El facilitador de la ONU para el diálogo en El Salvador deja claro que no se negocia con quien esté fuera de la ley, pero pueden escuchar a quienes trabajan con grupos de pandillas.
Benito Andión se adhiere a la postura del Gobierno actual y señala que, en este nuevo proceso de diálogo que emprende el país, en la mesa no pueden figurar las pandillas, pero dice que sus inquietudes pueden ser expuestas por los sectores que sí están a favor, como la iglesia. En esta entrevista con LA PRENSA GRÁFICA, explica que se trata de un diálogo institucional y el trabajo de la ONU siempre está apegado al marco legal. Andión, quien fue coordinador del apoyo que dio México durante el proceso de paz en 1992 y embajador en San Salvador, sostiene que los temas principales que debe comprender la agenda tendrán que ser definidos por los participantes, pero adelanta que uno de los principales problemas que enfrenta el país es de falta de oportunidades, y por eso el primer acuerdo debe de ir en materia económica. El exembajador mexicano expresa que el diálogo es una aspirina para encontrar el camino y finalmente llegar acuerdos estratégicos de Nación, que den cabida a las aspiraciones distintas de un país y donde estén incluidas las nuevas generaciones.
En la guerra, las partes que entraron al proceso de negociación y al final firmaron un acuerdo de paz fue entre gobiernos de derecha y la guerrilla. En este nuevo proceso de diálogo, ¿con qué actores se debe dialogar?
En ese momento, igual que sucede en todos los conflictos armados, hay dos actores particulares: la parte estatal y la parte insurgente, la parte revolucionaria. No quiere decir que haya habido solo esos dos actores, había participación internacional, había muchísimos más factores. Hoy el caso es diferente, justamente por eso le llamamos diálogo, no le llamamos negociación, porque se negocia en los conflictos. Aquí no hay un conflicto, aquí hay una confrontación de intereses, una confrontación ideológica persistente. Pero hoy es más plural, no es simplemente uno y otro lado, las posiciones se han evidentemente moderado, al igual que ha pasado en todo el mundo, las cosas se han ido más hacia el centro, hoy vemos un fenómeno tendiente más regresivo. El punto es que este es un diálogo para encontrar puntos de convergencia que permitan, como bien lo había señalado el presidente, y hemos conversado con otras fuerzas políticas del país, encontrar un mejor futuro para El Salvador, un camino en el que haya congruencia de intereses y un camino en el que todos estén de acuerdo o la mayoría de los salvadoreños. De manera que, el primer calificativo que le damos es diálogo. El segundo punto es definir cuál es el mandato de Naciones Unidas en esto. Nosotros respondemos a una invitación del Gobierno, consultada con las fuerzas del país, no solamente con las fuerzas políticas, sino con la sociedad civil, conscientes de que la participación de Naciones Unidas, que en su momento había dado un resultado muy positivo al acompañarles en el primer esfuerzo, y va a hacer en este segundo esfuerzo para encontrar una nueva fórmula de país, una nueva fórmula de objetivos, y adónde llegar y cómo. Al aceptar la invitación para venir a acompañarles en el esfuerzo, indicamos con claridad que se trataba de facilitar el encuentro entre las partes, encontrar mecanismos en donde las partes pudiesen conversar y ponerse de acuerdo, tomando en cuenta la opinión más importante, incluyente posible, para que este esfuerzo sea definitorio y para que tenga resultados efectivos.
En el país hay un consejo de seguridad ciudadana que está integrado por varios sectores, y está la representación de la iglesia Luterana. El representante dice que recomienda dialogar con pandillas. ¿Qué piensa usted?
El diálogo, hay que entenderlo clarísimo, se trata de un diálogo institucional, y la participación de Naciones Unidas, y es así, en este caso, en el caso de operaciones de mantenimiento de la paz, en otras operaciones preventivas de conflicto, todo es siempre apegado al marco estricto de la ley. Hay una convivencia internacional hoy en día más o menos apacible, en el sentido de que aceptamos unas normas comunes que se llaman derecho internacional, y de ahí derivan otro tipo de acuerdos, convenios, convenciones y principios que rigen la actuación de Naciones Unidas, y ese va hacer nuestro criterio y nuestra norma. En el caso particular de las pandillas, vamos a decir que son coyuntural y que no es privativa de El Salvador. Aquí se manifiesta como pandillas, en otros países se manifiesta como carteles, cada uno tiene diferentes manifestaciones, pero tienen un común denominador, que es que todos están fuera de la ley. De manera que, quien está fuera de la ley debe de encontrarse la manera de que se inserte en el marco legal. Dado el caso particular de las pandillas, hemos escuchado que las iglesias, no solamente las iglesias conversan con ellos, las ONG conversan con ellos, otros organizaciones sociales, trabajadores sociales hablan con las pandillas, porque el fenómeno de las pandillas no es simplemente el pobre chico que cayó en manos de la delincuencia, es su entorno familiar, es su entorno inmediato, su colonia, su barrio, y todo se ve afectado, y todo se traduce en barrio contra barrio, colonias contra colonias, ciudad contra ciudad, entonces es un fenómeno coyuntural en el que lo que va a hacer nuestra visión y nuestro mandato es atender a las causales del fenómeno, no a los efectos del fenómeno. Primero, porque el manejo del problema de la delincuencia o de la ruptura del orden público compete al Gobierno. Pero, por otra parte, no se puede desatender el hecho de que esto no es producto de la casualidad, sino de la causalidad de una serie de fenómenos sociales, de debilidades sociales y de carencias que generan que estos jóvenes se incorporen a la vida delincuente por muchos factores, los más importantes: la falta de oportunidades en educación, la falta de oportunidades en trabajo. Nosotros lo que sí estamos dispuestos es (dialogar) a través de esos interlocutores que tienen esos grupos, porque hay que escuchar, no solamente la inquietud de un chico que está involucrado en esta tragedia de la delincuencia, sino ese entorno social que él representa, eso no lo podemos desatender. Lo que no podemos es incorporar en una mesa de diálogo, no de negociación, a un grupo que está fuera de la ley, porque parece que hasta ahora es la postura del Gobierno, no se negocia con quien esté fuera de la ley. Ese es el criterio y por eso nuestra postura. Escucharemos las inquietudes a través de los foros en los que haya expresión para ellos, pero no nos sentaremos ni estarán, por supuesto, en la metodología o el proceso que finalmente, no seremos nosotros, sino de nuevo, los actores nacionales, quienes decidan cómo quieren establecer el proceso. Nosotros escuchamos a la iglesia, hemos hablado ya con ellos, vamos a hablar nuevamente con la iglesia y ellos nos transmitirán sus inquietudes, porque no vamos a saberlas, y hacer propuestas que no contengan el consentimiento de esa gran parte de la sociedad. No sé el número que se estime de ello (pandillas), pero vamos a suponer que por cada uno hay tres o cuatro personas detrás, de sus familias, de sus hermanos, de sus primos. Podemos escuchar a organizaciones de la sociedad civil que trabajan con ellos en atención social, esas serían nuestras vías de informarnos cuáles son sus inquietudes.
¿Cuál es el problema principal del país en este momento y sobre el que se debe trabajar para llegar a un acuerdo?
Yo diría que el problema de El Salvador, al igual que los países con el mismo nivel de desarrollo, es la falta de crecimiento económico, por una parte, que genera todo este tipo de dificultades para tener oportunidades desde el núcleo familiar… Me parece que lo primero que hay que hacer es un acuerdo en materia económica, resolver los problemas coyunturales sobre fiscalidad, sobre las pensiones, todos estos problemas que están incidiendo y que inhiben las inversiones… Evitar que los chicos que van a la escuela emigren, pero para evitar su migración hay que generar oportunidades aquí. Pero, eso es necesario, para ello, mostrar que hay voluntad nacional, voluntad política de hacer arreglo de los problemas inmediatos que tenemos.
¿Puntos prioritarios de la agenda?
Tenemos que identificar sobre qué vamos a dialogar, sobre qué vamos a trabajar. En eso, lo que hemos recogido, las entrevistas que hicimos la vez anterior y en esta, hemos podido identificar que hay grandes temas económicos, grandes temas sociales y grandes temas políticos. La parte política pues está, los acuerdos en la Asamblea Legislativa que fluyan y todo, que tengan más visión, que más sentido social, solidario, y que por ejemplo la reforma pendiente en materia electoral camine y funcione… Que la Corte Suprema tenga la fuerza suficiente y sobre todo la independencia necesaria, para que sea el eje equilibrante entre los tres poderes del Estado. Que el poder Ejecutivo tenga coherencia, como lo está haciendo aparentemente, negociar el presupuesto, y ahora en hacer una reflexión para ver cómo se puede aún más afinar ese presupuesto, de manera en que se cumplan los compromisos del Estado, y haya una especie de desarrollo que permita que capitales extranjeros, que las instituciones financieras internacionales devuelvan la confianza. Quiénes deben de participar, qué instancias, eso no lo podemos nosotros imponer, sino simplemente atender cuáles son las inquietudes de nuestros interlocutores y después formularles una propuesta en la que estén de acuerdo. Esto nos tomará unas cuantas semanas más.
Han existido intentos de diálogos y se han creado mesas. ¿Cree que existe “dialoguitis” y no se llega a nada?
Es posible que haya esa percepción; sin embargo, lo que se nos olvida es que ahí estamos viendo el bosque nada más, ¿y si vemos los árboles que conforman ese proceso de diálogos? Estamos haciendo un ejercicio de analizar qué fue lo que resultó de esas casi dos docenas de ejercicios que se han hecho, veremos qué fue lo que resultó y qué fue lo que no resultó, dónde hubo acuerdos, cuáles son los comunes denominadores que nos permiten definir por dónde debe de ir este más reciente diálogo. Y eso es lo que estamos empeñados con mucha celeridad en identificar, dónde fueron las fallas y aciertos. No es que haya desgaste de diálogo, creo que nadie se cansa jamás de dialogar.
¿Cómo lograr que la polarización no afecte un fin común?
Haciendo que la participación de los jóvenes sea fundamental en este ejercicio, que sea protagónica. Los viejos tenemos la experiencia, pero eso no sirve a los jóvenes. Los jóvenes tienen que caminar su propio camino y eso solo se logra si este ejercicio es incluyente. Otro sector que privilegiaremos es al sector de la mujer.
¿Ya se inició el proceso, en qué momento está, hay una meta en tiempo para llegar a un acuerdo?
Es un mandato semestral. Hemos tenido que hacer una especie de ruta y nos pretendemos, al final del mes de marzo, tener ya una evaluación de cuál es el sentimiento general y hacer las propuestas formales, producto de las consultas que hayamos hecho.
Lea la columna de Paolo Luers sobre el tema