El Salvador

Carta a mis colegas periodistas: No nos dejemos intimidar. De Paolo Luers

2 julio 2019 / MAS! y EL DIARIO DE HOY

“Los periodistas no queremos que le vaya mal al país. No somos el enemigo.”

El hecho de que periodistas sientan que tienen que publicar esta afirmación es alarmante. El hecho que una periodista tan seria como la editora de La Prensa Gráfica y locutora de Morning Club Mariana Belloso se sienta obligada a hacer esta aclaración, aun más.

Mariana Belloso había publicado el día anterior una columna de opinión en su periódico, titulada “O conmigo, o contra mí”. Una columna que yo, en mis redes sociales, clasifiqué como “excelente reflexión”. La gran calidad de esta colega es su capacidad reflexiva, su racionalidad, la mesura y empatía con la cual emite opiniones. Muy contrario al estilo mío que es más confrontativo, polémico y tajante. Por esto entiendo porqué las columnas mías provocan tanta rabia y me atraen, en Facebook y Twitter, gran cantidad de insultos y amenazas.

Pero resulta que también la crítica mesurada de Mariana Belloso provocó un “shit storm” de gran violencia – tal vez incluso peor, por todas las palabrotas que suelen incluir cuando atacan a una mujer. La amenaza más frecuente que me caen a mi es la expatriación. No quiero imaginar cuáles son las amenazas que caen a una mujer…

¿Qué pecado había cometido Mariana para que los troles y los seguidores fanáticos del nuevo gobierno le caigan encima? Lo mejor sería leer su columna, pero la voy a resumir: Es una columna contra la filosofía de «Quien no está con nosotros, está contra nosotros», aplicada desde el poder. Escribe Mariana: “Ese es el clima que ahora vivimos los salvadoreños que utilizamos redes sociales: un comentario puede desatar ataques masivos que ponen a prueba la tolerancia y resistencia de cualquiera (…) Leemos a dirigentes de Nuevas Ideas hacer llamados a la unidad, mientras cualquier opinión que ponga en duda a algún funcionario del Gobierno es sepultada pronto por cientos de voces prestos a defender al actual Ejecutivo. Es, cada vez más evidentemente, el imperio del odio.”

Y se encargaron de mostrarle a Mariana que su predicción era válida – más de lo que ella se pudo haber imaginado.

El de Mariana Belloso no es un caso aislado. El “shit storm” contra Héctor Silva Ávalos fue desatado por el mismo presidente de la República. No soy muy partidario del estilo de periodismo de Héctor Silva y su revista “Factum”, pero todos los medios deberían cerrar filas cuando algún medio y su director están siendo atacados de esta manera desde la cúpula del poder presidencial.

El meollo del problema es exactamente el que Mariana Belloso señaló en su columna: la decisión del presidente, de sus ministros, su partido y sus seguidores de aplicar a todos el esquema “Quien no está con nosotros, está contra nosotros”. Con el agravante que “contra nosotros” significa “contra el pueblo”…

Lo dice el presidente a los periodistas y hasta a los diputados, incluso en la forma más distorsionada, no admitiendo crítica a su plan de seguridad: “O están con la gente honrada o están con los criminales.” Bueno, asumiendo que él es la personificación de la ‘gente honrada”, y el único que representa sus intereses…

Nadie quiere ser percibido como alguien que está con los criminales. No en un país con esta cantidad de emociones, resentimientos y agresiones alrededor del tema de la inseguridad…

Que el presidente ponga a periodistas críticos como Héctor Silva o Mariana Belloso e incluso diputados de oposición en esta posición, es irresponsable. No hay que permitírselo. Hace falta que los periodistas y los diputados defiendan su independencia contra estos chantajes y se pronuncien. Yo lo hago con esta carta.

Saludos,

La columna de Mariana Belloso:

O conmigo, o contra mí”

El silencio de Óscar y Valeria. De Mario Vega

Unidos en un solo abrazo, en una sola muerte. No necesitan articular palabras, su sacrificio habla alto y fuerte.

Mario Vega, pastor general
de ELIM

1 julio 2019 / EL DIARIO DE HOY

No dicen nada, no hay palabra alguna. El padre en su intento desesperado de sostener y proteger a su pequeña hija; ella, aferrada con infantil fuerza al cuello de su padre, segura de su amor y resguardo. Unidos en un solo abrazo, en una sola muerte.

No necesitan articular palabras, su sacrificio habla alto y fuerte. Perturba a los que sí guardan silencio o evaden su cuota de responsabilidad. Condenan el silencio obsecuente que se instala bochornosamente en los espacios de incidencia.

Condenan rotundamente a los que convierten la tragedia humana en recurso electoral. Condenan el oportunismo que pretende salir ganancioso de una derrota moral profunda que desnuda el carácter auténtico de quienes desean pasar la página, limpiar la mesa y evitar aranceles.

Un abrazo perpetuo que habla en nombre de aquella persona que muere cada día siguiendo la esperanza. Que habla por la otra persona que cada mes muere en las mismas aguas. Que habla en nombre de los que con sus cuerpos sembraron los desiertos, los caminos, la línea férrea, los lupanares, las cantinas de mala muerte, los campos de concentración de la primera democracia mundial. Ellos no tienen tiempo para esperar. Ya no abrigan esperanzas ni creen en promesas.

Su calvario es ahora y saben que deben andar por los caminos, por los desiertos, por los ríos. Aunque les prolonguen la marcha, empujándolos a caminos más largos, más sacrificados, más peligrosos. Pero la carestía y las amenazas son tan fuertes que no dejarán de caminar.

Las tragedias se multiplicarán y habrá otros que con los ojos cerrados continuarán hablando fuerte. Continuarán peregrinando por una oportunidad de trabajo. Eso es todo, trabajo. Al otro lado del río, donde nadie regala nada. Donde habrá nuevos desprecios y amenazas. Pero trabajo, al fin.

En su último abrazo desesperado, en su gesto de amor perpetuo, trasluce su fe en el Cristo que está con ellos, con el pueblo crucificado, con aquellos que le ponen rostro al 75% del presupuesto nacional, al 18% del PIB, al 40% de los salvadoreños que aguardan su oportunidad para largarse por el camino del Gólgota, esperando resucitar a la esperanza, al trabajo digno, a la vivienda y a la salud humanas.

Saben que la muerte es una posibilidad del camino, pero en casa es una certeza. No desean marcharse, tampoco separarse. Por eso mamá espera, observa, se alarma, entra en pánico, grita, desespera, se parte de dolor. Impotencia, impotencia desoladora, abrumadora. Pero nada rompe el amor, la unidad, el abrazo.

Ni siquiera las aguas de la muerte. Y allí, en su gesto de amor y de fe nos hablan a todos. Sin que medie una palabra, un sonido. Su abrazo interminable nos interpela a todos, nos desafía, nos sacude y nos cuestiona sobre nuestra postura, nuestra voz, nuestra palabra. No quieren nuestra lástima, tampoco nuestro lamento.

Quieren nuestras manos, nuestra fuerza, nuestra indignación. Por aquellos que aguardan enjaulados, por los que planean probar la corriente del río, por los que entran al desierto, por los que huyen de los carteles, por los que se esconden de la Guardia en las orillas del Suchiate, por los niños, por las mujeres, por el bono demográfico que gota a gota se filtra por las fronteras. Con el grito del silencio y con la fuerza de sus espaldas expuestas al amanecer nos preguntan: ¿Qué harás tú por este pueblo sufriente?

Dolor de Patria. De Erika Saldaña

Los gobiernos están obligados a buscar una solución integral y civilizada al tema de la migración por motivos de violencia y por la falta de oportunidades. Somos humanos con iguales derechos y nadie debería estar sufriendo estas tragedias.

1 julio 2019 / EL DIARIO DE HOY

Siempre he creído que el peor sentimiento que puede acompañar a un ser humano es la desesperanza. Cuando alguien llega al punto de pensar que no hay soluciones, no hay expectativas, no hay ilusiones, no hay futuro. En El Salvador existe mucha desesperanza. Hay personas que piensan que su vida no tiene un sentido dentro de las fronteras, no tienen trabajo y no tienen la oportunidad de ofrecerles lo básico a sus hijos. No tienen nada y mejor optan por arriesgar su vida en el camino hacia el “sueño americano”. Óscar Martínez y su pequeña hija Valeria son ahora el rostro más representativo de la desesperanza que viven muchos en el país.

La foto de Óscar y Valeria a la orilla del río Bravo, entre la frontera de México y Estados Unidos, ha dado la vuelta al mundo. Esta imagen ha causando dolor y conmoción a todos aquellos que tenemos un corazoncito. Al verla, cualquiera se pregunta qué problemas, angustias y desesperanza pasaba por la cabeza de esos jóvenes padres para pensar que la mejor opción en ese momento era llegar a la frontera y cruzarse el río nadando.

Este mismo sentimiento de desesperanza lo hemos visto en las caravanas migrantes que han salido de El Salvador, Honduras y Guatemala, en las cuales cientos de personas ven como su única opción de progreso y vida irse caminando miles de kilómetros hacia Estados Unidos. Lo vimos en los nicaragüenses intentando cruzar hacia Costa Rica; en las mareas de venezolanos queriendo entrar a Colombia y otros países de acogida. En los originarios del Medio Oriente y África intentando llegar a Europa. La migración por motivos de pobreza, falta de oportunidades y guerras son un problema a nivel mundial.

A quienes todavía no nos pasa por la cabeza la idea de migrar, y menos en esas condiciones, es porque tenemos mejores opciones de vida aquí en el país. Muchos no somos lo suficientemente consientes del privilegio que tenemos al poder disponer de casa, comida y un trabajo que nos permite solventar las necesidades básicas. Eso es un privilegio en un país donde un gran porcentaje de salvadoreños vive con un dólar diario, que sufre la violencia y que piensa que sus hijos no tienen posibilidades de salir adelante aquí.

El problema de la migración es gigantesco y no encontrará una solución en una sola vía. Las muertes en el camino no solo se solventarán con el hecho que los países abran las fronteras y reciban a los refugiados, ni regresando a estas personas al país de origen o recrudeciendo las políticas migratorias. Los gobiernos están obligados a buscar una solución integral y civilizada al tema de la migración por motivos de violencia y por la falta de oportunidades. Somos humanos con iguales derechos y nadie debería estar sufriendo estas tragedias.

A la migración deberíamos empezar viéndola desde una perspectiva básica: todas las personas en este mundo somos seres humanos con igualdad de derechos. El problema es que no todos hemos tenido igualdad de oportunidades para desarrollar la vida de la manera en que queremos. Por eso se buscan mejores opciones de vida, y estas, a veces, se pintan fuera de las fronteras del país de origen.

El Gobierno de El Salvador debe iniciar un intenso trabajo para generar esperanza en sus ciudadanos y que las personas lleguen al convencimiento que dentro de las fronteras nacionales hay oportunidades que valen la pena. Los salvadoreños necesitan trabajo y la seguridad que sus vidas no serán arrebatadas en sus comunidades. Que sus hijos podrán crecer con educación, salud y seguridad. Hay que hacer que El Salvador valga la pena para todos.

Lo que no discutimos cuando hablamos de migración. De Cristina López

1 julio 2019 / EL DIARIO DE HOY

Es una sensación desgarradora cuando el nombre de nuestro país se relaciona más con tragedias fatales que con potencial humano, pero fue lo anterior precisamente la razón por la que El Salvador se mencionó de la manera más prominente en las portadas mediáticas de mayor circulación. La imagen de los cuerpos de Óscar Alberto y su hija de 23 meses, Angie Valeria, flotando sin vida tras un fracasado intento de cruzar el turbulento Río Bravo hacia Estados Unidos, se usó como accesorio argumentativo, reduciendo lo que eran vidas ricas en historias, anécdotas y potencial humano a amarillismo mediático y político.

El New York Times, respondiendo a las críticas válidas que muchos activistas pro-inmigración hicieron de que la decisión editorial de desplegar la foto desgarradora en la portada deshumanizaba y restaba dignidad a la memoria de las víctimas, justificó el amarillismo en que era un mal necesario para despertar conciencia sobre el costo humano del desastre que es la política migratoria estadounidense y la crisis humanitaria que se deriva de sus restrictivas políticas de asilo e inmigración autorizada. Claro; la restrictiva legislación existente no responde a la realidad actual para tantos, en la que los incentivos para arriesgarse a morir con tal de mejorar la calidad de vida (o simple y, llanamente, sobrevivir) continúan pareciendo más atractivos que los costos.

El problema es que el debate político alrededor de la inmigración en Estados Unidos se encuentra tan estancado por la polarización, el populismo nacionalista y el resentimiento a lo extranjero, que una foto, por trágica que sea, no hará que alguien cambie de opinión. El tema migratorio consistentemente aparece en encuestas (Gallup) como uno de los cinco temas que los votantes estadounidenses consideran más importantes en cada elección, por lo que el argumento de que fotos así son necesarias para “empezar una conversación al respecto”, carecen de substancia.

La conversación al respecto es constante, tanto por parte de la administración anti-inmigrante de Donald Trump que considera a los inmigrantes como la mayor amenaza a la salud, empleos, y recursos estadounidenses, como por parte de quienes abogan por los derechos humanos de las víctimas de esta crisis humanitaria moderna (sobra señalar que entre los opositores políticos de Trump, no todos son almas caritativas y también se encuentran oportunistas que buscan usar el tema migratorio como herramienta electoral).

Pero las discusiones generadas por la foto desafortunadamente carecieron de varios elementos importantísimos que no se pueden perder de vista si se piensa en la cadena de acontecimientos que han tenido que tener lugar para que los trágicos eventos que captura la imagen sucedieran: la deuda de décadas que los gobiernos del triángulo norte tienen para con su ciudadanía. Que la inmigración continúe siendo parte del ADN histórico de nuestras naciones no es un detalle menor; implica una falla estructural en la más básica razón de ser de nuestra República. Nuestra constitución arranca en su primer artículo definiendo a “la persona humana como origen y el fin de la actividad del Estado”.

Mientras existan personas en El Salvador a quienes les falte la justicia, la seguridad jurídica y el bien común (que son la razón constitucional de ser para la organización de nuestro Estado) a tal grado de que arriesguen la existencia para mejorar sus condiciones, nuestras autoridades están faltando a su solemne juramento de defender y hacer cumplir la Constitución. Es un problema serio, y siempre lo ha sido, pero nos hemos acostumbrado al grado de que lo consideramos normal. Quizás porque gobierno tras gobierno, se continúa hablando de la inmigración como un problema para el que la solución se encuentra en las decisiones de otros: en que en EE.UU. se elijan gobernantes decididos a volver la inmigración legal más accesible, que México deje de actuar como esbirro de la brutalidad policíaca anti-inmigrante de los estadounidenses, o que se construya o no una pared fronteriza entre EE.UU. y México —eso es el equivalente a esperar que la solución a un problema de goteras es que deje de llover—.

La solución debe encontrarse en casa, empezando con cumplir lo que la constitución declara como fines del Estado.

@crislopezg

O conmigo, o contra mí. De Mariana Belloso

Ese es el clima que ahora vivimos los salvadoreños que utilizamos redes sociales: un comentario puede desatar ataques masivos que ponen a prueba la tolerancia y resistencia de cualquiera...

30 junio 2019 / LA PRENSA GRAFICA/SEPTIMO SENTIDO

Los llamados a la unidad son uno de los recursos más antiguos de la política. Los seres humanos, animales sociales, han desarrollado en las ciencias políticas la sistematización de sus formas de relacionarse, sus estructuras de poder y su organización.

Entonces vemos a la unidad como medio y como fin en la obra de muchos teóricos, desde filósofos políticos hasta politólogos, y por supuesto que encontramos la palabra en los discursos de líderes y políticos de todos los tiempos, con resultados variados: desde los llamados a la unidad del proletariado en el «Manifiesto comunista», hasta el afán por conformar alianzas y bloques entre países con fines similares.

¿Pero qué pasa cuando el llamado a la unidad se vuelve, a su vez, una invitación a combatir a quien no se sume a la colectividad en cuestión? Recordemos algunos casos recientes. «Quien no está con nosotros, está contra nosotros», afirmó el entonces presidente de Estados Unidos George W. Bush, la madrugada del 21 de septiembre de 2011, en referencia a que no podía haber medias tintas en la lucha contra el terrorismo. Efectivamente, un grupo de países, incluido El Salvador, formaron un bloque de aliados para combatir a los que se consideraban parte del eje del mal.

La misma República Popular China no admite que sus aliados reconozcan a Taiwán como un país independiente, y su política de una sola China ha puesto entre la espada y la pared a países pequeños como, de nuevo, El Salvador.

Y si bien uno puede llegar a justificar y hasta a compartir posturas como estas, en las que están en juego temas como el equilibrio geopolítico o la seguridad internacional, decir que quien no está conmigo está contra mí también puede ser desafortunado.

Ese es el clima que ahora vivimos los salvadoreños que utilizamos redes sociales: un comentario puede desatar ataques masivos que ponen a prueba la tolerancia y resistencia de cualquiera. Con mayor frecuencia se ha vuelto desafortunado emitir opiniones que pongan en entredicho al nuevo gobierno, más que todo en Twitter, que se ha vuelto la plataforma de comunicación por excelencia de la nueva administración.

Y si bien antes se pensaba que los ataques venían de grupos bien organizados para hacer ruido en las redes sociales, los denominados «troll centers», la verdad es que los ánimos se han caldeado al punto de que los insultos y el acoso vienen de ciudadanos comunes y corrientes, como usted o como yo, que simplemente se valen de la seguridad que da el estar tras un teclado y una pantalla para «poner en su lugar» a quien piensa distinto.

Leemos a dirigentes de Nuevas Ideas hacer llamados a la unidad, mientras cualquier opinión que ponga en duda a algún funcionario del Gobierno es sepultada pronto por cientos de voces prestos a defender al actual Ejecutivo. Es, cada vez más evidentemente, el imperio del odio.

Es desafortunado que se esté profundizando de esta forma la polarización política, algo que como país hemos padecido durante décadas cuando las dos fuerzas políticas preponderantes eran ARENA y el FMLN, exponentes máximos de la lucha entre derechas e izquierdas. Con la elección de Nayib Bukele se repitió una y otra vez que se había puesto fin al bipartidismo, a esa polarización que tanto daño le hizo al país, que tantas decisiones importantes frenó, y que tantas reformas necesarias retrasó.

Y sin embargo, la división continúa: o sos de los nuestros, o estás contra nosotros. ¿Será que somos incapaces de dejar a un lado las diferencias y arremangarnos para rescatar al país? ¿Será que esa lucha eterna por pertenecer al bando ganador será nuestra perdición?

Ojalá que no, y ojalá que toda esa efervescencia en redes no pase de eso, porque ahora más que nunca es que se necesita juntar esfuerzos para resolver los problemas fiscales, económicos, sociales, de seguridad y de inequidad que nos tienen en el sótano en cuanto a crecimiento, y que hacen que nuestra gente huya hacia otros países, sin importar los peligros que eso implique.

Carta sobre la foto de Valeria. De Paolo Luers

27 junio 2019 / MAS! y EL DIARIO DE HOY

La agencia de Aduana y Protección de Fronteras CBP es la encargada de arrestar y mantener detenidos a los migrantes que cruzan la frontera sin permiso, incluyendo los miles de menores de edad que tienen en campos de concentración.

Para hacer más eficiente el trabajo de esta agencia, el presidente Trump nombró como su nuevo jefe a un señor llamado Mark Morgan, quien se calificó para este cargo hablando de los niños detenidos en la frontera, en una entrevista con FOX NEWS, en los siguientes términos:

“I’ve looked at their eyes and I’ve said that is a soon-to-be MS-13 gang member. It’s unequivocal.”

“Les he mirado a los ojos y he dicho: este es un futuro miembro de la MS-13. No hay dónde equivocarse”.

Este hombre, con estos criterios, es ahora el responsable de la suerte, de la salud, de la vida y del futuro de miles de niños arrestados en la frontera.

Mira a un niño centroamericano y ve a un futuro pandillero.

¿Qué hubiera visto este hombre al encontrarse con Valeria Ramírez, si ella no hubiera muerto en el intento de cruzar el río Bravo, sino hubiera llegado a uno de los centros de detención? Hubiera visto en la niña salvadoreña de 23 meses una futura pandillera, ladrona o prostituta. Como él mismo dijo: “It’s unequivocal,” sin lugar a equivocarse…

La foto de Valeria recorrió el mundo, salió en la portada del New York Times, y todos la asociamos con aquella otra foto, tomada en una playa de Grecia, de Aylan, el niño kurdo.

No voy a publicar las fotos otra vez. Ya todos las conocemos. A todos nos impactaron.

Existe una diferencia que hay que hacer: la familia de Aylan huyó de su país Siria porque está en guerra. La familia de Valeria no huyó de su país, sino buscó otro país para encontrar trabajo, oportunidades y seguridad. Pero ambas, violencia y falta de oportunidades, son razones válidas para migrar. Lo han sido en toda la historia de la humanidad…

Muchos critican que se está convirtiendo la foto de Valeria en un símbolo y que la usan para criticar a Trump y su política de convertir a los gobiernos de México y Centroamérica en cómplices del intento de bloquear y criminalizar la migración.

Pero esta foto ES un símbolo e igual que la de Aylan, cambiará el debate sobre migración. La foto de Aylan vino a dar fuerza a Angela Merkel y su política de abrir las fronteras de Alemania a los refugiados. La foto de Valeria va a dar fuerza a los millones de ciudadanos en Estados Unidos que van a exigir que se abran la frontera a los migrantes centroamericanos. Ambas fotos son símbolos y poderosos instrumentos políticos.

Saludos,

De sirenas y partidas secretas. De Carmen Aída Lazo

Carmen Aída Lazo, decana de Economía de la ESEN; excandidata a la vicepresidencia

25 junio 2019 / EL DIARIO DE HOY

La Odisea siempre ha sido uno de mis libros favoritos. En ella, Homero relata las aventuras de Ulises en su retorno a su hogar en Ítaca, después de la guerra de Troya.

Y sin lugar a dudas el relato más conocido de esta obra es el de Ulises y las sirenas. Cuando Ulises finalmente decide emprender su viaje hacia Ítaca, la diosa Circe habla con él y le advierte que se encontrará con las sirenas en su camino, quienes, con sus voces, hechizan a los hombres. Los hombres, embelesados, saltan de los barcos y mueren ahogados, por lo que Circe le recomienda atarse al mástil del barco para evitar sucumbir ante estas criaturas míticas.

Ulises así lo hace y además ordena a todos los hombres de la nave taparse los oídos con cera, Por último, les exige que no lo desaten, sin importar cuánto suplique. Gracias a estas precauciones, Ulises y su tripulación logran salir ilesos del encuentro con las sirenas.

Este relato ha sido sujeto de diferentes interpretaciones metafóricas a lo largo del tiempo, siendo una de ellas que, dada nuestra vulnerable naturaleza humana, muchas veces lo que más nos conviene es atarnos de manos y limitar voluntariamente nuestro libre albedrío, pues ello nos librará de cometer acciones que nos terminen afectando. Dado que las tentaciones estarán ahí, y que será en extremo difícil no sucumbir ante ellas, es mejor limitar anticipadamente nuestro accionar, en otras palabras, es mejor atarnos de pies y manos al mástil del barco.

Esta alegoría resulta particularmente pertinente para el caso de nuestro país, donde los sonados casos de corrupción han erosionado la confianza de la población en la clase política. Y porque tales casos de corrupción, -en los que se dilapidaron los recursos del Estado-, se podrían haber evitado si las posibilidades de sucumbir a las tentaciones se hubiesen minimizado oportunamente. Es decir, si quienes ostentan el poder actuasen como Ulises, atándose al mástil del barco.

Y es que la falta de transparencia en el manejo de las finanzas del Estado, la opacidad en el uso de los recursos públicos, actúan como esas tentaciones, como esos cantos de sirena, que estimulan los abusos en el ejercicio del poder. Nuestra historia reciente ha demostrado contundentemente, que, en la medida que existan fondos públicos que no estén sujetos a una adecuada rendición de cuentas o al escrutinio público, los funcionarios se verán tentados a hacer un uso inadecuado de dichos recursos.
Es por ello que la transparencia y la rendición de cuentas en el uso de los fondos del Estado actúa como un poderoso antídoto para evitar tales tentaciones. Es la forma de atarse al mástil de quienes ostentan el poder. Y es lo que todos debemos exigir.

El fortalecimiento de la transparencia en el manejo de las finanzas públicas exige una agenda con múltiples acciones, con un compromiso político real y con un genuino involucramiento de los diferentes actores de la sociedad civil. Es mucho lo que aún se puede hacer en El Salvador. De hecho, el International Budget Partnership -que clasifica a los países de acuerdo a la transparencia en su presupuesto-, ubica a El Salvador entre los países con nivel de transparencia insuficiente.

Ciertamente se han dedicado foros completos a discutir y tratar de trazar esa agenda, pero cierro esta columna comentando una acción puntual, concreta, de exclusiva responsabilidad del poder Ejecutivo y que, de realizarse, contribuiría al tan necesario fortalecimiento de la transparencia.

Esta acción es reducir, a su mínima expresión, la partida de gastos reservados en el Presupuesto General del Estado 2020. La principal característica de la partida de gastos reservados -conocida popularmente como partida secreta- ha sido la opacidad y discrecionalidad con la que se ha manejado desde la Presidencia de la República. Esto puede y debe cambiar, y está en manos del Órgano Ejecutivo el hacerlo.

El presupuesto del Organismo de Inteligencia del Estado asciende a más de 30 millones de dólares y se clasifica como gasto reservado. A manera de referencia, la Superintendencia de Competencia -que vela por el buen funcionamiento de los mercados- cuenta con un presupuesto anual de $2.7 millones, Fosalud, con cerca de $39 millones, el Hospital Nacional Benjamín Bloom: $34 millones. Un presupuesto anual de $30 millones para la OIE es excesivamente alto en un país con las demandas sociales que tiene El Salvador.

Es cierto además que muchos países tienen partidas de Gastos Reservados, pero también es cierto que muchos de ellos cuentan con mucha mayor claridad sobre la definición de tales gastos y mejores mecanismos de fiscalización y auditoría de su ejecución. Además de definir con precisión qué se considera gasto reservado, es importante explicitar las prohibiciones. Así, por ejemplo, de ninguna manera los gastos reservados deben ser usados para el pago de sobresueldos u otra forma de compensación a servidores públicos, y deben ser auditados por la Corte de Cuentas de la República. Y en caso la información sea clasificada como reservada, deberá hacerse pública una vez venza el plazo de dicha reserva.

En definitiva, ningún gasto del Estado debe estar exento de un mecanismo de fiscalización y control. Ninguno. Es posible y necesario que el presupuesto que mandará el Gobierno a la Asamblea en septiembre de este año contemple una reducción sustancial de los gastos reservados, y que se emprenda un esfuerzo serio por definir y fiscalizar tales fondos.

Mayor transparencia es central para brindar mejores bienes y servicios a la población, y para combatir la corrupción. La transparencia ayuda a blindar a los gobernantes de las tentaciones en el poder. La reducción y control de los gastos reservados es una acción factible en la dirección correcta.

Carta a una amiga que ama al país: No nos hagamos ilusiones. De Paolo Luers

25 junio 2019 / MAS! y EL DIARIO DE HOY

Muy estimada amiga:

“Todos queremos lo mejor para este pueblo. Eso es lo que necesita el país: un sentido de unidad, un sentido de inclusión, un respeto por nuestras instituciones, nuestro modo de vida, el estado de derecho y el respeto mutuo”. Estas fueron las palabras que citaste del expresidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama, después de la elección de Donald Trump en 2016. Fue un llamado bien intencionado que honra al expresidente Obama, pero lastimosamente no fue realista.

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Uniendo esfuerzos. De Erika Saldaña

Porque resulta que Trump no quiere lo mejor para su pueblo, sino que busca promover las causas de la xenofobia, el racismo – y que su lema ‘Make America Great Again’ se traduce a ‘Make White America Great Again’. Resulta que Trump no promueve ‘un sentido de unidad e inclusión’, sino la división y exclusión. Resulta que Trump no  entiende lo que significan la palabra respeto…

Hoy, en el tercer año de la presidencia de Trump, Obama ya no diría lo mismo. Tuvo que reconocer que ante un gobierno de este tipo resulta ilusorio apelar a la unidad, al respeto a las instituciones y a cualquier tipo de respeto. Lo que hay que hacer es fortalecer la institucionalidad y los contrapesos, incluyendo la oposición, para evitar que pueda avanzar su agenda antidemocrática – y para asegurar que en las próximas elecciones se produzca un cambio.

Entonces, la noble frase de Obama sobre ‘el sentido de unidad’ no nos sirve de punto de partida para una reflexión sobre la situación actual de nuestro país – y sobre cómo relacionarse con el gobierno de Bukele los que no somos parte de su proyecto de poder. Vale la pena estudiar Estados Unidos y Trump, pero para aprender cómo hacer oposición y contención a un presidente que ha logrado movilizar una porción tal vez no mayoritaria, pero sí grande y sólida de la población alrededor de consignas simplistas, populistas y divisionistas.

¿Cómo atreverse a ejercer crítica, oposición y contención a un gobierno que tiene ventaja de popularidad, porque no tiene ningún asco a lo simple, lo falso y lo demagógico – mientras que la oposición no sabe cómo comunicar verdades más complejas y mensajes contra la corriente?

¿Cómo lograr esto cuando todos los instrumentos necesarios para hacerlo se encuentran en crisis de identidad y liderazgo: los partidos políticos, la academia, los organizaciones de la sociedad civil, el parlamento, los medios de comunicación? Todos. Y cuando muchos de estos instrumentos de contrapeso son tan fáciles de extorsionar por la presión popular que el recién electo presidente sabe movilizar contra cualquier intento de someter su poder a reglas institucionales y legales.

Sólo cuando estos instrumentos se hayan logrado liberar de su actual parálisis y recuperen su capacidad de jugar su papel en el sistema de pesos y contrapesos, puede convertirse en oposición propositiva y constructiva. Para ser oposición constructiva, primero hay que establecerse como oposición. Esto es válido para partidos como para intelectuales o líderes de la sociedad civil. Si no, veremos más del espectáculo embarazoso que ya comienza a presentarse diariamente: que cada uno por separado y debajo de la mesa, desde su debilidad y su miedo de perder importancia, busca arreglarse con el nuevo poder.

Concertación digna sólo será posible desde posiciones de fuerza y unidad. Es imposible imaginarse una unidad nacional sin antes haber llegado a una claridad de criterios, prioridades y propósitos, tanto en el campo gubernamental como en el campo opositor. Sólo entonces se podrá concertar a favor del país. Sin dar este paso, sin transparencia sobre los propósitos de los diferentes actores (gubernamentales, opositores, ciudadanas y gremiales) no puede haber concertación, solo pactos oscuros y sumisiones.

Entiendo tu interés manifiesto de que el país avance. Está bien decir: ‘Unamos esfuerzos por el país’ – pero antes de unir esfuerzos hay que tener fuerza. No es un gobierno ni un presidente que nos van a unir. Vamos a unirnos para tener la fuerza de concertar con el gobierno por el bien del país. Y para ejercer oposición donde no hay intento de imposición y chantaje.

Saludos,

Uniendo esfuerzos. De Erika Saldaña

24 junio 2019 / EL DIARIO DE HOY

“Todos queremos lo mejor para este pueblo. Eso es lo que necesita el país: un sentido de unidad, un sentido de inclusión, un respeto por nuestras instituciones, nuestro modo de vida, el estado de derecho y el respeto mutuo”. Estas fueron las palabras del expresidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama, después de la elección de Donald Trump en 2016. Fue un llamado a la unidad del país luego de que su partido perdiera la elección presidencial. Y estas son palabras que también deberíamos hacer propias para El Salvador.

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La semana pasada tuve la oportunidad de compartir un almuerzo organizado por la embajadora de los Estados Unidos Jean Manes en su residencia, en el que mujeres líderes de este país intercambiaron ideas y visiones con la primera dama de la república y las ministras de Turismo, Educación, Salud, Cultura y Desarrollo Local. El llamado durante la reunión fue el mismo hecho por el expresidente Obama. La embajadora pronunció un breve mensaje que luego fue difundido en su cuenta de Twitter: “El momento de este país es hoy. Tenemos que dar un paso adelante y empujar desde donde estamos. Seamos audaces, seamos valientes, no vacilemos, no nos detengamos. Nuestras familias, nuestras comunidades, nuestros países nos necesitan”. El Salvador necesita a todos sus buenos ciudadanos.

Durante décadas, los partidos †††políticos que ganaron una elección empujaron esfuerzos hacia decisiones específicas sin considerar la opinión de quienes fueron adversarios o de quienes no pensaban de manera similar. No ha existido la suficiente madurez política de tener en cuenta lo que piensan las minorías. Eso ha profundizado la polarización y el resentimiento entre distintos sectores de la sociedad. Todas estas asperezas existentes son las que hay que limar, centrando esfuerzos en sacar adelante un país dañado por la pobreza, exclusión y corrupción. Esto es posible hacerlo sin perder el pensamiento propio y el sentido crítico propio.

El llamado a unir esfuerzos por el país no se traduce una sumisión y aceptación a ciegas de las decisiones que provengan del Órgano Ejecutivo. La invocación a la unidad significa que todos los involucrados en las decisiones de país deben tener la madurez política de participar en un diálogo horizontal para la toma de decisiones. Significa que los ciudadanos comprometidos con El Salvador debemos unir esfuerzos y apoyar las buenas propuestas que provengan del Ejecutivo. Y también, que la presidencia y sus ministros deben escuchar las observaciones y críticas orientadas a tomar mejores decisiones o corregir errores. La idea principal debe ser siempre resolver de manera civilizada los problemas del país.

En El Salvador necesitamos mucha civilidad. Civilidad cuando convivimos en nuestras colonias y comunidades; civilidad en las calles y en el tráfico; civilidad en el trato con nuestros compañeros de trabajo y con los usuarios de los servicios. Y también, civilidad en el ámbito político, donde los oponentes partidarios o los distintos pensamientos ideológicos no deben tratarse como si fueran enemigos. El fin último de todos los involucrados en política debería ser el progreso del país y el bienestar de la población. Lo único distinto es el camino a seguir, no la finalidad que todos buscamos.

Hoy es un buen momento para compartir el mensaje de la embajadora Manes a todos los ciudadanos que queremos a nuestro país: hay que unir esfuerzos por El Salvador. Debemos dejar a un lado las diferencias políticas que nos han separado desde hace décadas y trabajar, cada quien desde su trinchera personal, en hacer avanzar el desarrollo de nuestro país. Las diferencias no deben ser más ruidosas que el deseo de mejora de todos los ciudadanos. Cuando se trata de nuestro país, todos estamos en el mismo equipo.

Las noches oscuras del alma. De Cristina López

24 junio 2019 / EL DIARIO DE HOY

Se ha ido volviendo cada vez más difícil, en estas eras de autobiografías digitales filtradas y versiones Photoshop de la realidad, hablar de lo que pasa en los momentos que no compartimos. A través de la ventana digital enseñamos al mundo nuestras sonrisas más llenas de dientes, nuestros días más soleados, nuestros mejores atuendos, los días de triunfo personal y éxito profesional. Y no tiene nada de malo. Nuestras audiencias hacen lo mismo y disfrutamos de su contenido digital de la misma manera que esperamos disfruten del nuestro.

Pero también a veces se vuelve fácil como audiencia pensar que la vida de los demás es sólo sonrisas llenas de dientes, días soleados, atuendos excelentes, triunfos y éxitos. Porque hay momentos, los que podrían describirse como “las noches oscuras del alma”, que no compartimos con el mundo. Quizás porque a través del rectángulo de nuestra ventana digital tan expertamente curada no caben las profundidades y complejidades de nuestro cerebro, tan parecido al de todo el mundo, pero tan único y específico en lo que a niveles y balances químicos se refiere. Donde una pluralidad de químicos influyendo incesantemente por dentro y por fuera de nuestras células nerviosas causan millones y miles de millones de reacciones químicas que terminan explicando nuestras percepciones, humores, y la manera en la que experimentamos la realidad. La vida, pues. O quizás porque a veces pensamos que como los trapos sucios que se lavan en casa, es de pésimos modales andar aireando lo íntimo y nos guardamos lo más oscuro, enterrándolo dentro por para que si

Pero ignorarlas no hace que desaparezcan. Y la acumulación de noches oscuras puede dañar irreversiblemente el alma hasta perder las ganas. Este junio se cumplió un año desde que la leyenda culinaria que era Anthony Bourdain decidió quitarse la vida. Bourdain era de todo: chef, reportero, aventurero, escritor. Fue su libro “Kitchen Confidential” lo que me convirtió en fanática del periodismo culinario y como tantos, su muerte me causó impresión. Nadie, más allá de su médico personal podrá con certeza decir si a Bourdain las noches oscuras del alma fueron lo que al final le empujaron a la decisión más triste y drástica de todas. Pero sabemos lo que Bourdain compartía con el mundo, a través de su propia autobiografía digital llena de aventuras internacionales y periodismo culinario. Y sabemos, porque algo de eso había compartido también, que incluso con esa vida que hasta él consideraba bendecida, a Bourdain la falta de salud mental le hacía sufrir muchísimo. Tim Carman, periodista culinario para Washington Post, compartió en una columna la semana pasada que fue el suicidio de Bourdain lo que lo motivó a él a compartir con sus audiencias y personas cercanas el diagnóstico de su propia depresión.

Cuenta Carman que Bourdain en un episodio de su serie de CNN “Partes Desconocidas” en el que visitó Argentina, compartió su experiencia con las espirales de depresión que duraban para él a veces días, diciendo “Nadie me va a extender sus simpatías, francamente. Tengo el mejor trabajo del mundo”. Su muerte prematura es evidencia de que ni el talento, ni la fortuna, ni el éxito profesional protegen de los tentáculos poderosísimos de la depresión. El sentimiento de desesperanza puede volverse a veces tan pesado que recuerda a los efectos que en las series de Harry Potter, tenían los dementores sobre quienes se encontraban a sus alrededores: la sensación de que no se volverá a ser feliz nunca. Me diagnosticaron depresión hace unos años y he tenido más de una noche oscura. La ayuda profesional y a veces medicamentos, nos sirven a quienes padecemos de este mal tan común pero tan poco discutido a que salga el sol otra vez. Pero como cualquier carga, es sólo cuando se comparte que se vuelve menos pesada. En honor a la memoria de Anthony Bourdain, ojalá que hagamos de la depresión menos un huésped silencioso del cerebro y más una condición común para la que existe ayuda.

@crislopezg