Diego de Sola

Responsabilidad 4.0- ¿Los fines de lucro pueden ponerle fin al lucro? De Diego de Sola

Diego de Sola

Diego de Sola, Director ejecutivo de Inversiones Bolívar y fundador de Glasswing

Diego de Sola, 13 noviembre 2017 / EDH-Expansión

En 1970 el reconocido economista Milton Friedman aseveró que, “la responsabilidad social de la empresa es incrementar utilidades”. Cuando hablamos de una organización con fines de lucro, pareciera reflejar fielmente lo que Friedman proponía hace casi medio siglo – si seguimos incrementando el lucro, todo lo demás cae por su propio peso. ¿Pero qué tal si el entorno del futuro no funciona así? ¿Qué tal si, en el afán de perseguir ese único fin explícito –el lucro– ponemos en riesgo la sostenibilidad de ese mismo lucro que buscamos?

EDH logLa mayoría de nuevos emprendimientos arrancan para generar utilidades, un motivador natural y legítimo, especialmente cuando se invierte y arriesga tiempo, empeño y recursos. Sin embargo, desde los mismos años 70 hemos visto la evolución de nuevas teorías, como la Responsabilidad Social Empresarial, el Valor Compartido,

Emprendimientos Sociales y otros, que le dan al capitalismo tradicional aristas de responsabilidad, en algunos casos más allá de lo que lo que Friedman hubiera tolerado. Ahora, con la transparencia que ofrecen (¿imponen?) los medios electrónicos, y con nuevas actitudes y expectativas de nuevas generaciones como los llamados “Millenials”, aumenta el clamor por negocios que engranan con la sociedad de una manera diferente.

El interés propio, propiamente entendido
Una crítica muy común hacia al empresariado es que somos gente “interesada”, como si eso fuera sinónimo de egoísmo o mezquindad. Pero pregunto, ¿Quién no es interesado? ¿Qué nos motiva a actuar, si no son nuestros intereses? Entonces, si el interés es algo natural y hasta conveniente para la sociedad, ¿Cuál es el problema de serlo?

La preocupación pareciera basarse en el supuesto que yo busco mis intereses a costillas de los demás. Si es así, mi único fin explícito, el de lucro, me pone como empresario en conflicto directo con mis clientes, colaboradores, proveedores, gobierno, medio ambiente y comunidad. Esa posición es caldo de cultivo para ataques constantes, culpando al sector privado de los males de otros.

Cada vez que hay un abuso laboral, ambiental o fiscal (no podemos negar que los hay), salen nuevamente los señalamientos hacia todo el sector privado, como si fuera una práctica natural de todo empresario. Yo sé que esa no es la generalidad, pero lo que yo crea importa poco si la percepción de muchos es otra.

Muchos empresarios hemos caído en cuenta que nuestros intereses, hasta el mismo del lucro sostenido, están entrelazados con los intereses de todos aquellos que forman nuestro ecosistema. Un ejemplo muy claro de esto es la inversión en capital humano.

Muchos dirían que los empresarios buscan siempre la mano de obra más barata, pero el sector privado es el gran capacitador del país junto a instituciones educativas, y el desarrollo profesional es un punto clave en donde coinciden intereses. Entonces toca, como todo en la vida, serlo y parecerlo – pensar activa y constantemente en los intereses de todos, no solo porque es lo correcto, pero también porque le conviene a la empresa. Este es el interés propio, propiamente entendido.

Cambiemos de Óptica
Entonces, me atrevo a proponer que revisitemos algo muy simple, pero a la vez muy poderoso – nuestro apelativo: “Empresa con Fines de Lucro”. Es mera semántica, lo sé, pero puede traernos un cambio de enfoque fundamental para ser competitivos en la era que se nos avecina. Entonces, dejemos de hablar de lucro, y comencemos a hablar de bienestar.  Hagámonos “Empresas con Fines de Bienestar”.

Esto no quiere decir renunciar al lucro, sino darles peso explícitamente a los intereses de aquellos que nos ayudan a generarlo. Cada día más empresas reconocen esta oportunidad, reconociendo la interdependencia que tenemos con todos los actores de nuestro contexto.

La llamada “Industria 4.0” traerá consigo mucha innovación, y muchos retos para nuestras empresas y para nuestro país. Tendremos que ser más productivos, más ágiles y más competitivos para competir en un mundo cada vez más cambiante.

Aquellas empresas que logren convertirse en verdaderas fábricas de bienestar, no solo serán las que mejor atraerán talento, clientela e inversionistas, sino que también mantendrán las relaciones de mayor confianza y más productivas con instituciones de gobierno, y con su comunidad. Imaginemos lo que podemos lograr si nos vemos y funcionamos como miembros de un mismo equipo, en vez de contrincantes. A mí me interesa, ¿y a ti?

Diego de Sola: «Estamos llamados a un cambio de óptica de lucro a bienestar»

El CEO de Inversiones Bolívar, Diego de Sola, opina que la época de instituciones con fines de lucro «está caducando».Las organizaciones, incluyendo las empresas, deben ampliar su visión para buscar el bienestar de la comunidad y el país.

Además de dirigir Inversiones Bolívar, Diego de Sola preside Glasswing International, una ONG que promueve el voluntariado en salud y educación. _Foto Expansión/Lissette Monterrosa.

Además de dirigir Inversiones Bolívar, Diego de Sola preside Glasswing International, una ONG que promueve el voluntariado en salud y educación. _Foto Expansión/Lissette Monterrosa.

Omar Cabrera, 14 julio 2015 / EDH-Expansión

El lucro es totalmente legítimo cuando se obtiene de forma responsable, pero no puede ser el objetivo principal de una empresa. Así opina el director ejecutivo de Inversiones Bolívar y presidente de Glasswing International, Diego de Sola.

El empresario sostiene que la finalidad última de toda institución, privada o pública, debe ser «el bienestar».

De Sola está convencido de que este cambio de paradigma, el de pasar del lucro al bienestar, es fundamental para encarrilar el país en la ruta al desarrollo. Por eso abundó en el tema, durante una entrevista que estaba pactada para hablar sobre los proyectos empresariales de la compañía que dirige.

«Yo creo que la época de instituciones con fines de lucro ya está llegando a su caducidad, yo creo que ese concepto está caducando. Yo creo que definirse uno, como institución, con un solo fin que es el lucro, creo que es una visión demasiado limitada de nuestro ejercicio», dijo De Sola.

«Creo que nosotros tenemos que empezar a pensar en nuestras compañías y en nuestros proyectos, como instituciones u organizaciones con fines de bienestar.

«Por ejemplo: ¿Qué le importa al cliente mi lucro? Va en su contra. O sea, para yo lucrar tengo que cobrarle más. ¿Qué le importa al proveedor mi lucro? ¡Tampoco! ¿Qué le importa al Estado mi lucro? Solo en función del porcentaje de impuesto que pago. ¿Qué le importa al medio ambiente mi lucro? ¿Qué le importa a la comunidad mi lucro? ¡Nada! Solo al accionista le importa mi lucro y a los colaboradores que tengan compensación variable.

«Entonces, el lucro es solo parte. Ahora, es una parte legítima, pero cuando hablamos de bienestar, de repente el lucro cae dentro de eso. O sea, el bienestar para un accionista tiene que ver con un retorno por su capital en riesgo, pues. O sea, si yo te voy a dar 10 dólares, yo espero que al final del año me devolvás 11 o 12, pues, porque si no, mejor lo meto al banco. Si lo voy a arriesgar, yo espero algo a cambio».

Entonces, su visión es que el lucro es válido, pero no puede ser el único objetivo.

El lucro es legítimo, pero solo es una parte muy pequeña de la foto completa, y creo que nosotros como empresarios estamos llamados a ampliar, y creo que mucha gente lo está diciendo tal vez de otras formas cuando hablamos de los públicos de interés.

Cuando hablamos que somos con fines de bienestar, ¿qué representa bienestar para un proveedor mío? Pago a tiempo, pago justo, respeto de contrato. ¿Qué representa para el cliente? Un buen producto por el precio que paga, una atención adecuada. ¿Qué representa para el colaborador? Salario justo, capacitación, oportunidades de mejoramiento. ¿Qué representa para el accionista?, pues, evidentemente, lucro, también relevancia. ¿Qué representa para la comunidad?, que la comunidad esté mejor porque el proyecto está y no peor.

¿Es lo que algunos llaman valor compartido?

Sí, digamos que es otra forma, RSE, valor compartido. Yo creo que al final de cuentas, en el fondo, en el fondo, es un tema de responsabilidad, y no quisiera decir Responsabilidad Social Empresarial; responsabilidad, punto, solo la R. Yo tengo que responder por mi existencia.

Cuando dice «yo», supongo que habla como institución.

Como quiera. O sea, yo, Diego, el día que yo me muera, ¿el mundo va a estar mejor o peor porque yo viví? Yo siento que esa es la medida, la vara con la cual tenemos que medir la existencia de cualquier persona, cualquier institución, cualquier compañía, cualquier cosa.

Yo, como individuo, estoy limitado a hacer cosas chiquitas, pero a través de cargos en cualquier cosa, uno puede influir y afectar más vidas. Uno tiene que preguntarse: si no se hubiera hecho este proyecto, ¿El Salvador estaría mejor o peor?

Hay una respuesta a eso. No es tan sencillo como que todo lo del proyecto va a ser bueno. Evidentemente, el proyecto tiene un impacto ambiental, es cierto, pero cómo se compensa eso y cuál es el bien para la sociedad versus el impacto… y todas esas son formas adecuadas de medir si yo estoy respondiendo adecuadamente por mi ejercicio.

Por eso vuelvo a la idea de bienestar. Mi responsabilidad es proveer bienestar a mi alrededor, si lo hago, estamos en la jugada.

¿Cuánto cree que ha permeado esa responsabilidad en el sector empresarial en el país?

Me cuesta decirlo. Yo creo que hay ejemplos notables muy buenos. Creo que hay gente que de verdad lo internaliza y lo vive.

¿Por ejemplo?

Hilasal, por ejemplo, siento que es una empresa que funciona de una manera sumamente correcta.

Yo no puedo opinar mucho sobre muchas empresas porque no las conozco de cerca, pero le podría decir que a Hilasal la conozco bastante bien, y es gente que son impecables con sus proveedores, que son impecables con su equipo de trabajo, que funcionan en forma responsable con el medio ambiente en temas de agua, etc. Y además, como familia ellos montaron otro programa que es Fundación Empresarial ¡Supérate!, que es inversión social, además de todas esas cosas buenas que hacen como empresa.

Pero, yo sí creo que, de alguna manera, hay una tendencia que a mí me preocupa un poco, y es que la inversión social sea la respuesta al clamor porque las empresas actuemos en forma responsable. O sea, la inversión social tiene parte en eso, pero la responsabilidad viene mucho antes, viene de cómo hacemos nuestro negocio.

Hay empresas como Hanes, Chevron… estas son empresas con las que yo he trabajado en mi capacidad como presidente de Glasswing… Starbucks, son empresas que yo he visto que trabajan responsablemente.

Lo importante es que todos tenemos que desestigmatizar la labor productiva en el país. La labor productiva es digna si uno es responsable.