27 febrero 2019 / LA PRENSA GRAFICA
La proclama del presidente electo, Sr. Bukele, de que su triunfo electoral significa «el cierre de la página de la posguerra», plantea la pregunta inicial de qué entendemos por posguerra. Una definición simple sería responder diciendo que es el periodo que sigue a la guerra, es decir de 1992 a este año; sin embargo, si profundizamos y buscamos una explicación más sustantiva, nos podemos contestar que se trata de un quiebre en la vida nacional generado por un evento particular que marca importantes desarrollos a partir de su dinámica. Uno de ellos fue el 15 de septiembre de 1821, con la declaratoria de independencia de España que dio origen a nuestra época republicana; en nuestro caso el quiebre de la posguerra está determinado por la firma de los Acuerdos de Paz, pues ese es el acto político que estableció un nuevo marco para la vida política del país; por consiguiente, los Acuerdos son la guía para determinar si es una página que debe ser pasada para empezar a escribir una nueva de nuestra historia.
El hecho de un triunfo electoral de un nuevo partido no necesariamente constituye una «nueva época» a no ser que este signifique un cambio sustancial en el ejercicio del poder; es inherente a la democracia representativa la alternancia del gobierno; y esto no siempre significa un cambio de época, así, el cambio de los regímenes del PCN y el ascenso al gobierno de la Democracia Cristiana no se considera un cambio de época, de igual manera el cambio de los 20 años de gobiernos de ARENA a los 10 del FMLN parecía, por la historia y trayectoria de este último, como un cambio de época, en la práctica simplemente se trató de la alternancia gubernamental y no de una nueva época; hoy estamos frente al fenómeno de la alternancia y la declaración del nuevo presidente al proclamar que su triunfo electoral es una nueva época es una declaración retórica, que no es la primera vez que escuchamos frente a un cambio de gobernante, incluso cuando son del mismo partido, tendrá que ser su desempeño el que lo confirme.
El carácter epocal que se atribuye el presidente electo es difícil de discernir, precisamente porque no está claro ni definido cuál será el proyecto de trabajo del nuevo gobierno, hasta ahora el discurso oficial ha tenido un carácter más bien negativo: una condena de todo lo que se ha hecho y la promesa de hacer las cosas de diferente manera y muy poco en términos positivos, con iniciativas que más bien parecen improvisadas, como el aeropuerto internacional de La Unión, el ferrocarril centroamericano y el plan de Gobierno Cuscatlán que transcribe una variedad de propuestas y párrafos de documentos públicos, que hacen difícil, por un lado vislumbrar la coherencia del nuevo gobierno y por el otro descubrir las «nuevas ideas».
Al igual que como hacemos con nuestra independencia, reconociéndola y señalando sus deficiencias y limitaciones, si el gobierno Bukele pretende iniciar una nueva época debe partir de los Acuerdos de Paz, en primer lugar no solo definiendo su aceptación de los aspectos positivos que la implementación de los Acuerdos han traído a nuestra democracia sino comprometiéndose a su profundización democrática: como son los casos de los avances en institucionalización de la desmilitarización de la política, la separación de Órganos Fundamentales del gobierno, el control constitucional por parte de la Sala de lo Constitucional, la libertad de prensa, el respeto a los derechos humanos, el acceso ciudadano a la información del gobierno, solo para citar algunos de ellos, la nueva época no puede ser un retroceso ni un estancamiento en la construcción de la democracia, porque si algo no podemos permitirnos es el retroceso al pasado en estos campos.
En segundo lugar, la «nueva época» debe mirar críticamente los vacíos y debilidades de los Acuerdos de Paz para asumir su solución, y a este respecto es indispensable acometer en un esfuerzo nacional las ausencias de fondo que tienen nuestros Acuerdos de Paz que se concentraron en resolver la exclusión política y dejaron para el futuro el abordaje de la exclusión económico-social; esta es una tarea que solo muy superficial y coyunturalmente se ha enfrentado en los últimos 25 años y que requiere de un esfuerzo no solo gubernamental sino nacional para enfrentarla; ambas están en la raíz de la problemática nacional que se expresan en el estancamiento de la economía, la inseguridad, del descontento social, así como de las incapacidades del Estado de resolverlos.
En tercer lugar, entrar a una nueva etapa requiere que gobierno y sociedad civil enfrenten las áreas políticas que los Acuerdos de Paz no abordaron, la reforma del Órgano Legislativo y de los partidos políticos; ambos indispensables en la democracia representativa y ambos nunca abordados por los Acuerdos y ahora son el caso más evidente de la crisis política que el país vive; las elecciones recién pasadas claramente expresaron el descontento y rechazo a los partidos tradicionales, así como al desempeño del órgano legislativo. Su actual institucionalidad y gobernanza generan un bloqueo para enfrentar los problemas que señalábamos en párrafos anteriores.
Lea también esto sobre el tema:
¿Pos-posguerra? De Paolo Luers