militarización de la policia

Carta sobre el arte de dar cachetadas de payaso. De Paolo Luers

22 junio 2019 / MAS! y EL DIARIO DE HOY

Resulta difícil e impopular cuestionar la nueva ofensiva contra las pandillas, lanzada por el nuevo gobierno. La gente quiere que el Estado actúe contra la delincuencia, porque sufre de ella – y la respuesta más fácil de un gobierno es desplegar a soldados y policías adónde la gente los vea. Resulta que en este sentido el gobierno de Bukele no es diferente a los gobiernos de Paco Flores, Toni Saca, Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén. Hace exactamente lo mismo.

Y ahí es donde precisamente comienzan las dudas. Es una verdad innegable que el Estado ha perdido control de buena parte de su territorio, y que esto es el origen del problema de la violencia y del poder de las pandillas – y todos los presidentes mencionados la han enfrentado equivocadamente.

El vacío que dejó el estado abandonando las comunidades marginales urbanas y rurales no se llena con miles de policías y soldados invadiendo los territorios con fusiles, ametralladoras y tanquetas. Se llena con escuelas y profesores; con centros de salud, doctores y enfermeras; con canchas y entrenadores; con inversiones y jobs; con buenos servicios de agua, desagüe, de energía, de transporte y de comunicación; con fondos para cultura y deporte. Y también con una policía al servicio de la comunidad.

Lo que hasta ahora se ha visto del plan de seguridad del gobierno Bukele es más de lo mismo: Un gran despliegue de fuerza, multiplicada por el despliegue de propaganda – pero es una fuerza invasora que viene de afuera para tomar control, no una fuerza de seguridad que tenga arraigo en los territorios. La historia ha demostrado que esto no funciona contra una fuerza, como las pandillas, que nació, creció y vive adentro de las comunidades.

El presidente Bukele rompió ya con una de los discursos centrales de su campaña, que la violencia no se combate con la fuerza sino con inversión social y creación de empleos.

Rompió radicalmente con esta promeso y regresó al enfoque militar del problema: despliegues masivos, invasión y control militar de territorios en vez de transformación de barrios.

Para poder hacer esto, el nuevo gobierno tuvo que apostar a la continuidad y profundización de la militarización de la Seguridad, ya bastante avanzada en el último gobierno del FMLN. Militarización en sus dos dimensiones: prolongar, ampliar y profundizar la participación de la Fuerza Armada en todos los aspectos de seguridad; y crear dentro de la PNC unidades y procedimientos de carácter militar, en detrimento del concepto de policía comunitaria y comprometida con los derechos humanos y el desarrollo local.

Quien tiene dudas, cuando vea la foto que la presidencia publicó de la reunión de planificación de su campaña ‘Control Territorial’: 4 coroneles de la Fuerza Armada y el único oficial policial es el comisionado Arriaza Chicas, cuya mayor experticia es la construcción de unidades militarizadas dentro de la PNC. No van a encontrar en esta foto a una sola persona que tenga vocación y experiencia en la reparación de los tejidos sociales de las comunidades afectadas por el abandono del Estado y la violencia. Más de lo mismo y más mano dura bajo la bandera de Nuevas Ideas…

Anunciaron que el plan ‘Control Territorial’, en su primera fase, se concentrará en 12 municipios: el centro de San Salvador, Santa Ana, Colón, Santa Tecla, Ciudad Delgado, Mejicanos, Soyapango, Apopa, San Miguel, Ilopango, San Marcos y San Martín. Pero esta lista no coincide con la de los municipios con más índices de violencia y delincuencia.  De los 12unicipios seleccionados, solo 4 figuran entre los 12 más conflictivos: San Salvador, San Miguel, Mexicanos, y Apopa. En cambio, varios de los municipios ‘líderes’ en violencia no está siendo tomados en cuenta: Quezaltepeque (#1), Nahuizalco (#2), Perulapán (#3), Usulután (#7), Jiquilisco (#9), Izalco (#10) y Chalchuapa (#11). ¿Por qué razón darle prioridad a Soyapango, que a pesar de su mala fama solo ocupa el lugar #25 en el rating de violencia, Ilopango (#25), San Marcos (#29) o Santa Tecla (#31)?

¿Será que esta incongruencia del plan ‘Control Territorial’ se debe a que los criterios y objetivos con los cuales fue diseñado no son técnicos, sino prioritariamente de comunicación e impacto mediático? ¿Se trata de cachetadas de payaso?

Saludos de

Carta al director de la PNC: Parte de guerra. ¿Misión cumplida? De Paolo Luers

paolo luers caricaturaPaolo Luers, 15 septiembre 2016 / EDH

Estimado Howard:
El 22 de agosto 2016, diste a conocer números muy interesantes – según vos sobre la eficiencia policial. Según yo, sobre el dilema de la PNC.

“En lo que va del año han ocurrido 391 tiroteos entre policías y pandilleros en todo el país, según los registros de la Policía Nacional Civil (PNC). Durante estos tiroteos, la policía mató a 373 pandilleros y detuvo a 199. Tras los intercambios de disparos, 268 armas de distinto calibre fueron incautadas, según informó ayer el director de la PNC, Howard Cotto.” (LPG, 23 agosto 2016).

Analicemos tus cifras:

Tiroteos entre PNC y pandillas: 391
Pandilleros muertos: 373
Pandilleros detenidos: 199
Armas incautadas: 268

diario hoyCada tiroteo produjo un promedio de 0.95 pandillero muerto, pero en cada segundo caso no hubo ninguna detención. Quiere decir: Para matar, tu tropa es dos veces más efectiva que para arrestar. Es obvio: El objetivo prioritario de los operativos de la PNC ya no es, como dicta la doctrina de cualquier cuerpo policial, la detención del delincuente, sino su eliminación. Vos sos ex guerrillero igual que yo, y ambos sabemos que enfrentamientos que producen 2 veces más muertos que detenidos corresponden a operativos militares, no policiales.

Veamos las armas: La PNC mató a 373 pandilleros y detuvo a 199, lo que da una suma de 572 que en los 391 enfrentamientos cayeron en manos de la policía, muertos o vivos. Pero en los mismos incidentes, la PNC solamente incautó 268 armas. Es una relación sospechosa: ¿Con qué estaban atacando, peleando y defendiéndose los restantes 304 pandilleros que no andaban armados?

Esto nos lleva a otra interrogante: ¿Cómo sabemos que todos los 373 muertos y todos los 199 detenidos realmente eran pandilleros, aunque 304 de ellos no andaban armados?

20160823_104909Sería interesante poder profundizar este análisis. ¿A cuántas de los 199 detenidos luego los tuvieron que liberar por falta de pruebas contra ellos? ¿Y a cuántos del los 373 muertos definitivamente han podido vincular con una pandilla? Ambos sabemos que no existe guerra en la cual solamente mueren combatientes. Una gran parte siempre, en cualquier conflicto armado, son civiles. Es poco probable que en 391 enfrentamientos, ninguno de los 373 muertos hay sido un pobre cristiano que estuvo en el momento equivocado en el lugar equivocado.

Entonces habrá que preguntarte (y a Medicina Legal y FGR): Cada uno de estos 391 intercambios de disparos está siendo debidamente investigado, ejerciendo pruebas a todas las armas involucradas; haciendo obducciones a los fallecidos; recogiendo todos los elementos para poder reconstruir lo que pasó en este enfrentamiento? ¿Y si existen estas investigaciones rigurosas, por qué no se hacen públicas?

Lo que más me asusta no son las declaraciones y matemáticas tuyas. Mal o bien, como jefe tenés que mostrar la eficiencia de tu policía – aunque hay que dudar de qué eficiencia estamos hablando: ¿Eficiencia para proteger? ¿Eficiencia para detener? ¿O eficiencia para matar?

Lo que más me asusta es la actitud cínica de los hombres que dirigen esta guerra (luego de haber dirigido otra hace unas décadas). El presidente Salvador Sánchez Cerén declaró, en una conferencia de prensa, que el 33% de los homicidios registrados en marzo (481) fueron pandilleros que murieron en enfrentamientos con la PNC. Parece que no le perturba saber que ahora el Estado es el autor de 33% de las muertes violentas. Sólo le faltaba levantar el puño y gritar: ¡Misión cumplida! ¡Patria o muerte, venceremos!

Sé que todas estas preguntas que hago no son muy populares. Pero por lo menos en teoría periodistas y policías tenemos una cosa en común: no nos debería importar la popularidad. Saludos,

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