Elecciones

Hora de rectificar. De Salvador Samayoa

18 diciembre 2018 / EL DIARIO DE HOY-OBSERVADORES

Siempre he tenido una relación de amabilidad y respeto con el General David Munguía Payés. Y así debe seguir, pero aparte del plano personal, estoy en desacuerdo con su posición sobre la libertad de los militares -la de su cargo, en particular- para hacer declaraciones públicas e incidir de esa manera en la política nacional. Creo, por el contrario, que el Ministro de Defensa no tiene que opinar en temas o asuntos políticos ajenos a su misión constitucional.

El General ha dicho que sí puede porque es “el político de la Fuerza Armada, por ser miembro del gabinete de gobierno”. Pero en eso creo que está equivocado de cabo a rabo. Eso es un invento sin base alguna de carácter legal. Desde los tiempos de Aristóteles, es un principio de lógica elemental que una cualidad que se atribuye al “todo” no necesariamente se atribuye a cada una de sus “partes”. Un gabinete de gobierno tiene, en efecto, naturaleza política. Es un colectivo eminentemente político, pero eso no significa que cada uno de sus miembros es político o puede hacer política, y menos aún que cada uno puede hacer política de la misma manera que los demás.

En su caso, el Ministro de Defensa es el único miembro del gabinete que no puede meterse en política. Aparte de consideraciones históricas sobre situaciones muy recientes y muy sensibles e importantes en nuestro país, la razón es obvia: es el único ministro que tiene miles de hombres armados bajo su mando, sujetos a obediencia y a disciplina militar (la PNC está bajo mando del presidente por disposición constitucional).

Si el Ministro de Agricultura o de Turismo dice que puede haber fraude y agitación social, no se aflige ni su santa mamá. Pero si lo dice el Ministro de Defensa, aunque sea hipotética su consideración, y si además dice que en tal escenario puede verse la Fuerza Armada obligada a intervenir, aunque sea bien intencionada su intención de prevenir; y si además lo dice a pocos días de haber gritado ¡ Fraude! un político particular, de quien hemos comprobado que en caso de derrota llamaría a la violencia sin dudar, entonces, señor Ministro, los significados posibles y la preocupación por sus palabras no se pueden ignorar.

El General debe saber, además, que el ciudadano puede hacer todo lo que la ley no le prohibe, pero el funcionario público solo puede hacer lo que la ley le manda, no tiene más funciones o atribuciones que las que expresamente le otorga la ley. Las suyas están en el artículo 32 de la Ley Orgánica de la Fuerza Armada. Solo puede expresar el punto de vista de la Fuerza Armada (no el suyo propio) ante el Organo Ejecutivo (no ante los medios de comunicación), o ante el Organo legislativo si fuere necesario, y solo puede hacerlo en relación con problemas nacionales relacionados con su función constitucional. Adivinar el futuro o darle resonancia a delirios de personajes políticos está fuera de su rol institucional.

Analizar posibles escenarios de convulsión nacional puede ser aceptable como parte de su responsabilidad, pero en tal caso debiera presentar sus apreciaciones de manera institucional, no personal, y debiera presentarlas al presidente de la república, no a los medios de comunicación social.
En este tema no hay discusión. Es la piedra angular del acuerdo de paz. Es también uno de los supuestos fundamentales de cualquier democracia funcional. El ministro de defensa no se debe meter en la política, mucho menos hacer advertencias -peor aún si son interpretables como amenazas- de intervención del estamento militar. No podemos ir a las elecciones con una pistola en la cabeza. Es muy peligroso -y desatinado- que el Ministro hable de fraude, aunque lo haga de manera hipotética, o haga eco a políticos irresponsables con delirios de fraude electoral y de caos social. Es, además, una ofensa grave a la honorabilidad de los magistrados del Tribunal Supremo Electoral. Si está mal que hable de fraude, peor aún es que haga “llamamientos” a los partidos políticos o a la población en general. Esa, simplemente, no es su función constitucional.

Ahora fue Bukele el del cuento del fraude, y su denuncia se cayó por falsedad. Antes fueron otros, y siempre los habrá: políticos derrotados, políticos inexpertos y nerviosos, o manipuladores inescrupulosos que toquen a la puerta de la Fuerza Armada para instrumentalizarla en función de su interés partidario o personal. Cuando toquen a su puerta, la Fuerza Armada no debe responder. Nos ha costado demasiado a los salvadoreños el respeto que ahora profesamos y el orgullo que ahora sentimos por su neutralidad y por su desempeño profesional.

Sombras del pasado. De Manuel Hinds

En los últimos días ha habido dos eventos que nos regresan como mínimo al Siglo XX y en realidad al Siglo XIX.

18 diciembre 2018 / EL DIARIO DE HOY / OBSERVADORES

Dijo George Santayana que los que no pueden recordar la historia están condenados a repetirla. Hay signos muy claros que esto puede pasar en El Salvador, en donde hay mucha gente que no sólo está mostrando que no conoce la historia sino que además no puede distinguir la dirección del progreso de la del retroceso. En los últimos días ha habido dos eventos que nos regresan como mínimo al Siglo XX y en realidad al Siglo XIX.

El primer signo es la toma del Tribunal Supremo Electoral perpetrada por GANA y Nuevas Ideas con el pretexto de que creían que se estaba fraguando un fraude allí—supuestamente manifestado en que el color aprobado en las pruebas de imprenta para las boletas de votación no era el de GANA. Ellos dijeron eso a pesar de que un representante de GANA lo había aprobado. Esta queja fue solo un pretexto de GANA + NI para intimidar al Tribunal y a la ciudadanía con la amenaza de usar métodos violentos si no les gusta el resultado de las elecciones. Este asalto es un retorno al Siglo XIX y principios del Siglo XX, cuando los partidos se tomaban los puestos de votación para controlar los resultados de las votaciones.

El segundo evento fueron las declaraciones del Ministro de Defensa en las que amenaza con la intervención de las Fuerzas Armadas en los procesos políticos del país. Estas declaraciones han sido muy criticadas porque evidencian una participación política del ministro, en nombre de las Fuerzas Armadas que son y deben ser apolíticas—críticas que el ministro ha contestado diciendo que él es el representante político de las Fuerzas Armadas por ser miembro del gabinete, y por tanto un político.

Esta defensa muestra que el problema es mucho más profundo, que el pasado al que está regresando es más arcaico y primitivo que lo originalmente pensado. El ministro no parece saber que el ejército no es un cuerpo deliberativo, y que no tiene ninguna legitimidad para ser representado políticamente. Según la Constitución, el único que puede ser representado políticamente es el pueblo. Según la Constitución, las Fuerzas Armadas son y deben ser obedientes y, como corresponde a todas las Fuerzas Armadas profesionales, no está en ellas el poder de cuestionar las órdenes del verdadero Comandante General de las Fuerzas Armadas, que es el Presidente de la República, y que, aunque fuera un militar, no ejerce su puesto ni habla en nombre de los militares sino del pueblo, que es el verdadero soberano. El ministro no es más que el representante de la autoridad civil, el Presidente, que manda sobre las Fuerzas Armadas. Y en esta función, el que lo puede remover no son los militares (que sería el caso si él los representara) sino el Presidente mismo.

En sus declaraciones el ministro evidencia que él cree que él es el soberano, como lo creían los militarones del Siglo XIX, o como mínimo, que los soberanos son los militares en su conjunto, como casta privilegiada, y que ellos, por habérseles confiado las armas, pueden juzgar si algo es o no un fraude (que le toca al TSE), Constitucional o no (que le toca a la Sala de lo Constitucional) y que pueden tomar acción en estas cuestiones por su propia decisión y darse golpes de estado entre ellos—que es lo que los militares del Siglo XX creían y hacían.

El problema no está en que el caudillo de GANA + NI y el ministro crean esto sino que el pueblo permita que actúen sobre estas creencias con tomas y con amenazas al pueblo de que si no votan como ellos quieren van a retornar al país al pasado terrible de prepotencias basadas en la posesión de las armas, y de las tiranías sostenidas sobre acciones violentas y sobre la presunción de que los soberanos en este país no son los ciudadanos sino los caudillos y los militares que los mantienen a base de fusiles y bayonetas. La ciudadanía no debería permitir estos retornos al pasado.

El descontento. De Joaquín Samaoya

29 noviembre 2018 / EDH-OBSERVADOR

La palabra “descontento” ha sido el más claro protagonista en una campaña electoral que inició, más o menos burdamente, hace aproximadamente un año. Los candidatos de los partidos tradicionales tomaron el descontento en su dimensión sociopolítica más común, y partieron de ahí para proponer fórmulas, unas gastadas y otras novedosas, para entusiasmar a los votantes.

Mientras tanto, el retador, l’enfant terrible, tomó el descontento, lo engordó con medias verdades y lo ha empleado incesantemente como grito único de batalla.

Ambas estrategias presuponen nociones muy diferentes sobre los salvadoreños. ARENA y FMLN se saben desgastados por su ineficaz ejercicio del poder, pero intentan tomar distancia de los errores de sus respectivos partidos y proponen, ante un pueblo escéptico, algunos caminos de solución, al menos para empezar a revertir las tendencias más indeseables. Asumen que hay interés en los votantes por conocer esas propuestas, saben que no pueden ofrecer más de lo mismo y confían en la capacidad analítica de la gente, aun sabiendo que el voto tiene importantes componentes ideológicos y emocionales.

Por su parte, Nayib Bukele le apostó simplemente al descontento y a la efervescencia de emociones negativas que esa condición subjetiva incuba. Asume que a la gente se le puede manipular fácilmente, da por sentado que la gente no quiere molestarse en analizar realidades complejas o no tiene la capacidad para hacerlo y, por consiguiente, les transmite un mensaje muy simple: Los partidos que se han alternado en el ejercicio del poder ya tuvieron su oportunidad y demostraron que no pueden… Yo sí puedo, soy el único que puede. No cargo con el lastre del pasado, soy el constructor del futuro.

Más allá de la evidente falsedad de la imagen que se ha labrado Bukele, puesto que no es un actor nuevo en la escena política y tampoco es tan inmaculado como pretende parecer, lo que resulta más interesante es la actitud de sus seguidores.

Es normal que una buena cantidad de gente le ponga cien candados a su mente y se encierre en su mundo ideológico, rechazando cualquier información o razón que pudiera sacudir el fundamento de sus creencias. Eso lo conocen muy bien ARENA y FMLN y lo identifican como voto duro. Esa misma es también, por cierto, la actitud de los fanáticos religiosos, que cada día incursionan más en la política. Pero el caso de los seguidores de Bukele no parece explicarse por adhesiones ideológicas, se centra y se agota en la persona del líder, mejor dicho, en la percepción que se tiene del líder.
Bukele tiene simpatizantes en todos los grupos de edad, pero les resulta mucho más atractivo a los jóvenes que a los mayores. Ellos lo perciben como un candidato “cool”, alguien que se atreve a romper con lo tradicional, a usar calcetines que no pegan con el resto de su vestimenta. Alguien que no teme confrontar con los poderosos, hablarles fuerte, retarlos. Es fácil que los adolescentes y los que no han superado esa etapa se sientan identificados con ese tipo de rebeldía. Este segmento de población no le pide casi nada a su líder, sólo que sea “cool”. Por monótona que sea la melodía, con la canción anti-sistema pueden bailar toda la noche. La pregunta es si van a levantarse de la cama al día siguiente para ir a votar, porque no parecen jóvenes realmente energizados por ideales o ideas, como los que salen a la calle y ofrendan sus vidas en Nicaragua y Venezuela.

Pero los jóvenes –sean golondrinos, areneros, frentudos o de cualquier otra estirpe política– tienen un descontento legítimo. La mayoría de ellos no sufrió en carne propia el drama de la guerra y no se encuentran actualmente en situación de extrema pobreza, pero comparten un mismo reclamo a todos los políticos: no tienen seguridad y no tienen futuro. Eso se dice fácil pero es gravísimo. Es comprensible que se sientan inclinados a buscar opciones, pero no es aceptable, por su propio bien, que las busquen cómodamente, por eliminación, sin pensar.

En otros grupos de edad, sobran razones para el descontento que ha explotado Bukele en su campaña. Las mismas que hace 5, 10 y 15 años. La pregunta es por qué antes no y ahora sí es imperativo rechazar a los partidos tradicionales. ¿Qué hay ahora que no había antes?

Ciertamente hay más cansancio, frustración y desesperanza. También indignación y enojo con el partido en el que los más pobres pusieron por décadas sus esperanzas y su cuota de grandes sacrificios. Pesa mucho además lo que se ha sabido o confirmado en el transcurso de este año sobre hechos de corrupción al más alto nivel en gobiernos de ARENA y FMLN. Pero aun estas cosas, sin negar su gravedad, deben ponerse en perspectiva. De la corrupción y el encubrimiento son culpables unos pocos funcionarios públicos, entre decenas de miles de empleados y funcionarios que nunca han robado ni un lápiz. No es como para descalificar absolutamente al sistema de partidos políticos.

Y hay que entender que, de la frustración por necesidades insatisfechas, son responsables precisamente los políticos populistas, los que promueven una concepción clientelista del Estado, levantando expectativas que no se pueden satisfacer y gastando en paliativos de cortísimo plazo el dinero que debiera invertirse para dinamizar la economía y crear las condiciones en las que cada persona pueda salir adelante por su propio esfuerzo y por sus propios méritos. De eso se trata la elección de febrero 2019, no de escapar de las brasas para caer en las llamas.


Carta a mis lectores: Cuando en medio de tanta paja uno habla claro, causa confusión. De Paolo Luers

19 julio 2018 / MAS y El Diario de Hoy

Estimados lectores:
Es hora de exigir al TSE que inscriba como partido a Nuevas Ideas y que ratifique la existencia como partido de Cambio Democrático. Ya no se justifican más demoras. Que comience el proceso electoral con todos compitiendo.”

Este comentario, que publiqué e pasado martes, causó un inesperado impacto en las redes sociales. Entre los cientos de tuiteros que me respondieron, la mayoría seguidores de Bukele, había docenas quienes pensaban que estaba bolo o drogado al escribir este comentario, o que al fin había caído el señor Alzheimer. Otros especularon que me habían hackeado la cuenta. Y no pocos celebraron que al fin me había convertido a la fe de Nuevas Ideas: Puede que Paolo haya visto la luz.”

El premio se lleva esta respuesta de un tal Luis: “Quizás planean un mega fraude en las votaciones. Hay que tomar las medidas de seguridad necesarias.”

Pero también había algunos seguidores de Bukele que llegaron a la conclusión que ahí se trataba de otra maliciosa maniobra para joder a su líder. Son ellos los que tal vez mejor entendieron el mensaje. Es cierto: La única manera de derrotar, de una vez por todo, esta farsa populista que venden Bukele, Dagoberto Gutiérrez, Walter Araujo y sus apóstoles es: Dejar que participen en las elecciones presidenciales, y derrotarlos limpiamente en las urnas.

Pero hay un argumento más de fondo: Hay que defender el pluralismo. La exclusión de las corrientes incómodas es cosa del pasado desde los Acuerdos de Paz.

Estas ideas mías no son nada nuevas. En una carta de mayo 2018, incluso antes de que el CD le ofreciera a Bukele su taxi amarillo como vehículo electoral, había escrito lo mismo:

  • “Bukele quiere hacerse la víctima. No le hagan el favor.”
  • “Recomiendo al Tribunal Electoral hacer horas extras para ratificar lo más antes posible las firmas que presentó Nuevas Ideas para constituirse como partido. Aprovechar al máximo el plazo que concede la ley sería un torpe abuso de poder, que Bukele puede interpretar -con cierta razón- como obstrucción.”
  • “Si la ley no permite que se inscriba como candidato de Nuevas Ideas, no le pongan ninguna traba para inscribirse montado sobre uno de los partiditos. No se les ocurra cancelarlos. Dejen que Bukele se suba a estos barquitos podridos y se hunda con ellos al zarpar al movido mar electoral.”
  • “El mismo mensaje va a todos que pretenden inhabilitar la candidatura presidencial de Bukele con juicios penales.”
  • “Para los medios, esto significa ser acuciosos y no dejarle pasar a Bukele y sus instrumentos de desinformación ninguna mentira. La demagogia se enfrenta con buen periodismo, no corriendo a la fiscalía.”
  • “Moraleja: Este hombre desafía a todos, a todo el sistema político, y en las elecciones del 2019 hay que vencerlo entre todos, de una vez por todas. Pero en contienda limpia, como corresponde en el sistema que queremos defender.”

No tengo nada que agregar. Y no entiendo porque esta lógica política causa tanta extrañeza entre propios y extraños. 

Saludos,

Lea también:
Carta a los magistrados electorales y muchos otros
del 19 de mayo 2018

Carta para entender la disyuntiva venezolana: ¿Votar o abstenerse? De Paolo Luers

8 mayo 2018 / MAS! y El Diario de Hoy

Henri Falcón desafía al régimen de Maduro, que con una elección sin igualdad de condiciones quiere perpetuarse en el poder. Al mismo tiempo desafía a la dirigencia opositora, que llama a la abstención para boicotear estas elecciones por no cumplir con estándares democráticos.

Su argumento: Es absurdo esperar que en una dictadura haya elecciones libres, democráticas, sin abusos estatales y fraude. Por esto se llama dictadura. Pero cuando el 80% de la población rechaza al régimen gobernante, y el régimen convoca elecciones para revestirse de legitimidad, la oposición debe usarlas para poner a la dictadura en un dilema: o reconocer su derrota electoral, o hacer un fraude tan obvio que le resta lo poquito que le quedaba de legitimidad. La oposición gana aunque no gane.

Es incomprensible que los líderes de la Mesa de la Unidad Democrática MUD, luego de haber actuado exitosamente bajo esta lógica en el 2015, conquistando el control de la Asamblea Nacional, ahora abandonó esta estrategia y llama a la abstención. Acusan a Henri Falcón de haber roto la unidad con su postulación, cuando ellos abandonaron lo que fue la esencia del pacto unitario: recuperar la institucionalidad y la libertad, haciendo uso de todas las luchas pacíficas posibles.

Henri Falcón se postuló, porque la MUD no fue capaz de nombrar a un candidato unitario. Ahora, en la recta final hacia las elecciones del 20 de mayo, las bases de los partidos opositores comienzan a unirse a él para desafiar a la dictadura. No entiendo por qué líderes como Leopoldo López y Henrique Capriles no rompen su silencio para llamar al voto. A Leopoldo, quien en su arresto domiciliario tiene serias restricciones para ejercer sus derechos de libre expresión, no le pueden prohibir llamar al voto en unas elecciones convocadas por el gobierno. Y Capriles, a quien el gobierno arbitrariamente inhabilitó como candidato, debe apoyar la estrategia electoral que él mismo ha defendido durante años. Con ambos llamando al voto, la situación cambiaría a favor de Falcón.

¿Quién es Henri Falcón? ¿Qué representa que apoyarlo sea tan difícil para los demás líderes de la oposición?

El pecado de Falcón es que fue chavista. Siendo gobernador de Lara por el partido oficial, Falcón renunció al chavismo en febrero del 2010 e hizo públicas sus críticas a Hugo Chávez: la centralización total del poder, la falta de institucionalidad, la corrupción, la burocracia ineficiente. Se unió a la opositora Mesa de Unidad Democrática, convirtiéndose en uno de los aliados más importantes de Henrique Capriles en su candidatura presidencial del 2012. Atrajo a esta campaña votos de sectores disidentes del chavismo.

En 2013 fue reelecto gobernador de Lara, uno de tres opositores que lograron derrotar al chavismo y ganar gobernaciones. Su pasado lo convierte en adversario de los sectores de derecha de la oposición, que ahora predican la abstención para evitar que se consolide su liderazgo. Pero al mismo tiempo lo convierte en un candidato peligroso para Maduro, porque puede atraer el voto de los sectores populares sobre los cuales el chavismo perdió el control. Si se suman los votos de la oposición representada en la MUD, Falcón llegaría a una mayoría difícil de ocultar por un fraude.

Si el abstencionismo se mantiene, facilita a Maduro otros 6 años en el poder, y la legitimidad que ya había perdido. Espero que escojan bien los venezolanos opositores.

Saludos,

Lea también:
Venezuela: En pro y en contra de la abstención.
De Fernando Mires y Alberto Barrera Tyszka

El referéndum tico. De Paolo Luers

Paolo Luers, 4 abril 2018 / EDH-Observadores

Los ticos son locos. Siendo centroamericanos como nosotros, o sea aficionados de las vacaciones en la playa, eligen presidente el domingo de resurrección. Siempre en Costa Rica la segunda vuelta presidencial sufre alta abstención, porque muchos se quedaron sin candidato. Así que hubo consenso que esta vez, con casi todo el mundo en la playa y elresto en alguna montaña, la participación iba a ser bajísima. La cuestión solo era: ¿Aquién de los dos candidatos iba a favorecer la baja votación?

En la tarde del sábado comenzaron a circular en las redes fotos de enormes colas de vehículos regresando de las playas. Sobre todo en la Ruta 27, que conecta el Valle Central con las costas del Pacífico. Y en el Centro, con las ciudades de las provincias San José, Cartago, Heredia, y Alajuela, está concentrada la mayoría de los votantes, pero sobre todo la mayoría de los votantes liberales y socialdemócratas, progresistas y profesionales de Costa Rica. Cuando vi estas fotos, dejé de dudar que Carlos Alvarado iba a ganar. No porque estos sectores tengan amor al PAC, el partido gobernante no muy bien apreciado, sino por amor a las libertades y al pluralismo que vieron amenazados por un candidato que representa un fundamentalismo evangélico demasiado conservador para la cultura de tolerancia que caracteriza Costa Rica.

Fabricio Alvarado fue predicador de la secta evangélica fundada y conducida por el “apóstol de los apóstoles” Rony Cháves, a quien el candidato reconoce como su “guía espiritual”. Cháves es una figura controversial, por su manera de enriquecerse de su liderazgo religioso y por sus encendidas prédicas de odio contra la Iglesia Católica, las feministas y los homosexuales.

Pocas semanas antes de la primera ronda, Fabricio Alvarado y su partido evangélico Restauración Nacional no pasaron del 5% de aprobación popular. Esto cambió dramáticamente cuando en medio de la recta final de las campañas la Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió una sentencia que obligaría a Costa Rica a permitir el matrimonio de parejas homosexuales. A muchos de los candidatos conservadores no les gustó esta sentencia, pero como buenos institucionalistas dijeron que la iban a respetar. El único candidato que anunció que antes de cumplir esta sentencia iba a sacar a Costa Rica de los convenios internacionales que crearon esta Corte fue Fabricio Alvarado. Y el único candidato que apoyó la sentencia fue Carlos Alvarado. A partir de ahí, estos dos candidatos se catapultaron a la segunda ronda.

Fabricio Alvarado y Restauración Nacional, alentados por su inesperado éxito en la primera ronda, convocaron a los ticos a convertir la segunda ronda en un referéndum contra el matrimonio homosexual y contra la educación sexual en las escuelas. Y alrededor de Carlos Alvarado, se comenzó a gestionar un movimiento, mucho más amplio que el partido del candidato, que aceptó el reto y dijo: Convirtamos la segunda ronda en un referéndum en pro de la tolerancia con las minorías sexuales, por los derechos de las mujeres y en defensa del Estado laico.

Muchos miembros y algunos dirigentes de Liberación Nacional y Unidad Social Cristiana, en la primera ronda fuertemente enfrentados con el gobernante PAC, comenzaron a movilizarse, juntos con jóvenes, estudiantes, académicos, organizaciones de mujeres y movimientos de artistas, para ganar este referéndum contra el fundamentalismo conservador. Lograron involucrar no solo las bases de los partidos, sino sobre todo a muchos que ni siquiera habían votado en la primera ronda.

Carlos Alvarado

El candidato Carlos Alvarado hizo lo suyo y comenzó a hablar de un Gobierno de Unidad, flexibilizando muchas de las posiciones en materia de política fiscal, que habían marcado distancia entre el gobierno del PAC y la centroderecha de Costa Rica.

La movilización pluralista de la clase media urbana y liberal, encabezada por Carlos Alvarado, ganó el referéndum de manera contundente, con 60.79% del voto popular.

Ganaron en 5 de los 7 provincias, llegando en Heredia a 67% y en Cartago a 75%. Ganaron incluso en Guanacaste, con casi 59%, donde en primera vuelta salió triunfante Fabricio Alvarado.

Este resultado otorga a Carlos Alvarado un doble mandato: defender y consolidar los derechos humanos y sociales contra el ataque de los conservadores; y por otra parte, negociar con los demás partidos soluciones al problema fiscal del país. Sobre todo el segundo mandato va a poner a prueba la capacidad política de este escritor, periodista y ex ministro convertido en presidente de Costa Rica.

«Eliminar el presidencialismo»: Sandra de Barraza

SEGUNDA VUELTA cambió el titular de esta entrevista. El titular original “Es poco responsable pedir a la gente que anule el voto” no es muy original. Lo nuevo e importante que dice Sandra de Barraza es que necesitamos una Asamblea con alto perfil político para «eliminar el presidencialismo.»

Segunda Vuelta

Sandra-de-Barraza

La académica señala que el país debe eliminar el presidencialismo y apostar por una Asamblea Legislativa de alto perfil para generar gobernabilidad.

Entrevista de Juan José Morales, 3 marzo 2018 / EL Diario de Hoy

EDH logSandra de Barraza tiene claro que la sociedad salvadoreña, el próximo domingo, no puede perder una nueva oportunidad de alejarse de ese “exceso de presidencialismo” y de apostar por una Asamblea Legislativa que sea uno de los tres pilares del sistema republicano y democrático y que se puedan asignar curules a candidatos que tienen un perfil donde se destaca más su compromiso con la nación que con agendas o aspiraciones partidarias.

La académica y ex miembro de la Comisión Nacional de Desarrollo exhortó a los salvadoreños a acudir de forma masiva a las urnas y recordó que la responsabilidad ciudadana implica no anular el voto y elegir entre las mejores propuestas para que la Asamblea sea un buen espacio de debate y de elaboración de leyes.

Screen Shot 2018-03-03 at 12.31.07 PM¿Qué está en juego en estas elecciones? ¿qué necesita el país de la política para salir adelante?
Lo que nos estamos jugando es la posibilidad de romper un viejo paradigma donde creemos que es el órgano Ejecutivo el que decide y marca el rumbo del país. Hay que aclararle a la población que no somos una monarquía y que somos una República con tres órganos de Estado y por ello hay que elegir una Asamblea para que legisle y regule el comportamiento de grupos sociales y económicos, apruebe un buen presupuesto general de la nación definiendo prioridades y que escoja a funcionarios de segundo grado como el Fiscal General y los magistrados de la Sala de lo Constitucional con la confianza que les da la ciudadanía. Por ello creo que son elecciones fundamentales para el pluralismo y el buen funcionamiento de los partidos políticos pero además porque nuestro país no se limita a un presidente y se necesita buena gobernabilidad, escoger bien nos ayudará a eliminar ese presidencialismo que olvida la estructura formal del Estado.

¿Los perfiles de los candidatos a diputados y alcaldes son los idóneos? ¿Responden a las necesidades del país?
Creo que hoy tenemos la ventaja de que podemos votar por personas, por rostros, pero lamentablemente este ejercicio no está bien aprovechado, no hemos tenido el tiempo suficiente para conocer los perfiles de los más de 550 candidatos, lamentablemente no hemos podido conocer a profundidad las credenciales y eso no nos permite tener claridad sobre quienes son las mejores personas para integrar la Asamblea, por ello yo esperaría que los jóvenes tengan aspiración de ocupar un cargo de elección popular a futuro y de ejercer su derecho, he ahí mi llamado a que el domingo también pongamos en práctica el derecho de votar por persona, informándonos bien y hasta participando en las mesas electorales, sin olvidar que los partidos políticos son expresiones del pluralismo donde hay que tener a los mejores candidatos.

¿Son válidos esos llamados a la nulidad del voto? ¿Esconden alguna estrategia?
A mi me parece que es poco responsable pedir a la gente que anule el voto, aunque también hay opciones y candidaturas no aceptables en los partidos políticos, incluso entre sus mismos correligionarios quizá hay intención de votar nulo. Sin embargo los ciudadanos, que somos la gran mayoría, no podemos tomar esa decisión, uno entendería que un militante de un partido, resentido, sí anule el voto pero un ciudadano responsable, en su derecho y su deber, no debe de anular su voto porque en la democracia uno delega la representación de sus intereses, eso es clave.

¿Hay que votar por propuestas concretas o seguir el voto partidario?
Yo espero que sí, que se vote más por propuesta, pero hay que tener claras las atribuciones por órgano de Estado, yo he oído, en esta campaña ofertas que más parecen del gobierno central y no de una Asamblea Legislativa, hay candidatos a diputados que ofrecen calles, hospitales, eso es estar equivocado. Ellos lo que deben de ofrecer es cómo financiar mejor esas obras, como tener buenos presupuestos, como modernizar con leyes el país, como incrementar las penas ante la delincuencia, ese es su deber.

¿Cómo motivaría usted a la ciudadanía, a todos los salvadoreños a votar?
Mi llamado es a que todos reconozcamos que los diputados representan a todo el pueblo, nuestro rol como ciudadanos es elegir a las autoridades que representan los intereses de la gente y velen por el país, el resto depende de nosotros, ocupémonos por El Salvador, tengamos una buena cultura política y asegurémonos que este domingo conformemos una Asamblea Legislativa equilibrada, con pluralismo, donde no exista la mayoría simple y se pueda dar un clima de negociación y gobernabilidad para que los diputados se puedan poner de acuerdo en temas fundamentales de país y que se pueda desarrollar una agenda de interés nacional.

La elección de los que eligen o nombran a todos los demás. De Joaquín Samayoa

Joaquin Samayoa-05Joaquín Samayoa, 2 marzo 2018 / EDH-Observador

Se conoce como “aparato estatal” al conjunto de instituciones encargadas del gobierno central y los gobiernos locales, la aprobación de leyes, la administración de justicia y el control del uso de los fondos públicos. Es un aparato inmenso que cuenta con varias decenas de miles de empleados a su servicio y cuesta a los contribuyentes entre 4 y 5 mil millones de dólares anuales solo para mantenerse funcionando bien o mal.

observadorLos ciudadanos individuales o corporativos cargamos con el 100% de los costos del aparato estatal, pero no llegamos a conocer más que una mínima parte de cómo los funcionarios públicos gastan, invierten o despilfarran nuestro dinero y el dinero adicional que llega como regalo de países amigos a nuestro país. Tampoco tenemos injerencia alguna en la selección y evaluación de desempeño de la inmensa mayoría de personas que dirigen las instituciones públicas o trabajan en ellas.

Nadie, en su sano juicio, metería tanto dinero en una empresa de esas características. Pero a los ciudadanos, la ley nos obliga a hacerlo. Y a los que no podemos ocultarnos en esa zona de penumbras, conocida como sector informal de la economía, ese mismo aparato al que mantenemos nos busca, nos encuentra, nos exprime y nos obliga a soltar el billete que tanto nos cuesta ganar.

Pero en los regímenes de democracia representativa, el Estado nos concede y garantiza una valiosa prerrogativa, que lamentablemente muchos ciudadanos no aprecian en su justa dimensión. Se nos permite elegir, mediante voto directo, igualitario y secreto, a los que deciden cómo se gasta nuestro dinero, a los responsables de crear un ordenamiento jurídico que garantice nuestras libertades y derechos.

Esos mismos que hacen las leyes y reparten el dinero además eligen al defensor de los derechos humanos y al principal responsable de perseguir y castigar a los delincuentes que atentan contra el bienestar de la población. Eligen también –y esto es sumamente importante– a los integrantes del máximo tribunal de justicia, entre cuyas funciones está la de garantizar la integridad del Estado democrático y el apego de todos los actos de gobierno a las normas y preceptos consagrados en la Constitución de la República.

Los ciudadanos tenemos también la potestad de decidir quienes gobiernan el municipio donde vivimos. Nos toca hacer eso este próximo domingo, pero también elegimos al presidente de la república, quien a su vez escoge a cientos de funcionarios que están al frente de todas las instituciones del poder ejecutivo.

Es cierto que ese gran poder que el Estado democrático nos garantiza a los ciudadanos está limitado por el filtro que aplican los partidos políticos, ya que ellos escogen a los candidatos a quienes podemos dar o negar nuestro apoyo. Y es cierto también que los partidos no nos ofrecen muchas opciones satisfactorias. Pero las elecciones no son un juego de todo o nada. Es igual que cuando usted entra a un almacén. Entre un montón de cosas que no le gustan o no le quedan o no le sirven, puede encontrar lo que anda buscando o salir y entrar al almacén contiguo y seguir buscando hasta que encuentra.

Entonces, no sea perezoso, no ponga la excusa fácil de que todo es lo mismo y todo es malo. Y, si lo hace, después no se queje, no llore cuando los problemas del país y de su familia en vez de mejorar empeoren. No le haga eso al país y a sus propios hijos y nietos. No se lamente cuando le hayan quitado su empresa, su dinero, su empleo, su libertad y hasta el derecho a protestar.

De nosotros, los ciudadanos, depende elegir a personas honestas o corruptas, competentes o incapaces, motivadas por el logro del bien común o interesadas solamente en sus propios beneficios personales, respetuosos de las leyes o pícaros buscando siempre jugarle la vuelta al ordenamiento jurídico. La lealtad irracional a un partido político termina volviéndonos cómplices de actuaciones ilegales o inmorales, nos hunde cada vez más en el lodo de la corrupción y la ineficacia. Al final, son las personas las que pueden hacer la diferencia.

Nosotros los ciudadanos, individual y colectivamente, somos en gran medida culpables del mal gobierno del que tanto nos quejamos; nosotros seremos culpables también si llega a hacerse realidad eso que tanto tememos, si se van limitando cada vez más nuestras libertades, si se van atropellando cada vez más nuestros derechos, si se van debilitando y corrompiendo cada vez más las instituciones que deben velar por el funcionamiento ordenado de la sociedad y la convivencia armónica entre las personas sin discriminaciones de ninguna índole.

“Hay derrotas que pueden ser transformadas en victorias”: Fernando Mires

Para el historiador chileno Fernando Mires, cuyos análisis sobre la realidad venezolana no dejan a nadie indiferente, la idea de no participar en las elecciones presidenciales, bajo el alegato de que Maduro no va a cambiar las condiciones, sería como decir “yo no participo porque la dictadura no es democrática”.

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Fernando Mires

Elizabeth Araujo @elizaraujo, 28 febrero 2018 / TAL CUAL

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Residenciado desde hace varios años en Oldenburg, Alemania, en cuya universidad ejerce la docencia y la investigación, Fernando Mires (Santiago de Chile, 1943) forma parte del paisaje político venezolano, y no faltará quien lo haya imaginado bajando todas las mañanas por la avenida Luis Roche, en Altamira, para ir al trabajo y luego en las noches reunirse con los grupos opositores contra lo que sin tapujo él denomina la dictadura de Nicolás Maduro. Esta cercanía afectiva e intelectual con un país que aprecia y a veces le roba el sueño lo ha colocado no pocas veces en el ojo del huracán de las confrontaciones por redes sociales. Este diálogo, correspondido vía correo electrónico, intenta en cierto modo explicar su posición actual acerca de ese puzzle con piezas extraviadas que parece ser la oposición venezolana.

–Hace días publicó un tuit en el que prometía no disertar más sobre el tema venezolano, a disgusto de sus seguidores (@FernandoMiresOl) en Twitter –muchos más de quienes le adversan– y que se han nutrido de sus reflexiones políticas y filosóficas ¿Será que llegó Fernando Mires a la conclusión de que la crisis venezolana no tiene arreglo?

–Creo que en ese punto se produjo un malentendido. Yo escribí simplemente “Adiós Venezuela”. Lo que quise dar a entender fue que Venezuela se encontraba frente al abismo. Como usted bien sabe yo me pronuncié a favor de la participación en las elecciones, no con el objetivo de ir a competir deportivamente, sino mediante la inscripción de un candidato-líder que hiciera de portavoz frente a los fraudes, que oficiara de nexo entre la presión internacional y la política interior y que fuera apoyado por los principales líderes de la oposición. De esta manera la oposición no renunciaría a la ruta electoral y a la vez podría estar en condiciones de desatar un movimiento democrático. La MUD decidió, como es sabido, no participar en aras de una “abstención activa”. En otras palabras: la oposición venezolana fue llevada por Maduro, pero también por ella misma, a una situación sin salida. Por eso escribí “Adiós Venezuela”. Pero mi interés persiste. Entre otras cosas, por la enorme gravitación que tienen los sucesos venezolanos sobre el resto del continente.

–¿Cuáles son, a su juicio, los factores que obstaculizan una salida democrática en Venezuela?

–Son dos. El primero es el ejército, las FAN. Estamos frente a una dictadura militar con fachada civil. Hay más militares ocupando puestos públicos que los que hubo durante la dictadura del general Pinochet en Chile. Eso lleva a deducir que toda alternativa democrática pasa por la división del ejército. Pero esa alternativa no se va a dar nunca si el ejército no es políticamente presionado. De ahí la importancia de no abandonar la lucha electoral aún a sabiendas de que se va a la derrota. Hay derrotas que pueden ser transformadas en victorias. No debemos olvidar que un gobierno que se impone mediante fraudes termina deslegitimando a todo el aparato del Estado del cual el ejército es su eje principal. Hoy, sin embargo, Maduro puede ganar elecciones sin necesidad de cometer fraude. No hay motivos para suponer entonces que dentro del ejército se producirán grandes grietas. Para que se produzcan es necesario que los militares sean conscientes de que “así no podemos seguir”. Y hoy, como están dadas las cosas, pueden seguir. La segunda razón tiene que ver con la formación dentro de la oposición de un abstencionismo políticamente organizado, fracción que privilegia el enfrentamiento callejero sin poseer, como se ha visto, ningún poder convocador de masas. Pese a ser minoritaria, esa fracción cuenta con recursos materiales y con importantes vinculaciones internacionales.

–¿Cómo calificaría usted la situación actual de la oposición venezolana?

–Catastrófica. Hasta hace poco la oposición estaba dividida en dos segmentos: los abstencionistas y los electoralistas. Hoy hay tres segmentos: los abstencionistas número uno, los abstencionistas número dos y los electoralistas. La diferencia entre los dos abstencionismos es que los del número uno son y serán siempre abstencionistas. Lo fueron incluso en las elecciones del 6D. Los del abstencionismo número dos son abstencionistas coyunturales. Se declaran partidarios de votar, pero no bajo las condiciones fijadas por el régimen. El problema es que no parecen darse cuenta de que el gobierno de Maduro es una dictadura y que, por lo mismo, siempre las condiciones las fijará el régimen. Y de eso se trata precisamente cuando se lucha contra una dictadura: la de actuar bajo condiciones que “dicta” un régimen. No participar porque Maduro no va a cambiar las condiciones es como decir, yo no participo porque la dictadura no es democrática. Un absurdo. El tercer segmento, el electoral, fue mayoritario y hegemónico dentro de la oposición. Hoy no es ni mayoritario ni hegemónico. Ha caído en las trampas de Maduro y ha cedido a las presiones ejercidas por la llamada “oposición a la oposición”.

–¿Coincide usted con algunos opositores de que la MUD parece no contar con una estrategia efectiva para consolidar su contacto con el venezolano de a pie?

–Nunca la MUD va a tener una sola estrategia porque la MUD no es el PSUV. La MUD es una mesa coordinadora de partidos políticos cuyas estrategias son diferentes entre sí. Si alguna vez desarrolla una estrategia común, será como resultado de largos acomodos internos. En cambio el PSUV sí puede desarrollar una estrategia acorde con cada situación. Esa estrategia es hoy una sola: mantenerse en el poder a cualquier precio, aunque sea asesinando. Pero si es difícil que la MUD desarrolle una sola estrategia, sí puede mantener algo más eficaz que una estrategia: una ruta sostenida y persistente. Esa ruta había sido definida por sus llamados cuatro puntos cardinales: pacífica, constitucional, democrática y electoral. Hoy, al no concurrir a las elecciones fraudulentas y así cuestionar en la propia calle al régimen durante una intensa campaña electoral, la MUD ha perdido la ruta. Ha abandonado la lucha electoral sin definir ninguna otra.

–A veces da la impresión de que –puertas afuera– los temas de la migración masiva y los cuestionamientos de mandatarios latinoamericanos y de la UE, no hacen mella en Maduro ¿Será que en verdad no le afectan esos temas o trata de disimular tal imagen exterior?

–A Maduro le hacen tanta mella como al tirano Al Asad de Siria. La oposición internacional a la tiranía de Al Asad es diez veces superior a la ejercida en contra de Maduro. La migración siria es mucho mayor. Pero Al Asad está dispuesto a incendiar toda Siria antes de ceder un milímetro de su poder. Maduro y su grupo, también. El vil asesinato cometido a Oscar Pérez fue un aviso. Yo creo que la posición de la llamada “comunidad internacional”, siendo importante, ha sido magnificada por gran parte de la oposición venezolana. Pero la “comunidad internacional” no puede hacer más que actuar de acuerdo a principios universales. Y eso es mucho. Y se le agradece. Por lo demás es falso que Maduro esté aislado del mundo. El pasado lunes 26 de febrero vimos en todos los periódicos que el jefe fáctico del estado venezolano, el general Padrino López, apareció en Rusia junto a Putin. Evidentemente, Padrino no fue a veranear a Rusia.

 –Ubicado usted –hipotéticamente hablando– en el lado de quienes desaconsejan participar en estas presidenciales ¿cuál sería el argumento con mayor fuerza para convencer a los venezolanos de no participar?

–El argumento más recurrente es que si se acude a las elecciones se legitima el fraude y con ello a la dictadura. El problema es que nadie puede reclamar fraude si no se acude y, por lo mismo, la dictadura, con la abstención, se legitima más que antes. Eso es precisamente lo que quiere Maduro: ganar sin, o con una muy débil oposición, y así no verse obligado a cometer fraude. La mesa la tiene servida.

–Y si esta disyuntiva lo sorprendiera a usted en la otra acera ¿cuáles son las razones para participar a toda costa?

–Convertir las elecciones, desde “dentro” de ellas, en un gran movimiento de protesta pública nacional. Pero eso ya no se dio.

–¿Cómo calificaría usted la gestión del expresidente español Rodríguez Zapatero como interlocutor de una mesa de negociación que fracasó?

–Para mí, dicho con toda sus letras -y pese al enorme respeto que me merece la historia del PSOE- el expresidente de España, Rodríguez Zapatero, llegó a ser –antes, durante, y después del diálogo– un funcionario al servicio de los intereses de una de las más horribles dictaduras sudamericanas de los últimos tiempos.

–¿Ha habido momentos en que haya acariciado la posibilidad de una intervención extranjera o de EEUU en Venezuela para salir de una vez de esta crisis, cada vez más insostenible?

–Nunca. Y por tres razones. La primera, porque la vida me enseñó a no confundir los deseos con la realidad. La segunda, porque hasta ahora no hay un solo indicio. La tercera, porque solo puede venir de los EE UU, nación que ya no está en condiciones de abrir varios frentes a la vez. Con Kim Jong Un, con Putin, con Asad y con la teocracia persa, tiene más que suficiente. Naturalmente, si aparecen indicios, cambiará mi opinión. Pero ahora yo no puedo opinar sobre lo inexistente.

–En tanto que filósofo ¿cómo califica usted el comportamiento, no pocas veces de enfrentamiento, entre actores de la oposición venezolana en mitad de esta crisis?

–Lo de filósofo es un elogio. Si lo soy es solo por vocación. Por profesión soy historiador. Como filósofo debería analizar cada acontecimiento como un fenómeno “en sí”. Como historiador, en cambio, debo inscribirlos en el marco de un proceso. Y el proceso venezolano me muestra una suma de actos fallidos de parte de la oposición. Desde la incapacidad por unir revocatorio con elecciones regionales, siguiendo por la precaria conducción de las movilizaciones del 2017 (nacidas en defensa de la Constitución, de las elecciones y de la AN, y terminadas en confrontaciones de muchachos con escudos de cartón en contra de un ejército armado hasta los dientes), por las elecciones regionales a las que acudió sin entusiasmo ni mística, por la capitulación electoral en las municipales, hasta llegar a la “abstención activa” de las presidenciales sin que nadie sepa todavía con qué se come eso. Después de tantos yerros, lo menos que puede esperarse son enfrentamientos entre los actores de la oposición.

–¿En verdad avizora esperanzas de que los venezolanos pondrán fin a la pesadilla chavista, o viviremos eternamente en esta espiral de crisis, aún después de que Maduro haya abandonado el poder?

–Siempre lo he dicho, y ahora lo voy a decir como el filósofo que no soy: La historia no transcurre de acuerdo a programas sino de acuerdo a incidencias y accidencias imposibles de predecir. La de Maduro, como toda dictadura, representa la muerte del alma ciudadana. Pero creo que al final la vida se impondrá sobre la muerte. Si no creyera eso, jamás habría escrito una línea sobre Venezuela.

La vieja fórmula. De Ricardo Avelar

Ricardo-Avelar-01.pngRicardo Avelar, 21 febrero 2018 / El Diario de Hoy

Los seres humanos recurrimos a la costumbre y a las fórmulas que han probado ser exitosas para lograr nuestros resultados en el pasado. Si bien tenemos la capacidad de ser innovadores, hay situaciones apremiantes donde lo viejo conocido resulta más efectivo.

No hay situación más evidente para ejemplificar este punto que una campaña electoral. El mundo del mercadeo y la publicidad da pasos agigantados y sus profesionales (los más éticos y talentosos, al menos) cada vez encuentran formas más sofisticadas de conectar con potenciales consumidores, empoderándolos y ‘co-creando’ contenido y narrativas envolventes. Sin embargo, en el mundo de la política no hay tanto espacio para la experimentación y se tiende a optar por las viejas avenidas.

EDH logDentro de pocos días, los salvadoreños acudiremos a las urnas para elegir a diputados, alcaldes y concejos municipales por los próximos tres años. El tortuoso proceso que nos está llevando al famoso “Día D” ha sido uno de propuestas trilladas, jingles de mal gusto y promocionales varios, como escobas, discos de tonadas navideñas y cántaros. Nada que aspire a un León de Cannes, galardón máximo de la publicidad.

Hay, sin embargo, en el universo de promesas una que siempre me llama la atención. Y digo siempre porque entre la marea de ofertas es de las más recicladas y sin la cual la temporada electoral se siente tan vacía como las navidades sin fuegos artificiales.

Cada tres años, cuando el país se aproxima a los comicios, más de algún diputado propone una reforma constitucional para blindar el matrimonio como una unión exclusivamente entre hombre y mujer así nacidos. Al estilo de los atletas de velocidad, que al aproximarse a la meta estiran su cuello para ganar unos últimos metros, muchos aspirantes a una diputación ven esta promesa como un último recurso para garantizar algunos votos extra, además de un par de notas periodísticas y tiempo de aire.

Con esta iniciativa que no puede faltar —y de hecho no ha faltado al menos en los últimos cuatro comicios— los candidatos que la abanderan apelan al sector más conservador del voto en El Salvador, ese que se opone sin reservas a refrescar instituciones como el matrimonio o que se niega a repensar las restrictivas y contraproducentes regulaciones de interrupción de embarazos, por ejemplo.

Estas propuestas no empoderan al ciudadano, no le hacen partícipe de un debate sensato y racional de ideas, ni identifican una prioridad de país en la que un candidato pueda ofrecer sus mejores talentos y cualidades para salir adelante. Son argucias emocionales para permanecer en sus cargos.

Me atrevo a decir que hasta se aprovechan de los electores y sus valores y creencias. Si esto fuese un eje programático serio, a lo largo de la legislatura se plantearía una discusión al respecto. Pero no. Se juega como último recurso a trece días de las elecciones y en esta ocasión, el desafortunado portador de esta “innovadora” propuesta es el diputado Ricardo Velásquez Parker, quien ha hecho del discurso conservador su principal apuesta.

Este lunes, el legislador arenero que busca la reelección por el departamento de La Libertad volvió a presentar la iniciativa. Más allá de estar en contra del contenido de la misma, me limito a cuestionar lo que me parece un malicioso tiempo político y una manipulación. ¿O no le parece al sector conservador que lejos de haber batallado por este punto con constancia y consistencia, lo está explotando como último recurso?

Una vez más, lo viejo conocido sustituye a un proceso legislativo de calidad, que empodere, que promueva discusión, que involucre.

Mi primer impulso es, claramente, cuestionar al legislador y sus formas de hacer campaña. No se vale aprovecharse de temas emocionales a pocos días de la elección para ocultar una falta de propuestas sustanciales. Pero hay un tema subyacente que me provoca mayor preocupación: la falta de agencia o protagonismo de los electores.

Que esta desagradable fórmula de reventar cohetes emocionales a pocos días de la elección siga pasando es señal de lo permisivo que es el elector salvadoreño. Un elector que cansado del sinsentido usual, se cansó de exigir pero nunca castigó. Un elector que tiene nuevamente el poder de impedir el oportunismo, pero que no sabemos si lo utilizará. Un elector que en febrero o marzo de 2021 seguramente volverá a escuchar esta iniciativa de reforma constitucional. ¿Apostamos?

@docAvelar