Turquía

This powerful series of tweets says all you need to know about the state of Turkey’s democracy

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natasha-bertrandNatasha Bertrand, 29 julio 2016 / BUSINESS INSIDER

Turkish president Recep Erdogan has ordered that at least 131 media outlets suspected of inciting or sympathizing with this month’s failed military coup be permanently shut down.

That includes three news agencies, 16 TV channels, 23 radio stations, 45 daily newspapers, 15 magazines, and 29 publishing houses, according to Al Jazeera.

Erdogan’s post-coup purges have targeted at least 50,000 people — including soldiers, police, civil servants, and academics — suspected of inciting or sympathizing with the military uprising. At least 15,000 have been detained so far.

Screen Shot 2016-07-31 at 5.04.53 PMJournalists — long a favorite target of Erdogan’s — have also been hastily targeted in the post-coup crackdown. As of Thursday, 42 journalists had been detained, according to Turkish analyst and journalist Mahir Zeynalov.

Zeynalov has been sharing photos on Twitter of the journalists as they are hauled away by Turkish police.

These are just a few of them:

The massive purges have given many analysts reason to believe that Erdogan — who called the failed coup «a gift from God» — is using the incident as an excuse to rid society of those who oppose his rule.

In the wake of roughly 14 terrorist attacks on Turkish soil in just over a year, Erdogan has attempted to significantly expand his presidential powers and quell dissent.

The US generally tries to avoid criticizing Turkey, which has the second-largest military in NATO and is a crucial ally in the fight against ISIS. President Barack Obama has expressed concern in the past about Erdogan’s repressive tendencies, however.

«I’ve said to President Erdogan to remind him that he came into office with a promise of democracy,» Obama said during a press conference at the end of the Nuclear Security Summit in April.

«And Turkey has historically been a country in which deep Islamic faith has lived side by side with modernity and an increasing openness. That’s the legacy that he should pursue rather than a strategy that involves repression of information and shutting down democratic debate.»

The US quickly condemned the attempted overthrow of Erdogan’s government on July 15, however, and called on all parties in Turkey to «support the democratically elected Turkish government.»

In any case, the coup attempt — and the mass purges that have followed — «presents a dilemma to the United States and European governments,» Richard N. Haass, the president of the Council on Foreign Relations, told The New York Times shortly after the uprising was put down.

«Do you support a nondemocratic coup,» or an «increasingly nondemocratic leader?»

Habla el hombre acusado de orquestar el golpe en Turquía: He defendido a la democracia durante décadas

Matt Rota

GULEN

Fethulah Gülen es predicador turco y activista social, fundador del movimiento Hizmet. Adversario político del presidente Erdogan.

Fethulah Gülen, 29 julio 2016 / THE NEW YORK TIMES

SAYLORSBURG, Pensilvania — Condené en los más firmes términos el intento de golpe de Estado sucedido en Turquía este mes. “El gobierno debe ganarse mediante un proceso de elecciones libres y justas, no a la fuerza”, dije. “Le rezo a Dios por Turquía, por los ciudadanos turcos y por todos los que actualmente se encuentran en Turquía, para que esta situación se resuelva pacífica y rápidamente”.

A pesar de mi protesta inequívoca, similar a otras declaraciones emitidas por los tres grandes partidos de la oposición, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan me acusó de orquestar el golpe de Estado. Exigió que Estados Unidos me extraditara de mi hogar en Pensilvania, donde he vivido en exilio voluntario desde 1999.

La sugerencia de Erdogan no solo contradice todas mis creencias, sino que también es irresponsable y equivocada.

Mi filosofía contempla un islam inclusivo y pluralista, dedicado al servicio de los seres humanos de cualquier credo, por lo que es la antítesis de la rebelión armada.

NEW YORK TOMES NYTDurante más de 40 años, los integrantes del movimiento con el que estoy asociado —llamado Hizmet, que en turco significa “servicio”— han defendido y demostrado su compromiso con una forma de gobierno cuya legitimidad dependa de la voluntad de la gente y respete los derechos de todos los ciudadanos sin importar sus creencias religiosas, afiliaciones políticas ni orígenes étnicos. Empresarios y voluntarios inspirados por los valores de Hizmet han invertido en la educación moderna y el servicio comunitario en más de 150 países.

En una época en la que las democracias occidentales buscan voces musulmanas moderadas, yo y mis compañeros de Hizmet hemos tomado una postura clara contra la violencia extremista, desde los ataques del 11 de septiembre hasta las brutales ejecuciones del Estado Islámico o los secuestros de Boko Haram.

Además de condenar la violencia sin sentido, que también se vivió durante el intento de golpe de Estado, hemos enfatizado nuestro compromiso por evitar el reclutamiento de terroristas entre la juventud musulmana y fomentar una mentalidad pluralista y pacífica.

A lo largo de mi vida he denunciado públicamente y en privado las intervenciones militares en las políticas nacionales. He defendido la democracia durante décadas. En las últimas cuatro décadas, los turcos hemos sufrido cuatro golpes de Estado por parte de las fuerzas militares —y en esos regímenes fui víctima de acosos y encarcelamientos arbitrarios— por lo que jamás querría que mis compatriotas volvieran a padecer ese sufrimiento. Si alguien que aparenta ser simpatizante de Hizmet ha estado involucrado en un intento de golpe de Estado, traiciona mis ideales.

Sin embargo, la acusación de Erdogan no es una sorpresa, no por lo que dice de mí, sino por lo que revela sobre su impulso sistemático y peligroso hacia la autocracia.

Como muchos ciudadanos turcos, los miembros del movimiento Hizmet apoyaron las primeras iniciativas de Erdogan para democratizar Turquía y cumplir con los requisitos para ser miembro de la Unión Europea. Sin embargo, no estuvimos callados mientras pasó de la democracia al despotismo.

Incluso antes de estas nuevas purgas, en años recientes el presidente ha cerrado diarios de forma arbitraria, también destituyó a miles de jueces, fiscales, oficiales de policía y servidores públicos. Además, ha tomado medidas especialmente severas contra las comunidades kurdas. Ha declarado a sus detractores como enemigos del Estado.

Hizmet, en particular, ha sido el blanco de la ira del actual mandatario. En 2013, Erdogan culpó a los simpatizantes de Hizmet que trabajan en la burocracia turca de iniciar una investigación de corrupción que implicaba a miembros de su gabinete y otros aliados cercanos. Como resultado, muchos miembros del poder judicial y las fuerzas policiacas sufrieron purgas o arrestos simplemente por hacer su trabajo.

Desde 2014, cuando Erdogan fue electo como presidente después de ser primer ministro durante 11 años, buscó transformar a Turquía para que dejara de ser una democracia parlamentaria y se convirtiera en una “presidencia ejecutiva”, sin mayores controles para su poder. En ese contexto, la reciente declaración de Erdogan acerca de que el fallido golpe de Estado fue un “regalo de Dios” es ominosa.

Mientras busca purgar a más disidentes de las agencias gubernamentales —hasta ahora cerca de 70.000 personas han sido despedidas—, y presionar más a Hizmet y otras organizaciones civiles, también está eliminando muchos de los impedimentos que quedan para detener su poder absoluto. No es sorprendente que el gobierno suspendiera la aplicación de la Convención Europea de Derechos Humanos y declarara un estado de emergencia.

El presidente está chantajeando a Estados Unidos al amenazar con frenar el apoyo del país a la coalición internacional contra el Estado Islámico. Su meta es asegurar mi extradición, a pesar de la ausencia de pruebas creíbles y sin ningún prospecto de un juicio justo. La tentación de darle a Erdogan lo que quiere es comprensible. No obstante, Estados Unidos debe resistirla.

El extremismo violento se alimenta de las frustraciones de quienes están obligados a vivir bajo dictaduras que no pueden desafiarse con protestas pacíficas y políticas democráticas. En Turquía el gobierno de Erdogan, que se ha convertido en una dictadura, está polarizando a la población según líneas sectarias, políticas, religiosas y étnicas, con lo cual ha motivado a los fanáticos.

Por el bien de las iniciativas internacionales para restaurar la paz en tiempos difíciles, así como para salvaguardar el futuro de la democracia en el Medio Oriente, Estados Unidos no debe admitir a un autócrata que está convirtiendo un golpe de Estado fallido en un golpe en cámara lenta que él mismo creó para atacar al gobierno constitucional.

Turquía: El golpe fracasa, pero la democracia no triunfa, De Ilke Toygür

La intentona militar ahonda la división en una sociedad atrapada el paisentre el autoritarismo militar, que intentó tomar el poder, y el religioso, que no para de reforzarse.

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La seguridad ha sido reforzada en Estambul tras el golpe de Estado.

Ilke Toygür

Ilke Toygür es investigadora del Istambul Policy Center, Universidad de Sabanci y Universidad Autónoma de Madrid.

Ilke Toygür, 18 julio 2016 / EL PAIS

Ha sido un año muy intenso para Turquía y el país se ha vuelto menos libre, menos tolerante con las diferencias y más imperialista. Si el conflicto kurdo y los ataques terroristas del Estado Islámico ya asustaban a la ciudadanía, la noche del 15 de julio supone un paso más hacia un clima político de miedo. Sólo el saldo objetivo del intento de golpe de Estado es ya estremecedor: 265 muertos (104 militares golpistas y el resto civiles y policías) y 1.440 heridos. También ha habido detenciones masivas: 2.839 militares y 2.745 jueces destituidos durante el fin de semana. Parece que la purga contra los “gülenistas”, a quienes se les atribuye la responsabilidad de la intentona, va a ser profunda. El Presidente ha dicho que la limpieza seguirá hasta que no quede ni la mancha, por lo que pueden esperarse miles de actuaciones más.

Pero más allá de los números obvios, se pueden subrayar tres desarrollos preocupantes para el futuro de Turquía: en primer lugar, crecerá la influencia del Islam. El presidente de Diyanet –la institución responsable de los asuntos religiosos– habló ayer en televisión y felicitó a quienes se habían enfrentado en la calle a los golpistas en el nombre del Dios. Los cantos «Allah Bismillah Allahu Ekber» se escucharon en las calles de las grandes ciudades.

En segundo lugar, los partidarios más fanáticos de Erdoğan estarán ahora dispuestos para interrumpir cualquiera manifestación de protesta, incluyendo, por ejemplo, una movilización a favor de la libertad de expresión o del movimiento pro-derechos LGBTI. Y eso, además de lamentable, será peligroso y difícil de controlar.

«Crecerá la influencia del Islam
y los más fanáticos combatirán las expresiones de libertad…»

Y por último, la parte laica de la sociedad turca está mayoritariamente contra de los golpes de Estado por la amarga memoria histórica (golpes de 1960, 1971, 1980 y 1997), así que hoy esa parte se siente angustiada y atrapada entre el autoritarismo militar (que fracasó la noche del 15) y el religioso (que parece triunfante en estos momentos).

Una última acotación: el impacto de las redes sociales y la tecnología ha sido muy importante. Erdoğan y los miembros del gobierno se conectaron por Facetime a los canales de televisión durante toda la noche. Así que, paradójicamente, las redes sociales, cuyo uso normalmente restringe el Gobierno para frenar a los movimientos sociales, han sido una eficaz plataforma. Recibir mensajes en el móvil del presidente Erdoğan animando a salir a la calle ha resultado muy efectivo.

El intento de golpe tendrá, en cambio, un impacto menor en las relaciones exteriores de Turquía y en la imagen de Erdoğan, que ya estaba muy deteriorada. En 2003, cuando el ahora Presidente asumió el cargo de Primer Ministro, Occidente le trató como el líder de la esperanza democrática en Oriente Medio y a Turquía como el país referente para demostrar que la democracia es compatible con el Islam.

«El golpe no tendrá apenas impacto en las relaciones exteriores
y en la imagen de Erdogan, ya muy deteriorada…»

Ahora, los líderes de la Unión Europea y de EEUU han pasado a criticarle por los atentados contra el Estado de derecho, la restricción de los derechos fundamentales y la represión a periodistas y académicos. Incluso se han deslizado críticas a Turquía por apoyar a algunas sectas del Estado Islámico, o al menos por no combatirlas efectivamente. Pero, al mismo tiempo, Turquía se ha convertido en un país muy importante para la Unión Europea gracias a la crisis de los refugiados y en un aliado destacado dentro la OTAN para la guerra de Siria. Turquía ha tenido muchos problemas con sus vecinos en los últimos años pero recientemente ha cambiado su política exterior para congraciarse con sus aliados, empezando por Israel y Rusia. En resumen, es de esperar que las dinámicas internacionales sigan en esa línea de realpolitik.

¿Y ahora que? La represión será dura. Algunos sectores de la sociedad están pidiendo la vuelta de la pena de muerte para castigar a los responsables del intento. Desarrollos como ése alejarán definitivamente la adhesión a la Unión Europea y se ahondará la división social que ya es más profunda que nunca: la mitad se siente ganadora de una guerra y la otra mitad tiene mucho miedo del futuro. La democracia no consiste sólo en estar contra un golpe, si al día siguiente eso supone vulnerar los derechos de los demás. Pero todo apunta hoy a que la mayoría de Erdoğan desea gobernar el país sin muchas concesiones hacia la oposición.