Mes: enero 2018

Sobre los intelectuales-cebolleta. De Manuel Cruz

El intelectual vendría a ser quien esclarece, porque trae a la conciencia de la mayoría de personas aquello que, sin saberlo a ciencia cierta, pensaban. Su compromiso es únicamente con sus ideas: decir lo que piensa y no otra cosa.

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Manuel Cruz,  catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona y diputado del PSOE

Manuel Cruz, 31 enero 2018 / EL PAIS

El término intelectual apenas conserva unas pocas briznas de su antiguo prestigio, de cuando dicha figura venía a constituir una modalidad secularizada del sacerdote y se le atribuía una enorme autoridad para emitir juicios de valor sobre cuanto pudiera ocurrir en la esfera pública y buena parte de la privada. Hoy en día para conseguir el mismo efecto sobre la ciudadanía hace falta reunir un número muy elevado de profesionales de la cultura, como si la cosa ya fuera al peso, y para alcanzar la repercusión que obtenía alguno de aquellos intelectuales de antes con sus argumentos no hubiera otra que recoger una abundante cantidad de firmas.

Esta patente devaluación de la figura a menudo se interpreta en una clave equivocada. Como si lo que ya no existieran fueran intelectuales de una superioridad intelectual y moral tan notable como la que supuestamente poseían los del pasado. Cuando tal vez la clave debería ser la contraria, y habría que empezar afirmando que el secreto de la autoridad que se les atribuía nunca residió en esa presunta jerarquía sino casi en su opuesto. De ahí que quizá la definición más adecuada del intelectual se podría resumir en unas pocas palabras, sin duda para muchos exageradamente modestas: intelectual es aquel que tiene algo que decir.

el paisDe aceptar la definición de urgencia, lo que caracterizaría a la mejor versión de esta figura no sería su superioridad, su excepcionalidad o ninguna otra forma de supremacía sino, más bien al contrario, su completa, absoluta y perfecta normalidad. Esto es, el hecho de que fuera capaz de plantear y argumentar unas ideas susceptibles de ser entendidas y aceptadas por el máximo de gente o, si se prefiere, de decir unas palabras en las que cualquiera se pudiera reconocer. El intelectual vendría a ser quien esclarece porque trae a la conciencia de la mayoría de personas aquello que, sin saberlo a ciencia cierta, pensaban. La tarea que tendría encomendada sería entonces la de acompañar a sus interlocutores en el camino de la autoclarificación, tarea que finalizaría en el momento en que estos consiguieran acceder a su particular ¡eureka!

No hay otra opción que señalar lo que uno
cree estar viendo, incluso a riesgo de cebolletismo

Recuerdo una entrevista con Fernando Fernán Gómez que leí hace unos años. En ella reconstruía su trayectoria, centrándose especialmente en su faceta como director de cine, e iba pasando revista a las películas de las que había quedado más satisfecho a nivel personal, a las que habían tenido mejor crítica, sin olvidar aquellas que habían resultado un auténtico fiasco en taquilla. En un momento dado de la entrevista, al ser preguntado precisamente por la película de la que había quedado menos contento, hizo referencia a una, cuyo título no consigo recordar, pero respecto de la que sí recuerdo bien las razones de su descontento.

Había sido, comentaba, una película de autoencargo. Esto es, alcanzada una cierta altura de su carrera, Fernán Gómez llegó al convencimiento de que había adquirido el suficiente dominio del oficio y de los gustos del público como para llevar a cabo un producto con unas características tales que tuviera el éxito asegurado. Filmó esa película y el resultado fue un desastre. Entonces descubrió que lo que debía hacer no era, artificiosamente, ponerse en la piel de otros y realizar algo a la medida de lo que les atribuía, sino permanecer lo más fielmente en su propia piel y dirigir las películas que a él le gustaran, confiando en que gustaran también a mucha gente.

Así fue como consiguió grandes creaciones. No había más secreto: ser lo más veraz posible y, desde esa sencilla afirmación de sí mismo, conectar con los espectadores. Materializaba con este nada pretencioso comportamiento lo que antes señalábamos, esto es, asumía que sus gustos no eran excepcionales sino perfectamente comunes y que lo que a él le emocionaba podía emocionar a cualquiera. Lo más íntimo es lo más universal, escribió el poeta hace muchas décadas, y de nuevo este sencillo criterio resultaba ser el camino más directo para acceder al alma del mayor número de personas.

Lo más íntimo es lo más universal y lo más
directo para acceder al mayor número de personas

Es desde semejante perspectiva desde la que (re)cobra su sentido la vieja expresión “compromiso del intelectual”, así como la afirmación según la cual el compromiso del intelectual es únicamente con sus ideas. En efecto, esta figura, definida por su sencillez, también viene obligada por un compromiso a su vez sencillo: decir lo que piensa, y no otra cosa. No, por ejemplo, lo que sus lectores estén esperando que diga, lo que él crea que es más conveniente para sus intereses, lo que entienda que puede agradar al editor del medio para el que trabaja o cualquier otra consideración ajena al pensamiento mismo. Rechazar estas tentaciones tiene sus riesgos, claro está. El específico fracaso que aguarda a quien mantiene en la plaza pública lo que de veras piensa en su fuero interno es quedar descalificado por otros, verse refutado por los acontecimientos o ser incapaz de dar cuenta de aquello que pretende explicar.

Intentaré ilustrar en primera persona lo que estoy pretendiendo sostener. En los últimos tiempos, a menudo he tenido la impresión de que los comportamientos y las palabras de algunos de los nuevos protagonistas que irrumpían en la vida pública de este país, anunciando una regeneración radical, no me venían de nuevas. Al contrario, me provocaban la poderosa sensación de que la película que protagonizaban, supuestamente recién estrenada, yo ya la había visto. De inmediato, lo confieso, me asaltaba el temor a estar incurriendo en el imperdonable pecado de cebolletismo (por el legendario abuelo Cebolleta de los tebeos de mi infancia, que todo cuanto ocurría lo relacionaba con algún episodio de su lejana juventud), esto es, la resistencia a aceptar los cambios y novedades que acompañan al devenir de la historia. Pero, inevitablemente, me preguntaba a continuación: ¿hay otra opción que señalar lo que uno cree estar viendo?, ¿acaso resulta aceptable ocultar lo que se piensa por el miedo a según qué tipo de críticas, o a las críticas de según quién?

Para mi tranquilidad y alivio, el tiempo se encargó de demostrar que, en efecto, estábamos ante un mero remake de una vieja película. Un remake que, lejos de hacernos olvidar la versión original, conseguía que la añoráramos intensamente. Pero, de cualquier forma, más allá de que en unas ocasiones el tiempo nos pueda dar la razón y en otras quitárnosla, no hay para ese particular profesional del espíritu que es el intelectual más alternativa que la de correr el riesgo de decir lo que piensa, sea esto lo que sea. Por más que a continuación twiter, facebook y similares puedan rugir o incluso arder en llamas.

La otra elección. De Luis Mario Rodríguez

Los ataques a la autonomía de los magistrados, especialmente a los de la Sala de lo Constitucional, se han incrementado, llegando incluso a la amenaza de procesarlos penalmente una vez concluya su período como miembros de esa instancia.

Luis Mario RodríguezLuis Mario Rodríguez, 1 febrero 2018 / El Diario de Hoy

Los diputados que integren la Asamblea Legislativa a partir del 1 de mayo elegirán a cinco nuevos magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ). Esta designación tendrá lugar en julio. Los legisladores deberán escudriñar los antecedentes de treinta candidatos procedentes, la mitad de ellos producto de la elección que efectúan los abogados, y el resto, de la lista que envíe el Consejo Nacional de la Judicatura.

EDH logSobre este tema existen dos posibles escenarios: el primero, una eventual acefalía en la Sala de lo Constitucional por no lograr las fuerzas mayoritarias un acuerdo que atienda los mandatos de la Constitución, situación que pondría en riesgo la tutela de los derechos fundamentales; y el segundo, una elección con criterios políticos que no responda al perfil del magistrado establecido en la Ley Fundamental y en las sentencias dictadas por la actual Sala, cuyos miembros ya no estarán en funciones y, por tanto, no ejercerían ningún control de legalidad.

La Fundación para el Debido Proceso, un organismo internacional de carácter privado, de reconocido prestigio por su labor a favor de la justicia en el Continente, anunció que vigilará la transparencia de la designación de los nuevos magistrados. Varias universidades y organizaciones civiles solicitaron también a la OEA su asistencia. Este último organismo hemisférico veló por la limpieza del nombramiento de los jueces de la CSJ en Ecuador durante el 2005. Asimismo el gobierno boliviano requirió de nuevo los oficios de la OEA para resguardar las elecciones judiciales que se realizaron en diciembre de 2017.

Son preocupantes las señales que se observan en el caso salvadoreño. Los ataques a la autonomía de los magistrados, especialmente a los de la Sala de lo Constitucional, se han incrementado, llegando incluso a la amenaza de procesarlos penalmente una vez concluya su período como miembros de esa instancia. Este comportamiento denota una clara intención de elegir para los siguientes nueve años a personas que no continúen con la labor desarrollada desde el 2009 por la Sala. Semejante realidad enfrentaría al país a una crisis de gobernabilidad por la reversión de la jurisprudencia que ha contribuido a fortalecer varios ámbitos del sistema político y democrático.

Durante los últimos ocho años la justicia constitucional ha impactado positivamente al sistema político y a la democracia salvadoreña. Las diferentes resoluciones han fortalecido el acceso a la información pública, la transparencia y el combate a la corrupción.

Se han sentado precedentes relativos a la “despartidización” de las instituciones públicas. Entidades como la Fiscalía General de la República, la Corte de Cuentas, el Tribunal Supremo Electoral y la misma CSJ, entre otras, estaban cooptadas ideológicamente con titulares directamente vinculados a las organizaciones partidarias; algunas mantienen esa distorsión. La Sala también obligó a que el proyecto de Presupuesto General de la Nación contemplara tanto los ingresos como los gastos ya que la práctica, desde hace más de una década, era la de aprobar este instrumento no obstante la omisión de las autoridades de incluir el financiamiento necesario para hacer frente a las inversiones que se proponían.

Otros fallos han generado debate por su influencia en el sistema electoral y en la amnistía que benefició a los que intervinieron en el conflicto armado, tanto guerrilleros como miembros de la Fuerza Armada. Para una parte de la población la Sala fortaleció el sistema de representación y, para la otra, las elecciones se han complejizado. En todo caso la falta de iniciativa de los partidos, que debían revisar periódicamente el funcionamiento del sistema electoral, motivó a los ciudadanos a presentar recursos ante la Sala de lo Constitucional. Quienes hicieron la guerra y principalmente los familiares de las víctimas asesinadas en las masacres cometidas por uno y otro bando festejaron la decisión de la Sala, mientras que otros señalaron que la sentencia vendría a desestabilizar políticamente a la nación que terminó los años de violencia armada con la firma de la paz.

Lo cierto es que esta otra elección es tan importante como la del próximo 4 de marzo. La observación internacional y la atención de la sociedad civil significan una garantía para sostener la independencia de la justicia.

Carta a Mijango: El tamal podrido que te armaron. De Paolo Luers

Paolo Luers, 1 febrero 2018 / MAS! y El Diario de Hoy

paolo luers caricaturaEstimado Raúl:
Al fin pude leer el mamotreto, con el cual la fiscalía te acusa de extorsión: el plan B, que el fiscal general activó el día de perder el “caso tregua”, el cual terminó con la absolución tuya y de todos los acusados – por falta de pruebas, por contradicciones e incluso mala fe, que el juez señaló a los fiscales.

Inmediatamente ordenaron a incluirte en este caso de extorsión. Leyendo el caso, se nota que lo armaron en carrera y sin convicción. No sé si reírme o llorar.

logos MAS y EDHOtra vez, el ataque va directo al concepto de la mediación, igual que en el caso tregua. Te acusan de extorsionista, cuando actuaste como mediador – a solicitud de la empresa extorsionada. Ellos te pidieron intervenir para llegar con las pandillas a un acuerdo que garantice la vida de sus empleados. Esto fue el objetivo de la mediación. Y lo lograste. La empresa continuó pagando renta, pero gracias a tu mediación, logró su objetivo mayor. La empresa quedó agradecida – hasta que pasó a ser parte del imperio ALBA. Los nuevos directivos, cumpliendo órdenes del FMLN, pusieron la denuncia, porque al gobierno también le interesa erradicar el concepto del diálogo y la mediación. No cabe en su plan de mano dura.

Como el objetivo de la fiscalía es deslegitimar y penalizar la mediación en todos los conflictos relacionados con las pandillas, usan este caso como plan B para joderte.

Aquí las inconsistencias de la acusación que el próximo 7 de febrero llegará a audiencia.

La FGR no presenta ningún indicio de que te beneficiaste de la extorsión. ¿Adónde han visto a un extorsionador que no se queda con una parte del botín?

Acusan también a 20 miembros de diferentes pandillas, pero dejan afuera a los dos cabecillas que organizaron esta extorsión. En la lista de llamadas telefónicas intervenidas que presenta la fiscalía, el que más aparece es el famoso “Piwa”, Marvin Adalí Quintanilla Ramos, figura clave en el caso Jaque como supuesto arquitecto financiero de la MS. La fiscalía comprueba que fue la persona que coordinó toda la extorsión – pero no lo acusa. Tampoco lo presenta como testigo. Tendrán otros planes con él…

Presentan un montón de llamadas intervenidas, pero en ninguna te mencionan. Además, todas estas grabaciones son del 2015, pero las presentaron como pruebas en septiembre del 2017, fuera del plazo que permite la ley. Por esta simple razón, no solo se las va a caer el caso contra el mediador, sino incluso contra los extorsionistas.

La contraparte del “Piwa” en la 18 aparece en el requerimiento como testigo criteriado clave “Toreto Uno”. Pero en el caso tregua lo presentaron con nombre y apellido, y con exactamente el mismo testimonio. Se llama Carlos Eduardo Burgos Nuila, alias “Nalo”. E identificó incluso la empresa extorsionada, que ahora aparece bajo clave. Otra incoherencia. Tampoco “Nalo” está entre los acusados. Es el único testigo para involucrarte. Pero testifica, según la misma FGR, que “Mijango persuadió a las pandillas a cambiar la exigencia a la empresa extorsionada”. Lo que indica que actuó de mediador.

Por una acusación tan mal armada la FGR mandó a sacarte del hospital y meterte a Mariona. El 7 de febrero, luego de 5 meses en la cárcel, tendrás tu día en la corte y saldrás libre.

Saludos,

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Carta al vice Ortiz: Ya estuvo. De Paolo Luers

paolo luers caricaturaPaolo Luers, 30 enero 2018 / MAS! y El Diario de Hoy

Estimado Oscar:
Tu problema es que Gerson es un fiel soldado del partido por convicción, mientras que vos sos un fiel soldado del partido cuando te conviene. Te convino (o por lo menos vos te hiciste esta ilusión) cuando te pidieron acompañar a Salvador Sánchez Cerén como vice, para compensar sus conocidas deficiencias intelectuales y oratorias, y para darle a la fórmula la apariencia de amplitud y unidad.

Acordate que te dije que no te convenía aceptar este papelón, por lo menos si querías mantener vivo tu perfil de renovador. Pero vos asumiste el rol de soldado del partido, dejando al lado tus ideas de renovación y democratización del FMLN. Muy fiel, porque incluso pusiste la cara para una política de seguridad represiva totalmente contraria a lo que predicaste como alcalde.

EDH logAhora querés cobrar el favor y exigir que te dejen competir en igualdad de condiciones por la candidatura presidencial. ¿Realmente te extraña que no te cumplen? Ellos apuestan a quien es fiel por convicción. Vos mismo les comprobaste que no te mueve la convicción, sino la conveniencia. Si no, no hubieras aceptado ser vice de Sánchez Cerén, ni mucho menos dar la cara por una política de seguridad que sabes que no puede funcionar.

Claro que no te permitirán ser candidato. Ellos, con razón, dudan de tus convicciones. En cambio, Gerson es un candidato sin peligro de dar sorpresas: un cuadro del partido, obediente por convicción. Gerson no tiene conveniencias más allá de las del partido. Tiene ambiciones, como cualquier político, pero ninguna que puede entrar en choque con el interés del partido.

Así que ya no tenés opciones. Podrás insistir en primarias, la formalidad de ley está de tu lado, pero ya no las podrás convertir en una batalla política por el futuro del partido, porque ya no tenés bandera política. La vendiste, cuando aceptaste la vicepresidencia. Luego de poner durante 5 años la cara por cualquier burrada y fracaso, ¿cómo vas a volver a levantar a bandera de la apertura, la democracia interna y la transformación del FMLN en un partido moderno?

Hagás lo que hagás, digás lo que digás, de todos modos vas a terminar siendo el que legitima la manera vertical y autoritaria de poner candidato. Podés desistir de tu precandidatura, y terminarás avalando lo que el Politburó dispuso. O podés competir, pero sin igualdad de condiciones, haciéndoles el favor de armar el show de un proceso democrático, pero aun más servirás para legitimar al proceso.

De todos modos, en el 2019 van a perder el poder. Lo que está en juego no es la presidencia, sino el futuro del partido FMLN. Y vos ya no tendrás mucha vela en este entierro. Pero esto no depende de lo que decidás ahora (dar la pelea o apartarte), esto se definió hace 5 años, cuando para convertirte en vice abandonaste la batalla política por un partido diferente.

Así terminará una historia triste. Saludos,

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El reto para el próximo presidente. De Cristina López

Reconstruir la relación con Estados Unidos será indispensable, porque bajo la actual administración la política exterior ha carecido de estrategia alguna fuera del servilismo asqueante para con el Socialismo del Siglo 21 que, fuera de llenar los bolsillos de la cúpula efemelenista con dinero petrolero, fue una política exterior que hizo poquísimo por el salvadoreño promedio.

Cristina LópezCristina López, 29 enero 2018 / El Diario de Hoy

La semana pasada los tres precandidatos presidenciales de ARENA suspendieron simbólicamente su campaña por unos días para visitar, juntos, en bloque, la capital de los Estados Unidos, Washington DC. Durante un conversatorio dirigido a salvadoreños que viven en esta ciudad y en las zonas aledañas de los estados de Maryland y Virginia, los tres precandidatos abordaron varios de los temas pertinentes a la relación de El Salvador con Estados Unidos que, inevitablemente, deberán ser parte de la agenda de la próxima administración presidencial en El Salvador.

EDH logEntre ellos, lógicamente, se encontraban el tema del TPS y la urgencia de buscar otra alternativa para los 200,000 que quedarán desamparados luego que la administración de Trump decidiera, por pura demagogia para complacer al elemento más virulentamente anti-inmigrante de su base. El simple recordatorio de que nuestros gobernantes actuales ven enviar a nuestros compatriotas en peligro de deportación a Catar o a Bolivia como una opción seria, debería servir para prestar atención a las propuestas que cualquiera de estos precandidatos tiene en lo que a reconstruir la relación con Estados Unidos respecta.

Y reconstruir la relación con Estados Unidos será indispensable, porque bajo la actual administración la política exterior ha carecido de estrategia alguna fuera del servilismo asqueante para con el Socialismo del Siglo 21, que fuera de llenar los bolsillos de la cúpula efemelenista con dinero petrolero, fue una política exterior que hizo poquísimo por el salvadoreño promedio.

Durante el conversatorio, el precandidato Javier Simán señaló la patética realidad de que la actual embajadora de El Salvador ante los Estados Unidos no domina el idioma del país en que trabaja. Si bien su deber es atender a los millones de salvadoreños que residen acá, también es responsable de representar a nuestro país frente a las autoridades estadounidenses, por lo que no es pedir demasiado que al igual que tantos salvadoreños que trabajamos en Estados Unidos, se cumpla a cabalidad el requisito mínimo de tener las herramientas de lenguaje necesarias para desempeñar su cargo. Es refrescante saber que de llegar al poder, los precandidatos tomarán en cuenta la importancia de devolverle a la embajada de El Salvador su lugar de relevancia en la capital gringa.

Lo digo porque para Washington DC, políticas aparte, la comunidad salvadoreña es importantísima. Sus contribuciones a la sociedad washingtoniana son apreciadísimas por todas las comunidades, colonias y barrios. Más de un estadounidense ha aprendido a echar pupusas, que son vistas casi como un platillo local de esta capital multicultural, y son varios los gringos que sin ironía alguna pueden verse por la ciudad con camisetas del Mágico o la Selecta. La barra del club de fútbol local es en español, probablemente porque muchísimos de sus hinchas son salvadoreños gritando “¡vamos, vamos United!”. Nuestra gente se ha construido, a punta de partirse la espalda trabajando, un lugar respetadísimo aquí, lejos de su tierra natal.

No es solo por sus remesas que a quien sea que llegue a Casa Presidencial en el 2019 debería de interesarle, más allá de la política electorera, fortalecer los lazos con los salvadoreños que estamos fuera. Es también porque en los últimos veinte años las autoridades gubernamentales le han fallado al salvadoreño en el exterior de manera doble: en primer lugar, creando las condiciones que hicieron que muchos tuvieran que salir huyendo y, en segundo lugar, mostrando incapacidad absoluta para construir un lugar al que puedan regresar. Y ese es el reto para cualquiera que tenga el privilegio de servir como nuestro próximo presidente.

@crislopezg

El TSE es supremo, falta que se lo crea. De Erika Saladaña

Siempre he pensado que el TSE no se ha creído la parte final del artículo 208 de la Constitución, que lo cataloga como “la autoridad máxima en materia electoral”; no se ha adjudicado el calificativo de “supremo”. Asumir este rol implica que tanto en lo administrativo como en lo jurisdiccional el TSE sabe lo que hace y ejerce liderazgo. Pero otra ha sido la historia.

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Erika Saldaña, colaboradora de la Sala de lo Constitucional

Erika Saladaña, 29 enero 2018 / El Diario de Hoy

Hay instituciones que deberían creerse un poco más el rol que les toca desempeñar. Tienen asignadas funciones trascendentales para el desarrollo del país, pero van a paso de tortuga o se conforman con ser simples pasapapeles. Tenemos una Corte de Cuentas prácticamente invisible en la fiscalización de la ejecución del presupuesto general de la nación, un Tribunal de Ética dormido, y así podemos ir analizando cada institución.

La campaña política indudablemente nos hace pensar en el rol del Tribunal Supremo Electoral (TSE). La última elección de diputados para la Asamblea Legislativa, concejos y Parlamento Centroamericano dejó a la vista la vulnerabilidad del máximo tribunal en temas electorales. Se dieron incidentes preocupantes y hasta vergonzosos, los cuales en un país civilizado obligarían a las cabezas de la institución a renunciar. Pero estamos en El Salvador.

EDH logEl conteo de votos duró alrededor de 72 días; difícil echarle totalmente la culpa al voto cruzado cuando solo el 7 % a nivel nacional hizo uso de esta forma de votación. En las Juntas Receptoras de Votos se anularon indebidamente más de 20,000 votos, lo cual quedó evidenciado con el recuento ordenado por la Sala de lo Constitucional para el departamento de San Salvador. Hubo demasiados casos de inconsistencias en las actas, se dieron lamentables desastres técnicos como la falla total del sistema de transmisión de datos y hasta la perdida de la fibra óptica.

Siempre he pensado que el TSE no se ha creído la parte final del artículo 208 de la Constitución, que lo cataloga como “la autoridad máxima en materia electoral”; no se ha adjudicado el calificativo de “supremo”. Asumir este rol implica que tanto en lo administrativo como en lo jurisdiccional el TSE sabe lo que hace y ejerce liderazgo. Pero otra ha sido la historia. En el proceso electoral pasado el TSE fungió como simple observador de los partidos políticos. Estos hicieron lo que quisieron el día de la elección y en el conteo de votos. Se supone que es el TSE quien tiene las reglas claras y debería ejercer el rol de árbitro imparcial, brindar apoyo técnico y estar listo para resolver los incidentes. Pero no. Fue un tribunal prácticamente de adorno.

Una labor más activa del TSE no solo se debería limitar al momento de las elecciones, sino desde el principio del proceso electoral. Pareciera que el TSE no establece ningún filtro para la inscripción de candidatos, obviando por completo que -en el caso de los diputados- estos deben cumplir con los requisitos de notoria honradez e instrucción; además, desatendiendo las prohibiciones para ser candidatos que establece el artículo 127 de la Constitución.

Un ejemplo de lo anterior: el actual Viceministro de Inversión Extranjera, José Luis Merino, se limitó a presentar un “permiso sin goce de sueldo” para ser inscrito en la lista del FMLN, a pesar que la Constitución establece que no podrán ser candidatos a diputados los viceministros de Estado. Avalar dicho permiso sin considerar el fondo de las incompatibilidades establecidas en la Constitución es una interpretación demasiado básica y sin fundamento. Primero, es exageradamente inocente pensar que el hecho de no recibir sueldo lo libera de la incompatibilidad; segundo, existe un acto deliberado de mantener el resto de prerrogativas que van con el cargo, como el fuero, teniendo en cuenta que hay senadores en Estados Unidos pidiendo que se investigue al viceministro por vínculos con el narcotráfico.

Un TSE más activo y acucioso habría dado más análisis a este tema y no conformarse con recibir un permiso sin goce de sueldo. Y como ese ejemplo quizá encontremos a personas con antecedentes penales y policiales activos, con juicios pendientes en distintas instancias jurisdiccionales, entre otras situaciones cuestionables, mientras el TSE se limita a no decir nada e inscribirlos.

Ojalá que el TSE se atreva a asumir el rol que constitucionalmente le corresponde, teniendo en cuenta que todavía falta la ejecución de dos elecciones y más de un año de camino. Ya suficiente tenemos en un país con problemas políticos, sociales y económicos, como para sumarle la desconfianza al ente encargado de supervisar el conteo de votos. Urge que el Tribunal Electoral se crea que es Supremo.

Trump en un mundo mejor. De Héctor Aguilar Camin

Nunca la humanidad ha vivido con tanto progreso y con menos violencia. La paradoja es que en este contexto Estados Unidos haya elegido a un presidente que es un emisario de la utopía regresiva y que representa un riesgo civilizatorio.

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Héctor Aguilar Camin, escritor mexicano, director de NEXOS

Héctor Aguilar Camin, 28 enero 2018 / EL PAIS

Siempre es buen momento para decir que todo anda mal. Quien celebra la bondad de sus tiempos cae bajo la ironía de Voltaire, encarnada en su invencible personaje Pangloss, quien, en medio de guerras y desastres sin fin, creía siempre estar viviendo en el mejor de los mundos posibles.

La novela de Pangloss, que lleva el elocuente nombre de su discípulo, Cándido, es una mordaz demolición del optimismo que acompaña al espíritu del progreso. El progreso existe, sin embargo, pese a Voltaire. El progreso material se prueba por sí solo en la calidad y la duración de la vida humana de hoy, comparada con la de hace 100, 500 o 2.000 años.

El progreso moral también puede probarse por el hecho extraordinario de que el hombre, el animal más peligroso del reino zoológico, es hoy menos sanguinario y cruel de lo que ha sido nunca en su historia. No vivimos en el mejor de los mundos posibles, como quería Pangloss, pero es un hecho que vivimos en el menos violento de los mundos conocidos.

el paisOigo reír al lector, pero esta es la materia asombrosa y consistente del libro de Steven Pinker: The better angels of our nature. Why violence has declined? (Penguin 2011). Pinker demuestra ahí, con lujo de estadísticas históricas, que la humanidad nunca ha sido menos violenta que ahora. Nunca ha muerto menos gente en campos de batalla, ni la guerra ha cobrado menos vidas, como en los últimos 50 años. Nunca la especie humana ha compartido valores civilizatorios tan altos.

La visión de Pinker es cualquier cosa menos un recetario de optimismos históricos. Es una exploración científica de la disminución de la violencia en la historia. Me extenderé un poco sobre los números de Pinker, porque contradicen el saber común, y vale la pena oírlos con algún detalle.

El lugar más seguro para vivir que ha existido en la historia de la humanidad es la Europa Occidental de hoy, donde el índice de homicidios es de 1 por cada 100.000 habitantes. La zona más peligrosa que ha existido nunca es la comunidad de Kato, California, en los años 1840, donde la tasa de violencia llegó a ser de 1.500 homicidios por cada 100.000 habitantes.

La exploración forense de sitios arqueológicos ha permitido medir la increíble proporción de seres humanos que morían violentamente en la prehistoria. En promedio, un 15% de las muertes totales: 524 homicidios por cada 100.000 habitantes. El primer gran arco de disminución de la violencia fue el fin del nomadismo primitivo, esencialmente predador, y la aparición de las sociedades agrícolas sedentarias, que dieron paso a distintas formas de Estado.

El lugar más seguro para vivir que ha existido
en la historia es la Europa Occidental de hoy.

El Estado fue entonces el gran pacificador. También fue el origen de las guerras subsecuentes de la historia: las pequeñas, las grandes y las hemoclísmicas.

Pero, en términos del proceso civilizatorio, como lo llamó Norbert Elías, la violencia que el Estado redujo fue superior a la que creó. El Estado teocrático azteca tenía una tasa de 250 homicidios; muy alta, pero la mitad de la de las sociedades prehistóricas, anteriores al Estado.

La Francia de la Revolución y de las guerras napoleónicas tuvo un promedio de 70 homicidios por cada 100.000 habitantes, cifra sorprendentemente baja comparada con la de siglos anteriores. Las guerras mundiales del siglo XX arrojaron tasas de violencia de 144 muertes en Alemania y 135 en la URSS.

Desde el fin de la II Guerra Mundial, el número de muertos en guerras, entre naciones, guerras civiles, guerras étnicas y religiosas, y actos terroristas, no ha hecho sino descender, al tiempo que asciende en todos los órdenes algo parecido a la “paz perpetua” imaginada por Kant, en la que triunfan, paso a paso, los mejores impulsos de la naturaleza del animal moral que es el hombre: la empatía, el autocontrol, el sentido moral y la razón.

La melancolía social no se disipa con estadísticas, desde luego: en los años en que menos seres humanos mueren en conflictos bélicos tenemos la sensación térmica de un mundo violento como nunca. La caída del muro de Berlín puso fin a la Guerra Fría y abrió paso a un momento de paz y prosperidad cuyo trofeo mayor fue la unificación de Occidente en los valores de la democracia, la prosperidad, el libre comercio, la cooperación entre las naciones, la globalización y el fin del fantasma de la hecatombe nuclear.

La construcción del muro de Trump resume y representa lo contrario: la llegada al poder, en la potencia hegemónica de Occidente, de un presidente cuya utopía regresiva (“Make America Great Again”) está construida con el viejo discurso de la discriminación racial, el rechazo al libre comercio, el unilateralismo diplomático, el aislacionismo estratégico y la amenaza nuclear, vertida en estos días sobre Corea del Norte.

El único riesgo es la confrontación nuclear,
con la que Trump amenaza a Corea del Norte

Apenas puede exagerarse la intensidad con la que se abren paso en los países centrales de Occidente algunos de los viejos demonios aislacionistas, nacionalistas, xenófobos, racistas y aún antisemitas. Es una oleada de regreso a lo peor del pasado ante la frustración por lo peor del presente. Explica por igual el Brexit, el ascenso del nacionalismo, la xenofobia y la derecha en Europa, así como la victoria de Trump, vocero de la parte más vieja, menos abierta al futuro, de su sociedad.

La paradoja no deja de ser inquietante: la sociedad más moderna del mundo ha elegido como presidente al emisario de una utopía regresiva que quiere volver el reloj de la historia atrás y reponer la grandeza pasada de Estados Unidos: con riesgo nuclear, con exclusión migratoria, con discriminación racial, con proteccionismo comercial, con bilateralismo diplomático, con aislacionismo, más que con responsabilidad de gran potencia.

Regreso a Pinker y a su visión del progreso civilizatorio. Si algo falta en ella es la sospecha trágica, probada por la historia, de que los mejores ángeles de nuestra naturaleza suelen ser vencidos por nuestros peores demonios. La primera guerra mundial interrumpe una de las más largas eras de paz y civilización conocida hasta entonces por Europa.

El proceso civilizatorio de los últimos cincuenta años tiene sólo un riesgo, uno solo, de tornarse súbitamente su contrario. Es el riesgo de una confrontación nuclear, el riesgo con el que Trump juega en estos días en su batalla de amenazas contra Corea del Norte. Si sus amenazas tienen efecto, si el dictador de Corea del Norte llega a convencerse de que efectivamente será, junto con su país, borrado del planeta, ¿qué incentivos tendría para no lanzar su propia bomba?

La deriva de Trump no solo representa un acoso a la civilización, sino un riesgo civilizatorio. De modo que vivimos en el menos malo de los mundos posibles, salvo Trump.

Lea también:
“Cosas buenas pueden pasar.
Los hechos corroboran el progreso”: Steven Pinker

 

El vicio del “mientras tanto”. Columna Transversal de Paolo Luers

Nuestro problema es la ausencia de políticas de largo plazo. En vez de generarlas, buscamos soluciones temporales.

paolo3Paolo Luers, 28 enero 2018 / El Diario de Hoy

Las medidas de emergencia y las soluciones “mientras tanto” son legítimas y necesarias, porque las soluciones integrales y de fondo siempre cuestan tiempo largo, y “mientras tanto” hay que aliviar los problemas. Lo que no es legítimo es quedarse con las soluciones provisionales, de emergencia, y dejar de construir, paso por paso, las verdaderas soluciones.

EDH logEste es el problema detrás de la crisis del TPS. Como dice su nombre, el TPS fue una medida temporal concedida por Estados Unidas, a raíz de los terremotos del 2001 que dieron nuevo impulso a la emigración. Han pasado 17 años y de repente un presidente, que llegó a la Casa Blanca con un discurso antiinmigrantes, suspende este programa temporal. Asustados por el posible impacto que esto tendrá sobre la comunidad salvadoreña y sobre nuestro país, ahora comenzamos a discutir lo que debiéramos haber discutido en el 2002: ¿Cómo conseguir soluciones migratorias permanentes para los salvadoreños en Estados Unidos? ¿Cómo podemos hacer para poner a nuestro país en condiciones para integrar a los que quieren regresar? En 17 años los sucesivos gobiernos salvadoreños no han construido nada, absolutamente nada, para gradualmente resolver estos dos retos. No hemos tenido una política hacia Estados Unidos para facilitar la integración permanente de los migrantes que quieren quedar en este país, ni tampoco hemos construido las condiciones para repatriar e integrar a los que así lo desean o están siendo deportados. Nos hemos conformado con la solución temporal, el famoso TPS, hasta que se acabuche. Ahora la Casa Blanca nos dio un plazo de 18 meses para hacer lo que en 17 años ni siquiera hemos comenzado a hacer.

Otro ejemplo: las “medidas extraordinarias”, elemento principal de la estrategia de seguridad del actual gobierno. Fueron decretadas hace dos años, porque el gobierno ya no hallaba cómo enfrentar dentro del marco legal normal la ola de violencia e inseguridad provocada por sus propias decisiones. Aunque nadie lo quería llamar así, estas medidas constituyen un Estado de Excepción, que por definición tiene que ser temporal y extraordinario, exclusivamente para hacer frente a un Estado de Emergencia. Se suprimieron derechos garantizados en la Constitución, en tratados internacionales y en nuestras leyes, no todos y no a toda la población, pero al sistema carcelario, a la población interna, a sus familiares e incluso a sus defensores. Se suprimió incluso el derecho a la información pública a prohibir a la prensa el acceso a los penales.

Un Estado de Excepción de este tipo es legítimo para responder a una emergencia. Por esto se llama un “de excepción” o “medidas extraordinarias”. Pero no puede ser la regla. No puede ser permanente. Pero ahora, por segunda vez, el gobierno solicita que estas medidas extraordinarias temporales se prolonguen un años más. ¿Medidas temporales para 3 años? ¿Por qué? Porque el gobierno no ha aprovechado los dos años de disponer de facultades extraordinarias para construir soluciones permanentes que resuelvan el Estado de Emergencia para que ya no se tenga que aplicar un Estado de Excepción con supresión de derechos constitucionales. Es más, ya están diciendo voceros del FMLN y del gobierno que quieren que las medidas extraordinarias se vuelvan ordinarias y permanentes, cambiando el marco legal. Con esta solicitud se tiene que enfrentar la Asamblea Legislativa ahora, en medio de una campaña electoral.

Ojalá que la Asamblea tenga la dignidad y el valor de mandarlos al carajo. La incapacidad del gobierno de gobernar sin muletas de medidas extraordinarias no puede justificar que convirtamos el Estado de Excepción y la suspensión de derechos constitucionales en ley permanente.

Las mismas consideraciones se pueden hacer en otros temas, donde las medidas provisionales sustituyen las políticas que construyen soluciones permanentes. Por esto tenemos cada año prórrogas para no aplicar leyes aprobadas hace años: el seguro obligatorio para vehículos, la renovación de la flota del transporte público… Prórroga tras prórroga, pero mientras tanto no damos ningún paso para resolver la emergencia.

Cambiar esto será la prioridad #1 para los que salgan electos en estas elecciones legislativas y en la elección presidencial del 2019.

@paololuers

«Cosas buenas pueden pasar. Los hechos corroboran el progreso»: Steven Pinker

La periodista y política española Cayetana Álvarez de Toledo presenta al pensador Steven Pinker. Una fascinante conversación sobre ilustración, optimismo, progresso, nacionalismo, populismo, y periodismo.

Segunda Vuelta

Steven Pinker

Steven Pinker, psicólogo, lingüista y escritor canadiense

Hay una demanda real para un periodismo constructivo y de calidad. Evidentemente, no puedes decir: «Oye, te voy a contar buenas noticias». Pero hay otro criterio que sí funciona y que es propio del periodismo: la rendición de cuentas. Si quieres que los poderosos rindan cuentas no puedes señalar sólo lo malo, porque eso les permite decir: como nada tiene remedio, da igual lo que hagamos. En cambio, si señalas las políticas que sí funcionan, entonces puedes denunciar con credibilidad todo aquello que va mal. Es tácticamente inteligente y además refleja mejor la realidad. Y la realidad es que el mundo no deja de progresar.

CAYETANA ÁLVAREZ DE TOLEDO

CAYETANA ÁLVAREZ DE TOLEDO, periodista y historiadora española, ex miembro del Partido Popular

CAYETANA ÁLVAREZ DE TOLEDO, 23 octubre 2017 / ELMUNDO.ES

«¿Me da tres minutos para arreglar mi habitación? No vaya a ser que me haya dejado un calcetín tirado por ahí». Espero en un pasillo de un hotel de Londres. Fuera diluvia, claro. De pronto: «¡Todo listo!» Habla un hombre sonriente, melena rizada blanca, entre Camarón abuelo y un angelito. Es uno de los más grandes intelectuales de nuestra época y va rumbo a Bruselas, invitado por Euromind. Cada uno de sus libros es un big bang y en febrero sale el próximo, un alegato en defensa del progreso y la razón.

¿Qué es un pinkeriano?
¿Un pinkeriano?
Sí, un pinkeriano.
Ah. Humm… Pues una persona que suscribe alguna de mis teorías.
¿Pero cuáles? Defínase. ¡Y defíname!
Pues… Acabo de recibir un paper en el que me califican como un liberal hobbesbiano. Pero aún no lo he leído, ¡así que no sé qué quiere decir exactamente! Digamos que soy un defensor de los valores de la Ilustración: la razón, la ciencia, el progreso y el humanismo.
¿Es un optimista condicional?
Soy un optirealista, término acuñado por el psicólogo Jacques Lecomte. Y un posibilista, como lo entiende Hans Rosling. Yo no profetizo. No digo: cosas buenas van a pasar. Digo: cosas buenas pueden pasar. Y lo digo porque los hechos corroboran el progreso. Por supuesto, pueden suceder desgracias que no anticipamos. Pero los seres humanos tenemos recursos para sobreponernos a ellas. Y lo más probable es que los utilicemos. Es el tema de mi nuevo libro Enlightenment now: The case for reason, science, humanism and progress, que se publicará en febrero. Precisamente hoy me han llegado los primeros ejemplares. ¿Le envío uno?
Sí, por favor. ¿Y en qué se distingue del libro de Matt Ridley, The rational optimist?
El núcleo se solapa con el de Matt. Pero yo me centro en las ideas que han hecho posible el progreso, que identifico claramente con las ideas de la Ilustración. También analizo las fuerzas que niegan el progreso: el nacionalismo, el populismo, la religión, la hostilidad de los intelectuales hacia las ciencias… Y amenazas existenciales, como el terrorismo.
Es su libro más político.
No es un manifiesto ni de izquierdas ni de derechas. Pero sí aborda asuntos políticos.
Parece un manifiesto contra el populismo.
Lo es.
Dice que los valores de la Ilustración necesitan una defensa comprometida, militante. ¿Quiénes son sus principales enemigos?
Para empezar el populismo autoritario, del que un particular líder americano es un moderno avatar.
¿Pero entonces es un libro contra Trump?
Unos me decían: «No puedes escribir sobre el progreso y sus amenazas sin hablar de Trump». Otros: «Tu libro será leído durante décadas. Trump es un bache. No pierdas el tiempo». Creo que el libro mantiene el equilibrio.
Pero la cuestión no es tanto Trump como que Trump tiene votantes. Estamos en Londres. La mayoría de los británicos decidió abandonar la UE, que con todos sus defectos es un espacio de progreso, convivencia y razón.
Sí, la irracionalidad tiene votantes y a veces son mayoría. Pero fíjese en la edad de los votantes de Trump, Brexit y los partidos populistas europeos de los últimos 15 años. La curva es clara: los jóvenes son mucho menos pro-populistas que los viejos. Y, frente a lo comunmente aceptado, la mayoría de la gente conserva las mismas opiniones políticas a lo largo de la vida. De forma que el futuro no será populista. El populismo decaerá a medida que los jóvenes de hoy se hagan mayores y los mayores abandonan este mundo.
¿Pero qué hacemos hoy? ¿Cómo logramos que los jóvenes voten y voten opciones racionales y no populistas?
Yo no soy un estratega político. Lo que hago es ofrecer los datos objetivos y, por tanto, los argumentos para defender un orden de democracia, ley y libertad. Las instituciones democráticas liberales han sido determinantes en el impresionante progreso de la condición humana. Y esto no se dice lo suficiente. La cultura política e intelectual lo oculta.
¿Por qué?
Porque los progresistas detestan el progreso. Hoy lo que define la percepción del mundo son los titulares y las anécdotas en lugar de los datos y las tendencias. Y además hay una equiparación absurda entre el pesimismo y la sofisticación. Los pesimistas son considerados más serios y moralmente superiores. Tienen prestigio intelectual.
¿Por qué?
Lo explicó un escritor económico americano: un pesimista parece que quiere ayudarte; un optimista, venderte algo. A los optimistas nos llaman ingenuos, panglosianos o directamente portavoces de la Cámara de Comercio o de Silicon Valley.
¿Y el pesimismo tiene una base biológica?
En parte, sí. La naturaleza humana tiene un sesgo negativo. Somos especialmente sensibles a la pérdida. Nos interesan más las noticias malas que las buenas. Nos afectan más las críticas de lo que nos animan los elogios. Existen más palabras negativas que positivas. Estamos pendientes de lo que pueda ir mal.
Pero el pesimismo también tiene fundamentos empíricos.
La Segunda Ley de la Termodinámica: una cosa puede ir mal de muchas maneras y bien de pocas. Esto da una oportunidad a los demagogos. Dicen: «Todo va mal, el sistema no tiene remedio, y como no tiene remedio vamos a destruirlo o a drenarlo, y como da igual a quién votes, vótame a mí». Pero yo insisto en la responsabilidad de las élites intelectuales. Éstas compiten por influencia y autoridad moral. Y nada otorga más prestigio que señalar desde fuera del poder todo lo que el poder hace mal. El intelectual siempre se siente superior al político, el economista o el funcionario.
Es una explicación un poco cínica.
Lo parece. Hay otro factor que contribuye al pesimismo colectivo: la ilusión cognitiva. Las cosas malas suelen ocurrir de golpe: un atentado, por ejemplo. En cambio, las cosas buenas, como el aumento de la esperanza de vida o el descenso en la criminalidad, se producen lentamente, porcentaje a porcentaje.
Se lo he oído decir: «Nunca hay un jueves de marzo que merezca un gran titular».
Así es. Esto se vincula con un rasgo de la naturaleza humana descubierto por Daniel Kahneman y Amos Tversky: la disponibilidad heurística. Los humanos valoramos el riesgo en función de recuerdos que nos vienen fácilmente a la mente. Recordamos las imágenes de los años 70, de niños africanos con sus barrigas hinchadas. Pero no tenemos imágenes de un niño africano desayunando, yendo al colegio, regresando a casa, un día tras otro. Lo mismo ocurre con el terrorismo. Las imágenes distorsionan nuestra percepción de la amenaza.
Su libro aborda la desigualdad, asunto especialmente querido por los populistas. Entiendo que discrepa de las tesis de Piketty.
Sí, yo creo que la desigualdad no es un elemento determinante del bienestar. Lo que es determinante es la pobreza. La cuestión no es si todos tenemos lo mismo, sino si todos tenemos lo suficiente. Siempre puedes lograr que una sociedad sea más igualitaria quemando la riqueza de la mitad más rica de la población. Pero eso no convierte a la otra mitad en más próspera. Históricamente, las fuerzas más eficaces en la generación de igualdad económica han sido las guerras, las epidemias, el colapso del Estado y las revoluciones violentas.
Pero la Historia es materia de olvido.
Siempre he puesto el énfasis en las ciencias. Pero ahora también lo hago en la Historia. La gente olvida los horribles hechos del pasado. Hay que recordar de dónde venimos. Y no me refiero a siglos atrás. Los índices de terrorismo en Europa occidental eran mucho mayores en los años 70 y 80 que ahora. E incluyo los ataques del ISIS. Hay que recordar los pubs de Cardiff arrasados por el IRA. Los cien asesinatos anuales de ETA. Ahora hay atentados del ISIS, pero matan a menos personas que entonces. Lo mismo ocurre con las guerras.
¿Y cuál es la explicación del estado de malestar de la juventud? ¿Es la cara b del estado del bienestar?
En parte. En mi libro reproduzco un monólogo del comediante americano Louis C.K., en el que dice: «¿Te quejas de que tu avión se ha retrasado 40 minutos? ¿Lo calificas como el peor día de tu vida? ¿Y luego qué ocurrió? ¿Te pusiste a volar por el aire como un pájaro? ¿Estabas sentado en medio del cielo, como un dios griego? ¿Y luego qué? ¿Tu avión aterrizó suavemente gracias a unas ruedas que ni siquiera sabes cómo se inflaron?» Damos por hecho las comodidades de presente como si fueran inevitables. No lo son.
Todo parte, entonces, de una incomprensión básica del estado natural de las cosas.
Por eso empiezo el libro con un capítulo que se titula: Entro, Evo, Info. Entropía, Evolución, Información. El estado natural del universo es que la cosas se caigan a pedazos. No podemos esperar facilidades, suficiente comida, casas cómodas. Al contrario: miseria y caos. Tampoco la misión de la evolución es convertirnos en hombres y mujeres felices. Lo natural es una lucha entre organismos: unos queremos comernos a otros; otros quieren evitar ser comidos, y los terceros -las enfermedades- quieren matarnos a todos. Lo increíble es que hayamos logrado prosperar mediante la aplicación acumulada del ingenio humano. Pero la gente quiere creer que la riqueza y la felicidad son el estado natural de las cosas. Y cuando no las obtienen buscan culpables.
Como los niños.
Exactamente. Es un impulso infantil.
Usted describe un mundo adulto, del que se deriva una política adulta. Si no hay culpables, el responsable soy yo: mis genes, mis dones, mis decisiones. Este concepto de responsabilidad no está de moda.
No lo había formulado así. Pero el concepto de política adulta me gusta y coincide con el texto fundacional de la Ilustración –¿Qué es la Ilustración?– en el que Kant escribió: «La Ilustración es la emergencia del hombre de su autoimpuesta inmadurez».
Ha dicho que el progreso no es inevitable. ¿Por qué? El conocimiento es acumulativo.
Puede haber horribles retrocesos: guerras, epidemias como el Sida… El progreso no es una ley del universo. Pero cuanto mejor entendamos el universo mejor equipados estaremos para procurar el bien de la humanidad. Esa gran frase de Chéjov: «El hombre será mejor cuando le enseñes cómo es». La ciencia, la razón y el humanismo no nos vienen dados de fábrica. Pero están sus semillas. Tenemos la capacidad para la simpatía y la compasión. Por defecto, sólo las extendemos al círculo de familiares y amigos. Una de las innovaciones de la Ilustración fue precisamente coger esa nuez de simpatía y extenderla a toda la humanidad.
Esta simpatía restringida se exhibe ante un atentado o accidente. Inmediatamente pensamos: ¿ha muerto uno de los míos? Y luego: ¿ha muerto un español? En su caso, un canadiense, supongo. Es el llamado «kilómetro sentimental»..
Kilómetro sentimental! Formidable. Sucede con el debate sobre una posible guerra en la península coreana. Incluso sin un ataque nuclear, podrían morir millones de personas. «¡Incluyendo a 40.000 americanos!», dicen.
Describe usted una sociedad con dos capas. Unos expertos que toman decisiones racionales en aras del bien común, frente a una sociedad parcialmente arrastrada por sus pasiones. ¿No es una visión maniquea, injusta?
Tiene que haber una hipocresía benigna. El Gobierno tiene que estar dirigido por expertos y al mismo tiempo ser capaz de responder a los intereses de los ciudadanos. Los votantes deben sentir que ellos guían la política, aunque lo hagan otros por delegación. En todo caso, antes de abandonar toda esperanza y decir que las masas son irracionales y punto, hay que fijarse en una circunstancia. Existe un proceso, que aún no entendemos bien, en el que los argumentos racionales de las élites devienen mainstream. Son asumidas por todos. Un ejemplo es la criminalización de la homosexualidad o el propio matrimonio gay. Ha dejado de ser un asunto polémico. Lo mismo ocurrió con la segregación racial. O con el derecho de las mujeres a trabajar fuera de casa. Es un proceso viral, que afecta a toda la población. Y una gran esperanza para el progreso.
¿La xenofobia es una tara natural?
Sí, el hombre es por naturaleza xenófobo. En Estados Unidos, sin embargo, el auge xenófobo contra el que tantos alertaban como consecuencia de los ataques islamistas no se ha producido. No sé en Europa.
En España lo que hay es xenofobia contra los étnica, jurídica y culturalmente iguales.
¿Catalanes contra castellanos?
Nacionalistas catalanes contra el resto de españoles, incluidos los catalanes no nacionalistas. En su libro usted señala al nacionalismo como uno de los enemigos de la democracia liberal y del progreso. Sin embargo, el 1 de octubre escribió un tuit elogiando un artículo publicado en The Atlantic. Decía: «España debe aprender de Canadá: los referéndums reducen la tensión. El separatismo está muerto sin violencia». Compara el referéndum legal de Quebec con el ilegal de Cataluña. Y sobre todo ignora que el referéndum catalán ataca los derechos de los 48 millones de españoles a decidir sus fronteras, su ciudadanía, su futuro.
¡Esto debería enseñarme a no disparar tuits sin educarme a fondo sobre la materia! Estaba respondiendo desde la inquietud ante la detención de personas por actividades no violentas. Esto choca con el principio de libertad de expresión. Y tiende a generar más oposición, por comparación con las políticas más blandas y pacientes. Pero yo me opuse a la independencia de Quebec y desde luego me opongo al tipo de nacionalismo que cree que el Estado es un avatar de un alma étnica, religiosa, lingüística o racial, y que un grupo étnico sólo puede prosperar si tiene su propio Estado-nación. El mundo tiene más de 5.000 grupos étnicos o culturales, y no todos pueden tener estados. Además, la gente se mueve y se mezcla, así que no hay nada como un estado étnicamente homogéneo salvo que haya una limpieza étnica violenta. Un estado debe basarse en un contrato social entre personas que ocupan un territorio, no en una identidad étnica. Esa idea es el gran regalo de los Estados Unidos al mundo. Estados multiétnicos son la regla, no la excepción.
La crisis de Cataluña ejemplifica la tesis de su libro sobre el vínculo entre los valores de la Ilustración y el progreso. En los últimos días más de 800 empresas se han marchado, empujadas por la tensión social y la inseguridad jurídica generadas por el separatismo.
Algo similar ocurrió en Quebec en los años 70. Empresas se fueron en masa. Yo también me marché. Mi generación se marchó. Yo fui al colegio en Montreal y nuestra reunión de ex alumnos fue en Toronto. Por otra parte, no sé cuál será el futuro de Cataluña, pero en Quebec sufrimos algo de terrorismo a principios de los 70, un muerto, pero luego nada. La gente se irrita. Hay tensión. Malos sentimientos. Pero por oposición a las guerras secesionistas o el terrorismo, al final Quebec fue bastante civilizado. De momento no hay terrorismo en Cataluña…
Lo hubo, brevemente, a finales de los 70. En todo caso, el separatismo es violento por definición. Violenta la convivencia, la razón y, en el caso catalán, también la ley. Sin embargo, a ojos del resto del mundo, a veces logra parecer racional. Esto también tiene que ver con su libro. Le daré un ejemplo: el Estado español tuvo que usar su fuerza legítima para evitar el referéndum ilegal catalán. The Guardian y otros medios han reconocido que muchas de las imágenes publicadas de la presunta represión policial eran falsas. Pero ya era tarde. Líderes e intelectuales de medio mundo criticaron a España por su presunto autoritarismo. ¿Cómo se defiende la democracia en tiempos posmodernos, tan hipersensibles a la imagen y tan vulnerables a la mentira?
Esto es un asunto agónico en el corazón del propio concepto del Estado, y no hay una respuesta definitiva ni algorítmica. Desde luego la verdad está por encima de todo lo demás. Y tanto la prensa como los gobiernos deben estar sometidos a los más altos estándares de objetividad y exactitud. Por otra parte, el Estado debe utilizar la menor violencia posible, salvo para prevenir una violencia o un daño mayor. En mi opinión, esto es casi una definición de la democracia. Dónde trazar la línea, cuando la propia democracia está amenazada, es un problema extraordinariamente difícil. La violencia del Estado debe ser el último recurso. Aunque a veces uno tiene que usar el último recurso.
¿Y cómo se combate el nacionalismo? ¿Cómo se convence a millones de ciudadanos de que vuelvan a la razón? ¿Cómo se les explica que vivimos en la época más próspera y libre de cuantas se hayan conocido?
Para hacer que las masas asuman criterios racionales hacen falta políticos inteligentes con mensajes eficaces. Hay que dirigirse a la gente que sí escucha argumentos. Demostrarles con datos objetivos que las cosas van bien, sobre todo comparado con el trasfondo de caos y miseria que es nuestro estado natural. No vayamos a arruinarlo todo. Intentemos mejorarlo. Como hicimos en el pasado. Sabemos que el nacionalismo en general es atávico, arcaico y condujo a dos guerras mundiales. El orgullo nacional no es incompatible con la cooperación internacional. Tenemos sentimientos tribales, pero somos de muchas tribus.
Tony Judt definió bien el carácter múltiple de la identidad. Somos «edge people» , dijo.
No conozco el artículo de Judt. Envíemelo, por favor. Los demagogos y muchos intelectuales insisten en que las personas sólo tenemos una identidad. No es cierto. La psicología humana admite muchas identidades solapadas… Lo cierto es que el papel de los intelectuales ante el nacionalismo es deprimente.
¿Por simplificadores?
No tanto. El problema es que reúnen todos sus recursos intelectuales para empujar una idea hasta el extremo. En el libro analizo la triste historia de los intelectuales que han servido a déspotas totalitarios. Mark Lilla también ha escrito sobre el tema en The Reckless Mind. Pero el primero en señalar este fenómeno fue Julien Benda en La traición de los intelectuales. No hay un solo dictador del siglo XX que no haya contado con una corte de intelectuales.
En una conferencia, le oí citar la frase que Isaiah Berlín tomó prestada de Kant: el fuste torcido de la humanidad. ¿Es posible emocionar desde la razón? Inténtelo.
No tengo talento oratorio, pero lo intentaré: Creo que debemos comprender que hemos nacido en un universo sin piedad. Somos fuste torcido. Tenemos cantidad de defectos. El proceso que nos engendró no tenía un interés benévolo en nuestra felicidad. Pero fuimos dotados de algunos dones que nos han dado la oportunidad de redención. Tenemos la capacidad de empatía y compasión. Nuestras mentes nos permiten tener pensamientos sobre nuestros pensamientos. Tenemos la capacidad del lenguaje: podemos acumular nuestras ideas y compartirlas. Y al expandirse nuestra simpatía y al acumularse los frutos de nuestro ingenio colectivo podemos lograr pequeñas victorias frente a las fuerzas que nos oprimen. Si prestamos atención al estado del mundo, veremos que hemos logrado estas pequeñas victorias. Y como no hay límite al ingenio humano, no hay límite a las mejoras que podemos prever. Esto no significa que tendremos un mundo perfecto. No puede haberlo porque no somos idénticos. Ese es el gran hallazgo de Berlín: el mejor mundo al que podemos aspirar acepta un compromiso entre intereses y valores. Podrá inquietarnos que el mundo nunca vaya a ser perfecto, pero lo cierto es que existe un inmenso margen para el progreso. Hay fuerzas que naturalmente empujan en esa dirección. Cuando tenemos más conocimiento, nos conectamos más. Al expandirse el círculo de conexión, gentes de diversas culturas se juntan en defensa de intereses comunes. Llaman a priorizar el progreso humano porque tienen en común su humanidad. Y porque a pesar de todas las discrepancias culturales o nacionales, hay un fundamento básico de intereses comunes. Todos coincidimos en que la vida es mejor que la muerte. En que la salud es mejor que la enfermedad. En que la prosperidad es mejor que la pobreza. En que la seguridad es mejor que el peligro. En que la paz es mejor que guerra. Y en que el conocimiento es mejor que la superstición o la ignorancia.
Su alegato dibuja una nueva política. Una política que puede ser compartida por todos los que creen en los valores de la Ilustración y el progreso frente a quienes los atacan: los nacionalistas, los populistas, los identitaristas…
Los gendarmes de la corrección política…
Lo que quiero decir es que, al escucharle, pienso que no sólo hay margen para el progreso, sino también para un nuevo consenso. ¿Eso no debería llevarnos a rediseñar las fronteras ideológicas tradicionales? En vez de izquierda y derecha, ilustrados y reaccionarios.
Sí, o como leí precisamente ayer: upwing y downwing.
Hablemos de los medios. Tenemos un ecosistema mediático fragmentado y polarizado, en el que proliferan las noticias falsas. ¿Cómo afecta esto a la capacidad de los votantes para tomar decisiones racionales y sensatas?
Ya había mucha desinformación en los viejos días de los periódicos de papel. Los hechos que desembocaron en la Primera Guerra Mundial, en Vietnam, en la Guerra de Irak… Muchos intelectuales creían que la Unión Soviética de Stalin o la China de Mao eran éxitos. Teorías conspirativas, rumores virales, fake news y libelos como los Protocolos de los sabios de Sion son propios de todas las épocas.
Pero entonces en la lucha contra la mentira no progresamos.
Hoy tenemos nuevos desafíos, pero también nuevos instrumentos para abordarlos: webs dedicadas al fact-checking, como Snopes o Politifact, o el milagroso Wikipedia. Dicho esto, es crucial que los periodistas dejen de utilizar el corrosivo posverdad, que sugiere que la precisión es imposible y que el único arma contra la demagogia es más demagogia.
¿Cuánto nos importa que nos mientan?
No nos gusta que nos mientan. Pero la gente relaja sus estándares de exigencia, a veces a cero, cuando se trata de afirmaciones que refuerzan la virtud de su grupo y demonizan a sus enemigos. Estas afirmaciones han sido calificadas como «mentiras azules», un juego sobre la expresión «mentiras blancas». El objetivo de las mentiras blancas es adular al individuo. El de las mentiras azules, al grupo. Y las mentiras azules gustan.
¿Y esa vieja falacia periodística: «la verdad objetiva no existe, sólo hay versiones»?
Existe un acuerdo paradójico y perverso entre los ideólogos trumpianos de los hechos alternativos y los posmodernistas de la extrema izquierda. Afortunadamente, la izquierda posmoderna no tiene ningún prestigio entre la gente. Sin embargo, su influencia en el mundo intelectual sigue siendo notable.
De nuevo, los reaccionarios se tocan.
Kellyanne Conway parece una intello francesa de los 70. Trump, ¡la encarnación de Derrida! Pero hay movimientos en la buena dirección. Los periódicos todavía conservan un cierto prestigio. Y empieza a haber profesionales dispuestos a desafiar la vieja idea de que sólo las malas noticias son periodismo serio.
Tiene usted un gráfico que muestra que las noticias son cada vez más negativas a pesar de que el mundo va cada vez mejor.
Como dijo Max Roser, los periódicos podrían titular: «37.000 personas salieron de la pobreza ayer, y cada día de los últimos 30 años». Pero jamás lo hacen. El resultado es que la gente cree que la pobreza mundial ha crecido cuando ha caído de forma drástica.
¿Promueve usted un periodismo positivo?
Llamémoslo periodismo constructivo o periodismo de soluciones. Dos de sus promotores son David Bornstein y Tina Rosenberg, y su columna Fixes en The New York Times tiene cada vez más seguidores.
Vender periódicos con noticias positivas: un verdadero desafío comercial.
Hay una demanda real para un periodismo constructivo y de calidad. Evidentemente, no puedes decir: «Oye, te voy a contar buenas noticias». Pero hay otro criterio que sí funciona y que es propio del periodismo: la rendición de cuentas. Si quieres que los poderosos rindan cuentas no puedes señalar sólo lo malo, porque eso les permite decir: como nada tiene remedio, da igual lo que hagamos. En cambio, si señalas las políticas que sí funcionan, entonces puedes denunciar con credibilidad todo aquello que va mal. Es tácticamente inteligente y además refleja mejor la realidad. Y la realidad es que el mundo no deja de progresar.

El círculo vicioso de El Salvador. De Manuel Hinds

El obstáculo más grande para el desarrollo del país no es económico, sino político, ya que una parte minoritaria pero substancial de la población apoya ideas y políticas que detienen la inversión y obstruyen el desarrollo económico del país.

manuel hindsManuel Hinds, 26 enero 2018 / El Diario de Hoy

El regreso de los que habían estado amparados en el TPS, que pueden sumar casi 200,000 personas, representa un reto enorme para el país, tan grande que podría convertirse en la crisis más grande que ha sufrido la economía del país en su historia. La cifra representa el 3.1 % de su población. Si esto le sucediera a Estados Unidos, tendría que absorber 9 millones de habitantes en 18 meses.

EDH logDe acuerdo con cifras del Bureau of Labor Statistics de Estados Unidos (USDL-18-0024), el total de empleos civiles en ese país aumentó en 1.8 millones de puestos de trabajo (de 152.2 a 154.0 millones) de diciembre de 2016 a diciembre de 2017. Esto quiere decir que poder generar empleos en número suficiente para absorber los 9 millones Estados Unidos se tardaría 5 años con 2 meses, suponiendo que nadie más necesitara trabajo. Y esa es una economía sana creciendo fuertemente. En El Salvador el tiempo de absorción sería mucho más largo, si es que si se pudiera realizar, ya que la demanda interna caería por la falta de las remesas que los que van a venir ya no mandarían —lo cual llevaría a pérdida en puestos de trabajo que podrían anular el crecimiento normal de los empleos.

Es obvio que hay que acelerar drásticamente la inversión privada en el país, utilizando el talento empresarial que existe ya en El Salvador y el de los que vengan deportados de Estados Unidos. La capacidad de invertir de los que vengan no debe ser sobreestimada, sin embargo. Han vivido toda su vida en Estados Unidos y tendrán mucha dificultad para adaptarse a la vida aquí, por diferencias en el ambiente y por las diferencias en ingresos. Todo lo que es fácil en Estados Unidos (invertir, armar una empresa) es difícil en El Salvador, y todo lo que es celebrado en Estados Unidos (la inversión, crear puestos de trabajo) es visto con envidia y agresividad aquí por el gobierno y su partido.

Más aún, son muy pocos los empresarios entre ellos y son muy pocos también los que tienen estudios avanzados. Una buena parte del resto han trabajado en servicios de bajo valor agregado (como construcción, limpieza de edificios, jardinería), que en El Salvador pagan salarios muchísimo menores que en Estados Unidos. La mayor parte de la inversión tendrá entonces que venir de los salvadoreños viviendo aquí.

El problema es que si hay algo que está muy bajo en El Salvador es la inversión, por tres razones básicas. Una es que no hay nada que desestimule más la inversión que la amenaza de que el objetivo último del partido de gobierno es confiscar las empresas privadas, una amenaza que el FMLN ha hecho varias veces, y que incluyó oficialmente en el documento que emitió en su convención realizada hace un par de años. Esto limita enormemente las inversiones en el país. Ni los empresarios de aquí ni los de allá van a querer invertir fuertemente en el país con esas amenazas.

La segunda razón por la que la inversión no crece en el país es que el exceso de burocracia aumenta enormemente los gastos de las empresas, reduciendo aun más el número y la naturaleza de las empresas que pueden ser rentables y sujetas de inversión. El tercer problema es la violencia y el dominio que ejercen las maras en gran parte del país, no solo con asesinatos sino con cobros por operar y entrar a poblaciones y barrios.

Estos problemas demuestran que el obstáculo más grande para el desarrollo del país no es económico, sino político, ya que una parte minoritaria pero substancial de la población apoya ideas y políticas que detienen la inversión y obstruyen el desarrollo económico del país. La falta de ese desarrollo convence más a esta minoría de que hay que destruir a los sectores que podrían desarrollar al país si solo dejaran de amenazarlo y atacarlo, en un fatal círculo vicioso que ha impedido el desarrollo por cinco décadas, desde que el FMLN comenzó su ataque contra la empresa privada. Los que no quieren que el país tome el rumbo de Cuba y Venezuela son muchos más, pero, por tonterías, no logran unificarse. Este es el problema del país.