Acuerdos de Paz

En apoyo del diálogo como vía a un mejor El Salvador para todos. De los embajadores de España, Francia y México

Publicamos este llamado que los embajadores nos hacen a los salvadoreños, como importante abono al debate. Lo vemos más como invitación al debate que como conclusión. ¿Qué se puede resolver mediante diálogo y acuerdos? ¿Y qué mejor se resuelve mediante elecciones, luego de un serio debate sobre las opciones que tenemos como país? Lo primero con el riesgo que se quede en lugares comunes; lo segundo con el peligro que los partidos no logren presentar proyectos claros, transparentes y viables.

Segunda Vuelta

Francisco Rabena, embajador de España; David Izzo, embajador de Francia; Francisco Javier Olavarría, embajador de México – 21 junio 2017 / EDH

Una vez más El Salvador se encuentra ante una oportunidad para reflexionar y decidir la mejor vía para encarar, como sociedad y país, un futuro más justo, próspero e inclusivo para todos sus ciudadanos. El 16 de enero de 1992, en México, los salvadoreños decidieron, a través de los representantes de dos sectores que se habían enfrentado en una lucha fratricida por 12 años, escoger la paz y las vías democráticas para hacer vales sus ideales y sus proyectos políticos. Hoy, 25 años después de esa histórica ocasión, la sociedad salvadoreña demanda a sus representantes y líderes, no solo políticos sino también económicos, sociales, de pensamiento y opinión, un nuevo esfuerzo y compromiso para enfrentar, juntos y con una nueva visión compartida, los retos que encaramos hoy.

Todos, especialmente los ciudadanos que los padecen diariamente, somos conscientes de cuáles son esos retos y del impacto negativo y agotador que tiene sobre la realidad salvadoreña y el futuro de nuestros conciudadanos. La gran mayoría de las familias salvadoreñas ha sufrido en su propio seno la violencia, el desarraigo, la falta de oportunidades que permitan a nuestros hijos salir adelante en esta vida y en su propio país sin tener que recurrir a la emigración o a la informalidad o, en el peor de los casos, caer en las redes de las estructuras pandilleriles. Es precisamente por esa conciencia generalizada ante las dificultades presentes que ha llegado el momento de volver a dar a El Salvador lo mejor y más generoso que cada uno de nosotros alberga en su interior. Ha llegado nuevamente la hora del diálogo y del compromiso histórico por el bien del país y sus hijos. Ha llegado la hora de volver a hacer realidad la letra de su Himno Nacional, para demostrar que 25 años después de Chapultepec, El Salvador toma un nuevo impulso para superar sus problemas actuales e históricos, pero, sobre todo, para sentar las bases de un nuevo proyecto que ilusione y en el que quepan todos sus ciudadanos, en el que cada uno pueda aspirar a desarrollarse personal y profesionalmente, en el que El Salvador sea el país al que todos aspiramos y que con el esfuerzo y compromiso común, pueda llegar a serlo.

Para conseguir este objetivo, demandado por la ciudadanía y necesario para el desarrollo nacional, El Salvador no está solo en su esfuerzo. Las Naciones Unidas, a través de Benito Andión, Representante del Secretario General, Sr. Antonio Guterres, representa el compromiso renovado de la comunidad internacional para que esta demanda de diálogo por un futuro más esperanzador y sólido para los salvadoreños, se materialice. Un compromiso que incluso transciende a El Salvador ya que una vez más el país está llamado a sentar un precedente positivo en el ámbito internacional, en este caso como primera experiencia de un nuevo concepto de diplomacia preventiva que la ONU podría poner en práctica en el futuro en otros países del mundo. Los Embajadores abajo firmantes, cuyos países jugaron un papel significativo en el Acuerdo de Paz, reiteramos el apoyo de nuestros países y autoridades con El Salvador y las Naciones Unidas para colaborar en que este empeño llegue, si así lo quieren los salvadoreños, a buen puerto. Nuestro compromiso se basa en la confianza en los salvadoreños, que son los dueños de su destino y los protagonistas de su presente, en nuestra convicción de que es posible y necesario el lanzar este proceso de diálogo y en la certeza de que el resultado del mismo solo puede traer un cambio positivo para la realidad y el futuro de los ciudadanos.

Todos somos conscientes de las dificultades y obstáculos que este desafío implica, así como de la polarización de la vida política salvadoreña, las visiones a veces excluyentes del modelo de país que se persigue, o la proximidad de los procesos electorales de 2018 y 2019 que amenazan con asfixiar cualquier posibilidad de consenso. Sin embargo, no hay un Plan B ante un eventual fracaso del diálogo, el compromiso y la concertación. Si en esta ocasión no se está dispuesto a realizar sacrificios y concesiones por el bien común para lograr estos objetivos, el presente de los salvadoreños seguirá siendo el de enormes dificultades y su futuro podría estar desprovisto de esperanza. No deberíamos dejar que esto suceda.

Los tres embajadores son miembros del Grupo Gestor
para la Conmemoración del XXV Aniversario del Acuerdo de Paz

Columna transversal: Víctimas y víctimas, en El Salvador y Colombia. De Paolo Luers

paolo_luers-obsPaolo Luers, 7 octubre 2016 / EDH

En el debate sobre la amnistía y su derogación por la Sala de lo Constitucional, muchos hablan de ‘las víctimas’, como si fueran un solo sector determinado de la sociedad, cohesionado, fácil de contraponer a los victimarios. Este es el discurso permanente de las organizaciones de derechos humanos, muchas de ellas ahora trabajando a todo vapor para presentar o reabrir, a nombre de ‘las víctimas’, demandas penales.

diario hoyNo es así. Así como durante la guerra hubo múltiples generadores de violaciones a los derechos humanos, en todo el espectro social y político, existe un universo muy diverso de víctimas.

Víctimas de crímenes de guerra son los mil campesinos masacrados por la Fuerza Armada en El Mozote, pero también los mil campesinos ejecutados como ‘traidores’ por las FPL en San Vicente.

Víctimas son los maestros, estudiantes, sindicalistas y religiosos asesinados o torturados por Escuadrones de la Muerte, igual que los políticos, fiscales, intelectuales, empresarios asesinados por comandos urbanos.

Víctimas son los desaparecidos por los Cuerpos de Seguridad, pero también los secuestrados por la guerrilla – y sus respectivas familias destrozadas.

Víctimas son los que murieron en el atentado a FENASTRAS, pero también los que murieron en el atentado en la Zona Rosa.

Víctima es el padre Ellacuría, pero también el doctor Rodríguez Porth. Caso de una fatal simetría: ambos eliminados por el sector más intransigente del campo opuesto, por el pecado de favorecer una solución negociada al conflicto.

No existen ‘las víctimas’ por otra razón: Tanto entre los víctimas de la Fuerza Armada, como entre los de la guerrilla, y también entre las internas de la izquierda hay quienes piden juicios, quienes piden venganza, y quienes no buscan ninguna de las dos.

No existen ‘las víctimas’. Y nadie que puede arrogarse hablar por todas.

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Cuando en los años 90 se discutió el proyecto de erigir un monumento a las víctimas, algunos propusimos que fuera dedicado a la memoria de todas, no solo las de un lado. Esta idea fue rechazada por las organizaciones de derechos humanos que se arrogaban (y siguen arrogándose) la representación de ‘las víctimas’. Por esto, en el bello muro negro en el Parque Cuscatlán están todos los nombres de los que murieron a manos de la Fuerza Armada, los cuerpos de seguridad y los escuadrones, pero de ninguna de las víctimas a manos de la guerrilla. Y ni un solo nombre de los muertos por pleitos y ‘limpiezas’ internas de la izquierda. Que son las que pocos mencionan.

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Suelo visitar este muro, porque lleva los nombres de muchos amigos. Pero siempre siento algo de vergüenza por los nombres que faltan, por la mezquindad que se expresa en su ausencia. Como si hubiera víctimas buenas y víctimas malas – y por tanto victimarios malos y buenos.

Si en este muro estarían escritos, junto a los nombres de monseñor Romero y los masacrados por el ejército, también los de Roque Dalton, de José Antonio Rodríguez Porth, de Peccorini, de Roberto Poma y de los colaboradores y combatientes de las FPL fusilados por su propios compañeros – me atrevo pensar que tuviéramos un mejor país.

Tal vez nos diéramos cuenta que víctimas y victimarios son mucho más entrelazados que muchos quisieran reconocer – partes de un rompecabezas de miedos, odios, resentimientos, que abarcó a toda la sociedad, transversal a sus divisiones ideológicas.

5bf65f6da918bf3ff489f3aca4539911Ahora, cuando todos nos preguntamos: ¿y hoy qué hacemos con la amnistía derogada y los cientos de casos pendientes?, abandonemos primero el uso arbitrario e ideológico del termino ‘víctimas’. Abandonemos la idea errónea que este es una sociedad dividida entre víctimas y victimarios, entre buenos y malos.

Es interesante observar que en Colombia pasa lo mismo, pero al revés. Toda la discusión sobre justicia y paz, que hizo tan complicada la aceptación de los Acuerdos de Paz con las FARC, se concentró en los crímenes de las FARC. En Colombia todo el debate se concentra en las victimas de las FARC. Pero igual que en El Salvador, los actores de violencia y violaciones a los derechos humanos son múltiples y transversal al espectro político. Nadie en su sano juicio puede decir que las FARC son responsables de los 200 mil muertos y los millones de desplazados. El ejército y los paramilitares tienen que asumir su parte en la cuota de sangre. Muchos colombianos aceptan la impunidad de los militares y de los financistas de los paramilitares, pero se niegan a aceptar una amnistía para los guerrilleros.

Y aquí en El Salvador, muchos aceptan que los dirigentes de la ex guerrilla gozan de amnistía, pero no la quieren conceder a los jefes militares. En mi pueblo, esto se llama hipocresía. Deberíamos cerrar este capítulo y preocuparnos de las víctimas actuales.