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Carta a los renovadores: No se dejen distraer de populismos. De Paolo Luers

11 abril 2019 / MAS! y EL DIARIO DE HOY

No es nada nuevo que los partidos tienen que renovarse, principalmente ARENA y FMLN. El error principal (y posiblemente fatal) que pueden cometer es focalizar el debate sobre su renovación en la competencia con Bukele y Nuevas Ideas, tratando de competir con su supuesta “nueva forma de hacer política” – o sea con la demagogia anti política. Lo peor que pude pasar al país es que para las elecciones legislativas del 2021 se desate una carrera entre diferentes formas de populismo. Parece que estamos en este camino, con muchos retomando propuestas o exigencias demagógicas, o incluso tirándole los calzones al presidente electo. Esto es rendición, no renovación.

La necesidad de ARENA y el FMLN de renovarse no surge del hecho que Bukele los haya vencido en la elección presidencial. Este debacle solo fue la factura que pagaron por no atender a tiempo la necesidad de renovación.

Tanto en la izquierda cono en la derecha, la renovación, la democratización y la definición ideológica de los partidos están en discusión desde hace muchos años. En vez de buscar cómo competir contra Bukele en su propio terreno, el populismo, los partidos tienen que retomar el hilo de su propio desarrollo interno y finalmente refundarse con claras definiciones ideológicas. No hay que complicar tanto este asunto. Es mucho más sencillo que parece.

El FMLN tiene que refundarse como partido socialdemócrata, reformista, progresista, con fuerte énfasis en el Estado del Bienestar al modelo de países como Canadá, los países de Escandinavia y Alemania – pero al mismo tiempo rompiendo la barrera ideológica que le ha impedido adoptar la defensa de las libertades y de la institucionalidad republicana.

ARENA tiene que refundarse como partido liberal, republicano, constitucional, con especial énfasis en la defensa de las libertades (no solo económicas, sino también sociales) – pero al mismo tiempo rompiendo la barrera ideológica que le ha impedido adoptar como su propósito histórico la erradicación de la pobreza en El Salvador.

Que en el camino tienen que democratizarse, fomentar nuevos liderazgos, cambiar sus estatutos, el lógico – pero lo más importante será que definan con claridad su proyecto político, su razón de ser.

Si los partidos no logran producir este salto cualitativo, se van a reducir a remanentes de un mapa ideológico desfasado – y otros partidos o movimientos nuevos tomarán su espacio para representar una derecha liberal y una izquierda reformista.

No tienen que reinventar la rueda. Retomen los debates de ruptura dentro del FMLN (ERP/RN; Renovadores; FDR), y las discusiones en ARENA luego de perder el poder en 2009 (incluyendo el documento que en el 2010 surgió para renovar el ideario de ARENA). Olvídense de Nuevas Ideas y definan, bajo su propia lógica, su identidad política. Si lo logran, todos ganamos. En un país con un partido liberal fuerte y uno socialdemócrata consolidado, no cabrá una tienda de variedades populistas como Nuevas Ideas.

Saludos,

Lo que no dijo Mauricio Interiano. De Jaime García Oriani

Le faltó hablar de lo que está en juego en la próxima legislatura: la elección de cinco magistrados a la Corte Suprema de Justicia (cuatro de ellos integrarán la Sala de lo Constitucional), Fiscal General y elecciones de segundo grado.

JAIME GARCIA ORIANIJaime García Oriani, 10 septiembre 2017 / EL DIARIO DE HOY

Al presidente del Coena, Mauricio Interiano, le faltó tratar algunos puntos capitales para El Salvador en su discurso durante la XXXVI Asamblea General de su partido. Cambiar el rumbo del país, unidad y servicio para sacarnos de la crisis en la que estamos sumergidos fueron las tres grandes temáticas, cuestiones más que evidentes y urgentes en una nación cuyos indicadores están peor que nunca.

EDH logEn un discurso “ad intra”, dirigido principalmente a los militantes y simpatizantes de ARENA, lo habitual es escuchar palabras de ánimo y arengas. La ocasión, por eso, quizás no era la mejor para mencionar cuestiones que hasta podrían resultar incómodas para más de alguno de los allí presentes.
A Mauricio Interiano le faltó condenar la corrupción y acciones no éticas, incluyendo las cometidas por personas de su partido. Conocemos bien quiénes han hecho mal uso de los recursos públicos —algunos van de candidatos otra vez— y del cinismo con el que han actuado cuando se trata realmente de ser austeros con los gastos, especialmente en la Asamblea Legislativa. Lo de los sobresueldos es historia vieja… pero algo se debe hacer al respecto.

No es suficiente recordar el despilfarro del gobierno del FMLN con su campaña engañosa para vendernos un país que no es, en lugar de destinar el dinero a seguridad y medicamentos. Eso ya lo sabemos. Queda pendiente que nos digan cómo fortalecerán el combate contra la corrupción, sin importar el partido político, y de qué forma promoverán la transparencia para procurar el buen uso de los recursos públicos.

A Mauricio Interiano le faltó hablar de lo que está en juego en la próxima legislatura: la elección de cinco magistrados a la Corte Suprema de Justicia (cuatro de ellos integrarán la Sala de lo Constitucional), Fiscal General y elecciones de segundo grado.

En esto nos jugamos mucho. No podemos permitir que los diputados voten por magistrados comprometidos con determinados sectores o partidos. Ya hemos visto cómo la Sala de lo Constitucional ha sido fundamental para hacer respetar nuestro ordenamiento jurídico, frenar los abusos de poder, mejorar la participación democrática y fomentar la lucha contra la corrupción.

Los ciudadanos hemos de saber a quiénes van a apoyar los futuros diputados de ARENA. Ellos deben respetar también los tiempos establecidos para su elección y no dejar en el aire a la Corte, por retrasos o aparentes falta de acuerdos. De lo contrario, será la fiesta para los corruptos y los diputados serán sus cómplices.

Lo mismo aplica para la elección del nuevo Fiscal y de magistrados de Corte de Cuentas. La repartición de cuotas e instituciones en el pasado, en el que están los famosos 20 años de gobierno de ARENA, y del presente, con casi 10 años de desastres y desatinos originados por el FMLN, ya han desgastado lo suficiente a El Salvador. ¡No más negociaciones bajo la mesa!

La última encuesta publicada por La Prensa Gráfica refleja que ARENA aventaja al FMLN por 5 puntos en la carrera por la Asamblea Legislativa. Aunque los números benefician al principal partido de oposición, tampoco se trata de lanzar la casa por la ventana, tomando en cuenta que 81.4% de los salvadoreños ve que el país va por un rumbo incorrecto, según la misma encuesta. Además, si vemos los datos de febrero de 2017, el apoyo a ARENA ha bajado, pasando de un 30.1 % a un 17.7 %. El “No sabe” es el gran ganador, con 30.4 %; mientras que el segundo lugar lo ocupa “Ninguno”, con 16.4 %. Está claro que algo no están haciendo bien los tricolores.

Todos estos puntos, omitidos en el discurso porque quizás no era el momento, deben ser retomados, profundizados y respondidos. Son cuestiones que podrían unir verdaderamente a los salvadoreños y convencerles a dar el beneficio de la duda a ARENA.

jgarciaoriani@gmail.com

Que soplen nuevos vientos. De Leda Romero

Los ciudadanos parece que nos hemos acomodado a la mediocridad de lo que hay: dos partidos retrógrados y adormecidos por la falta de propuestas convincentes con liderazgos creíbles.

leda romeroLeda Romero, 13 agosto 2017 / LPG-SEPTIMO SENTIDO

Constantemente he comentado en este valioso espacio de opinión, que no me siento representada por ninguno de los partidos políticos salvadoreños. ¿Por qué? Pues porque me da la sensación de que las dos principales fuerzas partidarias del país, en lugar de ser serios, se pelean por comprobar cuál es más retrógrado o menos consecuente, y la vida se nos va en leer sobre escándalos ridículos, cadenas nacionales, inasistencias a las plenarias o decisiones cuestionables.

septimo sentidoProbablemente llego tarde a esta conversación, pero está bien, porque creo que es un tema que no debe perder vigencia y en torno al cual vale la pena continuar hablando: que las vacaciones no nos aparten de lo importante.

Me refiero al reciente episodio en el que una muy preparada joven precandidata a diputada suplente por el partido tricolor fue excluida del listado. Esta expulsión no se debió a una falta de idoneidad para el cargo –porque Aída Betancourt cuenta con un currículum envidiable–, esta negativa se debió a que Aída, que ha cultivado una opinión crítica, ha manifestado desacuerdos con el partido ARENA.

Es decir, un partido que durante años se ha enfrentado a una dura crisis de liderazgos, que pide a gritos una renovación, o al menos, atisbos de nuevos aires y personajes que resulten esperanzadores, decide descartar a una precandidata que además de encarnar esta posibilidad, cuenta con la preparación, las agallas y la disposición para entrar en el mundo político.

¿Es acaso un autoboicot? ¿Es acaso que ARENA tiene la necesidad de demostrar que no hay ninguna expectativa por renovarse, por cambiar la forma de hacer política, por ser mejores?

Si ARENA no demuestra algún ánimo por la autocrítica, por evaluar cómo están haciendo las cosas y cuáles son sus posibilidades de mejorar, únicamente seguirán construyendo el camino hacia la decadencia.

Y este camino no ha sido construido únicamente por el partido opositor. El FMLN también se esfuerza por demostrar una y otra vez esta suerte de surrealismo mágico, en el que todo está bien y El Salvador es incluso un poco mejor que la isla de la fantasía.

El país se encuentra dividido entre dos fuerzas políticas que no ofrecen ninguna propuesta convincente y, mientras tanto, los ciudadanos parece que nos hemos acomodado a la mediocridad de lo que hay: dos partidos retrógrados y adormecidos por la falta de propuestas convincentes con liderazgos creíbles.

¿O no?

Fue interesante ver, durante ese par de días que duró el escándalo, cómo fueron surgiendo diversidad de opiniones lamentando el incidente. Eso significa que hay una suerte de compromiso, o al menos de preocupación, desde algunos sectores que vieron cómo se excluía sin miramientos un perfil idóneo para incorporarse a la Asamblea Legislativa; y al mismo tiempo, que hay voces dispuestas a cuestionar a las cúpulas de los partidos históricos de nuestro país.

No se trata de causar más divisiones o de continuar polarizando la situación, se trata de tener claro que existe una necesidad evidente de renovación y de propuestas políticas dirigidas a un segmento de la población que no está conforme con los partidos actuales.

Por otra parte, esta columna es una invitación a ARENA para que no vea a la crítica como un enemigo, sino como una oportunidad. Dejen de hacer oídos sordos a la imperante necesidad de renovación en sus filas.

Entre molinos y gigantes. De Andrés Betancourt

En la política salvadoreña hay varios grupos de individuos que ven gigantes en lugar de molinos. Viven en una realidad alternativa a la nacional, convencidos de que su visión de país es la correcta, sus propuestas inmejorables y su derecho a incidir en la política, divino.

Andrés Betancourt, 12 julio 2017 / EDH

Las principales fuerzas políticas salvadoreñas han dado un golpe de autoridad en sus respectivos procesos internos. En la izquierda no hay mucha sorpresa, ya que sus convicciones ideológicas favorecen a un partido centralizado y homogéneo como promotor de cambio. Sin embargo, y para sorpresa de muchos, la derecha “renovadora”, promotora del individuo y no el partido como base de acción social, favoreció la uniformidad de pensamiento, sobre la diversidad, al fiel estilo de sus contrincantes políticos. Esta práctica, sin importar de dónde venga en el espectro ideológico, es nociva para todo país, especialmente para aquellos en condición similar a la que se encuentra El Salvador.

La icónica novela de Miguel de Cervantes, “Don Quijote de la Mancha”, además de sus innumerables cualidades literarias, ilustra los riesgos de la uniformidad de pensamiento. En el capítulo VIII, Don Quijote y su escudero Sancho Panza “descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento”. Este, sin embargo, pensó que eran “desaforados gigantes”, con los que haría “batalla” y les quitaría “a todos las vidas”. Sancho Panza le advirtió que estos no eran gigantes, sino “molinos de viento” y que “lo que en ellos” parecían “brazos” eran “aspas”. Don Quijote, ignorando las advertencias, se lanzó a la carga. Sin duda el autodenominado “caballero” vivía en su propio mundo. Pero ¿qué hubiera sucedido si Sancho Panza, en lugar de ser la voz de razón, hubiera visto a los molinos como gigantes? En esa precisa escena, con los dos personajes pensando de la misma manera, los molinos serían, en efecto, gigantes.

En la política salvadoreña hay varios grupos de individuos que ven gigantes en lugar de molinos. Viven en una realidad alternativa a la nacional, convencidos de que su visión de país es la correcta, sus propuestas inmejorables y su derecho a incidir en la política, divino. Ambos lados de la balanza han tenido la oportunidad de poner sus ideas a prueba, y el resultado siempre ha sido uno con índices económicos bajos, altos grados de delincuencia, corrupción, pobreza y exclusión social. Sin embargo, y viendo los resultados del pasado, los mismos que han fracasado siguen controlando las riendas de la política nacional y se rehúsan a abandonar su influencia. La razón de esto, sea por interés propio o por creerse miembros de un grupo de guardianes socráticos, es incierta. Lo certero es que le hace daño al país.

Un partido político que favorezca un escenario en el que todos sus miembros piensan igual, limita el debate interno y por ende las ideas innovadoras que puedan salir a raíz del mismo. De manera similar, restringe la posibilidad de expandir su base, particularmente en sectores del electorado históricamente marginados, como lo son las mujeres y la juventud. Más importante aún, elimina la existencia de un Sancho Panza dentro de sus filas; una voz de razón y equilibrio cuando el partido se ha dejado llevar por prejuicios antiguos y acciones ideológicamente radicales. Es imposible hablar de renovación y prohibir, ya sea con “dedazos” o el constante cambio de estatutos, la entrada de individuos con un pensamiento un tanto diferente, ya que el renovar requiere un cambio de prácticas y estas solo se obtienen con un cambio de motor ideológico, que desecha lo malo del pasado e incorpora lo nuevo del futuro.

Lastimosamente la uniformidad de pensamiento es justificada bajo el eterno umbral de “principios y valores”. Todo ser humano tiene valores que no son negociables y dentro del discurso civil, esto es respetable y honorable. Sin embargo, conectar toda acción a estos – especialmente si son acciones lamentables, que incrementan el poder de las élites que tanto daño le han hecho al país – les resta, irónicamente, credibilidad y apoyo.

Un partido político es el principal medio de cambio en una sociedad democrática. Las diferencias dentro del mismo deberían de forjar una visión holística de país. La diversidad es fuerza y la tolerancia de ambos lados una virtud. El Salvador merece ambas.

Sin cambios llevamos al país al despeñadero. De Juan Valiente

Que no nos baste el intentar infructuosamente dirigir las miradas de los salvadoreños a este gobierno desastroso. Que no nos demos por satisfechos con salir unos pequeños puntos arriba en las encuestas. Hagamos lo que tenemos que hacer. Demandemos de nuestras autoridades los verdaderos cambios.

Juan Valiente, diputado de ARENA

Juan Valiente, 12 julio 2017 / EDH

Desde hace demasiados años la clase política del país ha ido estirando los estándares éticos en la función pública hasta hacer parecer los abusos como derechos. Lo que en los años 80 habrá sido un pequeño grupo de asesores y empleados legislativos con un presupuesto limitado se ha convertido en un ejército de casi dos mil personas y $33.5 millones de dólares en salarios. Han leído bien: treinta y tres millones de dólares y medio. Y lo peor de la clase política es que a la mayoría le parece correcto.

Y eso no es todo. Si tomamos en cuenta el presupuesto de este año, debemos sumarle casi diez millones más en beneficios como el seguro privado de salud para todos, incluyendo una lista de beneficiarios que convierte el ejército en varios miles más. El Salvador no puede seguir así. Los ciudadanos merecen una respuesta más coherente de nosotros en los partidos políticos, en especial de ARENA, porque nos hemos comprometido con la renovación, con la transparencia, con luchar en contra de la corrupción y los abusos.

No basta con lograr una mayor participación, aunque es importante. No basta con ir promoviendo procesos de democracia interna, aunque son importantes, en especial si se logran hacer con igualdad de condiciones y transparencia. No basta con cambios cosméticos si no logramos cambiar lo que nos asemeja a miembros de la clase política de los otros partidos. Nosotros debemos ser diferentes. Nosotros estamos llamados a cambiar, porque estamos comprometidos en poner primero a El Salvador. Debería ser parte de nuestra esencia.

Las preguntas que debemos hacernos, hermanos areneros, comienzan con cómo fue posible que no pudiéramos lograr que nuestros representantes en la Junta Directiva de la Asamblea Legislativa renunciaran a todos los privilegios de esos cargos. ¿Sabes cuáles son? Un vehículo todo terreno full extras, un pick up doble cabina, cuatro celulares de alta gama sin límite, vales de gasolina. Y esos son los que conocemos. Cada vez que volteamos una piedra descubrimos nuevas cosas. Es para que se nos paren los pelos. Algunos de nuestros directivos renunciaron a algunos o todos esos privilegios, pero fueron los menos. Y ya no se diga la discusión para eliminar viajes, viáticos y el famoso seguro privado de salud.

El eje transversal de devolver la ética a la política es parte fundamental de nuestro nuevo discurso, de los temas de la renovación. Solo basta revisar los dos primeros artículos de nuestro código de ética para caer en la cuenta que algo hemos hecho mal:

1. Anteponemos en nuestra actuación política el interés general de la nación a los intereses particulares.

2. Nos regimos por estrictos valores de honradez y decencia en el ejercicio de cargos públicos, en todas las actividades políticas y en nuestra vida privada.

Quizás hemos esperado demasiado de nosotros mismos, pero yo creo que no. Sé de lo que somos capaces. Sé lo que podemos lograr y también sé que la mayoría de ustedes, verdaderos nacionalistas, entienden la importancia de volver a nuestras raíces para poder gritar a todo pulmón ¡Primero El Salvador! Ahorita tenemos techo de vidrio. Hemos perdido estatura moral para criticar y exigir. No tenemos solvencia para pedir la confianza de los salvadoreños.

Que no nos baste el intentar infructuosamente dirigir las miradas de los salvadoreños a este gobierno desastroso. Que no nos demos por satisfechos con salir unos pequeños puntos arriba en las encuestas. Hagamos lo que tenemos que hacer. Demandemos de nuestras autoridades los verdaderos cambios que requiere El Salvador.

No es posible que continuemos con soluciones a la medida de los intereses ocultos de algunos. No es posible que nos contentemos con atacar sin misericordia a esos dos diputados que tanto desorden han causado. No es posible que sean más a los que no les importe perder el país, los que creen que es mejor cualquier cosa antes que permitir perder más personas a partidos como GANA o PCN.

Es mejor que los que se vayan a ir se vayan ya. Proteger intereses particulares está destruyendo al partido. Continuar con las prácticas oscuras de abuso del dinero de los impuestos de los salvadoreños va a destruir el partido. No teníamos más alternativa que denunciarlo públicamente. Intentamos vanamente de hacerlo al interior. Dimos las luchas y aguantamos los malos tratos y las amenazas.

No ha sido cobardía el ahora salir a la luz pública. Ha sido amor al país y confianza en ustedes, porque sabemos que somos más los que queremos los cambios. Somos más los que hemos sufrido vejaciones. Somos más los que aspiramos a un El Salvador nuevo, transformado, para todos los salvadoreños. Un El Salvador de primera para todos. Y eso lamentablemente no es posible conseguirlo con el partido como lo tenemos ahorita.

No me interesa volver a ocupar puestos en la gestión pública. Renuncié al proceso interno de elecciones para lograr convencerlos a ustedes. No tenemos mucho tiempo. No tenemos mucho espacio. Ojalá encontremos en nuestro corazón esa inspiración para demandar los cambios que son necesarios en la clase política, especialmente en nuestro partido, para que a nuestros hijos e hijas les digamos que lo dimos todo y con orgullo construimos un país en paz, progreso y libertad.

Vino nuevo en odres nuevos. De Eduardo Torres

O ARENA apuesta por una verdadera renovación, de la cual emanen argumentos, propuestas y sana crítica, o se pueden quedar cantando su marcha, con el agravante de que serán cada vez menos los que continúen haciéndolo.

Eduardo Torres, director editorial de El Diario de Hoy

Eduardo Torres, 11 julio 2017 / EDH

El denominador común encontrado por Nicolás Maquiavelo, hace más de quinientos años, en los líderes políticos que conoció y analizó, fue su falta de capacidad para adaptarse a los cambios de los tiempos, queriendo por la posición de poder que ostentaban, que fueran “las circunstancias” las que se adaptaran a ellos. Craso error que sigue cometiéndose en el mundo entero, pues fuera de los principios y valores, todo lo demás evoluciona.

Valga lo anterior para decir que la gota que rebalsó el vaso en ARENA fue el retiro de las precandidaturas para la reelección en 2018, de los diputados Johnny Wright y Juan Valiente, tras cuestionar el “proceso interno” de ese partido político. Lo que cualquier observador de la realidad nacional se pregunta es la razón por la cual, con tan profundo deterioro en la calidad de vida de los salvadoreños tras ocho años de gobiernos efemelenistas, haya situación de empate técnico en las encuestas. ¿Serán acciones como las esbozadas por los diputados las que no dejan despegar al principal partido en la oposición?

ARENA, resulta tan fácil afirmarlo, ha ejercido una pobre oposición, sin propuesta de solución a los ingentes problemas que en el día a día sufrimos la mayoría de salvadoreños. Y la gran oportunidad de volver a sintonizar con el electorado, la renovación interna, es decir abrir el partido para que los diversos sectores de la sociedad puedan sentirse representados en el principal vehículo de la oposición, la vienen echando a perder, cercenando por ejemplo el pasado enero, al entonces recién juramentado sector juventud; descalificando precandidatos “en el proceso interno”, con algunas de las actitudes que tanto rechaza la ciudadanía.

Ciertamente, la reacción de los troles de ARENA hacia los diputados Wright y Valiente, y las afiliadas Aída Betancourt y Gaby Trigueros fue asquerosa, como es en general lo que suelen difundir los troles, sean de quién sean, por el anonimato del que hacen gala. El tema gays y aborto, dicho sea de paso, nada tienen que ver en esta problemática de ARENA. Fue puro invento. Lo que del Coena se percibe, empero, es que desconfían de las mentes críticas y las personas independientes.

Con cero posibilidades de renovación en el FMLN, por su ADN de carácter autoritario, le quedó la pelota en la cancha a ARENA, pero lejos de aprovecharse la oportunidad, se fueron por la opción de vender vino nuevo en odres viejos. Y se sabe que los odres viejos amargan el vino, cuando no es el vino el que por su composición rompe los odres. La gente, además, ha dejado de comprar atol con el dedo. O ARENA apuesta por una verdadera renovación, de la cual emanen argumentos, propuestas y sana crítica, o se pueden quedar cantando su marcha, con el agravante de que serán cada vez menos los que continúen haciéndolo.

Toda crisis significa oportunidad, la cultura milenaria asiática así nos lo ha dejado claro desde siempre, por lo que todavía es tiempo de intentar rectificar, con hechos no con palabras, que el partido tricolor puede convertirse en un partido incluyente, junto a otros, con legítima aspiración de convertirse en opción de gobierno en los eventos electorales por venir. Toda vez que la apuesta sea por vino nuevo en odres nuevos.

ARENA le da la razón a Johnny Wright. De Manuel Hinds

Es muy significativo que la cúpula del partido parece no aprehender la magnitud de la indignación ciudadana que su actuación ha causado ni las razones por las cuales se ha desatado.

Manuel Hinds, 7 julio 2017 /EDH

El pueblo salvadoreño está viviendo una tragedia enorme. Ha sido capturado por un grupo de políticos que, organizados en el FMLN, conspiran diariamente para eliminar la democracia del país. Pero esto es solo un componente de la tragedia. De hecho, es claro que con los pésimos gobiernos que el FMLN ha presidido su popularidad entre la población es cada vez menor. Su voto duro ha caído de 30 por ciento del electorado a menos de 20. Esas deberían ser buenas noticias.

Pero hay otro componente, que es el que le da la categoría de tragedia a lo que está pasando: la popularidad del partido en el que el país puso su esperanza por muchos años, ARENA, está cayendo más rápido que la del FMLN. Más trágico todavía es que los que controlan ARENA parecen pensar que la culpa de esto es del pueblo, que a fuerza tendría que apoyarlos para evitar caer en una tiranía comunista. Pero en realidad la culpa es de ellos, que están haciendo todo lo posible para repeler a los votantes, que los perciben como un grupo que, como el FMLN, están abusando de su poder para asegurarse de que nadie se los pueda quitar.

Esto fue precisamente lo que significó Johnny Wright cuando dijo hace unas semanas que ARENA se está pareciendo cada vez más al FMLN. ARENA negó que esto estuviera pasando pero inmediatamente procedió a confirmar con sus acciones lo que Wright había dicho. En su proceso de elecciones internas, arbitrariamente eliminó, sin ninguna explicación, sin debido proceso, sino de dedo, a 62 aspirantes a candidaturas de alcaldes que amenazaban con quitarles el puesto a políticos tradicionales del partido. Mucha gente que había creído que las promesas de renovación eran ciertas comprobaron amargamente que el partido se está cerrando cada vez más.

Luego la cúpula de ARENA procedió arbitrariamente contra el mismo Johnny Wright, Juan Valiente y dos mujeres jóvenes que añadirían fuerza a los que quieren renovar y democratizar el partido. Les negó la posibilidad de formar equipos de propietario y suplente para debilitar su efecto en el partido y la Asamblea. Wright y Valiente, dos de los diputados más votados y valiosos de la Asamblea, correctamente y demostrando el temple que necesita el país, decidieron no correr en las siguientes elecciones y denunciar el abuso de poder. El partido se quedó atónito ante el apoyo enorme que los cuatro jóvenes obtuvieron inmediatamente de la ciudadanía.

ARENA decidió entonces aplicar otra receta tomada directamente del FMLN: tratar de descalificar con ataques personales asquerosos a estas personas, que han trabajado competentemente por la libertad del país por varios años y cuyo único pecado ha sido mostrar el valor y la independencia de criterio que demandan los votantes. En esto ARENA ha aprendido muy bien del FMLN. Los ataques personales contra estas cuatro personas han sido peores que los peores realizados por los troles del FMLN contra cualquier otra persona. Con esto, la cúpula de ARENA generó una ola de desprecio en la población, pero no contra los atacados, sino contra el partido mismo.

Peor aún, copiando todavía más al FMLN, ARENA ha realizado estos ataques disfrazando sus motivaciones, pintándolas como que si el tema fuera el aborto y los derechos de los LGTB, algo que en realidad no ha tenido nada que ver en lo que ha sido un abuso del poder para eliminar a los que podrían renovar al partido y convertirlo en la fuerza competente y educada que el electorado quiere.

Es muy significativo que la cúpula del partido parece no aprehender la magnitud de la indignación ciudadana que su actuación ha causado ni las razones por las cuales se ha desatado. Les cuesta entender que el pueblo quiere algo distinto al FMLN, no una copia de éste. Que no quiere vulgaridades y abusos, sino democracia y competencia.

Una nueva oportunidad para pensar en grande. De Guillermo Miranda Cuestas

guillermo miranda cuestasGuillermo Miranda Cuestas, 3 julio 2017 / SEGUNDA VUELTA

Cuando no se tiene imaginación, morir es poca cosa. Con esa claridad lo entendió el novelista Louis-Ferdinand Céline ante los gritos de un coronel que aún exclamaba “¡viva Francia!”, luego de la muerte violenta de varios de sus compatriotas en un campo de batalla de la Primera Guerra Mundial. En El Salvador teníamos un problema de imaginación en la cultura política… Hasta hace unos días.

Cabecera Segunda VueltaEra tan pobre la imaginación en la política salvadoreña que por décadas se planteó un sistema de dos caras antagónicas, la de la izquierda y la de la derecha. Dicha tesis fue derribada en 2011 cuando diputados de ARENA y del FMLN complotaron contra la Sala de lo Constitucional al aprobar el tristemente célebre decreto 743. Así se activó a un grupo de jóvenes, de distintas ideologías, que nos concentramos en defender los mínimos no negociables de la democracia que aspiramos y que establece nuestra Constitución. Y desde ese entonces, no hemos parado de imaginar.

El activismo ciudadano se volvió nuestra pasión: madrugadas dedicadas a colgar mensajes en pasarelas, alianzas con asociaciones y movimientos sociales, visitas a universidades y comunidades del interior para animar y empoderar a más ciudadanos, sábados de aerosol y producción de videos en defensa de la transparencia, tardeadas y trasnochadas interminables para salvar al Pulgarcito, apariciones en medios, manifestaciones públicas y un largo etcétera de genuino voluntariado. Entendimos, con aquellas experiencias, que entre las extremas había un centro joven, dialogante e influyente, dispuesto a unirse de cara al futuro –nuestro futuro. En este grupo se encontraba Aída Betancourt, elegida por el diputado Juan Valiente para acompañarlo como precandidata a diputada suplente en 2018, y quien el domingo pasado fue arbitrariamente expulsada de la lista de precandidatos por la dirigencia del partido ARENA.

Aída habla cuatro idiomas, ha vivido en cinco países por motivos académicos y profesionales, está por terminar su maestría en una las mejores universidades del mundo, piensa por sí misma de forma crítica y, además, es una excelente persona. Su compromiso con El Salvador le valió para regresar e introducirse a la política partidaria, en un país donde la participación electoral y la confianza en los partidos van en franco declive. Pero a juicio de un político de palabra y pensamiento de Guerra Fría, Aída “no tiene las credenciales después de pronunciarse en contra del Mayor y de ARENA” (suenan grillos en el fondo). Cuando no se tiene imaginación, vivir en una eterna película en blanco y negro, de trama lineal y audio monofónico es poca cosa. Y nosotros nos resistimos a vivir en una película mediocre.

La falta de renovación tanto en ARENA como en el FMLN podría activar una nueva ola de activismo en un contexto muy particular. Hay al menos tres datos, brindados por la Dirección General de Estadística y Censos y el Tribunal Supremo Electoral, que permiten dimensionar el rol de los jóvenes en esta coyuntura y que coinciden en un mismo número: primero, 1.5 millones de personas tienen acceso al Internet –un incremento del 450% respecto a hace 10 años–; segundo, alrededor de 1.5 millones de jóvenes que no vivieron el conflicto armado podrán elegir diputados, concejales, alcaldes, presidente y vicepresidente en las próximas elecciones; y tercero, el presidente actual fue elegido por menos de 1.5 millones de votos.

El costo de quedarse en la caja y renunciar a la imaginación es bastante alto en una sociedad que exige pragmatismo. Bien lo dijo hace unos días don Francisco de Sola, ciudadano unificador que se dedicó a imaginar un país distinto desde la Comisión Nacional de Desarrollo: “Hoy día nos definimos por preceptos y culturas que nos impiden pensar en grande, como demandan los retos del siglo XXI”. El anuncio de Johnny Wright y de Juan Valiente de retirar sus candidaturas de ARENA es precisamente pensar en grande, imaginar la política de forma honesta e inclusiva. Este podría ser el inicio de un reordenamiento del sistema de partidos en El Salvador del siglo XXI. Ojalá, así sea.                

@guillermo_mc_

Este artículo también fue publicado en El Diario de Hoy

Votemos por buenos candidatos, saquemos a los malos. De Erika Saldaña

Hay que votar por los mejores candidatos que podamos encontrar en las próximas elecciones. Votemos por caras, no por banderas, o votemos por candidatos independientes.

Erika Saldaña, colaboradora de la Sala de lo Constitucional

Erika Saldaña, 19 junio 2017 / EDH

Hace una semana escribí sobre el resentimiento, la apatía, el descontento y el rechazo que existe en El Salvador hacia los partidos políticos. Pero la vida sigue a pesar de los políticos y sus partidos. Así que no podemos caer en la desesperanza, que es lo peor que puede sentir una persona o sociedad. Pareciera que en la política el cielo está nublado y que no tenemos opciones, pero las tenemos, pocas, pero las tenemos. Hay que votar por los mejores candidatos que podamos encontrar en las próximas elecciones. Votemos por caras, no por banderas, o votemos por candidatos independientes.

Hablemos de los candidatos independientes. Para quienes rechazan a los partidos políticos, estas candidaturas pueden significar una opción para las elecciones de 2018. Los independientes tienen que hacer gala de su calificativo; si esa es la forma por la que se deciden para participar en la política, sus acciones, pensamientos y discursos no pueden ser a imagen y semejanza de las actuaciones de los partidos existentes; tampoco puede resultar en alianzas cuestionables con estos, porque entonces no salimos de lo ya reprobado públicamente.

Votar por rostro y no por banderas políticas también es otra opción para la necesaria renovación política. A pesar de los altos niveles de apatía, está fuera de la realidad pensar que los partidos políticos actuales perderán la representación mayoritaria con la que ahora cuentan. Por eso es necesario que en los partidos se involucre gente nueva y capaz de mejorar las filas partidarias. Es un error mal etiquetar a una persona por involucrarse con un partido; no hay que satanizar las afinidades partidarias, querer ser político no es siempre sinónimo de querer “componerse” por la “vía rápida” y ser “político” no es ni debería ser considerada mala palabra o desprestigio. Si gente capaz y honesta no se involucra, estaremos perdidos con representantes incapaces y deshonestos. Apoyemos a las personas que actúan y son el cambio que queremos ver.

Los que nos quedemos fuera de la actividad política formal también tenemos que hacer nuestra tarea. Debemos depurar conscientemente nuestras opciones y votar por los mejores candidatos que se presenten. Recordemos que quienes resulten ser diputados en 2018 serán los encargados y votarán en las elecciones de funcionarios. Estas son vitales en nuestra república para mantener balances y contrapesos entre los órganos del Estado.

Estos diputados electos votarán por cuatro magistrados que formarán parte de la Sala de lo Constitucional por los próximos nueve años y elegirán al nuevo Fiscal General. Por si fuera poco, podrían decidir sobre la reforma de pensiones e impactarán el rumbo económico y financiero del país. Esta elección es trascendental. No elijamos por simple simpatía, caras bonitas o fidelidad ciega a los partidos. Si queremos mantener a flote esta sociedad, los discursos huecos, prefabricados, y las ideas con soluciones a medias ya no tienen cabida en la política salvadoreña.

En la ya latente campaña electoral, si un candidato no le explica los temas que impulsará en la Asamblea Legislativa o concejos municipales, sus propuestas concretas y la forma en que estas funcionarían, es muy probable que sus ideas estén pegadas con saliva. No vote por él. Si un candidato a diputado limita su desempeño a ir al Salón Azul cuando hay plenaria, a sacarse la foto para ponerla en Twitter y Facebook, pero no brinda resultados concretos de su trabajo, no vote por él. Si un candidato hace un trabajo escueto, a medias, se pierde las votaciones de leyes y dictámenes por cuestiones banales (como andar fumando o haciendo cualquier otra cosa), llega tarde injustificadamente o solo se le ve una vez al mes, no asiste a comisiones de trabajo, abusó de bienes públicos (prestando carros nacionales a familiares o viajando con fondos públicos), realizó tráfico de influencias para contratar a familiares, ha estado involucrado en corrupción o cualquier otra situación cuestionable, no vote por él.

Ahora existe la posibilidad de tener los diputados que nos merecemos, porque podemos votar por rostro. Elijamos con pinza a las personas que conformarán la Asamblea Legislativa, no desperdiciemos este poder. Vote por la renovación.

Los partidos “tradicionales”… De Luis Mario Rodríguez

El rechazo a los partidos “tradicionales” no es exclusivo de El Salvador. Lo hemos presenciado en la mayoría de países latinoamericanos, incluyendo a Chile, y en buena parte de Europa.

Luis Mario Rodríguez, 9 junio 2017 / EDH

La encuesta de la UCA reveló una realidad que ya otros estudios de opinión, locales y extranjeros, habían destacado: la insatisfacción de los ciudadanos con la democracia. El rechazo a los partidos “tradicionales” no es exclusivo de El Salvador. Lo hemos presenciado en la mayoría de países latinoamericanos, incluyendo a Chile, y en buena parte de Europa. El malestar de la sociedad con los partidos ha derivado en consecuencias nada positivas. Se propagó el populismo, el poder se está ejerciendo, en algunos Estados, de manera autoritaria, y la apatía ciudadana no permite la entrada de nuevos protagonistas en política.

El calificativo de “tradicional” describe a una organización política que mantiene el verticalismo sin dejar espacio a la democracia interna para la elección de candidatos y autoridades. Se refiere también a la falta de transparencia del financiamiento que recibe durante la época de campaña. Son entidades que no conectan con las generaciones actuales y que prescinden de las tecnologías para comunicarse con su militancia y con los que, sin ser integrantes de los partidos, se interesan por conocer la visión que estos últimos tienen respecto de los problemas que agobian a la sociedad.

A los partidos tradicionales también les afecta su pasado. Los adversarios se encargan de maximizar los errores cometidos, algunos muy graves, como la corrupción y la falta de cumplimiento de promesas, y hacen a un lado cualquier acción positiva que haya contribuido al desarrollo nacional. Ciertamente esa “mochila” que llevan en la espalda los partidos con varias decenas de años de existencia supone un obstáculo a superar. Sin embargo es posible modernizarse, dejar atrás las malas prácticas y acomodarse a un nuevo siglo que exige una estrecha vinculación entre los políticos y los habitantes, menos discursos y más resultados. Algunos partidos lo entendieron desde el primer momento y lograron recuperar el poder, en los casos en los que retornaron después de varios años de estar en la oposición, o accedieron a él, siendo de reciente formación, sin haber tenido experiencia alguna en los asuntos de gobierno.

Un instituto puede ser nuevo en política pero actuar como lo han venido haciendo sus pares desde hace años, ganándose el rechazo de los electores; o bien haber formado parte del sistema de partidos desde hace mucho tiempo y cambiar, adaptándose a los nuevos tiempos. No hay reglas únicas ni fórmulas mágicas. Lo que sí está claro, cada vez más, es que la gente ha despertado y, aunque no toma parte activa en la política, quiere rendimientos efectivos que le permitan obtener empleo y sostener a su familia.

Permanecer inmóviles, creyendo que la fama de antaño le permitirá obtener los mismos resultados que en elecciones anteriores, es un grave error. La antipolítica, la frontera cada vez más borrosa entre los que son de “izquierda” y los que comulgan con “la derecha”, las carencias de los ciudadanos por la falta de crecimiento económico y, en algunos casos, la frágil defensa de la vida por la situación de inseguridad ciudadana, convierte a los partidos tradicionales en presa fácil de aquellos que los responsabilizan de todos los males que padece la población.

La única y más clara solución es evolucionar. Se trata de abrir las puertas a figuras independientes que comulguen con el ideario del partido, de presentar iniciativas que fortalezcan a las instituciones, de reconocer al contrario si tiene la razón y de criticarlo fuertemente cuando ignora al Estado de derecho. Los partidos le temen al cambio de imagen, a revisar sus posturas ideológicas y al relevo generacional. Sin embargo esas son precisamente las áreas en las que deben poner las “barbas en remojo” si quieren enfrentar con éxito la ola que cruza al continente y que no es posible detener.

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) lo hizo hace más de 30 años, renunciando al marxismo y transformándose en socialdemócrata; y le resultó. Ganó las elecciones y se mantuvo varios años en la presidencia del gobierno, por la voluntad de los españoles. Ahora se encuentra en problemas, junto al Partido Popular, porque la infección del “tradicionalismo” los hizo perder adeptos y permitió el surgimiento de nuevas fuerzas políticas que fragmentaron el Congreso.

El reto está servido en el caso salvadoreño.