FSLN

“Daniel Ortega es un tránsfuga político y la tarea hoy es evitar que consolide su dictadura familiar”: Henry Ruiz

Henry Ruiz, Comandante “Modesto” en la lucha guerrillera contra Somoza, uno de los nueve miembros de la Dirección Nacional histórica del FSLN, compartió varios brochazos sobre la realidad de Nicaragua y convocó a abstenerse de votar el 6 de noviembre, en una charla con Envío que transcribimos.

Comandante Modesto; Henry Ruiz, Entevistado en su casa de Los Robles para Domingo.Managua 6 de Mayo del 2010.foto Uriel Molina/LA PRENSA [#Beginning of Shooting Data Section] Nikon D200 Focal Length: 122mm Optimize Image: Normal Color Mode: Mode I (sRGB) Long Exposure NR: Off High ISO NR: Off 2010/05/05 11:51:01.8 Exposure Mode: Manual White Balance: Auto Tone Comp.: Auto Bounce JPEG (8-bit) Fine Metering Mode: Multi-Pattern AF Mode: Manual Hue Adjustment: 0¡ Image Size: Medium (2896 x 1944) 1/60 sec - F/5 Flash Sync Mode: Front Curtain Saturation: Auto Color Exposure Comp.: 0 EV Auto Flash Mode: Optional M x 1/8(-1/3 EV) Sharpening: Auto Lens: 70-200mm F/2.8 G Sensitivity: ISO 800 Image Comment: LA PRENSA [#End of Shooting Data Section]

Henry Ruiz, comandante ‘Modesto’

Henry Ruiz, número de septiembre 2016 de la revista ENVIO

¿Cómo llegamos hasta dónde hoy estamos? Y no digo cómo llegó el Frente Sandinista hasta aquí… porque el Frente Sandinista no existe. Lo que hay ahora es sólo un grupo político alrededor del caudillaje de Daniel Ortega, un grupo que sigue manteniendo las siglas FSLN, pero donde ya no hay mística y tampoco hay normas ni programa ni debate, donde ya no hay nada. ¿Y de quién es la responsabilidad? Los responsables de que Daniel Ortega esté ahí donde está somos en primer lugar quienes luchamos contra la dictadura de Somoza, todas las generaciones que cuarenta y pico de años atrás luchamos contra una dictadura y después fuimos permitiendo que este tipo esté hoy encajado en el poder. Durante años hubo contradicciones importantes, pero dejamos pasar el tiempo… Sí, somos culpables, unos más que otros. Ahora, una incipiente dictadura dinástica se levanta ante nuestros ojos y ante nuestra conciencia desafiándonos.

screen-shot-2016-09-20-at-11-17-05-amLas dictaduras son experimentos políticos muy dolorosos. Y si los primeros responsables de esta dictadura somos los hombres y mujeres que permitimos que Daniel Ortega llegara hasta donde hoy ha llegado, somos nosotros los primeros obligados a bajarlo de donde está. Debemos dar el primer paso nosotros. La misión de enfrentar a Ortega es de nosotros, los hombres y mujeres que conocimos el somocismo y que lo enfrentamos, que vivimos la guerra de intervención imperialista de los años 80; somos nosotros, los que vimos iniciarse la democracia como un orden de derechos en que el pluralismo no fue un peligro y la ley escrita parecía respetarse. Retomar la bandera de la justicia social que en aquellos años se deterioró será hoy parte de nuestra lucha.

Una gran mayoría de jóvenes aún no asimila las consecuencias del genocidio institucional que Ortega ha practicado durante estos diez años reformando la Constitución y demoliendo las instituciones. Pero estoy convencido de que más temprano que tarde los jóvenes van a entender que esta lucha no es sólo de nosotros y que necesitan acuerparla. Y se incorporarán si observan en nuestra lucha y en nuestro compromiso ética y prácticas políticas correctas, lejos del oportunismo y el zancudismo, de la corrupción que corre paralela a esas prácticas nefastas. El mandato que hoy tiene toda la sociedad nicaragüense es sacar del gobierno a este dictador.

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Daniel Ortega y Rosario Murillo

Recordemos sólo un poquito de la historia más reciente. Después que Daniel Ortega perdió las elecciones frente a Alemán y a Bolaños ya existía en el Frente una lucha solapada, una inconformidad, porque ya habíamos bastantes militantes sandinistas, orgánicos y no orgánicos, que no queríamos que él siguiera siendo candidato a la Presidencia. ¿Por qué sólo Daniel, sólo Daniel…? Veíamos que a este hombre ya le faltaba carisma y no lograba aglutinar al sandinismo. Con esa convicción iniciamos un movimiento en mayo de 2004, planteando la pre-candidatura presidencial por el Frente Sandinista de Herty Lewites. En Jinotepe reunimos a 10 mil sandinistas en enero de 2005. Las concentraciones que hacíamos con Herty eran masivas. Y en ellas nos volvíamos a encontrar los sandinistas. Y comenzamos a sentirnos de nuevo acuerpados. Ésa era la idea: que desde dentro del Frente surgiera una fuerza que recuperara los principios que ya para entonces estaban siendo descuartizados, que sostuviera la soberanía nacional, que recobrara la mística y que luchara de verdad por los pobres. Pero a Herty lo expulsaron del Frente a inicios del año 2006 y Daniel Ortega se autonombró nuevamente candidato. Y cuando empezaba la campaña para las elecciones de aquel año Herty murió repentinamente…

En 2006 Daniel Ortega ganó las elecciones y regresó al gobierno. ¿Las ganó…? Eduardo Montealegre se fue corriendo a las 10 de la noche de aquel día a reconocerle la victoria a Ortega sin esperar que finalizara el conteo. Y se quedó sin contar un 8% de los votos. Si se hubieran contado, aún con el Consejo Electoral ya totalmente amañado en ese momento, el resultado habría sido una segunda vuelta entre Ortega y Montealegre. Creo que en una segunda vuelta hubiera ganado Montealegre, que hubiera contado con un concepto de alianza electoral y política. Y no afirmo esto deseando que él hubiera ganado, sino para decir que es positivo que una fuerza de izquierda sea capaz de enfrentarse a la derecha para ganar o para perder en elecciones abiertas, transparentes y democráticas. Para decir que la izquierda debe estar dispuesta a arriesgar el poder y que la alternancia en el poder es una realidad que debemos aceptar tanto en el esquema de la democracia representativa como en el de la directa. Pero para Daniel Ortega nada de eso cuenta. Aquella elección que ganó en 2006 no fue una victoria limpia. Y esta duda persistente pesa en el historial político de Ortega y de su partido.

indice99Cuando Ortega empezó a gobernar en 2007, quienes habíamos empujado el proyecto de Herty Lewites dijimos: “Bueno, démosle un chance, tal vez este tipo ha cambiado”. Y lo dijimos así porque dieron a conocer un programa de gobierno que revisamos con unos economistas de los que habían estado apoyando a Herty, y dijimos: “No está mal, da señales de querer salir del neoliberalismo para empezar a construir una economía de desarrollo nacional. Démosle un año a ver cómo lo hace”. Pero una cosa era aquel programa y otra la vuelta política que este tipo dio. Se fue rapidito al INCAE, se reunió con los empresarios más importantes del país, y allí con ellos decidió cuál sería la economía política de su gobierno, que es la misma que nos está rigiendo hasta el día de hoy, basada en lo que les dijo ese día: “Ustedes hagan la economía y yo haré la política”.

¿Qué país tenemos hoy, como resultado de todo esto? Aquí se acabó la reforma agraria y regresó la concentración de la tierra en manos de unos pocos. El latifundio está avanzando en plenitud, todavía con algunas tareas por hacer. Y ahora, ¡a saquear la Costa Caribe! Están deforestando los bosques y llevándose la madera. Y donde se sospecha que hay oro ya tienen el terreno rayado en el mapa para darle concesiones a la B2 Gold. ¿Le importa la ecología a Daniel Ortega? ¡No le importa, para él la “Laudato Si” es pura babosada del Papa Francisco! Lo que le importa a él es amasar riquezas entre “nosotros”. Y ese nosotros es él y su familia, sus allegados y los más grandes ricos del sector privado empresarial. La pobreza es un problema político y no se superará en Nicaragua con la economía política que impulsa Ortega. Hacer caso a las cifras, debatiendo si crecimos un punto o dos puntos estadísticos en los indicadores de la pobreza es una forma de engañarnos, de alejarnos de la visión común que debemos tener de cómo se construye una nación próspera y soberana. ¿Que actualmente se generan riquezas en Nicaragua? Claro que se están generando, pero la pregunta es hacia dónde van, quién las agarra. Mil doscientos millones de dólares llegaron a Nicaragua en el año 2015 en remesas familiares. Y más de mil millones de dólares le concedió Ortega ese año en exenciones fiscales a los grandes empresarios. Entonces, ¿quiénes están aportando a la economía del país? ¿Nuestros trabajadores en el exilio o el gran capital? Y los pobres que se quedan en el país siguen siendo quienes aportan la mayor fuerza de trabajo en trabajos informales, porque casi el 80% de nuestra economía se mueve en la informalidad. ¿Y qué decir de maestras y maestros, los empleados públicos peor pagados, que tienen que conseguirse tres o cuatro trabajos más para tener un ingreso suficiente con que mantener a sus familias y sobrevivir? ¡Ésas son las oportunidades que les brinda hoy el sacrosanto mercado!

Además, Ortega nos va a dejar un país seriamente endeudado. El convenio petrolero que firmó en 2007 Hugo Chávez Frías con Daniel Ortega Saavedra, que le dejó en estos años a Ortega más de 4 mil millones de dólares hubiera cambiado el perfil social de Nicaragua. Diez años tiene Ortega de gobernar y con ese dinero hubiéramos escapado del círculo vicioso de crecer macroeconómicamente mientras se sigue ampliando la brecha social. Hubiéramos cambiado dedicando buena parte de esos recursos a mejorar la educación, que es siempre la palanca más formidable para conseguir el desarrollo de toda sociedad y de cualquier nación. Pero esa plata se la desplumó Ortega, su círculo de poder, su familia y allegados. Y hoy lo que tenemos es una deuda por esa cantidad de plata con el Banco Central de Venezuela, que ahora es nuestro acreedor y que, estoy seguro, nos cobrará esa deuda, porque ese dinero pertenece a los caudales de la nación venezolana. Durante mucho tiempo nos dijeron que, como ese dinero no pasaba por el presupuesto que la Asamblea Nacional aprueba, era deuda privada. . Los partidos presentes en el Parlamento nos repetían lo de la “deuda privada” y hacían énfasis en eso para lograr la magia que origina la credulidad. Nunca lo creí. ¿Cómo un contrato entre dos Presidentes puede ser un acuerdo privado? No creo que Chávez conociera del descaro de Ortega y se haya prestado a tal atraco. Sinceramente, no lo creo. El ladrón fue el de aquí y Chávez no fue su compinche. Fue Ortega quien abusó de la buena fe de Chávez.

¿Quién es Daniel Ortega? Un luchador sandinista que tiene el mérito de haber pasado siete años en la cárcel. Después dijo que lo torturaban todos los días de esos siete años, pero eso se lo inventó. Hugo Chávez lo llamaba “guerrillero”, pero en ninguna guerrilla estuvo él. Daniel Ortega fue coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, Presidente de la República en 1984, Presidente de la República en 2006, Presidente de la República en 2011 y en 2016 será nuevamente Presidente de la República. Es un hombre que no tenía dónde caer muerto y ahora es un potentado porque hizo de la política un buen negocio, olvidándose de la ética y de los principios que deben regir la ética de un luchador revolucionario, como en una época se creyó de él. El lenguaje en el que se llama solidario, socialista y cristiano no es más que retórica dulzona para engañar a los militantes de su partido y a la gente de las filas humildes del pueblo. Daniel Ortega es un tránsfuga político. Es un hombre que se pasó con todo y mochila a las filas de la derecha adoptando la política económica capitalista más reaccionaria de la historia moderna y practicando las artes de la corrupción.

'Modesto'

‘Modesto’

¿Es una dictadura lo que él ha construido en Nicaragua? Hemos gastado mucho tiempo discutiendo si es o no una dictadura. Decían que no era dictadura porque no hay prisioneros políticos, no hay asesinatos políticos, no hay tortura, no hay represión… Ahora ya está confirmado que tenemos de todo eso, como sucede en el menú represivo de todas las dictaduras. Y aunque aún hay poquito de todo eso, espérense, porque si él sigue encajado en el gobierno, habrá bastante de todo eso y lo habrá para todos.
Si este gobierno fuera democrático,¿ para qué necesitaba la Ley de Seguridad Soberana? Esa ley dota a Ortega de un garrote amenazante en sus manos. ¿Para qué quiere tener el mando directo de la Policía y del Ejército sin la criba normativa de una instancia civil? Para que no haya intermediación de nadie en ninguna crisis en la que él pierda el control. En una situación así Ortega ordenará reprimir “adecuadamente”. Esa ley, la doctrina de la seguridad soberana, le permite a la nueva Seguridad del Estado, que no pareciera que está, pero que sí está, reprimir todo lo que los ojos del dictador consideren dañino a su orden político.

¿Cómo no ver que ésta es una dictadura y además una dictadura familiar? En eso se parece al somocismo. Con una diferencia: Daniel Ortega fue más lejos que Somoza. Él “se voló la cerca” cuando le añadió a su dictadura el confite de poner a Rosario Murillo como Vicepresidente. Porque Salvadora Debayle nunca fue Vicepresidenta. Tampoco lo fue Isabel Urcuyo ni lo fue Hope Portocarrero. La amante de Tacho, Dinorah Sampson, sí mandaba, pero institucionalmente nunca apareció en ningún cargo. Y Ortega ha hecho ahora lo que aquellos no hicieron nunca. Y lo ha hecho sin medir el rechazo que esa decisión ha provocado en sus propias filas.

Antes de nombrar a Rosario Murillo, a mí me preguntaron si creía que ella sería la elegida para la Vicepresidencia. Dije que no, porque eso no le agregaba nada políticamente a Daniel Ortega. La Vicepresidencia obedece a un concepto de alianza política, y así la había manejado él varias veces. ¿Por qué, entonces, nombrarla a ella? Lo haría sólo si tuviera un doble problema. Uno, que sintiera que no tiene ya capacidad para organizar al Frente Danielista, todavía conocido como FSLN, dándole estructura y mandos para hacerlo funcionar como una maquinaria. Y otro, que no se sintiera seguro de poder terminar otro mandato de cinco años más. Además, como a Daniel Ortega no le gusta trabajar y ella es hiperactiva y está en todo… Todo eso debe haberle decidido a escogerla a ella como su fórmula política electoral y de sucesión.

¿Quién es Rosario Murillo? La historia nos enseña sobre el papel que ella juega porque siempre en la historia ha habido Agripinas… Ahora, ella está fabricándose su perfil: sobrina nieta de Sandino, pariente de Darío… ¡y muy pronto prima de Jesucristo! Ella forma parte de esas personas que se autoenaltecen, pero que son figuras de la realidad virtual y así como se encumbraron así desaparecerán cuando la realidad popular les pase por encima. Daniel y Rosario mientras más tiempo estén en el poder más se alienarán. Creo que ése es el término adecuado: los dos están alienados por el poder. El poder enloquece y mientras más tiempo se pasa en el poder es mayor la locura. Pienso que este dúo está ya tan alienado que por eso está cometiendo últimamente tantos dislates políticos.

¿Hay contradicciones en la cúpula de este poder dictatorial? Hay muchas. Rosario las ha tenido con todo el mundo. Algunos han perdido la pelea frente a ella. Otros han subido por ella. Otros han sido defenestrados. Hay movimientos de salida y también movimientos de entrada de algunos que se van encajando en la cúpula. En medio de las contradicciones, ella y sus hijos han ido asumiendo cada vez más responsabilidades en el aparato del Estado. Hasta el momento, yo creo que ella va ganando en la disputa interna. Otras contradicciones que están teniendo entre todos ellos tienen que ver con el reparto de utilidades… Lo nuevo es que la decisión de imponerla a ella como Vicepresidenta le está causando a Daniel graves problemas internos y le está socavando el soporte orgánico que hasta ahora mantenía. Las malas decisiones se pagan caras y él ya las está pagando porque no esperaba que tanta gente del danielismo considerara que ella no debía ser Vicepresidenta, que tantos en sus filas estén rechazando esa decisión y que digan claramente que no irán a votar el 6 de noviembre, sumándose a la abstención.

El danielismo es todavía fuerte. Porque las contradicciones principales no se han desatado todavía. Ya hay choques de naturaleza económica porque este gobierno, por abusivo, está chocando con algunas cámaras del COSEP. Por ahí van a ir creciendo las contradicciones. Es que una vez que el dinero “toca la cabeza” de alguien, éste siempre quiere más dinero. “Cagajón del diablo”, llamó al dinero alguien por ahí. Éste es un modelo basado en la codicia y quienes lo integran quieren cada vez más dinero. Hasta ahora, el gran capital nacional y el capital transnacional están bien con Daniel Ortega, están muy bien. Él les ofrece todo y además les cumple. Y si no, vean la represión que ordenó cuando hace poco se levantaron los obreros y obreras de una zona franca exigiendo mejores salarios y condiciones laborales más humanas y para lograrlo, pedían el apoyo “del comandante Daniel y de la compañera Rosario”. ¡Y qué comandante y qué compañera! ¡Reprímanlos! Ésa fue la orden, no fuera a extenderse el mal ejemplo entre las 110 mil mujeres y hombres trabajando hoy en zonas francas, única fuente de generación de empleo formal que este régimen y sus semejantes neoliberales han promovido. Y lo mismo pasa en el sector público: al que brinca, lo sacan, y el que no menciona “al comandante y a la compañera” cuando ofrece declaraciones públicas sobre su trabajo administrativo, ése va fuera. Y al empleado que exige derechos laborales, una maquinaria que tienen en el sistema judicial lo aplasta. Están todavía fuertes, pero crecen las contradicciones. Y las contradicciones nunca son estáticas, caminan. Y ahí va caminando el descontento entre los tramos que generan las contradicciones…

General Giap con dirección nacional del FSLN

General Giap con dirección nacional del FSLN

Más que hablar de ellos, me parece que debemos preguntarnos qué vamos a hacer para deshacernos de ellos. Soy ahora integrante de un pequeño movimiento político, el Movimiento Patriótico por la República, el MPR. Es un movimiento, no un partido, porque no tiene programa ni estatutos. Es un proyecto político, con fines políticos, que busca soluciones políticas a los problemas de este país y que busca cambiar la economía política que esta dictadura nos ha impuesto. Somos el producto, en el tiempo, de lo que fue otro movimiento, que iniciamos sólo sandinistas, el Movimiento contra la Reelección, el Fraude y la Corrupción. Con esos tres objetivos nos juntamos varios compañeros y ciudadanas y ciudadanos que fuimos elaborando poco a poco un pensamiento político doctrinario.

En nuestro movimiento consideramos la no reelección a perpetuidad como un principio y una necesidad histórica en Nicaragua para romper con el caudillismo. Consideramos fundamental establecer la no reelección a perpetuidad en una nueva Constitución Política que debemos lograr. Es también un principio para nosotros la defensa y la práctica del Estado laico. Otro principio que planteamos es la suscripción popular, eliminada por el pacto Alemán-Ortega. La planteamos convencidos de que hay que transformar el sistema de partidos políticos, pues tal como hoy funcionan conducen necesariamente al gavillismo y al amiguismo político, que a su vez conduce siempre a todas las marañas de la corrupción. Por eso proponemos candidaturas de suscripción popular, que permitan a los movimientos políticos y a la sociedad civil hacer política y participar en elecciones unidos por programas y metas comunes y sin las ataduras convencionales. Cuánto movimiento social existe hoy en Nicaragua, pero no tiene participación política porque las leyes partidistas se lo impiden…

El Movimiento por la República considera una urgencia política la derogación de la ley de la concesión canalera, ley 840, porque atenta contra la soberanía nacional y la integridad territorial, inculpando a Daniel Ortega como un político traidor que amerita un juicio político que sirva de escarmiento a todo político, a todo partido, a toda asamblea y que les ilustre que la soberanía nacional es sagrada y sacrosanta y que no se puede jugar con ella en nombre de cualquier razón alegada como importante. Un abuso político como el cometido por Ortega en la concesión canalera es mortal y merece la más alta de las penas en la escala de los más altos delitos.

Hoy, cuando desde la sala de los poderes que constituyen el Estado de Derecho, han sido ya demolidas las facultades que partidos y ciudadanos poseen para ejercer con el voto directo la democracia representativa, Daniel Ortega ha aniquilado el proceso electoral y ha convertido sus restos en chatarra para que la reciclen los partidos zancudos, a la cabeza de ellos el PLI, el partido que le entregó a Pedro Reyes, un ex-agente de la Seguridad del Estado.

¿Qué hacer? La conciencia ciudadana no debe ser burlada y por eso proponemos la abstención. No hay que ir a votar. Si el 6 de noviembre las calles están desoladas sabremos que la abstención ganó y que Ortega perdió. Y al día siguiente, el lunes 7 de noviembre, debemos seguir reuniéndonos porque el paso siguiente es levantar un movimiento masivo que derogue la ley 840.

Abstenerse es una acción dinámica si con ello se persigue un fin político. Los ciudadanos pro-abstención nos identificamos como quienes rechazamos la farsa electoral de Ortega y sus secuaces. La acción política de la abstención contribuirá conscientemente a deslegitimar la farsa electoral que esta gente ha montado. Los ciudadanos pro-abstención nos identificamos como ciudadanos que luchamos y lucharemos por construir un Estado de Derecho más fuerte y legítimo que el que ha sido derruido por Ortega. Esa construcción iniciará con la derogación de la Ley 840 mediante un movimiento plebiscitario de masas que evite las consecuencias negativas que para la soberanía económica de nuestro país se producirían si la ley es derogada sólo por una votación en la Asamblea Legislativa. El pueblo organizado es quien debe derogar la ley mediante una acción plebiscitaria, que después, en nuevos pasos de lucha, permita también elaborar una nueva Constitución Política que levante las bases de un nuevo Estado de Derecho donde no haya reelección, se derogue la ley de seguridad soberana, se dedique a la educación el 7% del PIB, se honre la promesa de dar tierra y créditos a los campesinos pobres, se restablezca el aborto terapéutico y se proteja realmente nuestro medioambiente con políticas de mediano y largo plazo para que así Nicaragua contribuya a la lucha mundial contra el cambio climático. Todo esto empieza con la decisión de no ir a votar el 6 de noviembre.

Dirección Nacional del FSLN, 1980

Dirección Nacional del FSLN, 1980

La abstención significa no ir a votar. Desde ahora hay que hacer campaña por la abstención con todas las personas que conocemos, convencerlas de que es una decisión política activa. El voto útil para Ortega es ir a hacer fila, aunque uno vaya a rayar o a manchar la boleta o a escribir en ella cualquier cosa. Porque aunque alguien manche su voto, lo verán en la fila y lo registrarán como votante. Y todos los votos nulos, manchados, rayados o con cualquier mensaje aparecerán después como votos por la dictadura. Los resultados de esta farsa ya están decididos. Pero si las calles ese día están desoladas sabremos que Ortega perdió y que la abstención ganó. Y el plan es que desde el día siguiente sigamos organizándonos y levantemos la bandera de derogar la ley 840 por medio de un plebiscito al que poco a poco iremos incorporando otras banderas.

La ley 840 tiene rango constitucional. Se necesitan dos tercios de los diputados para derogarla. Pero si la derogan los diputados, el chino Wang Jing nos cae encima, porque en esa ley los daños y perjuicios que se le causen los puede reclamar él en tribunales internacionales. Eso dice la ley. De manera que si lo hacemos “a paso de mula”, Wang Jing nos demanda. Y a estas alturas no sabemos si la concesión canalera, por 50 mil o 70 mil millones de dólares, fue ya convertida en derivados financieros que pueden estar moviéndose en el mercado especulativo. ¿Quién va a responder por eso cuando sepan que la ley se derogó? Si lo hacemos con los votos de los diputados nos demanda Wang Jing. Pero si levantamos a un pueblo en las calles exigiendo la derogación de la ley tendremos respaldo moral y peso político nacional e internacional. Tiene que ser con un plebiscito. Y un movimiento de masas no permitirá que el plebiscito lo organice el Consejo Electoral. Hay suficientes personalidades honestas en este país para organizarlo. Las masas en las calles son las que nos darán autoridad moral y política para derogar esa ley y después para hacer una nueva Constitución.

Hay mucho que hacer, pero no vamos a esperar el 6 de noviembre para empezar a trabajar. Desde ahora hay que hablar con la gente sobre la abstención y así ir formando una especie de cadena con la que organizadamente vamos a ir a discutir lo que sigue. Empezaremos con la derogación de la ley 840 porque esa bandera tiene el soporte objetivo de un movimiento organizado, valiente, que no ha tenido miedo y que está pidiéndonos solidaridad. Y no apostemos mucho por Managua, que es siempre “la vaca echada”… En Nicaragua siempre las luchas han venido desde afuera hasta llegar de último a Managua. El asesinato de Pedro Joaquín Chamorro en 1978 fue lo que puso a los managuas a entender que algo estaba pasando, mientras nos moríamos en la montaña… El plan ahora es ir creando condiciones y creando conciencia fuera de Managua hasta organizar un movimiento que logre una nueva correlación de fuerzas políticas en el país.

No lo vamos a lograr en un día. Organizar políticamente no es como hacer una piñata: se fija una fecha, se invita a la gente del barrio, se compra la piñata y en un ratito se quiebra y todo mundo alegre. No, organizar políticamente requiere paciencia. Hay que convencer a la gente de los objetivos. Y los objetivos deben estar claros. Cuando me preguntan para qué será ese movimiento plebiscitario de masas respondo: “Es para tumbar a Ortega”. No lo vamos a sacar del gobierno con un movimiento armado, sino con un movimiento social potente y así nos vamos a ahorrar mucha sangre. Y hay que empezar ya, pero hay que tener paciencia. Paciencia y claridad de objetivos. Así fue la lucha contra Somoza: sostenida, sostenida, sostenida y así fue creciendo, creciendo, creciendo…

“Ortega está orquestando una sucesión dinástica en Nicaragua”: Carlos Fernando Chamorro

diario hoySegún el director del periódico nicaragüense Confidencial, el presidente Daniel Ortega busca preservar el poder en su familia y consolidar un modelo político basado en el autoritarismo y la corrupción.

Carlos Fernando Chamorro habló del chantaje Ortega y el FSLN con los medios de comunicación.

Carlos Fernando Chamorro habló del chantaje de Ortega y el FSLN con los medios de comunicación.

Entrevista de Ricardo Avelar, 2 agosto 2016 / EDH

El 29 de julio pasado, el presidente nicaragüense Daniel Ortega consolidó una de sus principales pretensiones desde que asumió el poder en enero de 2007: gobernar sin una oposición formal, después de la destitución de 28 diputados opositores en la Asamblea Nacional.

El Diario de Hoy conversó sobre el clima político, las alianzas del régimen y el deterioro de las libertades civiles con el periodista nicaragüense Carlos Fernando Chamorro, director del periódico Confidencial y del Centro de Investigaciones de la Comunicación, quien ilustró con mayor profundidad las ambiciones de poder de Ortega  y su esposa, Rosario.
 
¿Cómo se resumen los últimos sucesos en Nicaragua?
Esto empieza el 4 de junio, cuando Daniel Ortega prohíbe la observación electoral para las elecciones del 6 de noviembre y dice que los observadores son unos sinvergüenzas.
El 8 de junio, la Corte Suprema de Justicia (CSJ) emite una resolución en la cual despoja de la representación legal del PLI  a quienes en 2011 representaron a la oposición y obtuvieron 26 diputados. Había otro grupo que impugnaba la forma en que se constituyó el partido.
Le dicen a la oposición que la personería en torno a la que hicieron coalición ya no es legal y los candidatos ya no son los que nominaron. Le trasladan representación a otro grupo sin peso político, a la oposición la dejan sin derecho de ir a la elección. La semana pasada se cierra el periodo para inscribir alianzas electorales y la oposición no pudo inscribirse, esta no tiene casilla electoral o candidato.
Lo último sucedido la semana pasada es que el Consejo Supremo Electoral (CSE) ratificó la resolución de la CSJ diciendo que los 16 diputados propietarios y 12 suplentes opositores del PLI quedan destituidos. El CSE argumenta que a estos diputados se le aplican los artículos legales que se hicieron para castigar el transfuguismo. Todos estos son subterfugios legales. Ni la CSJ ni el CSE son poderes autónomos o plurales, son extensiones partidarias del Frente Sandinista y el control de Ortega en el Ejecutivo. Dos instituciones que deberían ser del Estado y aplicar la ley están solo ejecutando órdenes políticas y partidarias que dejaron a la oposición sin casilla y sin posibilidad de elecciones y destituyen a diputados electos.
 
¿Qué reacción popular se ha generado?
Hicimos un sondeo en la calle y no se vive un ambiente de alarma o emergencia por la trascendencia que tienen estas acciones. Eso se explica por varias razones. Por un lado, la población está desconectada de la política. Esta se ha desprestigiado en los últimos años como resultado de los fraudes electorales, el control social y la cooptación del sandinismo. Además no hay expectativa de que estas elecciones iban a ser competitivas.
 
¿Hay una base de clientelismo en apoyo al régimen que pueda contrarrestar una posible movilización de la oposición?
Objetivamente hablando, Ortega llegó al poder en 2007 con un apoyo del 38%. Después de nueve años en el poder, el techo electoral sobrepasa el 50%, en gran parte por el asistencialismo y la cooptación del Estado y que la oposición se ha debilitado. Este es un régimen autoritario con apoyo popular.
 
Numéricamente hablando, la base del oficialismo puede callar cualquier protesta…
Cuando ha habido intentos de disputarle al régimen espacios públicos la respuesta ha sido represión con fuerzas paramilitares, policiales. Hay intimidación pues los derechos de movilización política han sido conculcados. Hay miedo de manifestarse. Es real que el gobierno tiene un músculo en su estructura, en el control de todas las alcaldías del país y el control de todo el aparato del estado. En Nicaragua no hay un movimiento opositor pujante sino un oficialismo con gran capacidad de movilizar fuerzas políticas.
 
El relato popular dice que Nicaragua es una especie de “dictablanda”, con estabilidad e inversiones. ¿Son los eventos recientes una confirmación de una dictadura pura y dura?
Las acciones de junio para acá son una realidad muy específica pero esto es un proceso regresivo desde 2008, cuando se impuso un fraude electoral descarado en las elecciones municipales. Hubo represión contra las protestas y se fueron cooptando a las fuerzas armadas y la policía que dejaron de ser fuerzas profesionales para ser extensiones políticas del régimen.
En 2011 hubo otra elección donde Ortega se reeligió ilegalmente. No tenía forma de presentarse como candidato pero a través de un subterfugio de la CSJ reformó la Constitución para ser candidato a presidente. Se reeligió y obtuvo mayoría calificada. En 2014 estableció reelección indefinida. Esto no es algo que ha ocurrido solo en los últimos dos meses. Estos últimos eventos son la consecuencia natural de un proceso progresivo de concentración del poder y regresión autoritaria en el país.
Lo que puedo decir es que cada vez que el régimen es desafiado responde duro, con represión paramilitar, policial y en el interior del país ha habido hasta ejecuciones de opositores.
El régimen también tiene desde 2009 una alianza muy consistente con el sector empresarial, en torno a la estabilidad macroeconómica y favorecer que se desarrollen inversiones y negocios. Aquí hay autoritarismo político puro y duro y oportunidades de negocio para el capital si este no se involucra en política.

¿Esta luna de miel con el empresariado sigue viva?
En este momento se mantiene inalterable. Lo que se conoce es que hay preocupación en el empresariado; en comunicados dicen que estas últimas acciones no le convienen al país porque puede afectar a mediano plazo el clima de negocios al deteriorarse el pluralismo político, la división de poderes y la democracia. Ahora, esta es una declaración que expresa preocupación. Que eso se transforme en una acción de los grandes empresarios es incierto y no se tiene conocimiento de alguna presión sobre el gobierno. Se conoce que el capital le pidió a Ortega desde inicios de junio una reunión para hablar sobre estos temas y que no ha habido respuesta del gobierno.
El gobierno mantiene su política con el capital de dialogar sobre las leyes económicas y negocios, pero no sobre política.
 
¿Esta relación será sostenible? ¿No hay riesgo de que Ortega rompa esta cordialidad?
Ese es uno de los dilemas que enfrenta este régimen a mediano plazo. Hasta ahora ha conjugado autoritarismo y represión con un clima de negocios pro inversión privado. La historia demuestra que hay muchos ejemplos de gobiernos que han hecho esta combinación, pero no es duradera. El clima de negocios requiere de instituciones democráticas permanentes, de transparencia, rendición de cuentas. Este es un dilema que los propios empresarios enfrentarán en los próximos años en la medida en que otros factores económicos afecten al país.
Yo entrevisté al representante del FMI la semana pasada y decía que Nicaragua tiene nubarrones en el horizonte. Hay proyecciones estables pero nubarrones asociados al deterioro de los precios de productos internacionales y la reducción de la cooperación venezolana que ha sido uno de los pilares de este régimen. La pregunta de si durará o no la deben responder los empresarios pero han sido los principales beneficiarios de la alianza con el gobierno.
 
Ha hecho comparaciones con el somocismo. ¿Este régimen trasciende las ideologías?
Ortega predica un discurso que intenta asociarse a las banderas de la revolución de 1979, pero en la práctica sigue políticas represivas y aspectos neoliberales. Él critica los 16 años de neolibralismo en Nicaragua de 1990 a 2006 pero sus políticas dan continuidad a estas políticas. Es un régimen de discurso revolucionario con políticas autoritarias, no hay ningún progresismo o revolución.
 
¿Qué tanto han empeorado las limitaciones a las libertades y a la prensa?
Si se compara la situación actual con 2006, es más fácil entender que se ha producido una drástica regresión, de un sistema que era competitivo, pluralista y abierto a muchas voces a un sistema actual en el que predomina un duopolio en la televisión donde de los nueve canales, están en manos de la familia Ortega Murillo o en manos del mexicano Ángel González, además de un clima de autocensura.
Además ha existido un drástico deterioro en los derechos ciudadanos de manifestarse, expresarse o tener acceso a los medios de comunicación. Se practica la libertad de expresión con represalias en algunos pocos medios independientes que aún quedan en Nicaragua.
 
¿Como medio han tenido problemas ?
Los pocos medios independientes tienen cero acceso a publicidad pública, a fuentes oficiales, se nos excluye de conferencias de prensa y hasta de las audiencias judiciales. Hay también campañas de intimidación y hostigamiento contra periodistas y medios. En 2008 fuimos objeto de una presunta investigación de lavado de dinero que derivó en la ocupación de nuestras oficinas por la Fiscalía con más de 40 policías. Se nos quería atribuir un delito que nunca pudieron probar, pero en el fondo eso respondía a un acto de intimidación por la labor de periodismo independiente y la labor de fiscalización del poder que realizamos.
 
¿Qué viene para Nicaragua, especialmente con elecciones a la vuelta de la esquina?
Las elecciones persiguen refrendar el tercer periodo de Ortega. La legitimidad de su reelección está cuestionada por la oposición y otros sectores de la sociedad civil como una farsa electoral. Participará el FSLN y partidos satélite o “zancudo” sin credibilidad o legitimidad.
Hay que ver si la oposición logra movilizar a la población para denunciar la farsa electoral. No se prevé un cambio político inmediato. Ortega asumirá en enero de 2017 en un contexto de mayor ilegitimidad, pero lo que viene es difícil de predecir porque hay muchos factores.
Entre los factores externos, es diferente una dictadura en bonanza que una en miseria…
El apoyo venezolano ha sido clave para financiar el clientelismo y afianzar la alianza con el sector privado, unos $3,500 millones en los últimos ocho años, de los cuales como el 60% se ha desviado a actividades privadas lucrativas. Con ese dinero se ha creado un consorcio económico que controla la familia Ortega que se llama Albanisa. Esa cooperación que se manejó como un presupuesto paralelo sin auditoría estatal se ha reducido.
No es que el gobierno se vaya a desplomar pero le resta flexibilidad para resolver problemas o mantener la alianza con el capital. Para decirlo sencillamente, esa cooperación le permitió a Ortega no tener que hacer una verdadera reforma tributaria. Al reducirse esos recursos sus relaciones serán tensas porque siempre hay una disputa por recursos del estado.
 
¿En Nicaragua no ha habido procesos sistemáticos de reforma tributaria?
Las principales leyes económicas implementadas han sido consensuadas con el capital. Aquí no se discuten ni en el parlamento ni en consultas públicas. Esa ha sido la prerrogativa del régimen al empresariado, que ha dictado las reglas económicas a su conveniencia.
 
En un país poco acostumbrado a una oposición pujante, ¿qué puede venir después?
Lo que vemos es un régimen que no está en una etapa de debilidad, sino en una etapa de fortalecimiento, adoptando medidas que lesionan su propia legitimidad y por otro lado se sostiene esa alianza pero también se sostiene en un estado de control personalista que difícilmente es sostenible.
Además se sostiene en una estructura que fomenta la corrupción pública porque no hay sistema de control o rendición de cuentas.
 
El modelo de Ortega no está agotado entonces…
Este martes (hoy) es el día tope para inscripción de candidaturas presidenciales y de diputados para el 6 de noviembre. Ahí sabremos si en la lista de candidatos aparece Rosario Murillo, la esposa de Daniel Ortega. Ortega está orquestando no una sucesión democrática sino una heredada o dinástica.
 
Entonces el rol de Rosario Murillo es clave…
Ella juega un rol de “copresidenta”. Formalmente es vocera del gobierno y en la práctica es como una primera ministra atendiendo los asuntos del día a día del gobierno, pero no tiene una relación institucional con la sucesión del poder.
 
Se ha hablado de las recientes acciones como un golpe de Estado. ¿Se le puede considerar así o compararlo a lo que hizo Fujimori en Perú o Serrano Elías en Guatemala?
No creo que sea un autogolpe porque no se trata de suprimir el parlamento, sino un golpe al pluralismo. Se está eliminando la representación de diputados electos por el voto popular y se le cercena a los electores su derecho no

Why we should care that Nicaragua is becoming a dictatorship (again). By Tim Rogers

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Tim Rogers, Fusion's senior editor for Latin America

Tim Rogers, Fusion’s senior editor for Latin America

Tim Rogers, 30 julio 2016 / FUSION

When Daniel Ortega was re-elected president in 2006, I cheered for Nicaragua.

When he sidestepped the constitution to get himself re-elected in 2011, I worried for Nicaragua.

And now that he has consolidated authoritarian rule in his bid to become president for life, I am afraid for Nicaragua.

Nicaragua is my second country. It’s my muse. My wife’s native land. The place that keeps me up at night.

 I moved to Nicaragua in 2004 at age 28, chasing the romantic memory of the revolution I watched on the nightly news of my childhood. I had posters of Daniel Ortega, Gen. Augusto Sandino, and Comandante Cero. A red-and-black Sandinista flag used to hang above my bed.
Famous painting in Managua of Gen. Augusto C. Sandino, the "General of Free Men" and the namesake of the Sandinista National Liberation Front

Famous painting in Managua of Gen. Augusto C. Sandino, the «General of Free Men» and the namesake of the Sandinista National Liberation Front

But it didn’t take me long to become disenchanted with Ortega and the Sandinistas once they returned to power.

I was always leery of Ortega. He was a politician with a long tail; a man who was accused of sexually abusing his own stepdaughter. But I always wanted the leftist Sandinista Front to have a fair shot at governing Nicaragua in times of peace. During the 1980s, the Sandinistas managed to implement important social, educational, and health programs while fighting a brutal war against contra guerrillas—who were funded, trained, and equipped by the United States.

So just imagine what the Sandinistas could do in times of peace and with a fat check from Tio Hugo Chávez, I thought naively.

fusionWhen the Sandinistas were voted back into power after 16 years of “governing from below,” Nicaragua was ready to give them another chance. After all, Ortega and his party had respected the rules of the game enough to acknowledge electoral defeat in 1990, and again in 1996 and 2001. So the Sandinistas had proven that they were housebroken and respected rule of law—or so I thought.

Boy was I so wrong.

Since returning to office nearly a decade ago, Ortega has methodically and completely dismantled Nicaragua’s fragile institutional democracy from within and reshaped the laws in a way that support his personal aspirations to create a one-party system that he can govern unopposed till death do they part. By hook and crook, Ortega and his lackeys have taken control of all four branches of government, implemented a repressive zero-tolerance policy for street protests, and rewritten the constitution to eliminate checks and balances.

Daniel Ortega has dismantled Nicaragua's democracy from the inside

Daniel Ortega has dismantled Nicaragua’s democracy from the inside

Ortega put the final nail in the coffin of Nicaragua’s democratic pluralism on Friday, when his sycophants in the Supreme Electoral Council ordered the ouster of 28 opposition lawmakers and substitute lawmakers from the National Assembly. Now Ortega doesn’t face any political opposition, symbolic or otherwise, and can run unopposed for another re-election in November.

The Sandinistas argue that the death blow to the opposition was legal, and they should know since they wrote the laws. So congratulations, comandante, you’ve finally got your dream of turning Nicaragua into your family farm.

But does anyone really care?

Nicaraguans don’t seem to. With the exception of the weekly Wednesday protests that draw a few dozen familiar people into downtown Managua to demonstrate for free elections, no Nicaraguans are in the streets. Some people are clearly too scared to protest, but many others are apathetic or too busy chasing Pokémon. Ortega remains remarkably popular, despite his power grab and his inability to deliver on any of of the megaprojects he has promised, from the interoceanic canal to the oil refinery. And despite recurring reports of re-armed contras organizing in the mountains, Nicaragua has not mustered any meaningful opposition to El Comandante’s family rule.

The U.S. doesn’t seem to care, either. Thirty years after spending more than $1 billion to fund an illegal counterrevolutionary war against the Sandinista government in the 1980s, the U.S. doesn’t even seem to acknowledge what’s going on in Nicaragua anymore.

In fact, as Ortega’s party was finalizing its power grab on Friday afternoon, the U.S. Embassy was sending out a press release congratulating itself for a successful business “networking” grip-and-grin they hosted to “contribute to the economic development of the country.” The U.S. Embassy couldn’t appear more disconnected from Nicaragua’s political reality if it were operating in a parallel galaxy.

The U.S. embassy held a business networking event on Friday, as Ortega put the final nail in the coffin of Nicaragua's democratic pluralism

The U.S. embassy held a business networking event on Friday, as Ortega put the final nail in the coffin of Nicaragua’s democratic pluralism

 

Reagan must flipping in his grave.

As well he should be. The old bastard’s war on Nicaragua caused horrific suffering, death, and destruction on a tiny country that was trying to change its course in history and determine its own destiny. But for the U.S. to go from being hellbent on driving Ortega from power in the 1980s to being entirely indifferent to Ortega’s anti-democratic power grab in 2016 makes Uncle Sam seem like he’s suffering from a case of undiagnosed amnesia.

The truth is that the U.S. was wrong to make war on Nicaragua in the 1980s. But it’s wrong again to not care what is happening there now.

Putting out cookies and coffee for business innovators to speed network while the country’s democracy goes completely off the rails just outside the embassy gates reminds us that the United States’ priorities in the world are oftentimes different than advertised. Washington, D.C. likes to think it’s a beacon for freedom and democracy, but the light it’s tending to on the hill shines for business and trade.

But in the long run, economic development needs rule of law. Even the country’s private sector, which has been allied with Ortega since 2007, knows that what’s coming isn’t good for business. COSEP, the country’s largest business chamber, released a communique on Friday night fretting about “political stability,” the “weakening of a representative democracy,” and “social cohesion.”

Ortega has become increasingly reclusive since returning to power a decade ago, but he wasn't always afraid of the public. Pictured here in 2005

Ortega has become increasingly reclusive since returning to power a decade ago, but he wasn’t always afraid of the public. Pictured here in 2005

 

The head of COSEP told me years ago for an interview with my old news site, Nicaragua Dispatch, that their chamber’s strategy was to work with Ortega to build the country’s economy to levels where democracy would have a chance to finally take root. His thinking was that Nicaragua was too poor to be a democracy. Well now it’s too authoritarian to be a democracy. And maybe too anti-democratic to anything other than poor.

The point is that democracy matters now, and forever—even in Nicaragua, which was never very good at it in the first place.

Democracy is loud and messy and imperfect. But it also tends to be self-correcting and enduring. Despite its warts, democracy is still way better than the alternative. As Winston Churchill famously said, “Democracy is the worst form of government, except for all the others.”

Nicaragua is making a serious mistake by not tending to its young democracy, and allowing it to be replaced by the weeds of authoritarianism and personal ambition. These things never end well.

Nicaragua might have been unpracticed in democracy, but it shouldn’t be so insecure to think it can’t learn. And the world is wrong to not care that Nicaragua has stopped trying.

Nicaragua: “No supimos conducir el poder” – Henry Ruiz «Modesto»

“La gran consigna debería ser la abstención para descalificar ya totalmente el proceso”, asegura el ex miembro de la Dirección Nacional del FSLN.

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Comandante Modesto, a 37 años de la revolución, evalúa lo que falló tras la revolución de 1979.

19 julio 2016 / confidencial.com.ni

confidencialHenry Ruiz, hace un mea culpa. 37 años después del triunfo de la revolución sandinista que puso en efervescencia a toda una región, Ruíz —uno de los nueve comandantes que condujeron Nicaragua en los ochenta— confiesa que el FSLN se apresuró y no supo manejar el poder que conquistó, después de encabezar una gran alianza nacional.

El ex ministro de planificación y cooperación externa alude a las confiscaciones de propiedades, más allá de los bienes de Somoza y sus allegados, que generaron rechazo en un momento en que más bien necesitaban “alianzas”. No se queda ahí. El “Comandante Modesto” admite que el servicio militar obligatorio debilitó mortalmente al FSN y los dejó, incluso, sin sus más fervientes seguidores. “La guerra necesita gente joven”, afirma, pero “los frentes de batalla terminaron votando en contra de nosotros”.

En entrevista con Esta Noche, Ruiz sostiene que la revolución terminó en 1990 y explica que en el país los auténticos herederos del sandinismo hoy son los campesinos que defienden “la soberanía y la integridad territorial”. Habla sobre la posibilidad de que la primera dama, Rosario Murillo, sea vicepresidenta de Nicaragua. Y en relación a las elecciones del seis de noviembre, cuestionadas en su credibilidad, es tajante y llama a la abstención para “descalificar el proceso” y continuar la lucha. “Es la única forma de evitar un conflicto armado”, dice.

El triunfo de la revolución en 1979 significó una ruptura política en Nicaragua, pero vemos, casi 40 años después, que los viejos lazos del poder político y económico se mantuvieron y se han fortalecido, ¿por qué fracasó en esto la revolución?

Para colocar una dimensión, fueron 10 años y por más que queramos encontrarle las virtudes que supuestamente instalaría ese proceso, es difícil que en ese arco temporal encontremos rangos definitivos de la historia. Segundo, que creo que no supimos conducir el poder, fuimos muy buenos haciendo la organización de la guerra, dándole a la naturaleza política militar y al mando político militar suficiente capacidad para encontrar la forma de insurreccionar al pueblo.

Los que estábamos ahí sabíamos que era como una eclosión militar con la que se iba a destruir toda la columna vertebral del poder, no era Somoza nada más, para nosotros era Somoza y el sistema, íbamos en contra de todo.

¿Y cómo se tuvo que haber dado esa administración del poder a la que hace referencia?

Como estamos a 37 años esto es ya un componente reflexivo, me da la impresión que íbamos muy apresurados, ahora a mí me parece que la confiscación a los bienes de Somoza y sus allegados, tuvo el aval internacional, la OEA (Organización de los Estados Americanos) incluso autorizó que era correcto lo que estaban haciendo los luchadores contra Somoza y por lo tanto se legitimaba la confiscación de todos los bienes y capital que tenía Somoza.

En ese momento uno no sabe lo que tiene, porque es mucho el rumor y otro cosa es el texto de la propiedad y cuando lo examinamos eso era suficiente para organizar lo que se llegó a llamar “Área propiedad del pueblo”, después comenzamos que queríamos más, que queríamos esto, comenzamos a unir propiedades que no estaban en ese decreto y comenzó a afectarse a la gente y comenzó el disgusto.

Más todavía se comenzó a provocar una reacción rápida de lo que es el legítimo enemigo de la revolución, que son los factores de clase, y el enemigo militar que habíamos destruido no fue totalmente eliminado y se comenzó también a organizar.

Con la presencia de (Ronald) Reagan en el poder esos elementos necesitaban otro tipo de administración, tal vez buscando más alianzas (…) Esto es la reflexión que me dan los años.

Dentro de esa reflexión que hacés 37 años después ¿cuál es tu opinión ahora del servicio militar obligatorio? ¿Fue necesario? ¿Valió la pena?   

Yo voté en positivo a la solicitud de Humberto Ortega, de introducir el servicio militar patriótico que vaya decirse obligatorio, entre otras cosas por los informes que brindaba de los planes militares que se hacían anualmente y la cantidad de gente que se necesitaba para alimentar las filas del Ejército.

Hay que recordar que la guerra necesita gente joven, la guerra no se alimenta de los viejitos. Eso lo dicen los textos y quienes anduvimos en eso te das cuenta que ahora yo iría donde fui, pero soy de los que opinan que una causa no se defiende compulsivamente.

Opino como Fidel Castro en su momento las causas se defienden con voluntad, con militancia, etc. y nosotros lo que hicimos fue compulsar, sacar gente que a lo mejor simpatizaban o no simpatizaban y nos la llevábamos y eso fue creando un resentimiento malo.

Yo sé que cuando perdimos, hay madres que tenían las simpatías completas a la revolución y que se lamentaron ir a votar en contra porque pensaban que la presunción nuestra, de los organizadores de esa campaña, pensábamos que íbamos a ganar con un 70 por ciento (…) Los cuadros mismos terminaron oyendo, si tenemos garantizada la victoria para qué nos vamos a molestar con tanto trabajo.

Los frentes de batalla terminaron votando en contra de nosotros. Creo yo que ese fue un factor decisivo para doblarle el brazo al poder revolucionario.

Ahora vemos un proceso bastante interesante, Daniel Ortega se convirtió en la figura que se apoderó prácticamente del Frente Sandinista, ¿cómo se da ese proceso?        

A mí me parece que el colapso del poder está en el 90 y aquí podemos tener diferencias. Daniel Ortega por ejemplo decía que lo que perdimos en el 90 no era el poder, sino el Gobierno. Esta es una mentalidad aparatista, es decir que no habíamos perdido el poder, porque estaba el Ejército y la Policía de nuestro lado.

Pero allá quien había ganado era un proyecto político que iba a tratar de hacer las transformaciones de acuerdo a ese proyecto político, y por lo tanto iba a tratar que la Policía y el Ejército no fueran militantes.

Yo era de los que sostuve que nosotros habíamos perdido el poder y que habíamos recibido una derrota estratégica y por tanto mi propuesta fue que regresáramos al territorio, fuéramos al trabajo, hiciéramos un trabajo de autocrítica y crítica para encontrar dónde estaban los factores que nos debilitaron tanto.

No se decidió eso. Se decidió centralizarse. Era necesario que esa Dirección (Nacional) reconociera que había desacertado, que había perdido estratégicamente el timón de comando y eso no lo quiso hacer y eso lastró en muchas cosas, por ejemplo, los comandantes salieron y todos se dispersaron. Aquí solo nos quedamos algunos. Trabajando, haciendo el trabajo político, el reclutamiento, etc., etc. Nos dividimos después el país en regiones.

No se puede ver claramente si esa ambición de poder está desde la primera semilla, muchas cosas que estuvieron en manos de Daniel nosotros voluntariamente lo hicimos, no nos pusimos a pelear. Visto en la perspectiva de cómo se fue encaramando, con mentiras, con todas las trampas que hace un político tradicional, sí debo decir que él escondía un enorme ambición.

Cualquiera diría que Humberto Ortega que ha escrito que la historia la hizo él, desde el Big Bang hasta nuestros días, sin embargo no tuvo la codicia de poder. Él quería estar solo en el mando, quería estar solo en el Ejército pero el Gobierno de doña Violeta, que era un gobierno de coalición nacional no quería que siguiera, entonces lo destituyen. Ahí quedó. El otro no, el otro tiene continuidad.

Ese 30, 40 por ciento que se le adjudica al comandante Ortega de apoyo del electorado, ¿es por la figura de él como o es por cierta nostalgia de lo que fue la revolución?

Yo no sé si en realidad ese 40 por ciento de apoyo es sandinista. Yo no apuesto ya por eso. Habemos sandinistas, pero por ver lo que hace el Frente de Daniel, ahí no hay escuela, ahí no hay un relato que diga la lucha revolucionaria fue de esta manera, los problemas fueron de esta manera, se solucionaron de esta manera, ahí no hay un estratega que le diga al joven vale la pena respaldar el sandinismo y curiosamente, en la actualidad hay muchos estudios sobre Sandino, sobre la lucha sandinista, que bien valdrían una cátedra en las universidades para entender aquella epopeya en la que nosotros nos basamos, pero ese partido no tiene las herramientas para decir  de que es sandinista.

Es Danielismo y es una especie de cómo se llenan los partidos tradicionales.

Y qué pasó con el sandinismo en Nicaragua, ¿sigue vigente?

Algunos portamos ideas. Algunos sin querer están afiliados a ese sandinismo original, los campesinos, que están en La Fonseca están defendiendo la soberanía y la integridad territorial, porque una ley de despropósitos nacionales y soberanos como es la 840, producto de este que se llama revolucionario y sandinista, está en la Constitución con la escala de la institución y ese hecho nos hace recordar nuestra militancia anterior.

Entonces ¿qué estamos celebrando ahora? Son 37 años de esta gesta y el Gobierno dice que esta es la segunda etapa de la revolución.

Revolución no hay.  No hay. Qué es la economía política de este período, no es la misma economía neoliberal, además, con algo que no tuvieron los otros gobiernos, los de los famosos 16 años, que fue la alianza con el gran capital, tanto el internacional como el nacional.

Eso es una sola macolla y la política expresión de la economía. Tienen una relación casi biunívoca históricamente ambas actividades. Es del neoliberalismo de lo peor, es extractivista.

¿Cómo voy a pensar yo que ese es revolucionario? Además el enriquecimiento ilícito de toda esta gente. Voy a poner como ejemplo la deuda externa. Han escondido que esa deuda es pública para el usufructo privado. Porque cuando se firmó el convenio entre el presidente Hugo Chávez Frías él era presidente de Venezuela y lo firma con Daniel Ortega Saavedra, presidente de Nicaragua. Dos personas naturales, o dos personas jurídicas. Ninguno podía decir, el petróleo es mío, te lo regalo y el otro muchas gracias me lo echo, pero el otro se lo echó a la bolsa.

Hay rumores que dicen que el presidente Ortega podría nombrar como su vicepresidenta a la primera dama Rosario Murillo, ¿crees que el presidente estaría dispuesto a ceder tanto poder al nombrarla a ella?

Yo me hago una pregunta de otra manera, ¿qué le agregaría de utilidad a Daniel Ortega hacer a la compañera Rosario su vicepresidenta? La Rosario Murillo funciona como un Primer Ministro, por eso es que la ven haciendo todo lo que hace, porque el otro es un presidente que vive acostado.

Quien gobierna es Rosario Murillo, funciona como un Primer Ministro. Rosario Murillo, queda como vicepresidenta sin funciones y él como presidente y qué pasa con el que va a coordinar gabinete y el que hace las cosas que están haciendo la Rosario Murillo, que yo creo que las lo hace bien, comienza un choque innecesario.

La otra posibilidad es que efectivamente Daniel esté enfermo y que tiene los días contados. Entonces la sucesión sí califica que la Rosario sea la sucesora del poder.

¿Hay alguna esperanza de cambio en el país?

Yo no la veo ahorita.

Las elecciones son una herramienta esencial. El voto es un derecho, no es compulsivo y obligatorio (…) pero también es derecho el abstenerse.

La gran consigna debería ser la abstención para descalificar ya totalmente el proceso y tener un activo político para continuar la lucha, porque si dejamos continuar acumulándose estas contradicciones que todos los días se van a volver más potentes, podemos llegar al lugar al que no debemos llegar nunca más que es la lucha armada.

Aproximaciones a un enigma. De Giaconda Belli

GIACONDA BELLI, scritora nicaraguense

Giaconda Belli, escritora nicaraguense

Giaconda Belli, 28 junio 2016 / CONFIDENCIAL

¿Qué le pasa a Daniel Ortega? Creíamos que había aceptado convivir con ciertas reglas del juego democrático y que las encuestas y los altos números de favor popular para él y Rosario Murillo, le permitirían continuar la sui-generis política de zanahoria y garrote que llevaba hasta ahora. Yo hasta me atreví a sugerir que la praxis de este gobierno se podía calificar como una “dictablanda”. Lo dije pasándome yo misma de democrática, en el sentido de que a menudo el discurso que tildaba de “dictador, tirano y otro Somoza” a Ortega, me parecía demasiado similar al tono sandinista de los ochenta, y al mismo tono que usa Ortega. Son discursos blanco y negro, pensaba yo. No hay ningún chance de inclusión o de comprensión de las razones del disenso mutuo. Parece que el uno solo pudiera existir si el otro no existe. Y la verdad es que, como ciudadanos del mismo país, tendríamos que aspirar a poder coexistir, no importa cuán diferentes sean nuestras ideas.  Quienes abogamos por la democracia, no podemos sonar iguales que un liderazgo populista que no ha tenido empacho en devorar a los propios hijos del partido antes que soportar sus desacuerdos.

Triste ha sido darme cuenta que mi pequeño optimismo político era infundado, y que hablar de dictadura o de la sombra de Somoza, no ha sido prematuro o vano, aunque siga pensando que es necesario otro lenguaje.

confidencialAsí que ya estamos en el populismo puro y duro que aborrece la democracia y que ha logrado, a través de la manipulación de leyes e instituciones, conservar el espejismo de una formalidad democrática, mientras vacía de contenido y obstaculiza la participación en el juego político de ese sector de la población, grande o pequeño, que no piensa de la misma manera.

El endurecimiento de las últimas semanas, me atrevo a afirmar, es una directa consecuencia de los problemas de Nicolás Maduro con una oposición cada vez más capaz de señalar responsabilidades y malos manejos y cada vez con más respaldo popular. Sumemos a eso alguno que otro consejito: “no dejes que la oposición exista, chico, córtala por lo sano antes de que tenga oportunidad de crecer. Mira lo que pasa en Venezuela.”  En el esquema populista radical de Ortega, la idea de elecciones libres, de alternabilidad en el poder, es un truco burgués. Esa fue la manera de pensar de la izquierda hasta la crisis del socialismo real. El fracaso de este, condujo a una crisis ideológica que dio dos resultados: una parte de la izquierda se democratizó; se dio cuenta de que un socialismo impuesto a base de la privación de libertades, no construía ni al hombre nuevo, ni la sociedad justa. Otra parte abrazó el populismo: libre mercado, manipulación de las culturas populares y un reducido espacio democrático basado en “elecciones” amarradas para que se acepte el modelo a nivel internacional. Pero Ortega ya vio lo que pasó con el peronismo en Argentina, en Bolivia con el referéndum de Evo, y ve lo que pasa en Venezuela. Él no quiere que en Nicaragua exista esa alternativa. La receta más fácil: terminar la oposición antes de que levante cabeza y se organice.

Es interesante que le quita la representación legal al PLI a Eduardo Montealegre justo cuando este había logrado alguna tracción con la elección de Luis Callejas y Violeta Granera como fórmula; y con personas conocidas como Berta Valle o Ana Margarita Vijil, dispuestas a ser diputadas. Luis y Violeta, me atrevo a especular, habrían logrado entusiasmar a buen número de gente del campo y de las ciudades, porque son un binomio honesto, caras nuevas, más jóvenes. Además durante los procesos electorales, la gente suele abrir su percepción a lo que está bien o mal a su alrededor y siempre los partidos que no gobiernan pueden prometer más. El punto es que Ortega cortó las alas de una alternativa opositora configurada sobre una alianza amplia. La Suprema le sirvió en bandeja el litigio engavetado hacía cinco años. Rosales y Solís se prestaron disciplinados al juego, si es que no le dieron la idea y zas, cayó la guillotina.

No se asombre nadie que multitudes no hayan salido a la calle a protestar. La figura de Eduardo Montealegre no arrastra mucha gente. Si Luis y Violeta y Ana Margarita y Berta u otros diputados hubiesen estado en campaña más tiempo, de seguro podrían haber reunido buenas concentraciones, pero el régimen no les dio tiempo. Fue una operación quirúrgica con unos drones llamados Rosales y Solís. Ambos bien conocidos por otros “fallos” legalmente insostenibles, pero “artísticamente” construidos.

Paradójicamente, la maniobra fue tan burda y la guillotina tan obvia que a la larga lo que lograron fue deslegitimar las elecciones y legitimar a la oposición.

Luego están las expulsiones que tienen tan preocupado al COSEP, que hasta ahora ha sido interlocutor contento de Ortega. Un profesor y dos trabajadores de las Aduanas (los tres ciudadanos de EE.UU.),  según dicen los medios, expulsados a menos de 24 horas de estar en el país. Una investigadora mexicana acosada hasta que se marchó y los seis internacionalistas de ese movimiento del Buen Vivir que fueron acusados de manejar explosivos primero y después declarados inocentes, pero deportados y puestos, como quién dice, “de patitas en las fronteras norte y sur”. Hasta ahora eso no se había visto. Nicaragua ha sido un país abierto. Reporteros e investigadores de todas las nacionalidades se han podido reunir, no con el gobierno, pero sí con gente pro y contra del mismo. De un sopetón, se cambiaron las reglas en estas últimas semanas. Una medida ciertamente extraña por no decir innecesaria, pues no hay nada conocido que lo justifique. EE.UU. ha estado de lo más amable con este gobierno y la embajadora Dogu fue de lo más diplomática aún en sus quejas.

Lo que sí hay que decir es que hemos pasado de un marco relativamente claro del actuar de Ortega a un clima no solo de desconcierto, sino de palpable temor e inseguridad. ¿Era necesario? Sería que, como en Roma, alguien consultó el oráculo, vio desastres y decidió impedir los malos augurios?

Imposible saberlo. Solo podemos aproximarnos a una respuesta y esperar que se recapacite. Quizás los que dan las órdenes realicen que los malos augurios se cumplieron todos al otro lado del Atlántico con el Brexit, y no siembren más vientos, ni invoquen tempestades.

 

Farsa electoral a múltiples bandas. De Pedro Joaquín Chamorro Barrios

Pedro Chamorro Barrios, diputado de la Asamblea Nacional de Nicaragua por el PLI

Pedro Chamorro Barrios, diputado de la Asamblea Nacional de Nicaragua por el PLI

Pedro Joaquín Chamorro Barrios, 28 junio 2016 / EDH

Una farsa es una obra teatral, por lo general breve, cuyo objetivo es hacer reír a los espectadores. Nadie cree en ella porque no es algo serio. Una farsa dista mucho del drama o de las películas muy realistas que mantienen al público aferrado en sus asientos esperando el dramático desenlace final.

Farsa es igual a mentira, solo que es una mentira que todos conocen, al extremo que provoca risa entre los espectadores.

Elecciones sin verdaderos contendientes y con una enorme sopa de letras, de aliados y de “opositores” del FSLN es en realidad una farsa a múltiples bandas que pudo haber sido, si hubiese habido voluntad política, un drama electoral serio, digno de admiración en el mundo. Un drama como el que acabamos de presenciar en Perú, donde el ahora presidente Pablo Kuczynski, del Partido Peruanos por el Kambio, derrotó a Keiko Fujimori de Fuerza Popular por el .012 por ciento del sufragio, o sea, doce centésimas porcentuales y nadie, absolutamente nadie en el mundo, ha dicho que hubo fraude en Perú, o que fue una farsa electoral.

¿Podríamos imaginar un escenario en Nicaragua tan dramático en que don Roberto Rivas le diera la victoria a un candidato opositor a Daniel Ortega por un margen tan ínfimo? Ciertamente no… Ni en el más optimista de los sueños.

En la farsa electoral 2016 a múltiples bandas nos encontramos que ya el Frente Sandinista tiene siete partidos aliados oficialmente y un pretendiente de formalizar su alianza de hecho.

diario hoyPartidos tan difíciles de imaginar que pudieran ser aliados con el FSLN, como el Partido Resistencia Nicaragüense, el Partido Liberal Nacionalista (herencia del somocismo), el Movimiento de Unidad Cristiana, Alternativa por el Cambio, Camino Cristiano del reverendo Osorno, Partido Indígena Multiétnico y posiblemente el mismo Yatama de Brooklyn Rivera, quien fuera desaforado. En adición, pretende oficializar su alianza de hecho con el FSLN y seguramente saldrá electo nuevamente diputado, el exdiputado PLC, Wilfredo Navarro, quien ha formado un movimiento liberal para tal fin.

En las bandas de los partidos “opositores” al FSLN están aquellos que nunca los hemos visto en ninguna protesta demandando elecciones transparentes y con observación electoral, tal y como lo demandan en las encuestas más del 80 % de los nicaragüenses. ¿Por qué? Simplemente porque a sus líderes no les interesa ni preocupa que no haya observación electoral ni transparencia. En sus cálculos políticos, si hay fraude nuevamente, será para que a ellos les asignen más votos de los que han obtenido.

Estos “contendientes opositores” y sus dueños son: el Partido Conservador de Alfredo César, el Partido Liberal Constitucionalista de Arnoldo Alemán, Alianza Liberal Nicaragüense de Alejandro Mejía Ferreti, el Partido Liberal Independiente, asignado por la Corte Suprema de Justicia a Pedro Reyes Vallejos; el Apre, de Carlos Canales; el Partido Autónomo Liberal, el Movimiento de Unidad Cristiana (MUC), el Partido Movimiento de Unidad Costeña y el Partido Myatamaran.

La prueba más contundente de que los que corran en estas casillas no representan a la oposición es que a sus líderes jamás los vemos en las calles demandando transparencia y observación electoral.

Ahora que han cercenado los derechos al pueblo nicaragüense a poder votar por la Coalición Nacional Opositora, ya no será necesaria la observación para que vengan a contemplar o avalar una farsa electoral, más cerca de ser una comedia, la que tendrá algunos actores de reparto y otros “extras” con roles secundarios y será muy distante de una elección verdadera, como la que tuvieron lugar recientemente en Perú, Argentina o Guatemala.

Los obispos lo han advertido claramente en su reciente mensaje a la nación y también hizo lo propio el Cosep. Negros nubarrones se ciernen sobre el horizonte de Nicaragua después de noviembre, agravados por decisiones inexplicables e irracionales, como la expulsión de tres funcionarios de Aduanas de los Estados Unidos que andaban, precisamente, buscando cómo facilitar el acceso de nuestras exportaciones a ese gran mercado.

Pareciera que estamos viendo escenas de una película que ya vimos o un pasaje que ya vivimos, un “déjà vu” del reloj de la historia.

Los límites del poder orteguista. De Edmundo Jarquín

A Ortega le habrán resonado en el oído las palabras de Obama en su gira por África, dirigiéndose a los autócratas: “Cuando un líder intenta cambiar las reglas en mitad del juego para seguir en el cargo, se arriesga a desencadenar una situación de inestabilidad y lucha…..”

Edmundo Jarquín candidato a presidente por el MRS, en el 2006. El cantautor Carlos Mejía Godoy fue su compañero de fórmula.

Edmundo Jarquín candidato a presidente por el MRS, en el 2006. El cantautor Carlos Mejía Godoy fue su compañero de fórmula.

Edmundo Jarquín, 1 agosto 2015 / CONFIDENCIAL

“Entonces -dijo mi interlocutor, ya un poco inquieto, casi exasperado- si como vos decís, Ortega no es de izquierda, demostrame que es de derecha”.

Conversábamos alrededor de la mesa de un desayuno-tertulia de viejos luchadores panameños, quienes se reúnen periódicamente para reverdecer laureles adquiridos en la primera línea de combate político de su país, y de otros países latinoamericanos.

“No, le contesté. Tampoco es de derecha”, y a continuación, anticipándome a lo que imaginé exhalación aliviada de sus laureles izquierdistas ya marchitos (“ah, entonces es de centro”), le agregué: “Ortega es un proyecto de poder por el poder, de poder por el dinero, y del dinero por el poder”.

El recuerdo de esa conversación se me vino a la mente, al escribir este artículo, por hechos de los últimos días que corroboran mi afirmación.

El Presidente de la Unión Nicaragüense de Productores de Leche (Unileche) dijo “aquí hemos tenido una, dos, tres, cuatro reuniones con el MAG (Ministerio Agropecuario), pero poco resuelve (…). Aquí hay que poner a los ministros a trabajar”.

En la semana también se anunció que se había nombrado a los Ministros y Viceministros del Ministerio de Economía Familiar, Cooperativa, Comunitaria y Asociativa (MEFCCA), después de varios meses de vacancia en esos cargos. Y en el contexto de la noticia se recordó que a ese curioso ministerio se le han asignado y quitado facultades tantas veces, en un verdadero vértigo de cambios que deja desorientado a cualquier ciudadano, empresa y organismo que trate de saber ante quien realizar una gestión.

Los empresarios del sector turismo siguen sin confirmar si la Ministra del ramo ha sido o no destituida, pero a la cabeza del Instituto Nicaragüense de Turismo (Intur) no hay quien tome decisiones.

Tomar decisiones, y coherentes…esa es la clave, lo que nos lleva al punto de partida: las declaraciones del Presidente de Unileche.

La “privatización” del Estado por el poder de Ortega y su círculo es de tal envergadura, y su contrapartida, la arbitrariedad personal tan ilimitada, que resulta natural que ministros y funcionarios no tomen decisiones porque no hay un gobierno de leyes y políticas públicas definidas a las cuales atenerse, sino una caprichosa, y por tanto cambiante, voluntad de poder centralizada frente a la cual el riesgo de equivocarse es mayúsculo, y las consecuencias terribles.

La inacción e ineficiencia son solamente un resultado del proyecto de poder de Ortega. Hay otras. Si una persona quiere fundar un negocio, primero tiene que preguntarse si alguien del círculo de Ortega está en el giro, y decidir si buscar una asociación o, con escrúpulo cívico, buscar otro giro de actividad….hasta que alguien del círculo orteguista se le acerque y le diga que “quiere ser parte de su éxito”. Porque el orteguismo, arriba, y cada vez más hacia abajo, a los cuadros intermedios, pero no hasta las masas empobrecidas porque el pastel no da para tanto, es también un proyecto de dinero.

Ortega hará lo que sea necesario para conservar y consolidar su poder. Mantener políticas macroeconómicas responsables, fiscal y monetaria, porque sabe las consecuencias de la escasez e hiperinflación, no porque convenga a la economía de mercado, que detesta; conservar apariencias electorales, porque ya no cabe la idea de partido único, que le fascina; tramitar leyes, porque son para los demás y según su interpretación, no porque lo limitan; luchar contra el narcotráfico, porque es prioridad de los Estados Unidos, aunque la dinámica del poder judicial y policial abre espacios territoriales, institucionales y sociales al mismo; consensuar con los empresarios, porque son un factor de poder, aunque la dinámica del propio va reduciendo los márgenes para consensuar.

Entonces, ¿cuáles son los límites del poder de Ortega? Lo que estamos viendo: inacción; contradicciones, ausencia de políticas públicas sectoriales que concilien o resuelvan conflictos de intereses, como entre comerciantes y aduanas, entre mataderos y ganaderos; ocultamiento de información estadística, y consecuente desorientación de los agentes económicos; corrupción desbordada; impunidad indignante.

La dinámica de este proyecto de poder es centrípeta, hacia adentro, concentradora, y por tanto excluyente, hasta que un día los excluídos, que somos cada vez más, nos veamos a la cara y nos reconozcamos como tales.

A Ortega le habrán resonado en el oído las palabras de Obama en su gira por África, dirigiéndose a los autócratas: “Cuando un líder intenta cambiar las reglas en mitad del juego para seguir en el cargo, se arriesga a desencadenar una situación de inestabilidad y lucha…..”.

Ese día llegará en Nicaragua.

@mundoj1

Premisas para el cambio. De Carlos Fernando Chamorro

El mayor desafío que enfrenta Nicaragua consiste no solo en desalojar del poder a un régimen autoritario, sino en forjar una nueva mayoría política y social con la participación de todos: independientes, liberales, opositores y sandinistas, para emprender las reformas que el país necesita.

carlos fernCarlos Fernando Chamorro, 1 junio 2015/Confidencial-Nicaragua

1. Para hacer reformas profundas, se necesita una nueva mayoría política

Es casi un lugar común constatar que el problema de Nicaragua no admite una salida a corto plazo, pero a partir de ese punto entramos a un terreno de arenas movedizas. En una sociedad dominada por el coyunturalismo, la improvisación y los arrebatos mesiánicos, no se vislumbra un proyecto alternativo al régimen orteguista que gobierna el país desde 2007. Se carece de propuestas a mediano plazo y tampoco hay un debate sobre el futuro, que trascienda el último escándalo de la semana pasada.

El vacío que dejó el fracaso de la reforma política durante la transición, la captura partidaria de todos los poderes del estado por parte del FSLN, y la implantación del régimen autoritario del comandante Ortega, han generado   un estado de auténtica postración política. Las opciones de cambio que surgieron antes de 2006 desde el centro derecha y centro izquierda para desafiar el pacto de los caudillos Alemán-Ortega, siguen teniendo presencia hoy en la oposición, pero se quedaron a mitad del camino en su afán transformador. La mayoría electoral definida en torno al “antisandinismo” que gobernó el país entre 1990 y 2006, nunca logró generar reformas democráticas profundas desde el poder y se agotó en la oposición, ante la reconversión del orteguismo en un régimen corporativista en alianza con el gran capital. La bandera del “todos contra Ortega” ya no representa una alternativa para movilizar a las grandes mayorías.

Más aún, la trayectoria histórica de nuestros últimos 100 años –intervención externa, dictadura militar dinástica, revolución de orientación socialista, democracia electoral con reformas neoliberales, y más neoliberalismo con populismo– enseña que una verdadera reforma política y económica necesita asentarse en un cambio social para echar raíces y perdurar. La modernización de las leyes y los programas de reformas apoyados por la cooperación externa que se ejecutaron en Nicaragua antes de 2007 no generaron cambios institucionales irreversibles. Para resistir la embestida de una contrarreforma, se necesitan procesos políticos acompañados de una intensa movilización social. Solo así nacen, de verdad, las instituciones que amparadas en el Estado de Derecho promueven el desarrollo. De lo contrario, siempre serán vulnerables ante un golpe de mano asestado por el populismo de derecha o de izquierda. La regresión en los procesos de institucionalización del ejército y la policía ocurridos en los últimos años, representa el ejemplo más claro de este rotundo fracaso nacional.

Una reforma democrática que enarbole las banderas de más equidad y justicia social requerirá, por tanto, una nueva mayoría política y social para asegurar su sostenibilidad. El objetivo último del cambio político debería ser forjar esa nueva mayoría no solo en oposición al autoritarismo del régimen actual, sino enarbolando las banderas de las luchas sociales y las demandas de empleo, equidad, y empoderamiento de las grandes masas populares y los sectores medios excluidos de las oportunidades del crecimiento económico. El mayor desafío que enfrenta la democracia en Nicaragua consiste no solo en desalojar del poder a un régimen autoritario, sino en forjar una nueva mayoría política y social, con la participación de todos: independientes, liberales, opositores, y sandinistas, para emprender las reformas que el país necesita en el campo de la fiscalidad, educación, justicia, productividad y competitividad.

2. El autoritarismo genera abusos de poder, represión, corrupción e impunidad

Contrario a lo que sostienen algunos críticos del régimen Ortega-Murillista, éste no atraviesa por una etapa de crisis o desgaste, sino que más bien se encuentra en un proceso de consolidación. Su encrucijada consiste en cómo afianzar el continuismo bajo el liderazgo de Ortega en una etapa de declive del apoyo económico venezolano, o transformarse en una dinastía familiar. Resolver la sucesión del poder ha sido siempre el “Talón de Aquiles” de todas las dictaduras.

El modelo de Ortega se caracteriza por una visión descarnadamente pragmática y totalizante del poder. Autoritario en lo político, combina la concentración de todos los poderes del estado, la cooptación de las cúpulas militares y policiales, el fraude electoral y el miedo a la represión. Mercantilista en lo económico, administra una macroeconomía estable bajo un esquema corporativista con los grandes empresarios: hay diálogo económico y grandes oportunidades de negocios, con cero institucionalidad democrática. Populista en lo social, se apoya en la “privatización” de los fondos de la cooperación venezolana para manejar un millonario presupuesto paralelo que financia el clientelismo social y partidario, el control territorial y el acaparamiento de los medios de comunicación.

Entender cómo funciona esta amalgama de sectores e intereses en torno al orteguismo, y sobre todo cómo se articula desde abajo la gestión de las demandas de los pobres, los jóvenes, y los municipios, representa una asignatura pendiente para descifrar las particularidades de esta clase populismo. Cómo se genera y se dosifica el combustible económico que alimenta su maquinaria política, cuáles son las fuentes de su estabilidad y legitimidad, cómo operan la simbología histórica y religiosa entrelazadas al culto a la personalidad en la venta de un futuro promisorio, son cuestiones que ameritan ser analizadas con rigor, si se quiere diseñar una estrategia de cambio desde abajo que también tome en cuenta los intereses populares que ha desatado el FSLN.

Paradójicamente, la mayor debilidad del régimen radica en su aparente fortaleza: la concentración total del poder en una familia y el sistema de ordeno y mando administrado de forma implacable por la pareja presidencial. El personalismo por encima de la ley y de cualquier institución estatal, incluso del partido mismo, apunta a la vinculación mesiánica, cuasi religiosa, entre el líder y las masas sin ninguna clase de intermediario. Pero las consecuencias de la centralización del poder son inevitables: una pareja, una familia, una pequeña camarilla que controla y dispone de todo y sobre todos, sin estar sometida a un contrapeso o rendición de cuentas, indefectiblemente conduce a grotescos abusos de poder, represión, y corrupción. Por ahora, en la más absoluta impunidad.

Ortega y su grupo han protagonizado uno de los actos más escandalosos de corrupción de la historia de Nicaragua al “privatizar” sin ninguna clase de ley o salvaguarda nacional los recursos de la cooperación estatal venezolana que suman más de 3,400 millones de dólares desde 2007. ¿Cuántos de esos fondos que se utilizan de forma discrecional han sido desviados para la acumulación privada de empresas, propiedades urbanas y agropecuarias, medios de comunicación, hoteles, bancos, y cuentas bancarias en el exterior, todos controlados por la familia presidencial? Aunque esta anómala apropiación privada de fondos estatales se intente disfrazar como un “regalo” dispensado por el fallecido presidente Chávez para financiar programas sociales, el patrimonio del estado y la soberanía popular son irrenunciables. Los activos de Albanisa, DNP, y todas las empresas privadas creadas al amparo de los fondos “privatizados”, y los recursos que aún se mantienen ocultos, tarde o temprano deberán regresar a manos del Estado.

La concesión canalera otorgada  al empresario chino Wang Jing en condiciones onerosas para el país representa otro acto de mega corrupción, que pone en riesgo la sostenibilidad de los recursos naturales del país y de las generaciones venideras. Este proyecto cobijado por los arreglos secretos entre la familia presidencial y Wang Jing, solo es realizable a cambio de convertir a Nicaragua en un protectorado de la República Popular China. Una vez descartada su viabilidad, aún le quedará al país por 50 años prorrogables la nefasta herencia de la Ley 840 y su menú de “sub proyectos”, un legado de especulación y corrupción sin ninguna clase de fiscalización, como nuevo paradigma de desarrollo nacional.

Mientras no se pueda derogar esta ley antinacional debido al sometimiento de la Asamblea Nacional y la Corte Suprema de Justicia ante el poder absoluto de Ortega, la suerte del país depende enteramente de la acción de su gente. La inesperada rebelión campesina que suma más de 40 movilizaciones contra el proyecto canalero, y la denuncia ciudadana con el valioso aporte de científicos, ambientalistas y municipalistas, evidencia el potencial de la resistencia nacional. Demuestra, además, que cuando el pueblo se moviliza desde la base, el único adversario que tiene enfrente es la cúpula orteguista, no los sandinistas, en este caso, esos miles de campesinos y productores que junto con los liberales y ex contras también forman parte de la solución al problema nacional.

3. Las elecciones 2016, los dilemas de la oposición y del sector privado empresarial

El problema actual de la oposición no radica en su dispersión o en la existencia de distintos partidos y fuerzas políticas, sino en su falta de fortaleza, liderazgo y credibilidad. La gente demanda una estrategia opositora para resistir las agresiones ejecutadas desde el poder y para promover sus propias luchas. La oposición, en cambio, sigue aferrada a un discurso que proclama el respeto al Estado de Derecho y la institucionalidad democrática que han sido demolidas por el régimen. Un discurso vacío para las mayorías que viven en la miseria, sin haber tenido alguna clase de derecho ciudadano, y que en las promesas de Ortega de salir de la pobreza han encontrado una oferta, a cambio de sumisión y obediencia política.

Con el fraude electoral municipal de 2008 se estableció un parteaguas entre el orteguismo como minoría y su conversión en un proyecto hegemónico. Primero por la fuerza y después por la cooptación, hasta llegar a la complacencia apoyada en el dinamismo económico logrado a través de la alianza con el capital. La oposición también contribuyó a la pérdida de la esperanza, cuando no fue capaz de defender el voto popular después los fraudes electorales. Recuperarla, ahora, será una tarea titánica.

El dilema después de las elecciones presidenciales de 2011 y de las municipales de 2012 nunca fue si los diputados y concejales opositores debían ocupar o no los espacios institucionales ganados en el parlamento y las alcaldías, sino cómo utilizarlos para hacer una oposición efectiva y beligerante, promoviendo los intereses de la gran mayoría de pobres y desempleados. Si en el parlamento eran minoría y no podrían legislar ni modificar leyes, se suponía que la oposición debía reinventarse en las calles, en los barrios, en las universidades, en el campo, en las luchas reivindicativas y sociales de los gremios. Sin embargo, cuatro años después de la reelección inconstitucional de Ortega el camino está despejado para una nueva reelección, mientras la oposición, reducida a las labores de denuncia, luce mucho más débil que antes.

El restablecimiento de un sistema electoral transparente y competitivo es condición sine quanon para encauzar el cambio político por la vía pacífica. Pero este requisito mínimo no nacerá de una graciosa concesión o de la inexistente presión internacional. Ortega podría darse el lujo de competir y hasta ganar en un contexto de elecciones libres, pero jamás cederá el control partidario del sistema electoral. Su objetivo nunca ha sido promover la transparencia electoral, sino únicamente mantener la formalidad democrática como fuente de legitimidad. Y para alentar la participación del viejo y nuevo “zancudismo” cuenta con una carta de cambio cosmético: la segura sustitución del desprestigiado Roberto Rivas en la presidencia del Consejo Supremo Electoral por su hombre de confianza en el CSE. Como en la novela de El Gatopardo, Ortega hará que “todo cambie para que nada cambie”, y todo seguirá igual en el CSE.

La renovación electoral solo puede surgir “en caliente”, como resultado de una movilización nacional que ponga en jaque la voluntad política del régimen. El dilema, entonces, no radica en decidir si ir o no a elecciones, sino en cómo ejercer una presión máxima para forzar el cambio del sistema electoral. El desafío será el mismo, tanto para las fuerzas que justifiquen su participación alegando que en política no se pueden dejar vacíos, como para los que enarbolen la bandera del “voto protesta” y la abstención,  denunciando la podredumbre del sistema electoral. Ambas posiciones tendrán validez, si de verdad desembocan en un cauce de movilización por la reforma electoral que canalice el descontento nacional, y las demandas de más equidad social y castigo para la corrupción. Ciertamente, en las elecciones de 2016 no estará en juego el poder de Ortega, pero representan una oportunidad de oro para posicionar las alternativas políticas de futuro al régimen orteguista y los liderazgos emergentes.

Las reformas que el país necesita a mediano plazo, la reforma fiscal, la depuración de la justicia, la prioridad en la calidad de la educación, la despartidización –otra vez– de las cúpulas del ejército y la policía, y el desmontaje del régimen corporativista, no se resolverán mañana pero deben empezar a debatirse ya. El sector privado empresarial y particularmente los grandes empresarios, están viviendo una época de bonanza sin par bajo un clima de estabilidad autoritaria con cero transparencia pública. Guardando las distancias, hay un deja vu de la época en que Somoza administraba el monopolio de la política. Las ventajas y oportunidades de negocios coexisten con la falta de libertades democráticas. La mala noticia para la élite económica es que el corporativismo autoritario no es sostenible a largo plazo. La separación arbitraria impuesta por Ortega entre el clima de negocios y la institucionalidad democrática, depende de la discrecionalidad absoluta del gobernante. Todos saben con certeza que en cualquier momento les puede caer la guillotina, pero quieren creer que nunca les tocará el turno. La captura del Estado derivada del corporativismo trae grandes ventajas a los intereses particulares de unos pocos, en detrimento de muchos.  El trueque entre ventajas económicas ahora e inestabilidad política mañana, es un mal negocio a largo plazo como lo demuestra la historia con abundancia.

En consecuencia, aunque a primera vista pareciera ir en contra de sus impulsos primarios, es en el interés del gran capital propiciar el desmontaje gradual del corporativismo. No se trata de que los gremios empresariales sustituyan a la oposición política o que renuncien al diálogo con el gobierno. Por el contrario, es imperativo mantener y ampliar el diálogo con el poder para que sea inclusivo y le devuelva a la sociedad el derecho al debate público. Para empezar, urge establecer límites estrictos a los abusos de poder, denunciar la corrupción y demandar que se investigue y se castigue, terminar con las “misas negras” en que se deciden las leyes, democratizar el proceso de decisiones económicas, restablecer la transparencia pública en tormo a todos los procesos decisorios, y de paso restituir la credibilidad del sistema electoral. En suma, son los requisitos mínimos que el sector empresarial demanda en una democracia para disminuir los riesgos de la incertidumbre y establecer las bases de una institucionalidad política, que sí favorece el desarrollo económico a largo plazo.

Mientras tanto, el camino del cambio democrático será largo y doloroso, porque el régimen que se ha entronizado en Nicaragua no está dispuesto a abandonar  el poder “por las buenas”. El pueblo tendrá que prepararse para gestar ese cambio de forma pacífica, pero aprendiendo a medir sus fuerzas, a resistir y derrotar la represión.

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