Lo que está concretando el chavismo es golpe de estado; una ruptura respecto a la opinión y el deseo de las mayorías nacionales.
Alonso Moleiro, 3 diciembre 2016 / NOTIMUNDO
Mientras el país ofrece día a día nuevas evidencias de descomposición y necrosis, la inflación se dispara y ni siquiera existen billetes para pagar lo que las cosas cuestan, el gobierno chavista, sirviéndose muy bien de las gestiones del Vaticano y la mediación internacional, aprovecha el receso emocional de los días de diciembre para terminar de concretar un fraude constitucional con todos los visos de un golpe de estado.
La fecha que ha constituido el parteaguas, como se ha comentado en otras ocasiones, se concretó el pasado 20 de octubre. Momento en el cual, frustrado el Referéndum Revocatorio, quedó burlado el contenido de la soberanía popular y el instrumento del voto para favorecer los intereses de una cúpula política completamente corrompida y sin escrúpulos. La cúpula que gobierna Miraflores.
La presencia de la comunidad internacional no ha sido obstáculo para que el chavismo ejecute un fraude legal con sabor a secuestro: por el contrario, se ha servido muy bien del salvoconducto y la legitimidad que ofrece la formalidad de las conversaciones, promovidas por la Iglesia Católica, para ir consolidando, mientas se conversa, nuevas decisiones que alejan a la mesa de diálogo de cualquier punto de equilibrio.
La crisis arrecia, los casos de corrupción en el alto gobierno se expanden, los acuerdos no se concretan y los mediadores internacionales, demasiado empeñados en que los integrantes del diálogo hablen de la importancia del amor al prójimo, miran para otro lado. El salto del dólar paralelo será una bomba que estallará en las mesas de nuestros hogares: por primera vez en nuestra historia, Venezuela puede cruzar, en serio, la raya amarilla de la hiperinflación.
Además de la falta de antibióticos, de jeringas, de hipertensivos; además de la violencia, la podredumbre y la impunidad chavista, uno de los puntos más visibles de la crisis, no comentado suficientemente, ni dentro ni fuera de Venezuela, es que, con sus marramucias y decisiones truchas, tanto el Tribunal Supremo de Justicia, como el Consejo Nacional Electoral, que preside esa vergüenza pública que llaman Tibisay Lucena, han neutralizado por completo al Poder Legislativo, y han hecho bastante por distanciar a las mayorías nacionales de las soluciones consultivas dispuestas en la Constitución Nacional
No sólo se trata de que la Asamblea Nacional, a la fecha, no haya podido colocar en vigor una sola ley en todo 2016. Todos olvidan, comenzando por los mediadores internacionales, que el actual Poder Legislativo fue electo en medio de un clamoroso resultado a favor de las fuerzas de la MUD, y que esa circunstancia, producto de una decisión que pertenece a la soberanía popular, tiene unas implicaciones políticas que tanto el PSUV como las Fuerzas Armadas están obligados a respetar. Mucho más ahora, que varios ministros del gobierno chapotean en el océano del fraude patrimonial y el cohecho.
Lo que está concretando el chavismo es golpe de estado; una ruptura respecto a la opinión y el deseo de las mayorías nacionales. El de Maduro es el gobierno de la usurpación: cuando ganan, ganan; y cuando pierden, ganan.
En “El Contrato Social” Jean Jeacques Rousseau, uno de los padres del concepto de soberanía, y un maestro de todos los tiempos en el estudio del cuerpo de la política, lo asienta con toda claridad: “El Poder Legislativo es el corazón del estado, el Poder Ejecutivo es su cerebro, que da movimiento a todas las partes. El cerebro puede quedar paralizado y el individuo seguir viviendo. Un hombre se queda imbécil y vive; pero tan pronto como un corazón cesa en sus funciones, el animal está muerto. No es por las leyes por lo que el Estado subsiste; es por el Poder Legislativo.”