar que de la misma manera como los confeccionistas de la fábula, actúan los que niegan el desborde de la violencia en El Salvador y culpan a los medios, o los que se ufanan de que hay plena transparencia en las instituciones del Estado.

Lo que no entienden es que el pueblo no se traga cuentos de hadas como el del traje del emperador y que más bien funcionarios como el mencionado al inicio hacen el ridículo diciendo las cosas que dicen y viendo la paja en el ojo ajeno cuando tienen una gran viga enfrente: la falta de idoneidad para desempeñar el cargo o de valentía para no ser partícipe de lo que no está bien.