Leda Romero

Un cascabel para otro gato. De Leda Romero

La corrupción es una de las principales explicaciones para los cientos de problemas por los que nuestro país atraviesa. Por eso es importante que se disminuyan los incentivos para los corruptos.

Leda Romero, comunicadora salvadoreña radicada en Chile

17 junio 2018 / LPG-Séptimo Sentido

El Salvador nunca es aburrido, siempre se encuentra inmerso en una avalancha de acontecimientos. En los últimos días, tienen que ver con la polémica sobre la reactivación del proyecto de ley de privatización del agua, sumado al destape de la corrupción del expresidente Funes.

Esta es una buena noticia. Aunque resulte paradójico y nos llene de profunda rabia e indignación que miles de millones de dólares hayan sido malversados en la gestión del expresidente Funes, es positivo que haya una investigación y una orden de captura en su contra.

Tanto en términos de madurez política como institucional, es importante que en nuestro país se empiecen a investigar y a condenar los hechos de corrupción. Pero, al mismo tiempo, las condenas y los castigos a estos delincuentes deben ser ejemplares. La corrupción es una de las principales explicaciones para los cientos de problemas por los que nuestro país atraviesa. Por eso es importante que se disminuyan los incentivos para los corruptos.

¿Seremos capaces los salvadoreños de ponernos de acuerdo en esto? ¿Podremos dejar de lado nuestra eterna polaridad para convenir que la corrupción es asquerosa de donde sea que venga?

En su momento, Funes dijo que le había puesto el cascabel al gato, como una forma de demostrar que habían descubierto al ladrón. Sus seguidores aplaudieron la revelación y ese fue el primer paso para demostrar que en El Salvador se puede condenar a un corrupto. Ahora es su turno. A él también le pusieron el cascabel y espero que, así como en aquella oportunidad, cuando sus seguidores aplaudieron y avalaron la condena a la corrupción, esta vez también lo hagan, con el mismo ahínco y consistencia.

El punto es que no existe una corrupción más aceptable que otra porque coincida con mi punto de vista político. Toda la corrupción es condenable. Punto.

A manera de referencia regional, tenemos las experiencias de distintos países en América Latina que han ido destapando diversos escándalos de corrupción, como Brasil y Perú. Chile no ha sido la excepción, a pesar de ser uno de los países con mejores índices de transparencia y solidez institucional. Uno de los episodios más polémicos involucraba a un holding de empresas llamado PENTA. El caso aún se encuentra en los tribunales pero cuando fue descubierto, hace unos tres años, se transformó en uno de los casos más mediáticos porque no solo involucraba a poderosos empresarios, sino también a altos funcionarios.

Uno de los principales aprendizajes de este caso tiene que ver con el actuar de la Fiscalía. Para perseguir la corrupción se requiere de fiscales implacables e imparciales, dispuestos a ir hasta las últimas consecuencias. Esto habla de la independencia de las instituciones para hacer su trabajo como corresponde, así como de la integridad de sus funcionarios.

En este caso, espero también que la Policía y las autoridades responsables de la captura de Mauricio Funes y el resto de implicados en este penoso caso de corrupción hagan su trabajo, capturando oportunamente a los acusados.

Lo ideal sería que la corrupción se eliminara del actuar público y privado; sin embargo, esa es aún una utopía. Así que, por mientras, corresponde descubrirla, perseguirla y condenarla con ímpetu en todos los niveles con la esperanza de que los castigos desincentiven a estos ladrones.

Y que se preocupen los gatos, porque les van a poner su cascabel.

Que soplen nuevos vientos. De Leda Romero

Los ciudadanos parece que nos hemos acomodado a la mediocridad de lo que hay: dos partidos retrógrados y adormecidos por la falta de propuestas convincentes con liderazgos creíbles.

leda romeroLeda Romero, 13 agosto 2017 / LPG-SEPTIMO SENTIDO

Constantemente he comentado en este valioso espacio de opinión, que no me siento representada por ninguno de los partidos políticos salvadoreños. ¿Por qué? Pues porque me da la sensación de que las dos principales fuerzas partidarias del país, en lugar de ser serios, se pelean por comprobar cuál es más retrógrado o menos consecuente, y la vida se nos va en leer sobre escándalos ridículos, cadenas nacionales, inasistencias a las plenarias o decisiones cuestionables.

septimo sentidoProbablemente llego tarde a esta conversación, pero está bien, porque creo que es un tema que no debe perder vigencia y en torno al cual vale la pena continuar hablando: que las vacaciones no nos aparten de lo importante.

Me refiero al reciente episodio en el que una muy preparada joven precandidata a diputada suplente por el partido tricolor fue excluida del listado. Esta expulsión no se debió a una falta de idoneidad para el cargo –porque Aída Betancourt cuenta con un currículum envidiable–, esta negativa se debió a que Aída, que ha cultivado una opinión crítica, ha manifestado desacuerdos con el partido ARENA.

Es decir, un partido que durante años se ha enfrentado a una dura crisis de liderazgos, que pide a gritos una renovación, o al menos, atisbos de nuevos aires y personajes que resulten esperanzadores, decide descartar a una precandidata que además de encarnar esta posibilidad, cuenta con la preparación, las agallas y la disposición para entrar en el mundo político.

¿Es acaso un autoboicot? ¿Es acaso que ARENA tiene la necesidad de demostrar que no hay ninguna expectativa por renovarse, por cambiar la forma de hacer política, por ser mejores?

Si ARENA no demuestra algún ánimo por la autocrítica, por evaluar cómo están haciendo las cosas y cuáles son sus posibilidades de mejorar, únicamente seguirán construyendo el camino hacia la decadencia.

Y este camino no ha sido construido únicamente por el partido opositor. El FMLN también se esfuerza por demostrar una y otra vez esta suerte de surrealismo mágico, en el que todo está bien y El Salvador es incluso un poco mejor que la isla de la fantasía.

El país se encuentra dividido entre dos fuerzas políticas que no ofrecen ninguna propuesta convincente y, mientras tanto, los ciudadanos parece que nos hemos acomodado a la mediocridad de lo que hay: dos partidos retrógrados y adormecidos por la falta de propuestas convincentes con liderazgos creíbles.

¿O no?

Fue interesante ver, durante ese par de días que duró el escándalo, cómo fueron surgiendo diversidad de opiniones lamentando el incidente. Eso significa que hay una suerte de compromiso, o al menos de preocupación, desde algunos sectores que vieron cómo se excluía sin miramientos un perfil idóneo para incorporarse a la Asamblea Legislativa; y al mismo tiempo, que hay voces dispuestas a cuestionar a las cúpulas de los partidos históricos de nuestro país.

No se trata de causar más divisiones o de continuar polarizando la situación, se trata de tener claro que existe una necesidad evidente de renovación y de propuestas políticas dirigidas a un segmento de la población que no está conforme con los partidos actuales.

Por otra parte, esta columna es una invitación a ARENA para que no vea a la crítica como un enemigo, sino como una oportunidad. Dejen de hacer oídos sordos a la imperante necesidad de renovación en sus filas.

Todo es relativo. De Leda Romero

septimo sentidoEste tipo de declaraciones pendencieras y arrogantes fue una tendencia durante el mandato del expresidente Funes y la costumbre se quedó, a pesar del daño que hacen a la dinámica dialogante.

leda romeroLeda Romero, 7 agosto 2016 / LPG-Séptimo Sentido

El borde del abismo puede verse muy distinto, dependiendo de la perspectiva de quien lo mira.

Por ejemplo, en Chile se caldean los ánimos mientras se discute la vigencia, el uso y sentido de las AFP, se cuestiona el modelo de gratuidad de la educación recientemente puesto en ejecución, se planifica la nueva Constitución a través de diálogos ciudadanos a escala nacional, se enjuicia a empresarios y políticos envueltos en escándalos asociados a colusiones, en fin, existe un ánimo de discutir temas de país.

Sin embargo, hace poco el Sr. Ricardo Lagos Escobar, uno de los recientes expresidentes, expresó: “Esta es la peor crisis política e institucional que ha tenido Chile”. En una entrevista ofrecida a un importante diario local, dijo que “la desconfianza ciudadana está poniendo en entredicho la legitimidad del sistema político” y que “hace falta un gran reencuentro nacional que restaure el prestigio de la política y la credibilidad de las instituciones”.

Esas últimas dos frases son perfectamente aplicables a la realidad salvadoreña, aunque, a mi juicio, El Salvador está atravesando una crisis política mucho más profunda que la chilena.

El más reciente ejemplo es el escándalo provocado por la sentencia que inhabilitó a los diputados suplentes, dejando a los diputados propietarios con la obligación de participar en todas las sesiones plenarias. Este hecho produjo una serie de molestias en los diputados propietarios y las consecuentes declaraciones de uno de los diputados con más ausencias, Medardo González, quien, en un evidente contraste con la propuesta del expresidente Lagos, decía: “¿Cómo es posible que nos ofendan y nosotros bien portaditos? ¿Por qué nosotros vamos a responder de manera decente? Tengo derecho a rebelarme”.

Ese contraste llamó poderosamente mi atención: mientras un expresidente se pronuncia preocupado y llama a un reencuentro nacional para restaurar el prestigio de las instituciones en el país suramericano, un diputado centroamericano se indigna porque lo obligan a sesionar y dice que tiene derecho a rebelarse, cual adolescente caprichoso, y encima afirma que no tiene por qué responder de manera decente.

Eso es el reflejo de una crisis institucional. Más allá de las casi increíbles declaraciones, tiene que ver con el ánimo, con el espíritu que reflejan: la indiferencia hacia un comportamiento político maduro y dialogante.

Hay muchos más ejemplos que podrían traerse a colación y que no solo tienen que ver con el Poder Legislativo. Este tipo de declaraciones pendencieras y arrogantes fue una tendencia durante el mandato del expresidente Funes y la costumbre se quedó, a pesar del daño que hacen a la dinámica dialogante.

El Salvador necesita una clase política que pueda poner en perspectiva las necesidades de país que existen, que no son pocas, son urgentes y apremiantes: delincuencia, cárceles, salud, educación, vivienda, tecnología, etcétera.

Mostrar una actitud afín a estas necesidades de país está en absoluto contraste con lo reflejado hasta ahora por el cuerpo de diputados, quienes aparentan estar más preocupados porque se ha puesto en evidencia que ni siquiera se acercan al pleno legislativo que por realizar un trabajo que ayude a solucionar la gran cantidad de temas pendientes que afectan a los salvadoreños.

El mensaje es para aquellos diputados que no se sienten identificados con este perfil de político, para que se hagan notar y nos permitan creer que hay quienes sí están trabajando por el país.

 

Apachando el ojo. De Leda Romero

leda romeroLeda Romero, 3 abril 29016 / LPG-Septimo Sentido

La semana pasada se hizo pública una demanda por enriquecimiento ilícito, presentada por la Fiscalía General de la República, en contra de Mauricio Funes Cartagena, quien ocupara el asiento presidencial de El Salvador entre 2009 y 2014. Parece ser que, quien le puso el cascabel al gato, también tiene cola que le pisen. La reacción ante la noticia ha sido casi nula en contraste con el caso del también expresidente Francisco Flores, quien fuera el protagonista de un panorama muy diferente cuando la noticia salió a la luz.

Por otra parte, por extraño que parezca, es una buena señal que estén saliendo a la luz casos de funcionarios que creen estar por encima de la ley. Esto debería encender alarmas que adviertan a otros personajes que quieran seguir por el camino de la la prensa graficacorrupción. En un mundo ideal, estos métodos deberían funcionar como desincentivos para los funcionarios corruptos, advirtiéndoles y haciéndoles reconocer que sus acciones pueden tener consecuencias y que, las instituciones que persiguen el delito, están en función de ello y no del jefe de turno.

Sin embargo, es bastante curioso que estos avances en temas de transparencia y anticorrupción únicamente sean celebrados cuando se trata de funcionarios de ¿ARENA? O por lo menos, esta demanda no ha alcanzado, por el momento, la cobertura mediática, ni escandalosa que sí lo hizo durante el caso Flores.

Eso, la imparcialidad a la hora de condenar la corrupción, es muy preocupante.

El enriquecimiento ilícito es igual de condenable si se trata de funcionarios de izquierda o de derecha. La corrupción es igual de perversa cuando es ejercida por un funcionario de izquierda o de derecha. Las negociaciones ocultas afectan al país y a los ciudadanos comunes cuando las gestiona un funcionario de izquierda o uno de derecha.

La anticorrupción no debería vestirse de colores partidarios: el que es corrupto merece someterse a todos los procesos que la ley establece, sea del partido que sea. Pero somos los ciudadanos los que le otorgaremos la relevancia que merecen a estos procesos, con el interés puesto en ellos, informándonos y comentándolos. Por tanto, otorgar un nivel cuasi telenovelesco a un caso, e ignorar deliberadamente otro, por mera partidización, me parece entristecedor.

Hacernos del ojo pacho con unos y reprender excesivamente a otros, es un síntoma preocupante de un país que parece sentirse resignado a ser estafado por el gobierno de turno. Así, solo lograremos un intento blandengue de corregir el fenómeno generalizado de “si ellos pudieron, ¿por qué nosotros no?”, cuando eso, lo único que logra es que nos sigamos hundiendo en la mediocridad y la resignación.

Ojalá que la Fiscalía se rija por estos mismos lineamientos y haga su trabajo sin inclinarse hacia unos u otros con base en su afiliación partidaria. Al fin y al cabo, todos los casos de corrupción son condenables y deberían ser castigados con la misma rigurosidad.

Ser Millenial en El Salvador. De Leda Romero

leda romeroLeda Romero, 20 marzo 2016 / LPG-Séptimo Sentido
Dicen que los Millenials o la generación Y, conformada por quienes nacimos entre finales de los ochenta y los 2000 aproximadamente, nos hemos tomado el mundo, reinventando las formas de comunicación (desde lo digital, hasta el cara a cara). Somos más contestatarios, más “rebeldes”, menos conformistas, disruptivos, innovadores, inquietos.

la prensa graficaNos atribuyen, sin embargo, un excesivo individualismo y egocentrismo expresado en selfies, perfiles en redes sociales y celulares de última generación que cuestan demasiado. Protestamos por todo, pero desde la seguridad que nos ofrecen Twitter y los “me gusta” de Facebook. Acumulamos firmas llenando formularios por internet para apoyar causas benéficas en lugares que quizá ni conocemos.

septimo sentidoDicen que trabajar con los Millenials es difícil porque, aunque somos muy creativos e innovadores, nos desmotivamos con facilidad. Nuestro compromiso con una empresa no supera los dos años y buscamos crecer profesionalmente rápido, pero esperando a cambio excelentes beneficios laborales, flexibilidad en los horarios, tiempo para disfrutar, viajar y un buen sueldo.

Queremos vivirlo todo ahora, que nuestras interacciones con las marcas sean una experiencia de gran calidad, pero sin dañar el medio ambiente. Y si no nos gusta, lo decimos, sin miedo, y lo reproducimos a todos nuestros conocidos en las redes sociales, quienes además comentan y discuten con nosotros, sin miedo a discrepar.

Además, dicen que somos más incluyentes, que aceptamos la diversidad y a quienes son distintos a nosotros con más naturalidad: gays, extranjeros, tatuajes, piercings y demases no nos molestan, ni nos alegran. No tenemos que esforzarnos por “aceptarlos”, porque consideramos que son parte de la sociedad.

Dicen también que para nosotros, aquello de las jerarquías no aplica. Las figuras de autoridad desaparecen y se convierten en uno más, al mismo nivel, que puede ser juzgado, criticado y tratado en igualdad de condiciones que uno mismo. Los jefes, los sacerdotes, los maestros y sobre todo los políticos dejan de ser intocables, e incluso están más propensos al escrutinio por su relevancia social como figuras de poder y autoridad.

Para los Millenial, la transparencia es un valor imprescindible. Esto aplica para la vida personal y para el estado. Requieren información, buscan políticos distintos, personajes abiertos, menos estructurados, más Obamas –o Nayib Bukeles para llevarlo al plano nacional–, en el sentido de la naturalidad, la cercanía y la interacción a través de aquellos medios con los que se comunican. (No sé si aquí entran los calcetines excéntricos, pero bueno).

Y por último, los Millenial no tienen como prioridad tener hijos. Por tanto, son una generación multitudinaria que se ha convertido en la gran fuerza laboral del mundo y está dispuesta a disfrutar la vida sin grandes responsabilidades, como criar a otro ser humano.

Mi reflexión en torno a todas las características de esta interesante generación tiene que ver con que muchísimos de los integrantes de las maras en nuestro país… son Millenial. Lastimosamente, es imposible decir que calzan con el perfil.

No soy socióloga y no quiero predecir que sea una “generación perdida”, porque El Salvador es más que las maras y, por tanto, el llamado es: Millenials salvadoreños, hagámonos sentir, somos la generación disruptiva.

Mensaje enviado: Vendamos el país. De Leda Romero

leda romero

Leda Romero, salvadoreña residente en Chile

Leda Romero, 21 febrero 2016 / LPG

Hace un par de años tuve la oportunidad de estar en tierras peruanas. Además de la obvia riqueza cultural e histórica, hubo algo que se fue volviendo recurrente, enfático e imposible de ignorar: su marca país.

Marca-PerúEsa especie de huella digital que forma la letra “P” dando vida al logotipo peruano, se repite constantemente en multitud de escenarios del país sudamericano. Desde las tiendas de comida rápida, hasta en uno que otro grafiti, la palabra “Perú” hace notar su presencia y no solo en la capital, también en la costa, en la sierra y en la selva, las tres grandes regiones del Perú.

Todas las artesanías tienen la marca país, los menús de los restaurantes tienen la marca país, los vasos de papel en que se sirve la bebida tienen la marca país, algunos buses tienen la marca país, los peruanos usan camisetas y gorras con la marca país, en fin… la marca país está por todos lados.

10411230_933929459968042_7075608985411589198_n1Lo que considero necesario enfatizar aquí es el papel activo en la adopción de la marca que diferentes segmentos y personas han jugado para la difusión de la misma: artesanos, restauranteros, agencias turísticas y los peruanos en general se han apropiado de la marca y están otorgándole un valor colectivo de representatividad que se convierte en un mensaje contundente para quienes los visitan y para quienes ahora son sus dueños: los peruanos.

La decisión estratégica aquí fue saber entregar la marca a quienes la hicieran propia. Una marca país –o cualquier otra marca– no es de quienes la diseñan o de quienes la venden, sino de quienes se apropian de ella y le otorgan significados que, en este caso, están asociados con identidad, orgullo, diversidad y cultura.

El Salvador ha intentado en diversas ocasiones crear su marca país. Uno de los primeros experimentos fue hace ya varios años, con “El Salvador ¡Impresionante!”, el cual no estuvo libre de polémicas y, además, fue desechado con algún cambio de mandato. La continuidad de la marca país es también un elemento clave para la apropiación del símbolo.

Actualmente, un grupo de motivados salvadoreños, impulsados por su amor al país y su capacidad creativa generaron el movimiento Colectivo País, que dio como resultado el diseño de la más reciente marca país: “El Salvador, el lado positivo del mundo”. Una marca entretenida que surgió luego de un extenso proceso de investigación y que está acompañada por testimoniales que promueven nuestro país.

Sin embargo, son muy pocos los salvadoreños que saben de la existencia de esta marca país: la diferencia en la adopción que han hecho de su marca las personas y las empresas en Perú es tan grande como la distancia en kilómetros que nos separa de ellos.

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Según Berta Paredes Maibach, experta en el tema, “una buena marca-país promueve el turismo, las inversiones, las exportaciones, genera empleo, pero principalmente incrementa la confianza y el orgullo nacional.” ¡Vaya falta que nos hace todo esto! ¡Estamos desaprovechando todo el trabajo que Colectivo País realizó con tanta pasión!

Una marca país, como cualquier otra marca, no es solo la creación de una agencia publicitaria o un grupo internacional de consultores. Una marca es un producto dinámico que se desarrolla y cobra vida de acuerdo con la apropiación que diversos grupos hagan de ella.

Para saber más sobre el trabajo de Colectivo País, pueden visitar: https://www.facebook.com/colectivopaiselsalvador

Sobre la generación de editorialistas. De Leda Romero

Quiero pensar que esta generación de editorialistas, como nos llama, buscamos una alternativa que movilice a la conversación, al diálogo, al intercambio de ideas y de posturas, a la generación de contenido para influir.

f9d493e7-4946-4c50-8c7d-ee27920491e0_XXXLWLeda Romero, 13 diciembre 2015 / LPG

MensajeenviadoHace algunos días, Bessy Ríos escribió una columna de opinión en un periódico digital salvadoreño titulada “Generación de editorialistas”. El escrito, además de hacer un fuerte llamado de atención a quienes la autora considera no hacemos más que escribir bonito desde la comodidad de otros países, incita a dejar el bla bla, agarrarse los huevos u ovarios y volver a la patria, para aportar de verdad.

Muy aparte de mis opiniones personales sobre las reflexiones emitidas por Bessy –a quien era usual encontrar en más de alguna actividad de participación ciudadana cuando aún me encontraba en El Salvador– me quiero referir a la conceptualización de “tomar acción” o de “aportar” que se maneja a lo largo de su columna.

la prensa graficaPor ejemplo, Bessy invita a la generación de editorialistas a evolucionar, a dejar de escribir y tomar acción. Dice, textualmente: “que los dardos literarios sean piedras reales lanzadas”… es aquí donde más me permito diferir, en primer lugar, porque nunca he sido muy atlética y supongo que eso de tirar piedras requiere, además de puntería, cierta fuerza física para que la acción tenga algún afecto. Por otro lado, no estoy convencida que los efectos de esa operación específica, resuelvan los temas que Bessy menciona: “Ilegalidades, injusticias, corrupción, tráfico de influencias, nepotismo”.

Por lo tanto, me preocupa que el concepto de “aporte” o “tomar acción” esté asociado a ese tipo de actividades. Ya tenemos bastante con la delincuencia organizada de las pandillas, como para sumar las piedras como forma para abordar esas otras problemáticas. Quiero pensar que esta generación de editorialistas, como nos llama, buscamos una alternativa que movilice a la conversación, al diálogo, al intercambio de ideas y de posturas, a la generación de contenido para influir aunque sea en un grado muy pequeño, en la opinión pública. Quizá tenga que ver con que, al menos por mi lado, mi habilidad para manifestarme esté más ligada a escribir que a arrojar objetos contra otras personas.

Y es justo el punto al que quiero llegar: todos podemos aportar al país. La capacidad de tomar acción no está supeditada a los puestos políticos, a los manifestantes, ni a los editoriales de un periódico. Cada quien hará su aporte, mucho o poco, desde sus habilidades, desde su metro cuadrado, desde su rango de acción: algunos en sus oficinas, otros en el extranjero, algunos en las aulas y algún otro, tal vez, en un puesto público.

Bessy también menciona la ligereza con la que esta generación de editorialistas se toma la historia salvadoreña, aquella que como legado nos dejó, entre otras cosas, la libertad que tengo ahora de escribir mi opinión abiertamente en un periódico. Resulta que esta es, después de algunos años de activa participación ciudadana y al estar ahora en otro país, mi forma de tomar acción, de manifestarme –ojalá– representando a otros que no cuentan con esta palestra.

Por eso, esta generación del auto exilio, entre quienes puedo señalar a grandes profesionales y personas, tiene una gran responsabilidad, ya que es el resultado de un conflicto que aún duele a un país que sigue intentando levantarse. En conclusión, difiero con la posición de la autora cuando dice “no es cualquiera el que tomará acción”, esperando sinceramente que el último significado de “tomar acción” sea tomar las piedras… o las armas…

 

La columna de Bessy Rios en El Faro:
“Generación de editorialistas”