FRANCIA

Ocho terrenos para un despertar europeo. De Jacques Delors, Jacques Santer, Romano Prodi y Etienne Davignon

Medidas muy concretas pueden servir para relanzar el proyecto que echó a andar hace 60 años.

Jacques Delor

Jacques Delors, Jacques Santer, Romano Prodi y Etienne Davignon, 26 marzo 2017 / EL PAIS

El debate europeo está lleno de confusión, dudas, miedos y desencanto. Sin embargo, nosotros nos rebelamos. No es verdad que los derrotistas sean inteligentes y los voluntaristas, unos ilusos. La historia de Europa está llena de guerras salvajes; por eso, hace 70 años, los europeos decidieron cambiar su rumbo. Los europeos son una parte cada vez menor de la población mundial, pero nos negamos a aceptar que nuestro destino es convertirnos en un ente marginal. Ante la globalización y la velocidad del cambio, nuestros ciudadanos quieren que nuestro modelo de sociedad esté protegido.

Jacques Santer

La UE garantiza la calidad de los alimentos y del agua, abarata los costes del teléfono, internet, el transporte y la energía y certifica la calidad de los nuevos fármacos. Nuestra carta de derechos fundamentales garantiza las libertades individuales. No olvidemos que, en 1957, solo 12 de los miembros actuales de la UE eran democracias. El modelo social europeo es el único del mundo que ofrece a todos educación, sanidad, rentas mínimas, pensiones, vacaciones anuales e igualdad entre hombres y mujeres. Por supuesto, es un modelo imperfecto. Siguen existiendo demasiadas desigualdades.

Jean-Claude Juncker ha presentado a los Estados miembros y el Parlamento Europeo cinco perspectivas de futuro. Los Estados miembros deben estudiarlas, y entonces podrá comenzar el verdadero debate sobre la Unión. Antes de enumerar nuestras propuestas, debemos desmentir dos cosas: Algunos Estados miembros dicen que no se puede hacer nada sin modificar el Tratado. No. Todas nuestras propuestas son compatibles con el Tratado de Lisboa. Lo único necesario es la voluntad de actuar. Tampoco es cierto que la Unión de varias velocidades sea incompatible con el propio concepto del proyecto europeo.

Romano Prodi

En estos 60 años, los Estados miembros han tenido siempre distintas obligaciones. El tratado original ya lo preveía. De modo que no inventamos nada nuevo, ni cuestionamos los principios fundamentales, solo queremos organizar esas diferencias, que serán permanentes o provisionales según lo que decidan los Estados miembros.

Con dificultades, hemos logrado evitar que la crisis financiera originada en Estados Unidos destruyera nuestra unión monetaria, pero hay que corregir su fragilidad estructural. El BCE ha asumido plenamente su papel, pero el Consejo de Ministros ha tenido que recurrir en ocasiones a procedimientos intergubernamentales. El Consejo debe tener plenas competencias en la unión monetaria. Y el Parlamento Europeo debe poder opinar sobre sus deliberaciones. La gestión de la unión monetaria implica unas responsabilidades y unos beneficios que no afectan a quienes no pertenecen a ella. La eurozona permanecerá abierta a los países que quieran y puedan integrarse en ella, porque uno de los grandes méritos de la construcción europea es no imponer límites a ningún Estado miembro, pero tampoco se puede impedir que otros avancen más.

Etienne Davignon

Hay que salvaguardar el mercado único, que da fuerza a la UE en todo tipo de negociaciones. La amenaza terrorista solo puede combatirse mediante una estrategia con cuatro pilares: Asegurar una cooperación policial y judicial ejemplar y controlar las fronteras exteriores. Emplear los medios necesarios para garantizar la libre circulación de personas en el espacio Schengen y combatir contra los traficantes de personas. Exigir a los que deseen vivir en la Unión el respeto a nuestros valores esenciales y a los Estados miembros el respeto a nuestra carta de derechos fundamentales. Seguir desarrollando la ayuda al desarrollo para que los países en guerra puedan superar las consecuencias económicas de los conflictos.

Hay que distinguir entre los que huyen de las guerras y quienes desean trabajar en la UE. No puede cuestionarse la solidaridad. Y debemos trabajar para sustituir la inmigración ilegal por una legal y organizada.

La independencia exige capacidad militar y, aunque o sea necesario un nuevo tratado, debemos dar los primeros pasos concretos.

El desencanto europeo ha coincidido con la caída del crecimiento. Hay que reanimar las inversiones y dar un trato especial, en los presupuestos públicos, a todo lo que contribuya al crecimiento.

El reconocimiento mutuo de los títulos y el programa Erasmus han contribuido a que, para las generaciones jóvenes, Europa sea una plataforma única. Hay que extenderlo a la formación técnica y las prácticas laborales.

La protección del medio ambiente, la transición energética y el desarrollo sostenible constituyen el gran desafío de nuestro siglo. ¿Alguien piensa que es posible avanzar de verdad fuera de la Unión?

La innovación es lo único capaz de hacer que nuestras empresas sean productivas y creadoras de empleo en una economía globalizada. La inquietud actual de los medios científicos británicos demuestra el valor añadido de pertenecer a la UE.

La conclusión es sencilla. Sin Europa, el futuro es sombrío. Nuestros dirigentes no deben olvidarlo, porque están construyendo lo que mañana será nuestra historia. No debemos ser solo gestores del presente, sino tener una perspectiva, una estrategia y unos objetivos. Debemos estar orgullosos de lo que conseguido, saber corregir nuestros errores y tener la solidaridad indispensable para construir un futuro común.

Jacques Delors, Jacques Santer y Romano Prodi son expresidentes de la Comisión Europea. Étienne Davignon es exvicepresidente de la Comisión Europea

Firman también este artículo Edmond Alphandery, Joachim Bitteerlich Brinkhorst, Phillippe Busquin, Willy Claes, Henri de Castries, Jaap de Hoop Scheffer,Mark Eyskens, Elisabeth Guigou, Pascal Lamy, Yves Leterme, Thomas Leysen, Louis Michel, Philippe Maystadt, Gerard Mestrallet, Joelle Milquet, Mario Monti, Annemie Neyts, Onno Ruding, Javier Solana, Antoinette Spaak Touskalis, Herman Van Rompuy, Antonio Vitorino, Enrique Baron, John Bruton, Gerhard Cromme, Franco Frattini, Wolfgang Ischinger, Stefano Micossi, Riccardo Perrischi y Andris Piebalgs.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

Francia: “La única soberanía posible es la europea”, Emmanuel Macron

El exministro estrella y candidato a la presidencia francesa asegura que la división entre izquierda y derecha está obsoleta

Entrevista de Carlos Yárnoz, 14 enero 2017 / EL PAIS

el paisEmmanuel Macron (Amiens, 1977) ha pasado en medio año de ministro de Economía en el Gobierno socialista a ser el principal rival de la izquierda en las elecciones presidenciales de primavera. Al frente de su movimiento En Marche!—E.M., sus iniciales—, este francotirador de la política francesa aumenta su tirón electoral en paralelo al deterioro del clásico sistema de partidos en el que nunca ha militado. Europeísta cuando no está de moda serlo, las encuestas le sitúan en tercera posición, tras el derechista François Fillon y la ultraderechista Marine Le Pen. En esta entrevista con cinco corresponsales afirma que la división real no es entre la izquierda y la derecha, sino entre “la apertura y el inmovilismo”. Con argumentos similares atrae a sus mítines a muchos más seguidores que sus adversarios.

Emmanuel Macron, en la Universidad Humboldt de Berlín, el pasado martes. OLIVER WEIKEN EFE

Emmanuel Macron, en la Universidad Humboldt de Berlín, el pasado martes. OLIVER WEIKEN EFE

Pregunta. Usted dice no ser ni de izquierdas ni de derechas.

Respuesta. Mi movimiento es una amplia coalición de socialdemócratas, liberales, centristas, ecologistas y, sobre todo, de ciudadanos que nunca han tenido un compromiso político.

P. Y que la división izquierda-derecha está ya obsoleta.

R. Los partidos están anclados en una división que no se corresponde con la realidad. La verdadera división está entre progresistas y conservadores, entre la apertura y el inmovilismo. Derecha e izquierda están fragmentadas entre proeuropeos y antieuropeos, por ejemplo. O sobre la reforma laboral, la mundialización…

P. Para usted, Europa no es el problema, sino la solución.

R. Absolutamente. Nuestros países se enfrentan al riesgo terrorista, al desafío migratorio… Esos asuntos de seguridad van a reestructurar el mundo, a la vez que Estados Unidos deja de jugar el papel de gran protector en nuestros teatros de operaciones. Solo Europa puede aportar esa seguridad. Frente a las nuevas incertidumbres y amenazas terroristas, la auténtica soberanía es europea.

P. ¿Qué entiende usted por soberanía europea?

R. El error que nuestros dirigentes políticos han cometido durante 10 ó 15 años ha consistido en dejar el término “soberanía” a los nacionalistas. La única soberanía posible se construye a nivel europeo. Nuestra capacidad de responder a los desafíos de seguridad, a los desafíos climáticos, es europea. Y también nuestra capacidad para favorecer el crecimiento.

P. Los populistas prometen el repliegue, la marcha atrás.

R. Marine Le Pen miente cuando dice a la gente: “Vamos a cerrar las fronteras de Europa; estaremos protegidos de los riesgos de la mundialización”. Muy bonito. Francia ya no produce televisores, no produce smartphones… ¿Dejamos de importarlos y renunciamos a nuestras exportaciones porque a su vez nuestros vecinos cerrarán sus mercados? ¿Somos rivales creíbles frente a China si actuamos solos? Seremos incapaces.

P. La opinión pública está conmocionada al ver que el terrorista de Berlín atravesó toda Europa pasando por cuatro países hasta llegar a Italia.

R. Por supuesto. Es un problema de cooperación insuficiente entre los Estados. Si avanzamos en la vía de los nacionalistas, eso será diez veces peor: no habrá ninguna cooperación.

“La verdadera división está entre
progresistas y conservadores”

P. ¿Qué soluciones propone?

R. Estoy a favor de una política de asilo que sea a la vez más humana y más eficaz. Hoy, la principal ruta de los migrantes es la de Libia. Se hace atravesar el Mediterráneo a gentes que mueren en el camino mientras que se podrían gestionar las demandas de asilo en los países de origen o en los de tránsito.

P. ¿Es partidario de una nueva alianza con Alemania como nuevo motor europeo?

R. Lo que yo quiero es un eje franco-alemán ambicioso, pero hace falta que la confianza se restablezca. No se deben hacer unilateralmente las cosas. Es necesario que Francia asuma sus responsabilidades sobre el plan económico y presupuestario y acometa las reformas. Es una condición previa. Después, Alemania nos debe acompañar con más inversiones y un relanzamiento de la zona euro.

P. Es usted el único candidato favorable a un acuerdo con Alemania. Los otros proponen plantarle cara.

R. Todos lo han hecho o dijeron que lo harían desde hace veinte años. La táctica de Francia ha consistido en retrasar sus compromisos de déficit a cambio de reformas que no llegan. Hemos perdido nuestra credibilidad. Pretender plantar cara, presionar a Alemania y no respetar nuestros compromisos… Eso no funciona.

“Es necesario que Francia asuma
sus responsabilidades y acometa las reformas”

P. ¿Por qué no participa en las primarias de la izquierda?

R. Las primarias son una aberración. Son máquinas de matar las ideas y de impedir gobernar. Lo que ha debilitado el mandato de François Hollande son las primarias de 2011, que no pusieron fin a las ambigüedades. Lo que va a debilitar hoy a François Fillon son las primarias de la derecha. Las ha ganado sobre la base del antisarkozismo con gentes que no comulgan con sus ideas y, si gana, no podrá gobernar.

P. Aquilino Morelle, un exconsejero de Hollande, dice que éste apoyará su candidatura porque usted es su hijo espiritual.

R. Respeto a Hollande. En el plano institucional y en el personal. Pero yo no soy su hijo espiritual. Lo que hago es profundamente contrario a su ADN político. Él cree en la supremacía de los partidos y del Partido Socialista, algo que fue nuestro gran desacuerdo estratégico. Él quedará para la historia como el presidente que ha puesto en marcha la transformación económica e ideológica de Francia, pero no llegó hasta el final.

In Paris, a Night Disrupted by Terror. By Pamela Druckerman

contributors-images-slide-S3XQ-thumbLargePamela Druckerman, 14 noviembre 2015 / THE NEW YORK TIMES

Paris — IT is a perfectly normal dinner party until someone stands up, checks his phone, and says: I think there’s been an explosion, at the Stade de France.

My husband is not at the dinner because he is at the Stade de France as a journalist. Everyone runs for their phones. I say something I’ve never said before at a Parisian dinner party:

Could we turn on the TV?

Soon people are staring at their phones and calling out the names of familiar places: Le Cambodge restaurant — the hipster noodle shop near the Canal St.-Martin. I passed near there on my way to dinner. (Later we’d hear that the shooting happened at Le Petit Cambodge, its annex.) Apparently there are hostages at Le Bataclan, the concert hall that I walked by at 5 p.m., to take my son to the eye doctor. There was a huge white concert bus out front.

No one on French TV — or any TV channel we turn to — knows what’s happening. But dinner-party guests are scanning Twitter, and calling out various estimates of the number of people killed. How could anyone know? We can’t even find a camera showing images from Le Bataclan, where dozens of people are being held hostage.

Police officers outside the Stade de France in Paris on Friday. Credit Michel Euler/Associated Press

I reach my husband on his phone. He is inside the Stade de France, tweeting and being interviewed on Dutch radio. An hour later I hear him on the BBC, explaining that even after the explosions, the match played on, and the fans cheered French goals and did “the wave” in the stadium.

A friend in New York who did security training sees on Twitter that my husband is inside the stadium. He texts me instructions about what to do in the event of a shooting: “Stay as flat to ground as possible. If he has to move, crawl low.” I email this to my husband. He usually thinks I’m excessively cautious. Will he think this time?

Someone looks up what was playing at Le Bataclan. It was Eagles of Death Metal, a band from California.

A couple from the dinner party are trying to reach their teenage children. I call my babysitter. I text my brother. I reply to a kind message from a man I know only from Twitter. Two other dinner-party guests get text messages from their exes.

“This is worse than Charlie Hebdo,” I say to the room of people, who until a few minutes ago were eating pasta with wild boar and sampling some marzipan. Apparently the scale of it was already obvious to everyone else. Le Bataclan is in the same neighborhood as Charlie Hebdo’s former offices.

A map comes on the television, showing the sites of two shootings. My home is on the other side of those two sites. Once again, it’s not just Paris that’s in the news — it’s my Paris. They’re some of the Right Bank “bobo” neighborhoods, former working-class districts now overrun by “bourgeois bohemians” like us.

French people are tweeting #portesouvertes, to help people stranded on the streets. We all agree that this sounds nuts: Who would open their doors right now? The news says the gunmen are still on the loose. Police are warning people not to go outside.

My hostess makes up some extra beds for the night. The couple from the dinner party are trying to figure out whether they can drive home, west of Paris. Their kids are fine, but now they’re home alone. My husband is still inside the stadium.

The French president, who was also at the stadium for the France-Germany match, says France’s borders are closed. Apparently schools will be closed too. I learn the French word for curfew: couvre-feu. On the news they’re reporting that many people have died inside Le Bataclan. The numbers are unfathomable.

My kids are asleep. Their babysitter isn’t. All I keep thinking is: What will I tell them when they wake up.