René Hernández Valiente

¿País enfermo? De René Hernández Valiente

René Hernández Valiente, ex magistrado de la Corte Suprema

René Hernández Valiente, ex magistrado de la Corte Suprema

René Hernández Valiente, 11 agosto 2015 / LPG

La paz salvadoreña se forjó desde la desconfianza, pero dialogando y debatiendo.

Schafik expresaba: “Es tiempo de consensos, desde la diferencia”.

Tenía razón, pero los actores políticos actuales, especialmente el sector gobernante, caminan en sentido contrario a ese pensamiento.

La confrontación se agudiza; privan los adjetivos y la descalificación sobre el pensamiento positivo y la búsqueda de satisfacción social. Esto es involución. Vivimos un conflicto casi bizantino.

La democracia se construye y se vive día a día. Es un esfuerzo cotidiano en la arena de la vida nacional. Esto le da sustentabilidad al sano ánimo político en cada salvadoreño.

No tenemos opción en el proceso. Nuestra visión a través del Derecho nos hace entender que el Estado del Derecho o Estado Constitucional es el instrumento de convivencia que nos permite estar de acuerdo, hasta con entusiasmo, con el papa Francisco quien alude directamente a nuestra realidad cuando nos invita a resolver los problemas nacionales conjuntamente.

¿Es esto posible? La respuesta es que el enfermo, el país, lo necesita.

El papa Francisco dice que lo hagamos a través de “acuerdos nuevos”, desde las diferencias sin perder identidad ideológica.

Son ya muchas las voces autorizadas que diariamente lo expresan.

En este medio, el 21 de noviembre de 2014 bajo el título de “Utopía y realidad” lo compartimos y presentamos un ejemplo de que sí se puede con respeto a las diferencias políticas.

La Reforma Constitucional de 1990 y 1991; y el Acuerdo de Paz han hablado a la historia salvadoreña del consenso y su gran producto: la Paz.

Es su momento, no el de conflictuar.

La crisis debe ser administrada como tal, por todos.

Consensuemos este “acuerdo nuevo”.

Los foros y agendas sobre el empleo, educación y seguridad, entre otros, deben constituir plataformas de lanzamiento para todos los sectores de la vida nacional. Utilicemos esa dialéctica como inspiración, pero actuemos ya, todos.

Convóquense a los que pueden aportar, sepárense a los que no puedan o no estén dispuestos. El implacable Juez tiempo nos lo está exigiendo. Las críticas deben ser acompañadas por una acción general. Se hace difícil señalizar el “cómo”, cuando abundan planes y programas en los archivos oficiales. Sin que abunden, debemos exigir a los estadistas salvadoreños, que los hay, que vengan al campo de la acción, en donde sí abundan trincheras de pensamiento que señalando realidades críticas nos indican caminos que debemos priorizar para rescatar la salud del enfermo, quien impacientemente nos demanda remedios de corto, mediano y largo plazo.

Basta ya de palabras. Equivoquémonos si se quiere, pero actuemos. El único que no se equivoca es el que no actúa.

El Salvador somos todos. Si El Salvador está enfermo todos estamos enfermos.

Actuemos para no llorar al final del día lo que no pudimos defender más temprano.

Sumémonos sin unirnos. Conservemos la identidad, pero hagámoslo.

El día se nos acabará. Nunca vuelve, siempre será otro.

Reitero que creo en construir una mejor convivencia basada en respetable desconfianza, contrapesos y acuerdos mínimos.

No busquemos la unión, sumémonos y avancemos en democracia compartida. La teoría de los pesos y contrapesos habla de equilibrio, no de confianza ni de unión. Habla de un balance real que se da dentro de una sociedad, que somos todos.

¿Acuerdo nuevo? ¿Por qué no?