Luis García Mora

Un hombre llamado Baduel. De Luis García Mora

Baduel saliendo de la cárcel militar Ramo Verde. Fotografía de El Universal

Baduel saliendo de la cárcel militar Ramo Verde. Fotografía de El Universal

 

Luis Garcia Mora, periodista venezolano

Luis Garcia Mora, periodista venezolano

Luis García Mora, 16 agosto 2015 / PRODAVINCI

Soltaron a Isaías Baduel.

Y esto no es cualquier cosa. Baduel era un preso de Chávez, su preso particular, su preso personal. Quizás su preso más odiado.

¿Por qué? Por razones muy sencillas, si nos metemos en la cabeza de aquel  todopoderoso: Baduel lo liberó. ¡Oh, pecado! Y se convirtió en el héroe, cuestión que a Chávez le resultaba inadmisible, por lo que casi inmediatamente después de haberlo nombrado general en jefe y entregarle, como agradecimiento (de él, del líder superior), el ministerio de la Defensa, comenzó una operación propagandística del 2002 al 2006, en su estilo cubano, para quitarle copete.

Para dejarlo plano. Para evitar desafíos, y así levantar su épica desde la “historia oficial” (no autentica, por supuesto) de que “el pueblo derrotó a los golpistas”, que una movilización espontánea y hasta fantasmal de seis o siete millones de personas, lo habían devuelto al poder luego de aquellas 48 horas de infarto (para todos) en que cayó y regresó.

Y aquel acto heroico de Baduel, peligrosísimo para la imposición y credibilidad de una ansiada y nunca lograda épica “revolucionaria”, aquella operación de un innegable nivel estratégico, militar y político de inclinar el fiel de la balanza y jugarse el pellejo (y admitámoslo: muy por encima de quienes se pusieron al frente de aquel manotón católico-militar, en que jamás estuvieron preparados ni operativa ni mentalmente para asumir el poder), desapareció en el aire.

Como todo megalómano al fin, a la capacidad de Chávez de dominar a las masas como nadie se sumaría la obsesión de superioridad política e intelectual sobre cualquier rival potencial. “Ni padre, ni madre, ni perro que le ladre”

Y en esto (como Hitler, sí, aunque, claro, las distancias son anchas) comenzó a entrar en juego, después de regresar al poder, algo que no habíamos conocido en nuestra experiencia democrática: La adopción de una postura por parte de un cuasi dictador todopoderoso e indestituible, libre de las ataduras de cualquier constitución o división de poderes, en la que se desligaba en Miraflores de toda forma conocida de dirección colegiada.

Y comenzó a funcionar la omnipotencia plena de un presidente electo a quien nadie (absolutamente nadie) podía pedirle cuentas.

Junto a algo más que en cierta forma implicaba una monstruosidad: la subordinación de la política y calendario de un jefe del Estado a la presumible duración de su vida terrenal.

Con lo que postulaba y practicaba su propia insustituibilidad. Y así, Baduel, su propio salvador y compadre, a pesar (o precisamente por ello) de su inmenso liderazgo en las FAN, y su ascendencia, su auctoritas y su reconocimiento como tal, se tornó para Chávez en algo realmente insoportable.

Lo sabía militarmente superior, y realmente lo era. Aparte de que además, como lo hizo Gómez con Castro, se acababa de demostrar en los hechos.

Nadie, nunca, como el general Isaías Baduel dentro del “proceso revolucionario” –y esto es algo que siempre ha pasado por debajo de la mesa- le latió desde tan cerca a Chávez.

Baduel. Un tipo entre enigmático y firme, que tiene una historia muy interesante.

Durante los sucesos del 11-A para inclinar el fiel de la balanza contra el golpe, se requería de la instauración inmediata de un centro de comando político clave que atrajera a los anti-golpistas. Que hasta el 12-A había sido Chávez, y que, tras su detención, desde la 42 brigada de Infantería Paracaidista de Maracay, lo constituye el general Baduel. Es a quien contacta Fidel Castro, es quien genera y encuentra el apoyo y orienta al sector militar. Y a quien ni las amenazas de ataques aéreos con F-16, contra los cuales no había armas de defensa, ni la amenaza de un ataque con tanques, amilanó. Y supo del golpe y lo paró.

Y este constituiría, digamos, su primer acto político. De envergadura, claro está, y militarmente victorioso. Ya que el segundo, y este estrictamente político y también muy trascendental, no resultaría para él victorioso. Que fue su actuación frente al Sí, (también corajuda) durante el famoso referendo constitucional de 2007.

Entre el año 2002 y el 2007, cuando pasa a retiro, algo ha cambiado en este hombre.

Al retirarse en 2007 Baduel declara que se aparta de la vida pública a trabajar en su hacienda y a reflexionar. Un paréntesis que termina en su irrupción pública en el debate de la reforma constitucional promovida por Chávez, de manera fundamental para reelegirse indefinidamente en el poder.

Pareciera que en ese momento, si nos atenemos al testimonio decisivo de su tal vez mejor conocedor, Heinz Dieterich, que en Baduel y su equipo (Dieterich incluido, creo) nacen señales de una alta preocupación frente a Chávez y la evolución del proyecto bolivariano.

El escaso vigor en el combate a la corrupción. El desarrollo inflacionario de la economía. Y, sobre todo, en la discrecionalidad rampante en el uso de los ingresos de PDVSA y en la falta de definición institucional del socialismo del siglo XXI.

En fin, de la inviabilidad y el colapso del modelo.

Lo que lleva a pensar a Baduel, que se considera un hombre de leyes, que desde 1999 el Gobierno no ha logrado reducir el bloque opositor (fijo en su 35-40%), lo que evidentemente constituye una poderosa plataforma ante una crisis para un salto al poder, y que para evitar ese futuro incierto, lucía impostergable el abrirse al resto de la nación. Para lo que se habría considerado necesario que el Supremo y Baduel llegaran a un acuerdo negociado, basado en una “alianza estratégica entre un centro político, que lideraría Baduel, y el (chavismo) bolivarianismo”.

Esta “tesis de la alianza” es considerada en su momento, desde algún ángulo “revolucionario” y ante el peligro cierto de una derrota absoluta o relativa del Sí, como la única posibilidad de impedir que se abriese (como en efecto ocurrió después) “una fase tendencialmente caótica”.

Eran obvias las debilidades estructurales de un modelo que amenazaba con hacer crisis desde la economía en 2008. Y para Baduel era necesario ese pacto estratégico entre ambas fuerzas, no solo para proteger el proceso, sino también para volver “al espíritu democrático original del Samán de Güere”.

Se considera posible este imposible (dada la personalidad ahora sí autoritaria y megalómana del Supremo, y que uno cree que Baduel y Cía. no consideraron  acertadamente), dado el ejemplo reciente tras el conflicto con Arias Cárdenas.

Que había llegado a decir textualmente en RCTV que Chávez era un “asesino”, una “persona enferma” y “jefe de una banda de delincuentes”, para luego ser llamado para entregársele la embajada en la ONU y convertirse en el jefe del PSUV en el Zulia.

“La política es el arte de las alianzas posibles”, dice alguno, y se apuesta a la responsabilidad de ambos para resolver la crisis política de entonces, y la crisis económica inmediata.

Y Baduel escoge el momento que garantizaría el máximo efecto del impacto sorpresa que iniciará su carrera política: el inicio de la campaña por el Sí, y de las protestas y sacudidas.

18 días antes había apoyado la reforma. Y he aquí que inesperadamente el 5 de noviembre de 2007, el general en jefe y ministro de la Defensa Raúl Isaías Baduel se manifiesta en contra de la reforma constitucional promovida por Chávez y por la Asamblea, llamando a levantarse ante lo que consideraba un momento crucial en la historia moderna venezolana.

En la jugada perdería de calle el apoyo que tenía dentro del “chavismo duro”, pero apostó al apoyo en el centro y en los bolivarianos decepcionados, para compensar esa pérdida de capital político. Pero materializaría ese centro político inexistente (hasta el día de hoy) en él, y obligaría a Chávez a pactar.

No. No ocurrió completamente así. Pero ocurrió algo que Chávez jamás le perdonaría.

El golpe de opinión lo sacudió todo.

Rompía abiertamente con el Presidente, Y, peor (en esto Dieterich tiene razón), con el proyecto que Chávez había configurado desde 2003.

Y, por el momento escogido, el golpe fue brutal.

Se pensó que si el Presidente no ganaba el referéndum o lo ganaba con menos el 60% de los votos, se vería obligado a convocar unas nuevas elecciones, por lo que la convocatoria al No era mucho más que una simple cuestión electoral constitucional. Configuraba “la batalla decisiva” contra el proyecto de país que Chávez había imaginado durante 4 años.

Cambios fundamentales, que ambicionaba instituir y que después de perder la consulta se vio obligado a pretender imponer por la fuerza.

Pero Baduel le había hecho un tremendo bien al país.

Primero, con su conducta reforzó todas las fuerzas del No. Y luego anuló cualquier abstención como opción.

Y, esto, Chávez jamás lo perdonaría.

En abril de 2008, la diputada Iris Varela (de la absoluta confianza de Chávez) denuncia al general Baduel por haber recibido presuntamente un millón 277 dólares de la NED (National Endowment for Democracy), y Baduel es arrestado por agentes de la DIM acusado por corrupción, y el 7 de mayo de 2010 condenado a casi 8 años de prisión.

Hasta esta semana cuando, también sorpresivamente, ha salido en libertad.

Es el único ministro del régimen que ha sido acusado de corrupción.

Un régimen, como decía alguien muy acertadamente, “Sin ideas, ética ni iniciativa”. Enredado en una maraña de intereses entre políticos, empresarios y militares,  con unas cabezas al frente que no aceptan ni consejos ni razones y que controlan todos los aparatos del oficialismo.

Y al parecer decididas a arrastrar todo consigo dentro de una crisis económica y social que según dicen amenaza con ser peor que la de Grecia.

Un Gobierno (como también dicen) incapaz de negociar cualquier cosa, o de establecer cualquier alianza internacional significativa.

Tal como (anticipadamente) lo previó aquella vez Raúl Isaías Baduel.