Felicidades. Ganaste y esta
vez no te pueden arrebatar el triunfo, como en aquella elección entre
vos y Schafik. Pueden decir que apenas ganaste con una diferencia muy
estrecha, pero ganaste a pesar de todo. A pesar del padrón depurado,
reducido por la dirección saliente a un número ridículo de 39 mil
fieles.
Aunque todavía no lo quieren
reconocer oficialmente, sos el nuevo secretario general del partido.
Normalmente, en la tradición ortodoxa en la cual se enmarcó el FMLN,
esto significaba el poder total. Compañero secretario general, ordene…
Incluso Gorbachov, una vez nombrado secretario general, pudo usar el
poder de este cargo para desmontar el bloque socialista y al fin la
Unión Soviética.
En el caso tuyo, habría que ver si
este cargo realmente te dará el control del partido y el poder de
transformarlo. Todavía no se sabe quiénes fueron electos al Consejo
Nacional y quiénes saldrán nombrados para la Comisión Política. A lo
mejor tendrás que compartir el poder con dirigentes que se opondrán a
cualquier intento de tocar los dogmas ortodoxos que según ellos son el
corazón de la identidad revolucionaria del Frente…
Entonces, tu método tiene que ser
abrir un gran debate sobre cómo redefinir el rol de la izquierda en
nuestro país. Este debate tendrás que abrirlo siempre, incluso cuando
tuvieras el control del Consejo y de la Comisión Política, porque los
virajes políticos de los partidos nunca funcionan por decreto, tienen
que pasar por un debate abierto, sincero y profundo. De todos modos, de
nada sirve una transformación democrática del partido si no lográs
convencer e incluir en el viaje a la mayoría que hasta la fecha ha
apoyado a la dirigencia anterior y sus dogmas.
El debate de una sola vez tiene que
ser público. No es un debate interno que va a resolver la crisis de tu
partido, es un debate entre el Frente y la sociedad.
Empezando con el debate sobre el
punto que ha estado detrás de la campaña interna, con acusaciones
mutuas, insinuaciones y rumores: ¿Cómo posicionarse ante el nuevo
gobierno? ¿Cómo posicionarse ante un hombre que canibalizó al FMLN para
ganar la presidencia? ¿Cómo
posicionarse ante un presidente quien desde el poder enfila todas sus
armas contra el Frente para darle el tiro de gracia no para tomar su
lugar como expresión de izquierda, sino para consolidar su poder?
Existe el rumor que tú vas a buscar la supervivencia del Frente conduciéndolo a una alianza con Bukele. Una vez que salgas del pleito sobre los resultados de la elección interna, esta es la primer duda que tenés que aclarar, con palabras y con hechos. Porque si el Frente se alinea con su verdugo, ya no habrá nada que hacer, sea quien sea quien conduzca a este partido al patíbulo. Nuevamente felicidades, Oscar. Hoy todo depende de vos. Ya no hay excusa de no escoger el camino correcto. Si lo escogés, tendrás mucho apoyo.
Se acabó. Con más penas que glorias, a Salvador Sánchez Cerén se le
terminó su gestión como presidente de la República. Según quienes le
escriben los discursos, le deberíamos estar agradeciendo por la
disminución en la cantidad de homicidios, o por haberle dado un golpe al
narcotráfico con los “cientos de toneladas de drogas incautadas”
durante su administración. Desafortunadamente, las cifras del discurso
de despedida de Sánchez Cerén no coinciden con las estadísticas
oficiales disponibles, y cualquiera con la buena intención de escrutar
la propaganda y llegar a la verdad podría darse cuenta.
Y haber llenado el discurso final en el que defendía su
legado con mentiras comprobables —que debería ser un escándalo por la
audacia de mentir tan descaradamente— será algo prontamente olvidado, de
la misma manera que el legado irrelevante de Sánchez Cerén.
La que podría ser una inspiradora historia del profesor con padres artesanos que llegó a ser presidente es en vez la historia del educador que no hizo nada por mejorar tangiblemente la educación pública en el país. Lo que se podría decir de la valentía de un comandante guerrillero que se lanzó al combate para desmontar las injusticias de un Estado autoritario queda más bien opacado por la realidad de un burócrata que se apoltronó de manera inerte en el poder, cuyo coraje asemeja la débil y airosa consistencia del carbohidrato dulce que la opinión popular para siempre conectará con su imagen.
¿O no es demostrar un carácter con resistencia comparable a la de un
nuégado ser incapaz de pronunciarse con independencia para condenar las
violaciones a los derechos humanos llevadas a cabo por los regímenes de
Venezuela y Cuba? No, Sánchez Cerén jamás se atrevió a levantar la voz
contra las corruptelas y atrocidades autoritarias de sus compadres: más
bien, las trató de endulzar con mensajes solidarios y de traducir al
sistema salvadoreño disfrazándolas de un buen vivir que solo disfrutó la
dirigencia del Frente y la oligarquía de ALBA, pero no el salvadoreño
de a pie por quien, en teoría, se alzó en armas el comandante Leonel.
Lo que deja, luego de su irrelevante permanencia de una década en el
Órgano Ejecutivo (¿o se les olvidó que fue el vice de Mauricio Funes,
aparentemente durmiendo en feliz ignorancia del saqueo sistemático de
las arcas del Estado?) y otros lustros más como diputado, es un país
donde se asesina a más gente que en cualquiera de las tres
administraciones anteriores, donde el crecimiento económico se ha
estancado y donde gran parte de la población prefiere aventurarse a
emigrar que buscar la movilidad social dentro del territorio.
Será tristemente más recordado por medir el agua en kilovatios que
por resolver la crisis hídrica, por inspirar más memes virales que por
avanzar el acceso a internet para el mayor número posible de
salvadoreños, por parecerse más a un postre típico que a un prócer de la
Patria. Un legado de irrelevancia, cuando se considera la cantidad de
tiempo que dedicó al servicio público y lo poco que tiene para
adjudicarse en la historia del progreso de nuestro país. Adiós, y que le
aproveche.
Antes de iniciar este artículo es necesaria una aclaración. Como
hemos dicho en varias ocasiones, las categorías políticas lineales de
izquierda-centro-derecha son cada vez menos adecuadas para dar cuenta
del complejo y cambiante mundo político de hoy en día. Lo importante
ahora no es tanto la ubicación ideológica de los actores políticos sino
su ubicación frente a la democracia y la ética. Sin embargo, para
efectos ilustrativos vamos a utilizar la calificación de izquierda tal
como la entiende la mayoría. Asimismo, a pesar de que hay varias
izquierdas, nos referiremos con ello a los autodenominados gobiernos de
«izquierda» que han existido/existen en Latinoamérica.
Con la
caída del muro de Berlín y el derrumbe de la Unión Soviética, el llamado
socialismo real (comunismo) quedó en el cementerio de la historia.
Pasaron unos años para que en nuestro continente, a finales del siglo
pasado y principios del presente, resucitara de las cenizas un «zombi
político»: el denominado Socialismo del Siglo XXI. Los emergentes
gobiernos de izquierda, encabezados por la Venezuela de Chávez, se
arroparon de ese manto ideológico, con poca tela, pero cosido con muchos
petrodólares.
La
mala gestión y la corrupción de los gobiernos de derecha les abrió las
puertas a los gobiernos de izquierda, y los «zombis políticos» plagaron
América Latina, despertando en amplios sectores sociales la esperanza de
algo distinto y una vida mejor. Vendieron el cambio y el eslogan del
«Otro mundo es posible». Sin embargo, la mala gestión y la corrupción
acompañaron también al resucitado.
Los gobiernos de izquierda del
siglo XXI, quizá con la excepción de algunas áreas socioeconómicas como
en Bolivia y Brasil, no solo fueron incapaces de contener o mejorar los
graves problemas de sus países, sino que los agravaron, como es el
patente caso de Venezuela.
Esos gobiernos de izquierda,
deslumbrados por las mieles del poder, establecieron mecanismos para su
perpetuidad manipulando leyes para asegurar la reelección de sus
líderes, restringieron la libertad de expresión, potenciaron la
intolerancia a la crítica y limitaron el control estatal y ciudadano,
neutralizaron o se apropiaron de otras instancias/contrapesos del
Estado, especialmente del sistema judicial. Se montaron en la democracia
para desmontarla. La democracia fue un instrumento táctico y no una
convicción estratégica.
En general, fueron ineficientes en el
manejo de la política pública, no abordaron los problemas económicos
estructurales, no aprovecharon el boom de las materias primas, no
supieron reactivar la economía ni estabilizar la macroeconomía, se
fueron por la vía fácil del clientelismo y del populismo social a base
de inflar los déficits fiscales… con enormes déficits de Ética en el
manejo de los recursos públicos.
En efecto, la corrupción y la
opacidad pudrió sus entrañas, entraron a bailar con el monstruo del
crimen organizado, sus principales dirigentes chuparon de la sangre
impositiva, surgieron «rojos empresarios» con fortunas mal habidas,
deambularon atontados por las calles del soborno, nunca quisieron ver la
corrupción en sus propias filas sino usar la lucha contra la corrupción
como arma política para morder a sus adversarios.
Después de
largos años de pésimo desempeño y entierro de esperanzas, después de
haber golpeado mortalmente la credibilidad de la verdadera izquierda,
los «zombis políticos» están volviendo a sus tumbas. En la lápida de
esta izquierda que no fue, se puede leer: «Aquí yace la izquierda que
acabó con la izquierda».
No es nada nuevo que los partidos tienen
que renovarse, principalmente ARENA y FMLN. El error principal (y posiblemente
fatal) que pueden cometer es focalizar el debate sobre su renovación en la
competencia con Bukele y Nuevas Ideas, tratando de competir con su supuesta “nueva
forma de hacer política” – o sea con la demagogia anti política. Lo peor que
pude pasar al país es que para las elecciones legislativas del 2021 se desate
una carrera entre diferentes formas de populismo. Parece que estamos en este
camino, con muchos retomando propuestas o exigencias demagógicas, o incluso
tirándole los calzones al presidente electo. Esto es rendición, no renovación.
La necesidad de ARENA y el FMLN de renovarse no surge del hecho que Bukele los haya vencido en la elección presidencial. Este debacle solo fue la factura que pagaron por no atender a tiempo la necesidad de renovación.
Tanto en la izquierda cono en la derecha,
la renovación, la democratización y la definición ideológica de los partidos
están en discusión desde hace muchos años. En vez de buscar cómo competir contra
Bukele en su propio terreno, el populismo, los partidos tienen que retomar el
hilo de su propio desarrollo interno y finalmente refundarse con claras definiciones
ideológicas. No hay que complicar tanto este asunto. Es mucho más sencillo que
parece.
El FMLN tiene que refundarse como partido
socialdemócrata, reformista, progresista, con fuerte énfasis en el Estado del
Bienestar al modelo de países como Canadá, los países de Escandinavia y
Alemania – pero al mismo tiempo rompiendo la barrera ideológica que le ha
impedido adoptar la defensa de las libertades y de la institucionalidad
republicana.
ARENA tiene que refundarse como partido
liberal, republicano, constitucional, con especial énfasis en la defensa de las
libertades (no solo económicas, sino también sociales) – pero al mismo tiempo
rompiendo la barrera ideológica que le ha impedido adoptar como su propósito
histórico la erradicación de la pobreza en El Salvador.
Que en el camino tienen que
democratizarse, fomentar nuevos liderazgos, cambiar sus estatutos, el lógico –
pero lo más importante será que definan con claridad su proyecto político, su
razón de ser.
Si los partidos no logran producir este
salto cualitativo, se van a reducir a remanentes de un mapa ideológico
desfasado – y otros partidos o movimientos nuevos tomarán su espacio para
representar una derecha liberal y una izquierda reformista.
No
tienen que reinventar la rueda. Retomen los debates de ruptura dentro del FMLN (ERP/RN;
Renovadores; FDR), y las discusiones en ARENA luego de perder el poder en 2009
(incluyendo el documento
que en el 2010 surgió para renovar el ideario de ARENA). Olvídense de Nuevas
Ideas y definan, bajo su propia lógica, su identidad política. Si lo logran,
todos ganamos. En un país con un partido liberal fuerte y uno socialdemócrata
consolidado, no cabrá una tienda de variedades populistas como Nuevas Ideas.
La legitimidad es dinámica. Se puede tener pero luego perder o
aumentar en las siguientes elecciones. Esta fluidez aumenta cuando las
circunstancias están cambiando, como en este momento. En Inglaterra le
llaman a la oposición “la leal oposición”. El objeto de la lealtad es el
pueblo y es esta lealtad lo que le da la legitimidad a los partidos
políticos. Estén en el gobierno o en la oposición, el pueblo espera que
estos partidos busquen el beneficio del pueblo. Es esa lealtad la que
los hace elegibles para el poder.
En El Salvador, uno de los factores más importantes en los resultados
electorales del 3 de febrero fue precisamente la percepción de la
ciudadanía de que los dos partidos que dominaron la política del país en
los últimos treinta años se habían concentrado en atacarse el uno al
otro, olvidando esta lealtad. El malestar de la población, que no se
sentía representada en estas grescas, se manifestaba en la baja
participación en las elecciones.
Por años varios columnistas advertimos que si los dos partidos se
concentraban en estas luchas sin sentido iban a abrir el espacio para
que, como sucedió en Venezuela, en Ecuador y en Perú, surgiera una
tercera fuerza a desalojar a los que se consideraban indispensables.
Pero los dos partidos principales pensaban que la población no tendría
otra alternativa que votar por cualquiera de ellos dos, porque formar
una tercera fuerza era imposible. En realidad, a través de la historia
moderna del país, nadie diferente a ARENA y el FMLN había logrado
competir en esta lucha en la que estaban enzarzados estos partidos.
Hasta 2019.
La derrotas catastrófica del FMLN y la incapacidad estructural que
este partido tiene para evaluarse a sí mismo y renovarse —evidente en el
hecho de que sus dirigentes siguen siendo los que eran durante la
guerra hace treinta años, y en la rigidez de su ideología— da pie para
pensar que ese partido está en decadencia terminal y que va a ser
sustituido eventualmente por otro partido, ahora de izquierda moderada.
Pero ARENA sigue siendo una fuerza importante, con poder en términos
de la Asamblea y de las municipalidades que ganó hace apenas un año, y
con posibilidad de mantener y aumentar este poder. Pero para poder
lograrlo, ARENA tiene que aprender a fondo las lecciones que el 3 de
febrero le dejó. La primera y principal es que los pleitos internos son
terriblemente destructivos, para el partido mismo y para la percepción
que la gente tiene de él. La gente ve los pleitos internos, las
zancadillas, los boicots mutuos y concluye que son síntomas que
evidencian que los líderes que se disputan el poder de esas formas tan
descarnadas están solo interesados en sus propias ambiciones personales y
que el partido y el pueblo no les importan. Los que llegan al extremo
de preferir que su propio partido pierda con tal de que un rival no gane
demuestran que para ellos los ideales del partido no son importantes y
que el partido solo es un vehículo para lograr sus ambiciones
personales. Esa falta de lealtad con la gente es lo que la ciudadanía
vio en el pleito entre ARENA y el FMLN, y este conflicto sin sentido
entre los dos lo castigó en las elecciones. Si ARENA misma entra en un
pleito interno de gatos por el control del COENA el pueblo volverá a
pasar factura. El conflicto actual debe terminar rápidamente y de una
manera institucional para que el partido pueda pasar al otro punto
importante: su papel en el manejo del país con la nueva administración
del Ejecutivo.
Si quiere mantener y aumentar su legitimidad y no seguir el ejemplo
del colapso del FMLN, ARENA tiene que jugar un papel positivo en las
nuevas circunstancias, demostrando que su lealtad es hacia el pueblo.
Debe, primero que nada, defender la institucionalidad del país, que es
la única garantía que tenemos para mantener las libertades del pueblo.
Segundo, debe proponer y ayudar a implementar las acciones que pueden
sacar al país del subdesarrollo en las que más puede ayudar: la
inversión en capital humano y la recuperación de la inversión y el
crecimiento del empleo. Tercero, no debe oponerse a todo por oponerse,
sino cuando sea necesario para cumplir con las dos anteriores. Eso es lo
que el pueblo espera de ARENA.
Estimados militantes: Sus partidos, ambos, han recibido derrotas muy dolorosas el domingo pasado. El Frente no solamente perdió el gobierno y no solamente se vio reducido a una quinta parte de su electorado, lo doloroso fue recibir esta derrota a manos de una fuerza novata que quiere destruir al Frente para quedarse con el legado de las luchas populares de los años 70 y 80, con la representación de la izquierda y de los pobres del país.
Para los areneros es duro reconocer, luego de dos gobiernos
desastrosos del FMLN, que la gente no apostó a la estabilidad y la
recuperación económica que ellos ofrecieron, sino que se dejó seducir
por la aventura, el berrinche, la confrontación con el sistema, y las
promesas de un líder populista.
Era inevitable que ambos partidos entraran en crisis y que sus
respectivas cúpulas enfrentaran la ira y el rechazo de sus bases. Tan
profunda es la crisis y tan fuerte la ira que las cúpulas de ARENA y el
FMLN tuvieron que anunciar procesos adelantados para renovar sus
direcciones. Es más, en ambos casos tuvieron que conceder que ninguno de
sus miembros se podrá postular para la reelección. Serán relevos
absolutos.
Pero lo que ambas cúpulas no quieren soltar es el control sobre las
estructuras del partido durante el proceso de elección interna. Se
niegan a renunciar y a dejar espacio para que una dirección transitoria
se haga cargo de organizar el proceso de transición. En ambos partidos,
inmediatamente se escucharon las exigencias que sus cúpulas respectivas
se apartaran inmediatamente. Resulta que las militancias no confían en
una transición controlada por las cúpulas salientes.
Además, en el caso de ARENA, los estatutos solo permiten elecciones
internas adelantadas en caso que el COENA renuncie. No permite a un
COENA convocar elecciones y quedarse al mando mientras se efectúen.
Para ambos partidos, la renovación de sus cúpulas será una gran
oportunidad – y a la vez un desafío peligroso. No tendrá sentido un
relevo de personas sin una renovación política-programática y sin un
cambio en la forma de organización y dirección interna. Por ejemplo, en
el caso de ARENA, se hizo evidente que fue un error fatal tener como
COENA a la plancha ganadora, sin tomar en cuenta a los otras que
compitieron. ARENA necesita ahora construir un COENA pluralista que
represente todas las corrientes existentes dentro del partido. Si ahora
vuelven a cometer el mismo error, solamente cambiando el grupo que
tomaría el poder total dentro del partido, la división interna se hará
explosiva.
El FMLN tiene el mismo problema, pero aún más grave. Hace 18 años,
una mayoría del partido decidió prohibir las tendencias políticas
internas y a partir de ahí siempre hubo una dirección centralizada, que
no dejaba espacio a disidencias, debates, críticas. Incluso abolieron
las primarias para designar candidatos y dirigencias. Ahora les toca
rehacer el tejido democrático – dentro de una militancia educada en la
obediencia. Pero si el Frente no logra enfrentar este desafío, no habrá
forma de resistir el intento de Nuevas Ideas de desmantelarlo para
quedarse con sus bases.
Ustedes, los miembros de las dos fuerzas que han administrado
la transición del país de la guerra a la paz y del autoritarismo a la
democracia, hoy tienen la responsabilidad histórica de renovar sus
partidos y convertirlos en instrumentos para defender lo construido a
partir de los Acuerdos de Paz. Ahora necesitarán quien lo defienda…
En 2014, por primera vez en 20 años, se presentó en elecciones
presidenciales una alternativa fuerte y un desafío creíble a la
hegemonía del FMLN y ARENA. Hasta ese momento, los dos partidos habían
obtenido en promedio el 90% de los votos válidos en primera vuelta,
dejando a terceros una reducida franja de 10% de la votación. El
candidato de “Unidad” fue Antonio Saca, en ese momento un formidable
oponente, todavía sin demandas de corrupción, buen político,
carismático, de trato agradable y entrador con la gente. Tony era
ampliamente conocido en todo el país y apreciado en las clases medias
por sus políticas sociales, aunque sus ex correligionarios las tildaran
de populistas. Su candidatura generó una expectativa considerable y
mucho ruido. Las encuestas vaticinaron apretado triple empate con
probable paso de Saca a la segunda vuelta. Al final la coalición
liderada por GANA obtuvo el 11.44% de los votos, lejos de los partidos
mayoritarios.
Ahora tenemos de nueva cuenta un desafío a los dos grandes partidos,
pero esta vez el retador, un político de menos quilates comparado con
Saca, se ha mantenido durante varios meses en la primera posición.
Además de plasmar esa ventaja, los sondeos de opinión han dejado claro
que la suerte de Nayib Bukele está ligada a la suerte del FMLN más que a
otros factores de la contienda electoral. En pocas palabras, sin negar
que el candidato de GANA pueda pescar alguna trucha en otro estanque,
los que afirman que marcarán la bandera golondrina son en gran medida
desertores electorales del FMLN. Bukele solo sube si baja el Frente, y
solo sube mucho si el Frente baja mucho, a tal grado que para ganar
necesita un colapso estrepitoso del Frente a nivel nacional. En otras
palabras, solo podría proclamar su victoria parado sobre la tumba del
FMLN, como sepulturero de 50 años de lucha popular.
Bukele solo sube si baja el Frente. Para ganar necesita un colapso estrepitoso del Frente a nivel nacional.
Por eso la recuperación del Frente, tanto si ocurre como si no
ocurre, es una de las claves más importantes del próximo evento
electoral. Desde un punto de vista cuantitativo no sería muy difícil
para el Frente alcanzar cotas que lo pusieran en la rampa de entrada a
la segunda vuelta. En su peor versión, sumados sus votos en coalición,
en marzo del año pasado, tuvo más del doble de votos que el partido de
Bukele. Si no recuperara ni un solo voto de los que desertaron en marzo,
pero tampoco redujera ese caudal, tomando el padrón de 2019 y
suponiendo una participación similar a la primera vuelta de 2014, el
FMLN tendría un piso de 20% de los votos válidos en la elección
presidencial.
Los números tienen la gracia de ser exactos. Entre marzo de 2014 y
marzo de 2018 el FMLN perdió más de 900,000 votos. Si de ellos recupera
solo a tres de cada 10, con la misma hipótesis de participación de 55%,
tendrá 30% de los votos válidos. Eso es más -tal vez mucho más- de lo
que puede dar por seguro un candidato que tiene una ventaja considerable
en las encuestas, pero no tiene todavía probada la conversión de sus
simpatizantes en masivo voto popular.
Sería, sin embargo, un error hacer cuentas alegres con los números,
porque la recuperación de la confianza ha debido enfrentar enormes
resistencias, no solo en la base partidaria, sino también en la base
social, tan decisiva en una contienda electoral. La estruendosa caída de
2018 tuvo causas bien diversas, algunas superables, otras no. Muchos
votos se perdieron por puntuales decisiones gubernamentales, otros por
la bancarrota de los programas clientelares. No vienen al caso los
punteos exhaustivos, ni los balances que incluyan elementos positivos.
Más que uno u otro desatino, lo que tal vez resulte difícil de perdonar
es la frustración de la esperanza popular.
En esta dimensión se sitúa el resentimiento y el reclamo de muchos
excombatientes y militantes históricos que se sintieron abandonados y
enojados por lo que calificaron como arrogancia de funcionarios y
dirigentes partidarios. Y en esta dimensión se sitúa la indignación de
la gente por la corrupción y la escandalosa ostentación. Quizá la mayor
parte de dirigentes del Frente no se enriqueció, pero al final fue
devastadora la tibieza de su posición en materia de corrupción, agresiva
cuando los corruptos fueron otros, tolerante y hasta cómplice con los
propios.
La decepción en ese aspecto fue crucial, pero al votante menos
militante, con clara definición de izquierda democrática, que fácilmente
puso medio millón de votos en las dos últimas elecciones
presidenciales, también le pesó la reiterada complicidad de la vieja
guardia del FMLN con los gobernantes autoritarios de Venezuela y
Nicaragua, justo en el momento en que más pisotearon las libertades
públicas, anularon los mecanismos democráticos, burlaron la voluntad
soberana de sus pueblos, asesinaron estudiantes en las calles y
desataron la más odiosa represión contra la oposición.
Por todo esto debe renovarse el proyecto político de izquierda en el
país. En el ADN de izquierda hay impulsos y agendas que difícilmente
asumirán otras corrientes y que son vitales para amplios segmentos de la
población. Entre otras la defensa del consumidor, la protección
ambiental, la obra pública comunal, el precio de las medicinas, el alza
del salario mínimo, la igualdad de género, el derecho laboral y la
política social. Que esta última haya estado mal planteada y convertida
en ineficiente programa clientelar, o que en otros temas los gobiernos
del Frente lo hayan hecho mal, no implica que estas líneas se deban
abandonar.
Debe renovarse el proyecto político de izquierda en el país. En el ADN de izquierda hay impulsos y agendas que son vitales para amplios segmentos de la población.
Pero la renovación del instrumento partidario de la izquierda solo
ocurrirá desde el entusiasmo y la energía de la recuperación de su base
electoral. En ese camino, Bukele no es la solución. Al contrario, para
cualquier proyecto de izquierda es su destrucción. Los militantes tienen
derecho a no creer en la capacidad de cambio de la actual Dirección,
pero tienen a las puertas, tan pronto como el próximo año, una
convención estatutaria para cambiar la situación.
A pocos días de los comicios persiste la incertidumbre sobre la recuperación del FMLN y esta es, sin duda, la clave más importante del resultado electoral. Su candidato ha hecho un gran trabajo. Ha exhibido dotes de estadista y mucho potencial. En la organización y en círculos sociales se perciben aires de remontada y una militancia más energizada, pero las encuestas siguen contándole al Frente una historia de terror. Tienen la palabra los votantes, los de izquierda en este caso. Ojalá no vayan de mal a peor.
Vea la primera entrega de la serie Claves Electorales de Salvador Samayoa en este link: El escenario electoral
El ascenso del nuevo populismo celeste va a costa del FMLN. Muchos que durante toda la posguerra han votado por el Frente, hoy anuncian en encuestas su intención de votar por Nayib Bukele.
¿A qué se debe este fenómeno? No es que estos votantes hayan dejado de sentirse identificados con la izquierda. Pero se sienten frustrados con el partido que representa a la izquierda.
Hablando con ex militantes de FMLN que ahora apuestan a Bukele, uno recibe una respuesta simple: “Bukele y Nuevas Ideas representan la ‘nueva izquierda’, que va a corregir los errores del Frente. Se trata de ‘refundar’ la izquierda.” Ellos no tienen ninguna afinidad con GANA, más bien detestan la cultura de corrupción y chanchullos que representa este partido. El pacto de Bukele con GANA no lo ven como traición, sino como movida táctica, que se va a corregir luego de las elecciones. Tienen fe que Bukele y Nuevas Ideas son la solución a la crisis de la izquierda, la cual muchos de ellos viven como crisis personal.
Digo “fe”, porque apostar a Bukele y Cía. para refundar la izquierda solo puede ser un acto de fe. No está basado en una trayectoria de izquierda de los líderes de Nuevas Ideas. Mucho menos de sus operadores políticos y propagandísticos, que casi todos provienen de la derecha más mafiosa.
Entiendo la frustración con el FMLN y sus actitudes conservadoras y oportunistas.
¿Pero en qué se transforma esta frustración? Lo lógico sería luchar por la renovación del Frente, o por construir una nueva izquierda: moderna, democrática, abierta al debate.
Pero pensar que un demagogo con actitudes de playboy hijo de papi puede salvar la izquierda y convertirse en el heredero de tanta lucha y tantos sacrificios, es absurdo y ofensivo. Este hombre nunca ha sido de izquierda, se metió al Frente por oportunismo, y así salió. Obviamente tiene la habilidad de apropiarse de consignas y banderas históricas de la izquierda, pero esto no lo convierte en luchador social. También un militar golpista y corrupto como Hugo Chávez tuvo esta habilidad – y ya sabemos que el régimen que estableció no tiene nada de izquierda.
El primer requisito para alguien que proclama querer renovar la izquierda, es vocación democrática. La segunda: tener una estrategia para empoderar a la sociedad, sobre todo los sectores marginados. Cosa que es excluyente con empoderase como líder que representa a las masas y las convierte en instrumento para preservar su poder. Bukele no cumple ninguno de estos dos requisitos. Construye un partido a la medida de su líder. Se vanagloria que este partido es un movimiento sin cúpulas. Este ha sido siempre el truco de los movimientos autoritarios, incluyendo los fascistas al estilo de Mussolini, Perón y, otra vez, Hugo Chávez: No quieren gobernar con instituciones, sino mediante la conexión directa entre líder y movimiento. Terminan con un déspota que no rinde cuentas a ninguna instancia, ni del partido ni de Estado, sino directamente “al pueblo”, o sea a todos y a nadie.
Esto es lo contrario a izquierda, porque es contrario a los principios de libertad, democracia y emancipación. Por esto no solo el Frente se distanció (a fin) de Bukele, sino también se desmarcan de él figuras históricas de la izquierda democrática como Rubén Zamora, Salvador Samayoa, Roberto Rubio. Les da pena, igual que a mi, que un oportunista y ególatra pueda tener éxito navegando con banderas usurpadas de izquierda. Les inspira desconfianza, igual que a mi, que Bukele y Ulloa despotrican contra el sistema pluralista construido por los Acuerdos de Paz y hablan de una Constituyente para construir una “Segunda República”. El país necesita estabilidad institucional, no experimentos de anti-política que encubre nuevos autoritarismos.
Compañeros, pónganse serios. Si quieren preservar la izquierda como fuerza relevante, no abandonen al Frente en el momento que al fin comienza a renovarse. Si ya no creen en esta renovación, voten por Calleja para que medio levante el país y dedíquense a construir una nueva izquierda. Si ambas opciones les parecen imposibles, registren su protesta votando por Josué Alvarado, quien es un hombre correcto con gran compromiso social. Pero no caigan en la trampa del nuevo populismo.
La gráfica 1 muestra los
cambios en las preferencias partidarias medidas por las encuestas de
LPG Datos desde la primera vuelta de la última elección presidencial
hasta el momento. Como puede verse, ARENA no se movió, de modo que el
crecimiento de GANA más Nuevas Ideas (25% de los encuestados) se
alimentó de una caída del FMLN de 16.0% y de Otros e Inciertos (los que
no saben por quién van a votar, o si van a hacerlo, etc.), que cayeron
9.5%.
Pero, como se ve en la
gráfica 2, ese 9.5% el FMLN ya lo había perdido al grupo de Otros e
Inciertos entre 2009 (el momento máximo del FMLN) y el 2014. De este
modo, la coalición de GANA + NI se ha alimentado casi exclusivamente de
quitarle los votos que el FMLN había ganado de 2006 a 2009. Esto lo hizo
en dos etapas: agarrando votos (9.5%) que el FMLN ya había perdido al
grupo de Otros e Inciertos en 2014, y luego quitándole directamente 16%
al FMLN en los últimos meses. Así, pues, GANA + NI le está robando el
mandado al FMLN y, si tiene éxito, lo estaría reduciendo al 15% de los
encuestados, un tamaño mucho más pequeño que GANA + NI y ARENA (cada uno
con cerca de 26% de los encuestados). GANA + NI se convertiría en uno
de los dos partidos principales y el FMLN se convertiría en un partido
menor.
De este modo las dos gráficas muestran
una historia muy coherente: la migración de las bases de un partido a
otro, efectuada en dos etapas—primero a través de un grupo grande de
previos votantes del FMLN que prefiere no votar que votar por el FMLN, y
luego un grupo de votantes más duros que se unen a los anteriores para
votar por un nuevo partido.
La estrategia de GANA +
IN para extraerle los votantes al FMLN es muy clara. Busca convencer a
éstos de que GANA + NI es el único que pueden ganarle a ARENA, de tal
forma que los que voten por el FMLN están desperdiciando su voto. La
cuchilla escondida debajo de este argumento es que mientras más gente se
mueva en estas elecciones del FMLN a GANA + NI más se acercaría el FMLN
al punto de no regreso—un nivel de votos tan pequeño que lo haría
perder no solo una cantidad irrecuperable de los subsidios que da el
gobierno a los partidos por voto obtenido sino también su credibilidad
como factor de poder. El poder de un partido y de sus partidarios y de
sus cúpulas depende de que la gente crea que tienen poder. Eso es lo que
atrae a nuevos partidarios y lo que hace que lo otros partidos y el
país entero lo tomen en cuenta. Como toda reputación, es más fácil
obtener la credibilidad del poder que recuperarla. Una vez que se ha
tenido y se ha perdido, no se puede recuperar, ya que la imagen de
decadencia permea todas las percepciones. Por esta razón, el FMLN no
puede pensar que puede permitirle a GANA + IN que le quite sus votos
pero que después los va a recuperar, sea que GANA + NI gane o pierda las
elecciones.
El FMLN, que las
encuestas dicen no llegará ni al 10% de los votos, pasaría a segunda
categoría como partido. No sólo eso. Los votantes mismos, las
estructuras y la base dura del FMLN que se pasen a GANA + NI se
convertirían en ciudadanos de segunda clase en un partido que ya no
sería de ellos.
Que esto esté pasando es
bien extraño porque la cúpula y las estructuras del FMLN no están
haciendo nada para detener el sangramiento excepto manejar una campaña
presidencial que parece de entrada una aceptación de una derrota. Esto
equivale a un abandono de sus propias bases, que no terminan de entender
la diferencia entre perder unas elecciones y cometer un suicidio como
partido. Es más extraño todavía porque ni siquiera hay convergencia
ideológica entre el FMLN y GANA + NI, que si existiera podría pensarse
que justificaría la negligencia con la que la cúpula del FMLN está
dejando abandonado su partido. La transfusión de votantes se está dando
de un partido que se definió como de izquierda hacia uno que nunca ha
tenido el más mínimo trazo de una ideología y ha sido oportunista sin
ambages desde que nació.
La única manera en la
que el FMLN puede sobrevivir es mostrando una votación respetable, que
indique que lo que está sufriendo no es un colapso total sino una
fluctuación de un poder que se mantiene. Si saca sustancialmente menos
que el 20% de los votos, el FMLN pasará a segunda categoría, asesinado
no por otros partidos políticos, sino por la deserción de sus propios
votantes. Quizás algunos se lamenten después de cómo se suicidaron
políticamente.
A los dirigentes, diputados y candidatos del Frente y de GANA: Pronto tendremos Sala de lo Constitucional. No hay fuerza política que resista tanta presión ciudadana, moral y política. El berrinche de GANA o terminará o les causará un costo político muy alto en tiempos electorales. Ya varios de sus diputados están buscando cómo salir del dilema en el cual su dirección y su candidato presidencial los han metido.
Parece que al FMLN, como si tuviera tendencia suicida, le cuesta corregir su posición. No quiere dar sus votos, algunos por miedo a perder la cara, otros porque prefieren que no haya Sala ni Corte Plena completa, y algunos pocos porque coinciden con la estrategia de desestabilización de GANA y Bukele. Es absurdo, porque el FMLN ya no tiene argumentos para objetar al listado de candidatos a magistrados que fue aprobado mayoritariamente por la Comisión Política de la Asamblea. Aldo Cáder, Sergio Avilés, Marina de Torrento, Carlos Vásquez y Alex Marroquín son profesionales intachables, ampliamente apoyados por la comunidad jurídica y la sociedad civil, y no hay argumento válido para sostener la tesis de que son fichas de la derecha.
Dentro de pocos días serán electos, posiblemente incluso por unanimidad, porque el berrinche y el boicot ya no son sostenibles, ni para GANA ni para el Frente. El que insista en quedar oponiéndose quedará aislado y será castigado en las urnas. Al fin, jugar irracionalmente con la institucionalidad no paga.
Es más, una vez que se rompa el esquema de polarización estéril que ha mantenido al país sin Sala y con Corte Plena incompleta por más de 100 días, la Asamblea debería aprovechar la oportunidad para también elegir a un fiscal general independiente, capaz y valiente. Si esto significa reelegir al actual fiscal o buscar otro, esto debería ser el centro del debate nacional, una vez que estén electos los magistrados. Lo que todos los partidos y sus candidatos tienen que tener claro es que la ciudadanía no permitirá retrocesos en la Fiscalía, así como no los permitió en la Corte Suprema. No se olviden que el 3 de febrero es ‘payday’.
Quienes valientemente demuestren que son capaces de poner los intereses del país y su institucionalidad democrática encima de sus intereses partidarios o personales y encima de sus ganas de armar berrinches, pueden salir ganando políticamente. La gente premia a los que corrigen sus errores. Todavía tendrán tiempo, de ahí a las elecciones, a limitar el costo político-electoral que de otra manera sería mortal.
Una vez que salgamos de la crisis institucional y tengamos Sala, Corte completa y Fiscal General, nos podemos dedicar de lleno a discutir el rumbo del país que propongan los candidatos.