Fernando Palomo

Es hora de curar al enfermo. De Fernando Palomo

Fernando Palomo, periodista deportivo

31 enero 2019 / EL DIARIO DE HOY

Hay demasiados motivos para que, como salvadoreños, nos sintamos molestos por los políticos que durante estas últimas décadas hemos elegido. Me detengo, no en la primera parte del enunciado anterior, sino en la última: hemos sido nosotros los salvadoreños los encargados de elegirlos. La democracia no es perfecta, decía Churchill. Es la mejor forma que tenemos para elegir a los gobernantes y nuestra historia parece estar demostrando que no la hemos aprovechado al máximo. Llevados por aluviones de entusiasmo derivados de campañas vacías en propuestas y llenas de cultos a la personalidad, ahí están en el historial quienes elegimos por mayoría a que nos llevaran al lugar en el que ahora estamos.

Yo soy uno más entre los molestos con cada uno de los presidentes que ha tenido, o mejor dicho, que le hemos elegido a este país. Cada uno ha dejado pasar la posibilidad de hacer crecer a El Salvador, estancándolo en la desconfianza, la desesperanza, el desánimo, a la vez que avanzan su estatus personal a costa de olvidarse de la premisa principal de su obligación con los ciudadanos de este país. Mi molestia no me dejará ciego ante la necesidad de encontrarle salida a los problemas del país, recordando primordialmente que la obligación de elegir recae en los salvadoreños, como yo. Sin embargo, la salida no se encuentra en cualquier elección, menos en una tomada desde el enojo, la sed de revancha, la irritación.

“Zapatero a tus zapatos” me dicen siempre que hablo de otro tema que no sea el deportivo. Es un reclamo absurdo que dejaría sin opinión sobre temas políticos a cualquier profesional. Médicos, ingenieros, estudiantes salvadoreños se quedarían sin la libertad de expresarse fuera de su quehacer, lo cual sería una limitación severa al pluralismo y a la participación democrática. Además. No sé a qué zapatos se refieren si los míos fueron hechos en El Salvador, por salvadoreños. Entiendo que lo que incomoda es que un actor pensante opine. No vivir en El Salvador es otro argumento que lanzan para intentar desacreditar la opinión, y ese tiene algún mérito. No vivo de cerca el constante acoso de la violencia reinante, ni la decepcionante proyección de crecimiento económico, ni el aislamiento diplomático. Y, sin embargo, vivir fuera del país no significa vivir al país de lejos. Desacreditar opiniones en virtud de la distancia implicaría silenciar las voces de millones de salvadoreños inmigrantes, cuyos sueños y motivaciones continúan siendo parte de la historia que escribimos como nación.

El Salvador está enfermo. Diagnosticado desde hace tiempo con muchos malestares graves como el alto índice de violencia, el deteriorado sistema de salud, junto a un destrozado sistema educativo que genera una incesante hemorragia estudiantil. De los males podemos hacer libros y varios tomos. Estas enfermedades requieren un tratamiento de largo plazo y no cualquier medicina. Seguro no las vencidas que abarrotan las estanterías de tantos hospitales nacionales, pero mucho menos las que se presentan en coloridos botes vacíos. El Salvador, este paciente al que tanto queremos, ya no merece que le den cucharadas de división social, o pastillas de resentimiento artificial, del que a diario se manufactura en campañas manipulativas en las redes sociales.

Lo del domingo no es una encuesta para conocer cuán molestos estamos los salvadoreños con los políticos del pasado. Lo del domingo es una elección de los políticos del futuro. Es votar por el candidato que mejor receta ha presentado para el paciente este que tanto queremos. Es elegir a quien liderará uno de los tres poderes del Estado salvadoreño. El que hará fuerte la República. Es la elección por quien está más capacitado para empezar a saldar las deudas de esa silla presidencial con su gente.

En esta era en la que aparentemente la lectura es una costumbre perdida, para mí será un premio que lleguen hasta este último párrafo entendiendo que no me lo he escrito para que hablemos de política y sí para que cuando quieran nos sentemos a tomar un café y charlemos de obligaciones ciudadanas, de conciencia de país. ¿A quien le conviene seguir hundido en el lodo de la pobre educación? Solo a quienes de la pobre educación de un ciudadano, hacen un voto. Detrás de un voto educado existe responsabilidad y ante esto, la plena convicción de saber que en una elección presidencial se debe elegir a quien mejor equipo de trabajo puede llevar para sacar al enfermo de cuidados intensivos.

Revolución desde el fútbol. De Fernando Palomo

fernando-palomoFernando Palomo, 10 diciembre 2016 / EDH

El fútbol salvadoreño necesita una revolución. No de esas revoluciones que destruyen las instituciones y se instalan en nombre del pueblo pero terminan sirviéndose del pueblo para satisfacer sólo a sus líderes. George Orwell lo escribió en “Rebelión en la granja”. Los animales de aquella granja fueron empujados por el cerdo Mayor a expulsar al dueño con la premisa de tomar el control colectivo de la propiedad. El cerdo logró su objetivo y además se quedó con la casa del dueño y con el control de los animales. El libro fue un éxito en 1945 y su contenido es relevante todavía. Las revoluciones de ese tipo fallaron en muchos lugares como para creer que son un camino. De esas revoluciones no soy aficionado.

Soy aficionado de los movimientos que modifican radicalmente el estado de las cosas, pero con intención de un beneficio colectivo, no particular. Tampoco creo que sea cuestión de un mesías con la maquinaria para construirle una imagen ficticia, sin sustento. Esos buscan el poder, por el poder mismo y se afirmarán a él a costa de todo. Argentina tuvo a Julio Grondona al frente de la AFA por 35 años. Grondona convocaba elecciones pero controlaba todo de ellas, desde los votantes hasta quienes contaban los votos. Argumentaba la legitimidad de su dominio en los procesos democráticos que ampliaban su periodo. Grondona se casó con el poder de la AFA hasta que la muerte lo separó. Fue un dictador. De esos tampoco soy aficionado.

screen-shot-2016-12-20-at-9-01-18-pmAunque no creo que los problemas del fútbol nacional se resuelvan en un periodo de gestión federativa. Cuatro años es muy poco tiempo para enderezar el tronco de un árbol torcido. Talar ese árbol tampoco es la solución, hay que inyectarle savia sana, fuerte, pero sobre todo savia nueva. Una que entienda que no se puede vender barato el producto de entretenimiento de mayor atractivo para el aficionado nacional. Que el fútbol merece la profesionalización de sus procesos de gestión, que no puede seguir bajo los manuales de improvisación que lo han dominado desde los tiempos en los que el Campo Marte era el centro neurálgico del deporte salvadoreño.

No hace falta más que un vistazo a la semana anterior para darse cuenta que el manual del perfecto idiota sigue en los estantes de la FESFUT. La comisión formada para la elección del nuevo entrenador de la selección nacional fue un premio al descaro. Tres meses desde el anuncio de su conformación, pasando por su juramentación y una conferencia de prensa para comunicar avances, hasta llegar al anuncio de un técnico, ¡que no fue la recomendación de la comisión! Un entrenador que calza perfecto para los planes de una FESFUT sin dinero: Lara ya estaba en planilla.

La Primera División tiene un par de partidos de gran atractivo en cada uno de sus dos torneos: las semifinales y la final. Aún así las finales corren en el riesgo de la eliminación en semifinales de un equipo de importante convocatoria. Conspirando contra los mismos intereses de sus socios, prestando el manual a la FESFUT, la Primera decidió programar los partidos de ida de las semifinales del Torneo Apertura con media hora de diferencia entre el arranque de uno y otro. Partidos disputados a diez kilómetros de distancia y casi al mismo tiempo.

Y luego la primera convocatoria de Eduardo Lara. Una FESFUT sin una postura firme sobre la relación de la Selección Nacional con los jugadores que alguna vez estuvieron directa o indirectamente relacionados con amaños de partidos, provoca esto. Lara es responsable, pero no es su prioridad convertir a la Selección en una institución promotora de valores. Lo ponen a ganar partidos no a servir de ejemplo. Triste pero cierto. Víctima o cómplice de esta constante erosión de principios, la FESFUT hace de Pilatos y se lava las manos. Se instala en la peor de las actitudes: la desidia. La Selección pierde la oportunidad de sentar un precedente que la edifique como un lugar privilegiado y abre la puerta a quienes la creyeron barata.

Revolucionar el fútbol nacional significa modificar las prácticas que lo han llevado a esta parálisis, y hablar de las cosas que merecen un cambio profundo y uno que debe llegar pronto. Sin las destrucción de la FESFUT y sí con el fortalecimiento de sus estatutos. Podría hablar de la final, del fútbol nacional, del estadio lleno, de la reiterada falta de respeto al himno, del buen primer tiempo de Santa Tecla, del gol de Fito y del partido del Loco Abreu. Podríamos hablar de una de las mejores finales de los últimos tiempos. Pero entiendo que hay cosas que son importantes y de las que no se habla con frecuencia. Seré culpable de aprovecharme del escenario para hablar de estos temas, pero prefiero hablar de lo que encontraremos después que pase el bullicio de la final.