Pedro Chamorro Barrios

Farsa electoral a múltiples bandas. De Pedro Joaquín Chamorro Barrios

Pedro Chamorro Barrios, diputado de la Asamblea Nacional de Nicaragua por el PLI

Pedro Chamorro Barrios, diputado de la Asamblea Nacional de Nicaragua por el PLI

Pedro Joaquín Chamorro Barrios, 28 junio 2016 / EDH

Una farsa es una obra teatral, por lo general breve, cuyo objetivo es hacer reír a los espectadores. Nadie cree en ella porque no es algo serio. Una farsa dista mucho del drama o de las películas muy realistas que mantienen al público aferrado en sus asientos esperando el dramático desenlace final.

Farsa es igual a mentira, solo que es una mentira que todos conocen, al extremo que provoca risa entre los espectadores.

Elecciones sin verdaderos contendientes y con una enorme sopa de letras, de aliados y de “opositores” del FSLN es en realidad una farsa a múltiples bandas que pudo haber sido, si hubiese habido voluntad política, un drama electoral serio, digno de admiración en el mundo. Un drama como el que acabamos de presenciar en Perú, donde el ahora presidente Pablo Kuczynski, del Partido Peruanos por el Kambio, derrotó a Keiko Fujimori de Fuerza Popular por el .012 por ciento del sufragio, o sea, doce centésimas porcentuales y nadie, absolutamente nadie en el mundo, ha dicho que hubo fraude en Perú, o que fue una farsa electoral.

¿Podríamos imaginar un escenario en Nicaragua tan dramático en que don Roberto Rivas le diera la victoria a un candidato opositor a Daniel Ortega por un margen tan ínfimo? Ciertamente no… Ni en el más optimista de los sueños.

En la farsa electoral 2016 a múltiples bandas nos encontramos que ya el Frente Sandinista tiene siete partidos aliados oficialmente y un pretendiente de formalizar su alianza de hecho.

diario hoyPartidos tan difíciles de imaginar que pudieran ser aliados con el FSLN, como el Partido Resistencia Nicaragüense, el Partido Liberal Nacionalista (herencia del somocismo), el Movimiento de Unidad Cristiana, Alternativa por el Cambio, Camino Cristiano del reverendo Osorno, Partido Indígena Multiétnico y posiblemente el mismo Yatama de Brooklyn Rivera, quien fuera desaforado. En adición, pretende oficializar su alianza de hecho con el FSLN y seguramente saldrá electo nuevamente diputado, el exdiputado PLC, Wilfredo Navarro, quien ha formado un movimiento liberal para tal fin.

En las bandas de los partidos “opositores” al FSLN están aquellos que nunca los hemos visto en ninguna protesta demandando elecciones transparentes y con observación electoral, tal y como lo demandan en las encuestas más del 80 % de los nicaragüenses. ¿Por qué? Simplemente porque a sus líderes no les interesa ni preocupa que no haya observación electoral ni transparencia. En sus cálculos políticos, si hay fraude nuevamente, será para que a ellos les asignen más votos de los que han obtenido.

Estos “contendientes opositores” y sus dueños son: el Partido Conservador de Alfredo César, el Partido Liberal Constitucionalista de Arnoldo Alemán, Alianza Liberal Nicaragüense de Alejandro Mejía Ferreti, el Partido Liberal Independiente, asignado por la Corte Suprema de Justicia a Pedro Reyes Vallejos; el Apre, de Carlos Canales; el Partido Autónomo Liberal, el Movimiento de Unidad Cristiana (MUC), el Partido Movimiento de Unidad Costeña y el Partido Myatamaran.

La prueba más contundente de que los que corran en estas casillas no representan a la oposición es que a sus líderes jamás los vemos en las calles demandando transparencia y observación electoral.

Ahora que han cercenado los derechos al pueblo nicaragüense a poder votar por la Coalición Nacional Opositora, ya no será necesaria la observación para que vengan a contemplar o avalar una farsa electoral, más cerca de ser una comedia, la que tendrá algunos actores de reparto y otros “extras” con roles secundarios y será muy distante de una elección verdadera, como la que tuvieron lugar recientemente en Perú, Argentina o Guatemala.

Los obispos lo han advertido claramente en su reciente mensaje a la nación y también hizo lo propio el Cosep. Negros nubarrones se ciernen sobre el horizonte de Nicaragua después de noviembre, agravados por decisiones inexplicables e irracionales, como la expulsión de tres funcionarios de Aduanas de los Estados Unidos que andaban, precisamente, buscando cómo facilitar el acceso de nuestras exportaciones a ese gran mercado.

Pareciera que estamos viendo escenas de una película que ya vimos o un pasaje que ya vivimos, un “déjà vu” del reloj de la historia.