Pablo Iglesias

El Gobierno del cambio. De Pablo Iglesias

«Es legítimo que el PSOE prefiera entenderse con Ciudadanos y con el PP, pero debe respetarse que nosotros nos dejemos la piel para intentar un Gobierno de progreso».

Rueda de prensa de Iglesias tras la entrevista con el Rey, el viernes. Bernardo Pérez

Rueda de prensa de Iglesias tras la entrevista con el Rey, el viernes. Bernardo Pérez

Pablo Iglesias, dirigente de PODEMOS

Pablo Iglesias, dirigente de PODEMOS

Pablo Iglesias, 25 enero 2016 / EL PAIS

El resultado de las elecciones del 20-D puso fin al sistema del turno en España. Se abrió así la posibilidad histórica de que en nuestro país haya un Gobierno que no esté dominado en exclusiva por las viejas maquinarias partidistas que se han repartido el poder durante las últimas décadas. Por primera vez, es posible que en España haya un Gobierno plural y progresista lo suficientemente desvinculado de las prácticas del pasado como para garantizar la aplicación de un programa de rescate social inmediato para los 100 primeros días, que lidere los cambios constitucionales que demandan los ciudadanos, que aporte soluciones democráticas y nuevas fórmulas de encaje a la crisis territorial, y que descolonice con savia nueva las instituciones.

Frente a la rumorología, a las filtraciones interesadas y al juego de sombras y medias verdades que ha provocado que la Mesa del Congreso esté controlada por PP y Ciudadanos tras llegar a un acuerdo con el PSOE, nosotros hemos hecho una propuesta clara. Hemos dicho que es posible que los más de cinco millones de votantes que dieron su confianza al PSOE, y los seis millones que apostaron tanto por Podemos y las confluencias en las que participamos como por IU-Unidad Popular, vean satisfecha su aspiración de que España cuente con un Gobierno plural y progresista. No podemos fallar a esos 11 millones de votantes ni a aquellos que, bajo ningún concepto, quieren que el PP siga gobernando. Este Gobierno del cambio sería, de hecho, uno de los Gobiernos con mayor base electoral en la historia de España, e incorporaría una tradición habitual en la cultura europea: la de los Gobiernos de coalición.

Existen enormes presiones de los grupos de poder, en España y en el extranjero, para que las viejas maquinarias sigan manteniendo el Estado en sus manos, en este caso con la connivencia de Ciudadanos, que, una vez desinflada su burbuja, se ha mostrado como el mejor aliado del proyecto gatopardiano de las élites para que todo siga igual mediante un pacto de búnker PP-PSOE-Ciudadanos. Ciudadanos no representa ni cambio ni progreso; es más bien la bisagra para que el viejo turnismo se atrinchere y resista el impulso de la nueva Transición. Frente al “inmovilismo pactado”, la historia ofrece una oportunidad de avance social y democrático que debe abrirse paso para alterar la correlación de fuerzas en Europa y limitar los excesos del ordoliberalismo alemán.

Lo hemos dicho muchas veces y lo seguimos pensando: no confiamos en los aparatos del PSOE, pero admiramos a sus bases y a sus votantes. Mientras que los viejos aparatos y sus profesionales no desaprovechan ninguna oportunidad para hacer lo contrario a lo que predican, pactando con lo que ellos mismos llamaron “las derechas”, las bases socialistas simpatizan más con nosotros que con esas derechas, y saben que nuestra presencia en el Gobierno, desde la vicepresidencia hasta los ministerios estratégicos que nos correspondan, es la mejor garantía de que su partido no les vuelva a defraudar. Fue una mala noticia el acuerdo que entregó la Mesa al PP y a Ciudadanos; no solo porque prefigura la imagen de un Gobierno a tres que no quieren las bases socialistas, sino porque va a dificultar la acción legislativa progresista en la Cámara. Es legítimo que el PSOE prefiera entenderse con Ciudadanos y con el PP antes que con nosotros, pero debe respetarse que nosotros nos dejemos la piel para intentar un Gobierno de progreso. Sabemos además que la mejor vacuna contra la traición, las filtraciones falsas y el doble juego es hacer a los ciudadanos testigos de lo que se dice y se hace. Por eso hemos invitado a Sánchez a un diálogo público y abierto a la ciudadanía, sin perjuicio de las reuniones que deban tenerse. En las reuniones se fija el texto de los acuerdos que después deben hacerse públicos, pero en los diálogos públicos se contrastan propuestas y argumentos.

La retirada “temporal” de la candidatura de Mariano Rajoy ha acelerado las posibilidades de que el Gobierno del cambio se concrete. No hay tiempo que perder ni que regalar a los que se aprestan a sugerir que, prescindiendo si hace falta de Sánchez y Rajoy, una gran coalición del PP, el PSOE y Ciudadanos podría ser viable. Frente al plan restaurador de los inmovilistas, el momento requiere esa “l’audace, encore de l’audace, toujours de l’audace” por la que Danton pasó a la historia.

Estamos en un momento en el que la intuición histórica, eso que Isaiah Berlin llamaba “sentido de la realidad”, nos debe llevar a jugar un papel que responda a los anhelos de la mayoría. Por eso, estamos preparados para formar Gobierno. He podido conversar con Alberto Garzón y está dispuesto a que avancemos en la dirección del cambio. He hablado con dirigentes de otras fuerzas que están abiertos al diálogo y que no quieren que gobierne el PP. Este domingo he hablado con Sánchez, y espero, de corazón, que se permita estar a la altura.

Vea opiniones sobre la posición de Iglesias:
Iniciativa de riesgo
Temerarios o responsables.
Analogía. De Almudena Grandes
‘Zugzwang’

 

MI PLAN PARA ESPAÑA (II): Un nuevo compromiso histórico. De Pablo Iglesias/PODEMOS

El periódico español El País publicó la serie «Mi plan para España», con una columna de cada uno de los candidatos a presidente de gobierno en las elecciones del 20 de diciembre 2015. Reproducimos los 5 artículos porque nos parecen de gran importancia también para el debate político en nuestro país.

Segunda Vuelta

Un nuevo compromiso histórico.
De Pablo Iglesias/PODEMOS

En este momento crucial de la nueva Transición, Podemos y otras fuerzas deben concretar constitucionalmente con sus adversarios los términos de un gran acuerdo.

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Pablo Iglesias, 9 diciembre 2015 / EL PAIS

El pasado 6 de diciembre, en el 37º aniversario de la Constitución del 78, celebramos un evento histórico.

Por la mañana, en un acto protocolario en el Congreso de los Diputados, habíamos escuchado al presidente de la Cámara, Jesús Posada, manifestar su preocupación por la ruptura de España y blandir el texto constitucional como límite a cualquier cambio. Por la tarde, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, presentamos un llamamiento al cambio constitucional. En actos simultáneos desde Las Palmas, Santiago de Compostela, Barcelona, Valencia y Madrid tomaban la palabra la magistrada en excedencia y candidata Victoria Rosell; Xosé Manuel Beiras, figura histórica del socialismo soberanista gallego; la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y la vicepresidenta de la Comunidad Valenciana, Mónica Oltra.

Cinco rostros y cinco ciudades para presentar cinco grandes acuerdos para el futuro; cinco garantías para una Constitución que asegure un nuevo marco de convivencia y prosperidad a las gentes y pueblos de nuestro país.

La crisis económica en España desnudó los límites del modelo de desarrollo pilotado por las élites; un desarrollo económico basado en burbujas especulativas, el ladrillo y la desindustrialización, que formó la base estructural de la corrupción política. La degradación de los servicios públicos y de los derechos sociales junto a la corrupción permitieron que se rompiera el gran acuerdo de la Transición que aseguraba la igualdad de oportunidades y una mínima prosperidad para las mayorías sociales.

La gestión de la crisis a través de recortes sociales (que han provocado que aumente la desigualdad amenazando los derechos humanos), la corrupción convertida en forma de gobernanza, las interferencias políticas en la justicia y los enormes déficits democráticos derivados tanto del inmovilismo de las élites como de un sistema electoral con circunscripciones anacrónicas y límites absurdos a la participación ciudadana, requieren de cambios constitucionales de calado.

A ello se une la insatisfacción generalizada con un modelo territorial que tal vez sirvió para salir del paso hace 35 años, pero que también se ha quedado obsoleto. El crecimiento sin precedentes del independentismo en Cataluña es, en gran medida, una respuesta a la cerrazón inmovilista de quienes no entendieron que España es un país plurinacional que requiere de encajes territoriales nuevos que se basen en la libre voluntad de las gentes y pueblos de nuestro país.

Proponemos cinco garantías
para un pacto constitucional de
convivencia y prosperidad

El movimiento 15-M inició una nueva Transición creando una nueva gramática política que sentó las bases para el cambio. Esa fuerza del cambio que despertó en las plazas fue despreciada inicialmente por las élites políticas que no supieron ver que el magma que se había asentado en el subsuelo de nuestra sociedad era más intenso si cabe que la voluntad de cambio de los españoles en el tardofranquismo.

Aunque no se expresara con los mismos códigos ni en las mismas frecuencias ideológicas, el lenguaje del 15-M que impregnó la vida española encarnaba lo mejor de las tradiciones democráticas y de luchas sociales en España. En aquel imponente movimiento que cambió nuestro país renacían las aspiraciones de prosperidad, libertad y justicia social que tantas veces se expresaron en nuestro país en los últimos 150 años.

Podemos ha sido la expresión (que no la representación) político-electoral más obvia de aquel magma de cambio, pero el mismo ha afectado a todos los actores políticos que han tratado, con mayor o menor éxito, de vestir las nuevas ropas de la regeneración.

Sin embargo, Podemos, como expresión de esos anhelos y del protagonismo ciudadano y de la sociedad civil, no bastaba para el cambio. Era necesario construir una fuerza política plurinacional con capacidad para aliarse en pie de igualdad con otras fuerzas políticas y otros sectores que representan la pluralidad consustancial a un país como el nuestro.

El llamamiento del día 6, al expresar la idea de fraternidad en términos políticos y electorales, es por ello histórico. Habría que remontarse a la Transición para recordar un momento de encuentro semejante. Nuestra candidatura no solo puede ganar las elecciones sino que puede ser también la superación del inmovilismo que amenaza con perpetuar el clima de sordera y enfrentamiento.

Dentro de poco se abre una legislatura sin mayorías absolutas en la que asumimos que tendremos que dialogar también con nuestros adversarios políticos para concretar constitucionalmente los acuerdos para un nuevo compromiso histórico.

Los ejes de ese nuevo compromiso que propusimos al país el pasado 6 de diciembre creemos que son la expresión de una voluntad constituyente que ya existe en España.

El modelo territorial que sirvió
para salir del paso hace 35 años también se ha quedado obsoleto

En primer lugar: democracia real representativa, igualitaria y participativa. Hace falta reformar el sistema electoral y garantizar la posibilidad de que, en caso de incumplimiento flagrante del programa, el presidente del Gobierno se someta a la evaluación de los ciudadanos a mitad de mandato.

En segundo lugar: justicia independiente. Hay que despolitizar el Tribunal Constitucional y garantizar de esa manera la participación ciudadana en la elección de los órganos de gobierno de los jueces.

En tercer lugar: garantías constitucionales contra la corrupción. La Constitución debe prohibir las puertas giratorias entre los Consejos de Ministros y los consejos de administración de empresas estratégicas.

En cuarto lugar: blindaje constitucional de los derechos sociales y medioambientales que deben tener el mismo reconocimiento que los derechos civiles y políticos.

Y por último, reconocimiento de la plurinacionalidad de nuestro país y del derecho a decidir. El referéndum es una fórmula democrática adecuada para que las catalanas y catalanes decidan su encaje en España.

Las próximas elecciones del 20 de diciembre no son una cita electoral más; son un momento crucial de la nueva Transición que vive nuestro país. El momento histórico que estamos viviendo requiere de un nuevo compromiso que esté a la altura del esfuerzo de las generaciones anteriores y que haga a las gentes y pueblos de España protagonistas del futuro.

Pablo Iglesias es el cabeza de lista de Podemos en las elecciones del 20-D.

LOS CINCO CANDIDATOS:

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Una nueva Constitución, un nuevo país

La crisis es una oportunidad para repensar la política y abrir una etapa con derechos sociales blindados, un sistema de renta básica y una economía que reparta el trabajo. Por ALBERTO GARZÓN (IU).

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Un nuevo compromiso histórico

En este momento crucial de la nueva Transición, Podemos y otras fuerzas deben concretar constitucionalmente con sus adversarios los términos de un gran acuerdo. Por PABLO IGLESIAS (Podemos)

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Nuestro proyecto es España

Hemos superado juntos momentos muy difíciles. Tenemos un nuevo reto ante nosotros: volver a levantarnos y competir de nuevo con las mejores naciones. Por ALBERT RIVERA (Ciudadanos)

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La España que queremos

Tenemos que renovar el pacto constitucional. La mejor enseñanza que nos dejaron las generaciones anteriores es que solo entre todos podremos construir este país. Por PEDRO SÁNCHEZ (PSOE)

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Veinte millones de razones

Esta cita con las urnas tiene una trascendencia particular. Nos jugamos consolidar o abandonar la línea ascendente que hemos seguido desde 2011. Por MARIANO RAJOY (PP)